DRACO MALFOY
Freya llegaba a la sala en donde todos estábamos acostados en distintos muebles, realmente estábamos cansados, casando y ebrios.
- Bien, ya tienen sus habitaciones listas, síganme. - Su padre nos ofreció quedarnos unos días, y nadie iba a negarse a esa oferta.
Todos asentimos levantándonos de nuestros asientos y siguiéndola.
Después de pasar por seis habitaciones diferentes, solo quedaba yo con Freya.
- Tu habitación está en la misma ala que la de Frey y la mía.
Asentí metiendo mis manos dentro de mis bolsillos para seguir caminando. - ¿Y has vivido aquí toda tu vida? - Algo parecido me había preguntado ella cuando visitó mi casa.
- ¿Tratas de iniciar una conversación con mis trucos?
- Posiblemente...- Dije riendo con suavidad.
Negó con una sonrisa y respondió. - Esta mansión estuvo vacía desde hace mucho tiempo, fue una de las propiedades que paso al nombre de mi padre después de la muerte de mi abuelo. Nos mudamos aquí después de que ocurriera lo de...
Su expresión cambió y automáticamente mi curiosidad despertó. - ¿De qué?
Negó para que lo olvidase, pero cuando iba a responder el estruendo de algo cayendo al piso y unas risas perdidas se escucharon. Freya levantó las cejas con confusión tomando una postura firme.
- Esta ala de la mansión está prohibida, como te dije solo mi habitación y la de Frey está aquí...y algunas otras multiusos. - Susurro desenroscando la varita que tenía entre el cabello y tomándola entre dedos.
- ¿Tienes poderes y usas una varita? Muy listo de tu parte Evanora...
Rodeo los ojos evitando mi intervención e inconscientemente seguimos el ruido. Este provenía de la habitación al final de un pasadizo en forma de 'L'.
Freya abrió la puerta con suma delicadeza, no soltó ni un ruido. Una ridícula risa se escuchó, y mi cuerpo se paralizó al ver lo que pasó seguidamente.
La madre de Freya se encontraba jugueteando con mi padre, el cual descaradamente acariciaba su pierna por la abertura que tenía su vestido.
- Lucius. - Gimoteo nuevamente antes de besarlo con descaro y reír sobre sus labios.
Deseaba que me quemaran vivo ahora mismo, y si mi muerte era al lado de Freya, mucho mejor.
La chica se sobresaltó cerrando la puerta con demasiada rudeza causando un ruido escandaloso.
Los pasos automáticamente aparecieron viniendo hacia nosotros, sujete su muñeca obligándola a salir corriendo de ahí.
Dimos la vuelta, Eya rápidamente me guio hasta una habitación, entramos de la forma más rápida que pudimos y ambos nos quedamos paralizados en el suelo.
Ahí estábamos, uno frente al otro tratando de analizar y procesar lo que acabamos de ver.
No había nada más en medio, solo estábamos ella y yo con el sentimiento ese atascado en el pecho sin saber cómo lidiar con el peso de este.
Es decir; mi madre no se lo merecía, ella siempre lo amo por muy mierda que fuera como esposo y padre, lo apoyo en todas sus decisiones así fueran las más repudiables. Ella fue una mujer muy buena para un hombre tan malo como él.
Y por parte del padre de Freya; lo conocía poco, muy poco para tanto tiempo, pero notaba como miraba a su mujer y el aprecio que le cargaba aun siendo una mala madre con su única niña, la quería, y la aceptaba.
Freya estaba seria tragando saliva para tratar de contenerse.
No sabía que hacer, no sabía cómo reaccionar ni que decir. No había nada que hacer de hecho.
Una vez más no era nuestro error, pero tendríamos que cargar con este.
- Tu... Tú puedes dormir aquí. - Señaló mi cama antes de tomar una chaqueta y dirigirse hacia la puerta.
- Eya, Eya. - La tomé de la muñeca evitando que abriera la puerta. - ¿A dónde vas?
- No es tu asunto. - Soltó fría sin mirarme a los ojos.
- Claro que lo es. Ellos siguen afuera y si te ven se enterarán de que los hemos encontrado. - Trate de hacerla entender, pero realmente parecía no importarle. - Se que la situación es jodida pero lo que sea que planees hacer no es la mejor decisión.
Soltó una risa corta y sarcástica.
- Es que si estas muy acostumbrado ¿No? -.
Fruncí las cejas tratando de entender.
- ¿Perdona?
Levantó los hombros. - Es decir, viene de familia o algo parecido... Esta en los genes.
Comprendí.
- Solo quiero que no la cagues, porque si lo arruinas, me arruinas a mí también.
- Por supuesto, los Malfoy siempre por delante. - Me miro cargada de enojo. - Realmente no sé cuan común sea esto en tu familia, pero en la mía no. Así que si veo un puto engañó por parte de uno de mis padres, voy y se lo cuento al otro.
- Claro y va a ayudar un montón, porque tu padre es la persona más segura de sí misma y en un santiamén votará a tu madre, no me jodas con eso, Freya. - La confronte. - No va a servir de un carajo, niñata lista.
- No te metas con mi padre.
- Entonces tu no insinúes más mierdas de los míos.
- ¿Insinuar? - Pregunto caminando hacia mí. - Insinuar un carajo, si lo único que he dicho es la verdad. Al parecer has crecido con tantos engaños parentales que ahora repites el puto ciclo. - Bufo contra mi rostro. - O es que acaso yo no soy la que más sabe sobre tus engaños.
Me jodia y tanto. Lo peor del asunto es que defenderme no podía, porque en una de esas soltaba la verdad y la jodia el triple.
- Ve, entonces ve y jodela por no tener la mente clara y has que se repita porque muy bien sabes que Perseo, ni una mierda hará.
Salió de la habitación sin si quiera mirarme.
***
Eran las tres de la mañana y yo estaba acostado sobre las sábanas oscuras de la cama inmensa con olor dulce, miraba el techo lleno de pequeñas estrellas pegadas en ese, las cuales brillaban por falta de luz.
La puerta se abrió sobresaltándome, pero no me moví.
El sonido de los tacones cayendo al suelo y el suspiro cansado me hicieron saber que era ella.
Se subió a la cama acostando su rostro sobre mi pecho.
Sus mejillas estaban húmedas.
Después de unos minutos en silencio, ella habló.
- Él dijo que eso era el amor. - La abracé acomodando su cabeza de mejor manera sobre mi brazo izquierdo. - Dijo que amar era aceptar y perdonar, y que él lo hacía con ella.
Acaricie su mejilla y el siseo que soltó me alertó.
- ¿Qué sucede? - Pregunte cuando cierta escena vino a mi mente.
Me levanté con cuidado prendiendo la lámpara de su buro.
Agacho la mirada, pero ni así pudo esconder el rojo en su cachete.
- Eya...- Su nombre salió de mi boca cargado de preocupación.
La había golpeado.
Su mejilla izquierda estaba roja y tenía tres pequeños rasguños de uñas.
El padre no había sido porque las uñas largas no tenía, lo cual solo dejaba al monstruo ese.
- Llego a la oficina cuando se lo estaba contando a mi padre. - Soltó un suspiro entrecortado. - Me acusó de mentirosa y cuando la refute me golpeo.
- ¿En frente de tu padre? - Asintió limpiándose una lágrima con brusquedad.
- Hey, hey, no hagas eso, vas a lastimarte más aún. - Alejé su mano limpiando las lágrimas yo. - Iré por algo para limpiar los rasguños.
Asintió con delicadeza.
Me levante yendo hacia el baño y buscando el botiquín en los cajones.
Una pequeña caja blanca con una cruz en medio de la cajonera grande bajo el caño llamo mi atención. La tomé caminando de regreso.
Me miro mordisqueando su labio superior para perder tiempo.
- Lo encontré. - Levante la cajita sacudiéndola.
Me senté a su lado abriendo el botiquín ese sacando una pequeña gasa y el bote pequeño de alcohol. Moje la gasa con el líquido respectivo y con cuidado la tome de su mentón limpiando la herida.
Gruñó haciéndome reír.
- Arde, no te rías. - Me reclamo de mal humor. Asentí obedientemente para segundos después avisarle que había terminado.
- Listo, ya está. Puedes dejar de quejarte. - Acaricie su piel antes de dejar un suave beso sobre esta.
Sus mejillas se enrojecieron como nunca.
Literalmente no la había visto así jamás, ni cuando nos... Ni cuando hacíamos eso.
- Juro, juro que hago de todo para odiarte, pero no ayudas. - Soltó en tono cálido.
- No quiero que me odies. - Tome el borde de su vestido jugando con ese. - Quiero que me qui-...- Me callo de una sola.
- No, no puedes pedir eso y menos ahora. - Safo mi mano acomodando la tela incomoda.
- ¿Por qué, por qué no puedo pedirlo? - Pregunte con calma porque no quería que esto fuera una pelea. - Freya, tú lo quieres, yo lo quiero. Lamento lo que hice y he aprendido lo prometo, no volverá a suceder jamás y lo sabes. - Tome su rostro entre mis manos con cuidado. - Fue un error, fue un gran, gran error porque a ella no la quería ni la quiero. - Esclarecí. - Te quiero a ti... Te quiero a ti para mí.
- Estoy comprometida, Draco.
- ¿Y qué? - Levante los hombros restándole importancia. - No me vas a decir que no sabes que se acuesta con media escuela, y puedes romperlo. Puedes romper el compromiso, y te puedo dar un mejor anillo que ese, y una mejor boda que la tonta que están planeando, puedo darte todo lo que quieras.
- Las cosas no son tan fáciles. - Negó con una triste sonrisa.
- Yo te las hago fáciles, las hago fáciles por ti. - Apoye mi frente en la suya. - He sido un idiota porque no sabía cómo expresarme, pero, ya entendí lo que quiero y es a ti, te quiero a ti sobre cualquier otra cosa, solo dame una oportunidad. Dame una oportunidad de solucionarlo.
Se quedo en silencio con los ojos cerrados escuchando mi voz.
- Cuando fuiste a mi habitación a decirme que se había acabado te juro que quería ir tras ti, siempre quiero ir tras ti, pero era estúpido para entenderlo. Ahora comprendo y solo quiero la oportunidad para demostrarte que ya no soy tan mierda como antes. Te juro que, si me pides que me arrodille ahora mismo, lo hago sin conflic-...
Me beso.
Era un maldito beso de película romántica.
Quito todas las dudas de raíz y me dio esa oportunidad.
- Como me vuelvas a joder juro que te voy a matar. - Rei entre besos cuando me jalo logrando que cayera sobre ella con cuidado.
Nuestros labios chocaron sin cuidado alguno manteniendo el tono dulce y calmado que queríamos, después de todo había sido un día realmente largo.
Y ahí, mientras la desnudaba besando cada parte de ella me imagina una vida a su lado.
Una vida tan empalagosamente perfecta que me termino de esclarecer el alma.
La boda.
La primera casa, con una linda puerta azul al lado de la playa.
Freya embarazada.
Un lindo bebé, no importaba el género. Sólo un bebé que fuera tan perfecto como ella.
Y después otro, y otro, y llenarlos de tantos malditos regalos tan caros y engreírlos como solo nosotros pudiéramos hacerlo.
Eya me atrajo hacia sus labios tomándome por la corbata sacándome del trance.
- ¿Pensando en mí? - Pregunto acariciando mi mejilla con las yemas de sus dedos.
- Adivinaste. - Rei dejando que me quitara la ropa mientras yo sacaba gemidos de su boca.
《Tu no quieres acostarte con ella, tú quieres hacer el amor con ella》
~Maldito sea Zabini y sus predicciones perfectas. ~
- Draco...- Mi nombre en sus labios se escuchaba tan bien... Tan jodidamente bien.
Las piernas de Eya se enredaban en mis caderas mientras yo salía y entraba de ella con fuerza y lentitud.
Sentía sus uñas en mi espalda rasguñando y marcando.
El calor de nuestros cuerpos chocando y el sonido vacío llenando la habitación.
La apreciaba porque eso es lo que siempre hice, nunca la miré con simplicidad porque a Freya se le admiraba.
- Tu eres malditamente perfecta, Evanora. -
Me miro con la sonrisa más pura que algún momento me pudo dar y cerró el momento con el beso que nunca olvidare.
***
- Tienes que verlos. - Acababa de terminar con su charla sobre una especie de unicornio Muggle que quería que viéramos en algo llamado "Zoológico". - Te llevare en las vacaciones, te van a encantar. - Asentí riendo mientras ella acariciaba los lunares de mi espalda.
Yo estaba acostado boca abajo y ella estaba con la cabeza apoyada en mi espalda haciendo dibujos con las yemas de sus dedos en mi piel.
No sé de cuantas cosas hablamos hasta que salió el maldito tema.
No sé en qué momento la guerra mágica se abrio paso en la conversación arruinándome la noche.
Recordé la gran mentira de nivel monumental que iba a joderlo todo en algún momento
Comencé a cuestionarme donde estaban los cojones que me faltaban para contárselo. Es decir, en el fondo, muy en el fondo, sabía que no me iba juzgar, y no sé qué me hacía creer que hasta me iba a apoyar.
Si no lo hacía en este momento.
¿Cuándo sería?
¿Iba a esperar que todo se jodiera nuevamente para contárselo cuando ya todo estuviera perdido?
Mi mente no conecto con mi boca y cuando ella se estaba riendo sobre su caída tonta en el patio lo solté sin alguna puta preparación.
- Freya, soy un Mortífago.