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Aidan

Estaba muy feliz de que los resultados de William fueran positivos, al menos uno de los dos gozaba de una salud verdaderamente envidiable, yo por otro lado, bueno, debía volver con el doctor Isaac en un par de meses para un chequeo.

Estar en ese consultorio, en esa sala de espera, ver a ese amable y risueño doctor, a esas alegres enfermeras me golpeó tan fuerte como una ola inmensa que no notas hasta que está tan cerca que ya no puedes hacer más que prepararte para el impacto y sostener el aire.

En aquel momento, cuando había acudido a esa clínica por primera vez, de la mano del hombre que creí era mi nuevo gran amor, pero ahora no estaba con él, aunque estaba más o menos igual que en ese momento, tal vez porque conservaba la enfermedad de ese momento, y la actitud taciturna y triste de ese mismo momento.

Ahora mi compañero era Will, mi primer amor; y si bien ahora las cosas eran tan distintas, frías e incómodas entre nosotros, me alegraba saber que al menos me quedaba un amigo, o lo que sea que fuese él.

Cuando a Will le dijeron que estaba bien y que se sentía mal porque probablemente había estado muy estresado recientemente me sentí una carga.

«Tal vez lo mejor sería no depender de él como hasta ahora...»

—¿En qué piensas?— preguntó William de pronto mientras me apretujaba suavemente el muslo.

—En irme a mi apartamento— respondí con sinceridad.

William se sorprendió, retiró su mano al tiempo que la expresión de su rostro se tornaba triste.

—¿Puedo preguntar por qué?

—No quiero ser una molestia.

—¡No lo eres!— protestó mientras conducía.

—Pero...

—Honestamente, preferiría que te quedarás cerca, así podré cuidarte.— confesó.

—No lo sé...— suspiré.

Con eso la charla terminó, regresamos a casa de Will y mientras que yo me tiraba en el sofá a descansar y recuperarme de un mareo escuchaba a lo lejos que William hablaba con Gloria para decirle que debía seguir una dieta especial, la pobre mujer suspiraba con preocupación, casi podía visualizar su expresión angustiada.

Cerré los ojos y dejé que mi oído se agudizara, voces, el leve chirrido de una tetera, o tal vez una olla, pasos lejanos que de a poco parecían más cercanos, una ligera respiración, el posa brazos hundiéndose bajo el peso de un cuerpo, una mano, acariciando mi mejilla con suavidad, mi cabello, mis labios...
Abrí los ojos.

—Lo siento, ¿te desperté?— susurró Will, no apartó su mano de mi rostro, solo la movió a mi cabello.

—No, no te preocupes— dije.

Sentía una extraña ligereza en el cuerpo, pero una terrible pesadez en los párpados.

—¿Estás cansado?

—Algo.

—La anemia te drena la poca energía que tienes, ¿por qué no tomas una siesta y luego comemos algo?

—No es mala idea...

—¿Te llevo a la cama?

—Puedo caminar yo solo.

—Eso no está a discusión— debatió con un tono de voz suave. —¿Y bien...?— preguntó luego de unos momentos de silencio.

«Llévame.»

—Solo ayúdame a levantarme, con eso será suficiente— me limité a decir.

William sonrió dulcemente y se levantó para luego levantarme con mucho cuidado, me acompañó los primeros pasos y luego me dejó.

Subí las escaleras y fui a mi habitación, directo a la cama, me acomodé y agradecí internamente tener una cama tan mullida mientras lograba conciliar el sueño.

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La Sacra CoronaWhere stories live. Discover now