La noche oscura

由 sakurasumereiro

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Amaya es una cazadora de vampiros, ser tomada prisionera por el príncipe de sus enemigos cambiará todo cuanto... 更多

PRIMERA PARTE: PREFACIO
CAPITULO I: Rehén
CAPITULO II: En la Guarida del vampiro (I/II)
CAPITULO II Segunda parte: En la Guarida del vampiro
CAPITULO III: Incondicionales
CAPITULO IV: Otra realidad I/II
CAPITULO IV: Otra realidad II/II
CAPITULO V: Hatsú
CAPITULO VI: ¿Huésped o rehén?
Capítulo VI: ¿Huésped o rehén? II/II
CAPITULO VII: El escape
CAPITULO VIII: De regreso en La Orden
CAPITULO IX: Las explicaciones no bastan
CAPITULO X: Obsesión
CAPITULO XI: Descontrol
CAPITULO XII: Reunión clandestina
Capitulo XIII: Incursión sigilosa I/II
Capitulo XIII: Incursión sigilosa II/II
CAPITULO XIV: ¡Hatsú huye!
CAPITULO XV: Beso de sangre.
CAPITULO XVI: Nuevo comienzo
CAPITULO XVII: Celos
Capitulo XVIII: Lía va de Cacería
CAPITULO XIX: Consecuencias
Capitulo XX: Dudas
Capitulo XXI: ¡Amaya huye! I/II
Capitulo XXI:¡Amaya huye! II/II
CAPITULO XXII: Margaritas con sabor fresa
Capitulo XXIII: Planes
Capitulo XXIV: Sangre que mancha las manos
Capitulo XXV: Lía, Una buena amiga (I/II)
Capitulo XXV: Lía, una buena amiga (II/II)
Capitulo XXVI: El cazador vampiro
CAPITULO XXVII: Nuevo ataque
Capitulo XXVIII: Desesperación.
Capítulo XIX: Convalescencia
Capitulo XXX : Obsesivo amor
Capitulo XXXI: Orgía de sangre
Capitulo XXXII: Destino.
Capitulo XXXIII: Reunión vampírica
Capitulo XXXIV: Dos imágenes de un mismo vampiro
Capitulo XXXV: Nueva cazadora
Capitulo XXXVI: Malévola intimidación
Capitulo XXXVII: La aceptación del amor
Capitulo XXXVIII: Revelación (I/II)
Capítulo XXXVIII: Revelación (II/II)
Capítulo XXXIX: Padre e hijo enfrentados
II PARTE
Capítulo I: Preparativos
Capítulo II: Condiciones adversas (I/II)
Capitulo II: Condiciones adversas (II/II)
Capitulo III: Vampiros entre nosotros
Capitulo IV: Después de la entrevista (I/II)
Capítulo IV: Después de la entrevista (II/II)
Capitulo V: Infidelidad
CAPITULO V: En la división médica
CAPITULO VII: Juntas
Capitulo VIII: Reencuentro
CAPITULO IX: El cazador y el vampiro
Capitulo X: Vampiros enfrentados
Capitulo XI: Cobardía
Capitulo XII: Batallas solitarias
CAPITULO XIII: "Clávale la estaca a Drácula"
Capitulo XIV: Asamblea General de las naciones Unidas (I/III)
Capitulo XIV: Asamblea General de las Naciones Unidas (II/III)
Capítulo XIV: Asamblea General de las Naciones Unidas III/III
Capitulo XV: Desenfreno
Capitulo XVI: Miguel Blanco
Capítulo XVII: Heridas del pasado
Capitulo XVIII: Rescate (I/II)
Capitulo XVIII: Rescate (II/II)
Capitulo XIX: Amaya, Hatsú y Ryu
Capitulo XX: Esclavitud
Capitulo XXI: Sueño
Capitulo XXII: Muerte
Capitulo XXIII: Alianza (I/II)
Capitulo XXIII: Alianza (II/II)
Capitulo XXIV: Maestro y discípula
Capítulo XXV: Príncipes del mundo (I/IV)
Capitulo XXV: Príncipes del mundo (II/IV)
Capítulo XXIV: Príncipes del mundo (III/IV)
Capitulo XXV: Príncipes del mundo (IV/IV)
Encuesta
Capitulo XXVI: En nombre de la amistad
Capitulo XXVII: La rebelión de los cazadores
Capitulo XXVIII: La nueva Orden
Capitulo XXIX (Final): El príncipe dragón
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Capítulo XL: ¡Recuérdame! ( Final de la primera parte)

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由 sakurasumereiro

***Antes de Leer:
Quiero agradecerles infinitamente el apoyo que le han dado a esta historia, a los antiguos lectores y a los que se han sumado durante esta edición. Les pido que sigan acompañando a estos vampiros y cazadores y ojalá continúen hasta el final y yo sea capaz de no decepcionarles. Los quiero. 



CAPITULO XL: Recuérdame

Para Amaya, los días que siguieron a pesar que la melancolía y la duda a veces la invadían, estuvieron llenos de paz, esa que da el aceptarse uno mismo y sus sentimientos.

El mar tormentoso que fueron sus emociones y que la llevaron a luchar consigo misma, ahora estaba en calma, pero el futuro lejos de ser un escenario brillante y esperanzador, aún mostraba la amenaza de la guerra, la lucha de las especies por la supremacía.

Girada de costado en la cama de Ryu, se apoyaba en uno de sus codos mientras conversaban:

—Entonces, ¿Dorian dice que hay supravampiros en la sierra?

—Sí, eso parece. Después de la muerte de Octavio —Amaya se removió incómoda cuando escuchó el nombre— le di el control de su clan. Le correspondía a Lía, pero ella no quiso hacerse cargo. Dorian se los llevó a la sierra para calmarlos —Ryu hizo una pausa, no quiso contarle a la mujer a su lado que la verdadera causa por la que tuvo que prácticamente exiliar al clan fue su negativa a matarla—. Y hace dos días hubo un incidente. Una misteriosa mujer acabó con parte del clan.

— Ya —dijo Amaya abriendo un poco sus ojos—, pero ¿Cómo sabes que era un supravampiro y no una cazadora?

Ryu le dedicó una mirada intensa que, con el ceño fruncido, arrojó oscuridad a sus ojos.

—Porque bebía la sangre de los vampiros que atacaba. Acabó con ellos con sus solas manos, sin armas. ¡Ella sola mató a diez vampiros!

Amaya tragó. Parecía que esa nueva raza era realmente fuerte.

—¿Qué piensas hacer?

—Le he dado la orden a Dorian que la capturen. Necesitamos encontrar la forma de destruirlos.

Amaya alzó las cejas.

—Si es tan poderosa, ¿cómo piensas atraparla?

—Ella debe ser más parecida a nosotros que cualquier otro ser, quizá con estrancio, de lo que están hecha las espadas de los cazadores. De todas formas, Katherina tiene los archivos que me diste de La Orden. Su equipo de científicos encontrará alguna manera de neutralizarlos.

Amaya se puso ansiosa. Pasó su vida matando vampiros y ahora que existía la manera de hacerlo, temía que ocurriera. Pensó en Ryu y su corazón tembló. Si él moría ella también lo haría.

—Hay algo que no termino de entender —dijo Ryu —¿Por qué esa supravampiro apareció en la sierra? Parece que vivía entre humanos. Es muy extraño, ¿no lo crees?

—Lo es. Pensé que había matado a esos vampiros en una misión. ¿No fue así?

—No. El vampiro que sobrevivió dijo que ella estaba sola y cuando terminó, regresó a su casa. No parece una misión de La Orden. Es muy raro todo. ¿A dónde vas? —preguntó Ryu al ver que Amaya se levantaba de la cama.

—A bañarme.

Ryu sonrió con malicia, su deseo despertaba de nuevo al verla caminar con un pequeño albornoz de seda que dejaba al descubierto sus piernas torneadas. Habían pasado casi la mitad de la noche juntos, al principio entregados al disfrute amoroso, pero cuando el ardor de la pasión se calmó, empezaron a hablar como aliados con un objetivo en común en la lucha por venir, de lo que ambos pensaban de La Orden y los líderes vampiros, tratando de cubrir posibles escenarios y así ir un paso delante de ellos para evitar la nefasta guerra.

Él se levantó de la cama y caminó hacia ella:

—No te he dado permiso de levantarte.

Amaya se volteo para mirarlo con una de sus finas cejas enarcada. No tuvo tiempo de replicar. Una fuerza invisible la levantó en el aire para arrojarla en el colchón, cuando trató de levantarse, se dio cuenta de que estaba paralizada.

—¿Qué crees que haces? No me gusta que me inmovilices.

Pero Ryu solo sonrió con sus ojos violeta brillando lujuriosos, su lengua humedeció los labios. Se levantó para admirarla tendida sobre la tela blanca de la sábana. Con un movimiento de sus manos, sin tocarla, le separó las piernas mientras las manos de ella permanecían inmóviles por encima de su cabeza. Amaya creyó que su corazón saldría por su boca cuando lo vio acercarse como un depredador hacia ella. Estar inmóvil frente a él de pronto la excitó terriblemente, jamás se había sentido así. Un jadeo escapó de sus labios cuando él se subió al colchón.

—¡Suéltame!

—¡No! —dijo Ryu en medio de una sonrisa ladina.

Acarició su cuerpo sintiendo la tibieza de la piel encendida, el pulso acelerado y la sangre recorriendo furiosa sus venas. Los colmillos crecieron en su boca, las ansias de sangre y el deseo se mezclaban en uno solo. Cerró los ojos y se hundió en ella. No quería mirarla, no podía hacerlo. El solo hecho de escuchar sus jadeos lo enloquecía. Le era difícil estar con ella sin dejar salir del todo su naturaleza.

Empezó a recorrer todo su cuerpo con la lengua y sus labios, hasta llegar al punto donde ella era toda humedad. Comenzó a succionar, a lamer y besar.

La primera vez que la mordió durante el sexo fue el éxtasis puro, la segunda vez requirió mucha fuerza de voluntad para separarse de ella y no saciarse por completo. Cuando se dio cuenta de lo difícil que era parar después de tener su sangre en la boca, decidió no volver a morderla. Pero el deseo sexual se entrelazaba con la sed y a pesar de todo su poder mental le daba miedo que si volvía a morderla no pudiera detenerse hasta matarla.

Amaya gimió fuerte y tembló cuando la boca de él la hizo llegar al clímax. Lo miró con la vista nublada, su rostro hermoso antes de que se hundiera en ella y embestida tras embestida la hiciera de nuevo delirar. Cuando ella volvió a abrir los ojos luego del segundo orgasmo, él tenía sus ojos cerrados, las cejas fruncidas, los dientes mordiendo sus labios hasta el punto que unas gotas de sangre escurrían de ellos. Después que él alcanzó la cumbre, se relajó y abrió los ojos dejando escapar una lágrima. Amaya tuvo la impresión de que algo estaba mal. ¿Sería ella?

—¿Qué pasa? —preguntó acunando su rostro con las manos.

Ryu puso sus manos sobre las de ella y se inclinó para besarle el rostro varias veces.

—Nada, no pasa nada.

Después de dormir casi todo el día, Amaya salió al jardín interior. Los últimos rayos del sol se colaban a través del techo de cristal del invernadero. Aspiró profundo llenándose del dulce olor de las rosas. Mariposas azuladas revoloteaban a su alrededor junto con libélulas cuyas alas transparentes parecían burbujas de jabón. Podía escuchar perfectamente el zumbar de las abejas, los colores a su alrededor la parecieron más vivos, el escarlata de las rosas más brillante, el rocío que se escondía entre sus pétalos, seguro era más dulce y el blanco de los jazmines más inmaculado. Sonrió feliz por primera vez en su vida. La ex cazadora se sentía plena.

Una de las criadas se le acercó trayendo una bandeja con jugo de fresas y pasteles de chocolate. Desde que estaba allí, en la fortaleza, no había dejado de ser mimada, probablemente por orden de Ryu, sonrió ante ese pensamiento. Él no paraba de cuidarla. Le sorprendía esa otra cara en él, la de un ser amable y bondadoso, capaz incluso de enfrentar a su especie para defender a los humanos, aunque fingiera un motivo egoísta como lo era conservar su propia paz y estabilidad. Ella estaba asombrada de su naturaleza y quería ayudarlo en su cruzada.

Quería proteger a los humanos, no deseaba vivir una guerra y mucho menos tener que encarar a los que un día fueron sus compañeros, por eso, se decidió ayudarlo a evitar que ocurriera ese enfrentamiento.

Amaya pasó el dedo por los pétalos de una rosa, al contacto varios cayeron. En el suelo había muchos más. Mirando la flor deshojarse, pensó en la amenaza de un futuro oscuro y sangriento y se sorprendió al no sentir miedo. La felicidad que ahora experimentaba era tan perfecta, que ni siquiera la posible guerra entre vampiros y humanos la enturbiaba. Después de toda una vida de tener el corazón sumergido en el pozo helado de la soledad, por fin amaba y era amada, nada era más importante que eso.

Apuró el zumo y pensó en lo que Ryu le pidió días atrás. A su lado, en el sillón de mimbre estaba el teléfono móvil que él le dio para llamar a Karan. Con ese teléfono la llamada no podía ser rastreada evitando que La Orden se enterara que el cazador había sido contactado por ella. Le dio muchas vueltas pensando cómo abordar la situación. ¿Cómo le plantearía todo el asunto a Karan para convencerlo de que los ayudara?

Marcó el número que sabía de memoria y esperó hasta escuchar la voz del otro lado.

—¿Sí? —le contestó la voz grave de Karan, impregnada de duda.

Amaya tragó y llenándose de valor contestó:

—Karan, soy yo, Amaya.

—¿Amaya? ¿Estás bien? —la voz sonaba sorprendida y preocupada— ¿Aun estás con ese vampiro?

Amaya tragó.

—Escucha Karan necesito tu ayuda. He descubierto cosas, cosas terribles de nuestra organización y me urge hablar contigo. Una guerra se aproxima y tenemos que evitarla.

—¿Dónde estás? También tengo que contarte... las cosas han cambiado.

—Necesito verte para contarte todo lo que sé, Karan. ¿Puedes hoy?

—Sí, ¿Dónde nos vemos?

—¿Sabes el camino que sale de la interestatal y que pareciera que va a la ruta cuarenta y siete pero que en realidad se pierde en la explanada hacia el mirador de cerro colorado?

—Sí, es el lugar donde siempre te encontraba cuando querías escapar de todo.

Amaya pudo imaginarlo sonriendo al otro lado. Karan la conocía mejor que cualquiera.

—Te espero allí en dos horas.

—Allí estaré.

Colgó la llamada y su mirada se perdió en la fuente que cambiaba de color. La luz del sol moría tiñendo el invernadero de un tono rojizo ¿Qué diría Karan cuando supiera cuál era su nueva residencia? ¿Qué pensaría al saber que estaba con Ryu? Se retorció las blancas manos sobre su regazo. La duda la asaltó otra vez, ¿estaría haciendo lo correcto al unirse al vampiro?, pero si no era así ¿por qué se sentía tan bien? En alguna parte leyó que solo lo correcto es capaz de llenarnos de paz. Aun así, no podía evitar sentir miedo de estar cometiendo un error.

Se levantó y se asomó al balcón. La noche comenzaba a enseñorearse de todo y el violeta coloreaba las nubes. ¡Su amado violeta crepuscular!

Al voltearse, sus ojos se encontraron con Lía. La vampiresa, vestida de rojo caminaba con paso elegante hasta ella. Amaya tuvo el impulso de irse, no quería un enfrentamiento con la hermana de Ryu.

Lía se paró a su lado en el balcón y enlazó su brazo con el de ella.

—Tenemos que llevarnos bien, mi hermano odiaría que las mujeres que más ama peleen, ¿no crees?

Amaya la miró de soslayo sin contestar.

—¡Eres tan hermosa! Puedo entender perfectamente que mi hermano esté prendado de ti. Además, también eres útil, políticamente para él. Supongo que te pidió ayuda para su "guerra" —dijo en un tono inocente, pero haciendo énfasis en la última palabra.

Amaya apretó la mandíbula, creía saber por dónde venía la vampiresa.

—Claro —Lía se volteo para mirarla a los ojos y continuó hablando—, no quiero que pienses que mi hermano solo te está utilizando con un fin político, algo debe ver en ti, a parte de tu belleza, que lo ha cautivado. Disculpa por lo que te diré, pero estoy segura que debes tener alguna otra cualidad, pues mujeres hermosas a lo largo de los siglos, Ryu ha tenido un montón y tú, aunque bella, no lo eres más que ninguna de ellas. De hecho, una vez hasta tuvo esposa, ¿te contó?

Lía sonrió de manera infantil y Amaya sintió que la bilis le ascendía a la garganta.

—No soy solo una cara bonita y tampoco quiero competir con su pasado.

—No, claro que no querida, ¿y cómo podrías competir con tanto pasado? Ya te lo dije, también eres políticamente útil, solo espero que cuando no tengas nada más que aportarle, él te siga queriendo. Me parece que te has enamorado, ¿verdad? Es adorable ver tus mejillas encendidas en rosa cuando estás a su lado y tus hermosos ojos azules brillar como zafiros. Odiaría verte triste si mi hermano decidiera que ya no le eres más útil. ¡Oh!, ¡pero no te pongas así! —y le dio una palmadita de consuelo en la mano— no debes preocuparte, seguro Ryu ve algo especial en ti.

—¿Qué te pasa conmigo? ¡También tú te enamoraste de un cazador!

Lía frunció el ceño enojada.

—¡Tú no eres como Dorian! Estoy segura que le traerás ruina a mi hermano. Puedo ver la duda en ti. A la primera oportunidad lo traicionarás y volverás con tus cazadores.

—¡Te equivocas, y te lo demostraré!

—Igual no importa lo que hagas. Verás que te dejará cuando ya no le seas útil, me aseguraré de que sea así.

Amaya, con paso decidido salió del invernadero mientras escuchaba las palabras de Lía a su espalda. Estaba furiosa con la venenosa mujer, si pudiera le rebanaría el cuello allí mismo.

Resopló con fuerza y trató de tranquilizarse mientras bajaba las escaleras. Entró a su habitación e intentó no dar importancia a las ponzoñosas palabras de la vampiresa. Podía comprender su desconfianza, pero al menos debía darle la oportunidad de demostrar su lealtad en lugar de oponérsele tan de frente. Se puso el uniforme negro que hacía tiempo no usaba, tomó la espada y la envainó en el arnés en su espalda.

Salió para buscar a Ryu y decirle que había quedado con Karan dentro de un rato. Ya se imaginaba que él le asignaría una comitiva pues estaba convencido que afuera esperaban a que ella saliera sola para atacarla como ya lo hicieron antes.

Pasó por la biblioteca y oyó la voz de Ryu. Cuando iba a empujar la puerta de madera oscura para entrar, escuchó algo que la hizo detenerse.

Eran Dorian y Ryu los que hablaban.

—¡Y gracias a la cazadora! Tuviste razón como siempre al no matarla de inmediato, ha sido tremendamente útil y lo seguirá siendo si como tú le pediste, convence a su amigo para que se convierta en nuestro espía. Verdaderamente, una mujer enamorada es fácil de manipular. Supongo que después la matarás, ¿o la convertirás? A pesar que he logrado calmar al clan, ellos aún recuerdan la muerte de Octavio y exigen justicia. No están contentos con tu actitud hacia ella. Después de todo, Amaya mató a su líder y el clan la quiere muerta.

Amaya, detrás de la puerta sintió su corazón partirse en pedazos, las piernas le flaquearon y tuvo que agarrarse del picaporte para no caer, los goznes de la puerta chirriaron al moverla sin querer. Las lágrimas comenzaron a nublar su vista. Adentro de la biblioteca, Ryu dijo:

—¿Escuchaste? Alguien está afuera.

Dorian volvió su cabeza hacia la puerta, pero Ryu ya se había movido hasta allá, encontrando a Amaya apoyada en ella.

—¡Amaya!

—¡No me toques! —dijo la cazadora y salió corriendo hacia las escaleras.

Ryu tardó en reaccionar, cuando se dio cuenta, ya la cazadora había desaparecido.

—¿Qué pasa? —dijo Dorian asomándose a la puerta.

—Es Amaya, nos escuchó. Si ella sale afuera estarán esperando para matarla. Iré por ella, dile a Phidias que mande una comitiva para cubrirnos.

Ryu salió corriendo también por las escaleras.

Dorian parado en el umbral lo miraba sonriendo, era su oportunidad. Si afuera había cazadores, y ojalá fueran muchos, quizás no solo a Amaya atacaran. Por supuesto que no le avisaría a Phidias, al menos no en un buen rato. Esperó demasiado la ocasión de apartar a Ryu, de sacarlo definitivamente de la vida de Lía y de la suya y el momento era ahora.


Amaya montó la primera motocicleta que encontró, con una patada arrancó y aceleró de inmediato. Las lágrimas no la dejaban ver. Estaba preparada para que los guardias en el portón se le opusieran, pero no fue así, nadie la detuvo.

Cruzó el portón electrónico y salió a la noche fría. La carretera estaba mojada, después del primer derrape se dio cuenta que lloviznaba, pero no disminuyó la velocidad.

Había sido mentira, ¡todo era mentira! ¡Qué ingenua fue al creer que un vampiro podía amar! El doctor Branson se lo dijo, los vampiros no son empáticos, Ryu solo quería que ella creyera en su amor para usarla y ahora ¿qué? ¿También él quería matarla? Mejor que se anotara en la larga lista.

Las pequeñas gotas de agua se convirtieron en alfileres debido a la velocidad que llevaba. Su cabello danzaba en el viento y se llevaba las lágrimas antes de que tocaran sus mejillas. Derrapó otra vez y maniobró evitando rodar por el asfalto.

Ya no tenía a donde ir, ya no le quedaba nada. Las carcajadas de Lía resonaron en su cabeza burlándose de ella. La vampiresa lo sabía, todos lo sabían y se reían de su estupidez. Nunca se permitió enamorarse, ¿por qué tenía que hacerlo justamente de su enemigo?

—¡Maldito seas, Ryu! ¡Malditos seamos los dos!

Ryu salió corriendo al aparcadero y entró en el Lamborghini negro. El auto tenía un sistema de GPS integrado que le permitía localizar cualquier vehículo de su flota. Inmediatamente, en la pequeña pantalla aparecieron dos puntos, uno estacionado y otro que se movía a gran velocidad hacia la interestatal. Ryu aceleró, Amaya estaba en peligro, La Orden no descansaría hasta matarla y eso era su culpa.

Al pasar por el portón, el vampiro que custodiaba la entrada se extrañó de ver a Ryu sin escolta, pero no hizo ningún comentario, le comentaría al señor Phidias la novedad.

La cazadora tomó la interestatal y siguió por la ruta cuarenta y siete. Un auto deportivo negro la seguía, por el retrovisor comprobó lo que ya sabía, era Ryu. Salió a la explanada y sintió el impulso de no detener la motocicleta sino dejarla avanzar a toda velocidad por el mirador hasta arrojarse al desfiladero. Paró en el último momento.

Con un chillido al frenar, se detuvo el auto negro frente a ella y en efecto, Ryu bajó de él. Amaya desmontó de la motocicleta, desenvainó a Gisli de su espalda y se puso en guardia para enfrentarlo.

—¡Amaya! —gritó él, caminando hacia ella también con la espada que siempre mantenía en su auto en la mano, pero con la guardia baja— ¡Lo que sea que hayas escuchado, déjame explicártelo!

—¿Y qué dirás? alguna mentira sin duda. ¿Qué todo ha sido por amor? —preguntó ella con una risa amarga corriendo hacia él para iniciar el enfrentamiento.

El metal de la espada de Amaya chocó contra la cimitarra de Ryu que la levantó justo a tiempo para bloquear su ataque. Ambas hojas temblaron al golpearse, transmitiendo el poder del impacto a sus brazos. Amaya giró enfurecida tratando de asestarle en el tórax, pero nuevamente Ryu la bloqueó, haciendo brotar chispas rojizas de Gisli.

— Yo al principio sí quería vengarme de ti, pero después...

—¡No te quiero escuchar! —Ella no lo dejó terminar y su espada hizo un corte en uno de los brazos del vampiro.

Ryu se sorprendió al ver la herida en su brazo, moviéndose con una velocidad sobrenatural bloqueó otro de sus ataques, pero no se separó de ella, sino que, con el brazo libre, antes de que ella atacara de nuevo, la abrazó para inmovilizarla.

—No quiero vengarme de ti, ya no —le susurró al oído.

—¡Mentira! —gritó ella creando un campo de energía que arrojó al príncipe lejos— Tú me has destruido. Ya te vengaste, me quitaste todo lo que era, por ti renuncié a todo, a la lealtad a mi familia, a mi orgullo, a mis principios. Estoy sola gracias a ti, solo falta que me mates. ¡Pero antes lo haré yo!

Las lágrimas que rodaban con libertad, le quemaban el rostro. Ryu trató de acercarse otra vez, pero Amaya le lanzó otro ataque, que él esquivó por poco. Ryu empezaba a perder la paciencia, agitó su mano y la inmovilizó.

—¡Me escucharás, aunque no quieras! Es cierto, quería vengarme de ti por matar a mi hermano, y quería utilizarte para que actuaras en contra de los tuyos, pero después las cosas fueron cambiando y empecé a aplazar mi venganza, a dar excusas sin entender realmente que pasaba —Ryu hablaba mientras la mantenía inmóvil, deslizando las palabras con cautela, dándole la espalda a la carretera—. Cuando tú amigo murió y te vi tan triste, había tanto dolor en ti que también yo sentí dolor. No entendía por qué, pero quería consolarte, aliviar tu sufrimiento y lo comprendí, Amaya, supe porque sentía de esa manera.

Amaya abrió grande los ojos, quería hablar, sin embargo, la parálisis con que la sometía Ryu no se lo permitía. Se agitó mirando detrás de él hacia la carretera, pero los ojos del príncipe estaban fijos en los suyos. Ryu no la soltaba.

Él veía los grandes ojos de ella abrirse sorprendidos, y pensó que estaba conmovida por lo que le decía, en ese momento su único deseo era que le creyera. Ya después le explicaría que aún necesitaba su ayuda para enfrentarse a los otros líderes de su especie y a La Orden y así detener la guerra, pero eso no evitaba que sintiera lo que sentía por ella.

Iba a soltarla cuando el frío penetró su espalda y se alojó en su pecho. Al bajar la vista, vio su camisa impoluta teñirse de escarlata y la punta de una espada sobresalir de su pecho.

Ryu cayó de rodillas en el suelo al tiempo que la parálisis de la cazadora cesaba y también ella se desplomaba incapaz de que sus piernas la sostuvieran al ver al vampiro mortalmente herido.

El cazador, que llegó silencioso desde la carretera y se acercó por detrás al príncipe, había clavado su filosa espada de plata atravesándolo desde atrás. Luego se inclinó sobre él y sacó la hoja filosa del cuerpo sangrante, la llevó con un rápido movimiento hacia atrás dispuesto a dar el golpe final sobre su cuello.

Amaya quiso decírselo, pero la parálisis no se lo permitió, desesperada vio al joven cazador acercarse a Ryu y apuñalarlo por la espalda y ahora lo iba a rematar. Haciendo un esfuerzo se repuso y lanzó hacia él un remolino de energía haciendo que el cazador se tambaleara sorprendido por el ataque, luego con su mano lo agitó en el aire estrellándolo contra el piso. Desde la carretera, se acercaban más cazadores saliendo de uno de los autos de La Orden.

Al momento siguiente, otro auto blindado se estacionó, Phidias y su equipo salieron de él. El vampiro mostró una expresión de horror cuando vio a su señor en el suelo con una enorme herida sangrante en el pecho. Se lanzó a socorrerlo cuando vio que un cazador se levantaba con una espada en la mano, dispuesto a atacar al príncipe, pero Amaya se plantó delante de él dispuesta a protegerlo. Levantó en el aire a su ex compañero de armas, y mientras este aún flotaba, ella apretó sus manos y el cuello del atacante se rompió.

Phidias estaba sorprendido, reaccionó solo cuando vio que el resto de los cazadores se le iban encima a Amaya para llegar al príncipe herido. Entonces, dándole una orden a su grupo de vampiros se interpusieron, enfrentándolos.

Amaya dejó que Phidias se hiciera cargo y temblando se acercó a Ryu que permanecía arrodillado. Lo recostó en su regazo al tiempo que el vampiro levantaba una mano trémula para posarla en la mejilla húmeda de la cazadora. Ella la tomó entre las suyas, en ese momento entendió que el amor que sentía era más grande incluso que sí misma.

—Mi hermosa flor salvaje... comprendí... que te amo— Ryu habló con dificultad, continuando el diálogo que había iniciado como si nada lo hubiese interrumpido—. Perdóname... por tantas lágrimas que te he hecho derramar... ya... no debes llorar más. Solo te he causado dolor. Te expuse al escarnio de los tuyos, te hice parecer una traidora para que volvieras a mí y poder obtener la información que quería —Ryu tosió y escupió un poco de sangre. Amaya lo vio desesperada y negó con la cabeza, llorando dijo:

—¡No hables, ya no importa!

—¡No! Sí importa, tienes que saber. Yo quería que volvieras no solo por la información... sino porque quería tenerte cerca... y lo comprendí cuando vi el dolor que la muerte de tu amigo trajo, cuando...cuando quise consolarte y aliviar tu dolor porque no soportaba tu sufrimiento. No quiero que sufras más por mi culpa.

Ryu acarició su mejilla con su mano ensangrentada manchando la piel blanca.

—Solo me causarás dolor si te vas. Eres mi luz, mi paz, la luz en mi propia oscuridad. No me dejes por favor, no podré vivir sin ti. Bebe de mí para que puedas curarte.

—No... Es mejor así... Solo lamento que no podré volver a ver tus ojos mirándome como ahora, ya no con odio y miedo, sino con amor... Recuérdame —y levantó su mano trémula para acariciar los dijes en su pecho —... Recuerda que a pesar de todo te amo... Que todo lo que he hecho ha sido por amor.

Amaya lo miró con desesperación, su mente no alcanzaba a pensar con claridad, el dolor la nublaba. Sintió que alguien la jalaba del brazo, cuando volteo era Karan, había olvidado que se encontraría con él allí y ahora el cazador trataba de apartarla.

—¡No, no, déjame! ¡Quiero quedarme con él!

—¡Amaya, por favor ven conmigo! ¡No tardarán en llegar más cazadores!

—Ve con él—dijo el príncipe agonizando.

Ella se lanzó sobre su cuerpo herido y besó los labios fríos.

—¡Tú eres inmortal!, bebe de mí.

Pero al separarse de él, ya no le contestó. Sus ojos violetas se habían cerrado.

—¡No!, ¡Noooo! — gritó para luego desmayarse en los brazos de Karan.

El cazador la cargó y corrió con ella dejando atrás la batalla entre vampiros y cazadores. Al ver la motocicleta en la que llegó a la explanada, se dio cuenta del problema: Amaya estaba inconsciente y no podía viajar con ella en la moto en esas condiciones.

Un auto se paró frente a él. Karan se sorprendió.

—¡Sube!

—¡Usted! ¿Qué hace aquí?

—Vamos, no hay tiempo, te explicaré adentro.

El cazador miró el enfrentamiento atrás antes de dejar a la muchacha en la parte posterior del auto. Él se sentó en el lado del copiloto.

—¿Cómo llegó hasta aquí? —preguntó el muchacho.

El hombre que manejaba, vio la espada del chico en su mano.

—El localizador de ella. Los llevaré a un lugar seguro.

—No confío en usted.

—No tienes alternativa.

—Siempre hay alternativa —dijo el joven empuñando con más fuerza el arma—. Si huelo una trampa le juro que lo asesinaré sin dudar...doctor. 



***No me odien, por favor... Nos leemos  en la segunda parte.

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