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Carlysle

Cuando terminé de subir las escaleras a toda prisa, entré a la habitación cual ráfaga de viento y, nada más entrar, vi a Aidan sentado en la cama, con el pantalón del pijama puesto, con el torso desnudo y con la playera del pijama en las manos.

—Aidan...— llamé.

—Vuelve con tu familia— dijo en cuanto me escuchó.

—Pero tú...

—Ve con ellos— interrumpió Aidan.

—No— dije con firmeza mientras me acercaba a él. —Tú ahora también eres mi familia, y ellos, entiendan o no, estarán bien.

Aidan me miró con los ojos cristalizados, desvío la mirada y agachó la cabeza, me agaché frente a él y le quité la playera de las manos, le levanté los brazos y se la puse, deshice la cama y le dije a señas que entrara en las cobijas.

—¿Me quieres aunque sólo te de problemas?— preguntó bajito una vez que se acostó y yo lo había arropado.

Me senté a su lado y mientras acariciaba su cabeza dije:

—Te amo con todo y lo malo que crees tener.

Aidan sonrió amargamente y una lágrima surcó su mejilla, me incliné y besé su cabeza.

—¿Quieres que me quede?— pregunté para saber qué hacer.

Aidan asintió.

—Dame un momento— pedí.

Me levanté y fui a cambiarme rápidamente, una vez que tenía el pijama puesto volví a la cama, me acosté al lado de Aidan, quien en cuanto sintió que me acomoda a su lado se giró hacia mí y se escondió en mi pecho.

—¿Quieres hablar?— pregunté.

Aidan respondió a gestos que no.

—Descansa entonces mi niño,— murmuré mientras besaba su frente —aquí estoy para ti, siempre lo estaré, Aidan.

Aidan no respondió, de nuevo; pero sabía que me escuchaba, así mismo, podía sentir su cuerpo temblando, lloraba sin descansar.

Tiempo pasó hasta que se quedó dormido, no dejé de acariciar su cabeza y su espalda hasta que caí rendido.

Cuando desperté, cerca del medio día, tardé unos minutos en darme cuenta que no compartía la cama con nadie, Aidan no estaba y, tardé el doble de tiempo en darme cuenta que no estaba en la habitación.

Exaltado y preocupado salí de la cama, y aunque sabía que no lo encontraría en la habitación decidí, de todas formas, revisar, el resultado esperado fue el correcto, y me hizo querer salir corriendo en busca de él; pero antes de salir despavorido, buscaría en las habitaciones de huéspedes.

Salí de la habitación y me dirigí a toda prisa al piso de abajo, entré a la primer habitación, nada, vacía y desolada, mi ansiedad creció un poco más; fui a la otra habitación y para mí tranquilidad, Aidan estaba ahí, hundido en las cobijas.

Si estaba despierto antes de que entrara o lo desperté al entrar no lo sabía, pero me miró como decepcionado y se tapó la cara con las cobijas, evitando que lo viera.

—Aidan, mi niño,— llamé mientras caminaba a él y me sentaba a su lado —¿qué haces aquí?

—Estaba durmiendo— respondió debajo de las cobijas.

—¿Y por qué aquí?

—Porque...

—¿Por...?

—Es que no quería darte más problemas...— murmuró, y aunque no podía verlo sabía que estaba triste.

La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now