• Volver a amar •

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La rubia iba por la calle, con su pequeña bebé de tan solo 4 años en brazos.

- Mami, tengo hambre...

- Espera un poco, amorcito, ya vamos a comer algo. -respondió, aunque ni ella misma estaba segura de aquello.

Ambas caminaban desoladas, la rubia tenía días caminando sin rumbo, pidiendo limosna, mientras recibía malas miradas de la gente.

La ropa de ambas estaba sucia, desgarrada y algo mojada, pues había estado lloviendo.

Tal vez no entiendan que sucedía, pero yo les puedo explicar...

Elizabeth Cooper, una chica de tan solo 23 años, se embarazó cuando tenía 19 y tuvo a su pequeña niña Emma cuando ya tenía 20.

El padre de la niña nunca estuvo, de hecho, cuando supo que Betty estaba embarazada, se fue y no volvió más.

Betty por su lado se encargó sola y salió adelante con su pequeña, viviendo en la casa de su madre, aunque ella no la ayudaba.

Lo único que hacía era quejarse de su nieta, tratarlas mal a ambas y usar a Betty y quitarle el poco dinero que ganaba en sus dos trabajos de medio tiempo.

Pero todo empeoró para Betty y Emma cuando Alice las echó de la casa, había encontrado el poco dinero que Betty guardaba y la dejó sin nada.

No tenía a nadie quien la apoyara, intentó pedirle ayuda a su jefe pero el no se la dió y además, al ver como llegó a trabajar en ese estado, sucia, descuidada y además junto a su hija, la echó.

Caminaba por una calle del centro de Riverdale, donde estaban todos los edificios y empresas más importantes del pueblo.

Normalmente era una calle muy concurrida, pero el clima era lluvioso, así que no habían muchas personas.

La rubia suspiró, entrando a una cafetería.

Esperaba tener suerte, pues realmente necesitaba darle algo de comer a su hija, y ella también estaba hambrienta, pero la prioridad era Emma.

- Buen día, disculpe... Mi niña tiene días sin comer y- ella fue interrumpida por el hombre que atendía.

- ¡Largo de aquí! -se quejó el señor tras la caja. - No damos limosna, solo ensucias mi local, fuera.

- ¡Oiga! -otro chico, el cual comía en una mesa y vestía de traje, intervino. - ¿No ve que tiene una niña? No sea grosero. Lo siento mucho, tome, no lo he tocado. -le tendió un plato con dos croissants y una taza de cafe recién hecho.

- Muchísimas gracias. -sus ojos se cristlizaron. - De verdad, se lo agradezco. -y así salió de ahí junto a su hija, bajo la atenta y asqueada mirada del otro hombre.

El pelinegro sonrió de lado al ver los ojos de ambas brillar, y luego le dió una mala mirada al señor del local.

- Quiero varios paquetes de galletas, más croissants y un jugo. -pidió, sacando su billetera.

- No les ayudes. -el viejo se quejó, rodeando sus ojos. - Solo se acostumbran a pedir limosna y se aprovechan de tipos como tú, no intentan hacer nada por mejorar su situación...

- Si lo intentan y no lo logran por tipos como tú, ahora dame lo que te pedí. -dijo furioso.

Unos minutos despues, el pelinegro salió con una bolsa en su mano izquierda y con un vaso de jugo en la derecha.

Rebuscó a la mujer con la niña cerca del local y las divisó en la calle siguiente, sentadas en el piso comiendo un croissant cada una.

- Hey. -se acercó. - Les compré esto... Siento que el señor haya sido tan grosero. -le tendió la bolsa.

Our History || One Shots Bughead y Sprousehart || • +18Where stories live. Discover now