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Carlysle

Pasaban de las 5:00 de la tarde cuando Aidan por fin llego a casa, desde hacía un rato no respondía ni los mensajes ni las llamadas, no sabía de él y eso me tenia muy preocupado, pero al verlo llegar con las mejillas sonrosadas y tan enérgico como siempre ningún rastro de preocupación quedó.

—¿Cómo estás?— pregunté luego de saludarlo cuando dejó sus regalos bajo el pomposo árbol de navidad que había puesto mamá.

—Cansado— respondió con desgana y como queriendo evitar el tema, algo no andaba bien.

—¿Estás bien?

—Por supuesto,— mentía —¿por qué no lo estaría?

—No lo sé, por eso te estoy preguntando.

—Todo en orden, guapo, no te preocupes— dijo con una pequeña sonrisita en los labios; se acercó a mí, me besó la mejilla y se fue a la cocina.

Durante el resto del día estuve observándolo detenida y discretamente, estaba demasiado distraído, de la nada se quedaba viendo a un punto muerto, se notaba que estaba pensando demasiado en algo, algo lo tenía inquieto.

Por la noche intenté hacer que hablara conmigo, y aunque no insistí mucho para no molestarlo me preocupaba lo distraído que estaba no podía hacer mucho si no quería hablar.

Me quedé largo rato pensando en que podría ser lo que lo estaba molestando, tanto tiempo fue que sin darme cuenta ya era de madrugada. Aidan llevaba horas dormido, así se veía casi angelical, tan tranquilo y pacifico; me abracé a él y su tranquila respiración junto con el acompasado latido de su corazón me arruinó rápidamente.

Por la mañana, cuando desperté, aún estaba abrazado a Aidan, quien ya estaba despierto, revisando su teléfono.

Me estiré un poco a la par que abrazaba con fuerza a Aidan, tomándolo por sorpresa.

—Buenos días— saludó entre risas.

—Buenos días mi niño— saludé mientras le daba un beso en la mejilla.

—¿Dormiste bien?

—Muy bien, ¿tú?

—De maravilla.

—Me alegro, ¿hace cuánto estás despierto?

—Como una hora.

—¿Por qué no me despertaste?

—Te veías muy tranquilo, no quise molestarte.

—¿No estabas incómodo?

—¿Por qué me estabas abrazando cual oso? No, en lo absoluto— concluyó de forma burlona, haciéndome reír.

Aidan y yo nos quedamos en la cama charlando hasta que Ben llamó a la puerta, buscándonos, pidiéndonos que saliéramos de nuestra burbuja al mundo. Sin más opción nos levantamos, mientras Aidan se duchaba yo hice la cama y, cuando él salió de la ducha entré yo. Ya limpios y vestidos, con el cuarto en orden salimos a ayudar con lo que hacía falta.

Estuvimos buena parte de la tarde ocupados con detalles finales para la velada, en su mayoría con la cena; después de eso todos comenzamos a arreglarnos para la velada.

Más tarde, ya en la noche, para dar comienzo con la cena, como cada año todos dijimos unas palabras, incluso Aidan, a quien se le propuso la idea y aceptó, me gustaba que se adaptara o al menos intentara adaptarse a las tradiciones familiares; luego de eso dimos inicio a la cena, la cual fue deliciosa. Una vez que terminamos, pasamos a la sala de estar; charlamos, bebimos, jugamos, reímos, todos la estábamos pasando bien... menos Aidan, se notaba distante, perdido, le estaba costando estar presente mentalmente en la velada.

Cuando la medianoche se acercaba, ayudé a mamá a repartir las copas con champán para el brindis de año nuevo. Unos segundos esperamos "tres... dos... uno... ¡Feliz año nuevo...!" coreamos todos, hicimos el brindis, nos abrazamos y luego de charlar un rato abrimos los regalos. Pero... Aidan no...

Después de abrir los regalos, nada más pudo, Aidan huyó al baño y se encerró ahí, lograba escuchar leves sollozos a través de la puerta pero, por más que le pedía que me dejase entrar no me lo permitía.

Me desesperaba no poder ayudarlo, me hacía sentir impotente, y ese sentimiento se intensificó cuando Ben, quien pasaba por ahí, si logró entrar.

«Al menos no está solo ya...»

~~∆~~

everything will be fine

La Sacra CoronaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora