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Aidan

Carlysle, Matthew, Kaori y Ben aparecieron en cuanto abrí la puerta. Todos con semblante preocupado y cada uno más golpeado que el otro.

“Trae el botiquín” le había pedido a Cyra, que aún no se reponía por completo de lo que había visto, y se veía bastante triste por lo que me había dicho.

Asintió dudosa y caminó hasta el baño de mi cuarto, a la par, los recién llegados entraban y se sentaban en la sala a descansar. Pero el único que no se sentó fue Carlysle.

—Que alivio que estén bien— dijo mientras se abalanzaba contra mi, abrazándome con fuerza mientras suspiraba aliviado. No sabía lo mucho que necesitaba un abrazo hasta que él me abrazó.

—¿Por qué no lo estaríamos?— pregunté mientras acariciaba su cabeza, intentando calmarlo, intentando calmarme.

—Nos atacaron y creemos que podrían venir por ustedes,— comentó, ocultando su cara en mi cuello —por eso vinimos.

—Siéntate— escuché que pidió Cyra a alguien, que supuse era Matt.

—Vamos a revisarte,— pedí —creo que estás herido.

—No es mi sangre,— dijo —estoy bien.

—Pero…

—Aidan,— llamó Cyra. Su voz sonaba temblorosa —¿me ayudas aquí? Por… favor.

—Ve— incitó Carlysle.

No muy convencido asentí y fui donde Cyra, que estaba tratando a Matthew por diversas heridas que tenía, afortunadamente ninguna era grave.

Me desinfecte las manos y me puse unos guantes quirúrgicos, ayudé a Cyra a desinfectar y tratar adecuadamente las heridas de Matthew.

Apoyé un poco a Ben a tratar las heridas de Kaori y entre este último y yo tratamos como pudimos a Ben, que se movía y quejaba mucho, pues no quería ser tratado.

Me distraje tirando los empaques de las gasas, guantes y demás, cuando en eso escuché que prácticamente le gritaban a Carlysle que se dejara tratar, por lo menos revisar. Cyra lo tenía de la muñeca y los demás intentaban convencerlo de que era lo mejor.

—¡Cállense ahora!— grité al tiempo que golpeaba con las manos la encimera. Grité elevando la voz muy por encima de la de los demás, que se quedaron callados y me veían entre asombrados y temerosos —. Les recuerdo que no estoy bien de los nervios como para que se pongan a gritar— exclamé, estaba estresado y tenía un nudo en la garganta, tanto que me dolía la cabeza y sentía que si no los detenía me iba a desmayar de nuevo o iba a comenzar a gritarles a todos, y no quería que ninguna de esas opciones pasaran.

—Tú,— dije señalando a Carlysle —quítate la camisa y siéntate.

—Aidan…— comenzó a hablar Carlysle.

—No,— interrumpí —cállate y siéntate.

Todos, a excepción de Cyra, me veían asombrados, Cyra ni siquiera me veía. Carlysle obedeció sin rechistar, los demás no sabían cómo reaccionar por lo que se sentaron en silencio junto a Carlysle, tal cual como una manada de cachorros regañados.

—¿Estás bien?— murmuró Cyra con suavidad al tiempo que dudaba si acariciar mi espalda o no.

—Todo está bien— respondí con seriedad.

Fui hasta donde estaban los hombres perfectamente trajeados y golpeados, todos sentados uno junto al otro, me puse un nuevo par de guantes y al revisar a Carlysle noté que lo que había dicho de la sangre que le empapaba la camisa no era del todo cierto.

La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now