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Aidan

Los días pasaron tranquilamente luego de la noche que pasé con Carlysle, no volvimos a tocar el tema pero si noté que estaba algo molesto, auque desconocía si era por lo que yo había dicho o por otra cosa.

Ya estábamos en noviembre, el clima cada vez se hacía más frío y días difíciles se acercaban, y aunque me preocupaba de buena manera intentaba mantenerme ocupado tanto como fuera posible sin importar en que fuera, prueba de ello era que llevaba alrededor de tres horas inmerso en un libro que compre por impulso aún teniendo muchos en espera.

Cuando me cansé de estar en la biblioteca salí a la cocina a seguir con mi lectura, hasta que detrás de mí, alguien llamó mi atención.

—¿Cuánto tiempo llevas ya con ese libro?— preguntó Ben.

—Desde que llegué de la escuela— respondí casual.

—Pero de eso hace horas…

—No vienes solo a preguntarme por el libro, ¿verdad?— inquirí con curiosidad.

—No… En realidad no.

—Suéltalo entonces.

—Yo no soy quien tiene nada que decirte en realidad— comentó Ben. Fruncí el ceño al no entender de que hablaba, lo que causó que Ben riera un poco, sin dar mayor explicación se encaminó hacia la entrada de la cocina, asomó la cabeza e hizo un gesto que no logré ver bien.

—Suerte— dijo Ben como despedida, pero no parecía que me lo dijera a mi, sino a otra persona.

Ben salió por completo de la cocina y a los pocos segundos salió de mi campo de visión por completo, desconcertado y extrañado decidí dejarlo pasar.

Antes de volver a mi lectura me levanté para servirme un poco de agua, y así lo hice. Antes de volver a sentarme, cuando me giraba para volver a mi sitio, Carlysle entraba a la cocina, y ahí creí entender las palabras de Ben.

—Hey— saludé cuando advertí que Carlysle no lo haría.

—Hey…— saludó de vuelta Carlysle. —¿Cómo… vas con… con el libro?— preguntó, se notaba nervioso, se tocaba mucho el cuello, se mordía el labio inferior, y movía rítmicamente el pie.

—Voy a un poco más de la mitad— comenté mientras me recargaba en la encimera y lo miraba fijamente, intentando descubrir el porqué de su comportamiento.

—Eso es increíble— felicitó Carlysle.

—Te digo lo mismo que a Ben, no solo vienes por el libro, así que, ¿qué necesitas?— pregunté intrigado, pues en los meses que llevaba conociendo a Carlysle jamás lo había visto nervioso.

Carlysle tragó con dificultad, respiró hondo y con cierta inseguridad caminó hasta quedar a no más de un paso de distancia de mí.

—Yo…— inició Carlysle, vacilante.

—¿Tú…?— pregunté, intentando animar a Carlysle a que hablara.

—Yo… yo quería saber si… si mañana quisieras salir conmigo— concluyó.

—¿Cómo… e-en una cita?— pregunté sorprendido, ahora yo comenzaba a sentirme nervioso.

—Si, como en una cita, luego de que salgas de la escuela, pensé que sería una buena idea que saliéramos el viernes por la noche, o sea… mañana… ¿Estoy hablando mucho, verdad?— preguntó Carlysle avergonzado.

—Si, mucho— concedí riendo un poco.

—Lo siento, es que estoy algo nervioso.

—Ya lo noté.

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora