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Cyra

Luego de que Christian le dijera su diagnóstico a Aidan, Chris y yo nos fuimos a la cafetería del hospital, ahí seguimos hablando, principalmente de William y de Aidan, aunque también de sus casos recientes y de mis clases.

Luego de un rato Chris se fue a ver a sus pacientes y yo me fui con Matt, hablé por mensajes con Aidan durante el resto del día, por lo que supe que lo habían dado de alta y que fue con el nutriólogo.

Matt y yo fuimos a cenar y luego nos fuimos a mi casa, bebimos algunos tragos hasta que la tensión en el ambiente fue tal que terminamos en la cama.

Nos habíamos quedado dormidos luego de toda la acción, por lo que en la mañana desperté junto a él, pero desperté por una llamada.

—Matt,— llamé adormilada —tú teléfono.

—¿Mmm…? ¿Qué?— preguntó bajito, más dormido que despierto.

—Te llaman.

—Ese no es mi teléfono— refunfuñó, dándose la vuelta para seguir durmiendo.

Me estiré y alcancé mi teléfono, ni siquiera me molesté en revisar quien era, solo contesté.

—Diga— suspiré sin siquiera abrir los ojos.

—Uy, ¿estabas dormida?— preguntó Aidan del otro lado del teléfono, enérgico como siempre, como si no estuviera enfermo.

—Hasta hace como dos minutos, sí— dije —. ¿Que ocurre, estás bien?

—Esto… ¿interrumpo el descanso post sexo?

—En efecto.

—¿Estás de ánimo para salir?

—Depende.

—De compras.

—Yo voy— dije automáticamente.

—Estoy en casa de Lyle, nos vemos aquí.

—Sí, adiós— dije arrastrando las palabras.

Colgué sin esperar a que Aidan respondiera y dejé por ahí mi teléfono.

—¿Vas a salir?— preguntó Matt, se había dado la vuelta y se frotaba los ojos.

—¿Reviviste?— pregunté.

—Mhm.

—Tengo sueño, ¿nos quedamos otro rato a dormir?

—Yo tengo hambre.

—Entonces te toca cocinar, hay todo lo que puedas necesitar en el refrigerador.

—Que mimada.

—Ve.

Matt me dio un pequeño beso en la mejilla, se levantó y se fue, escuché que rebuscaba en los cajones pero no me importó, mi sueño era más.

Matt me despertó luego de un rato,  desayunamos y mientras el lavaba los platos usados yo me fui a duchar, y mientras yo me arreglaba el se duchó.

Salimos rumbo a casa de Carlysle y al cabo de un rato llegamos, Aidan y Carlysle estaban en la sala de estar de la planta baja, y se estaban lanzando las almohadas que adornaban los sillones sin piedad alguna.

—Hola cariño— saludé.

—Hola calabaza— saludó él mientras tomaba una almohada y se la lanzaba a Carlysle, le dio de lleno en la cara por haberse distraído por nuestra llegada.

—Voy a matarte— amenazó en broma Carlysle a Aidan.

—Primero atrápame— condicionó este último, quién se echó a correr escaleras arriba, Carlysle no se molestó en seguirlo.

La Sacra CoronaOnde as histórias ganham vida. Descobre agora