Ashley Clayton | Gossip Girl

A y O descubiertos por NYC

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Buenos días, Upper East Siders.
Es un hermoso día, ¿cierto?

Recientemente nos enteramos que Ashley lo aprovechará para mostrarle nuestro vecindario a su nuevo... bueno, aún no sabemos cómo definirlo. Pero dicen que les gustas más a las personas cuando conocen a tu familia, y ahora que ya se la ha presentado, llega el momento de conocer su ciudad. Para nuestra fortuna, A se ha convertido en una gurú de las redes sociales, por lo que no nos perderemos nada de su día. ¡Qué emoción!
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Caminé hacia la sala de mi apartamento, encontrándome con Oliver de pie al lado del sofá, con la expresión más somnolienta del mundo. Por el contrario, yo me sentía más despierta que nunca. No me defino específicamente como una persona mañanera, pero el día de hoy me tenía muy entusiasmada y no pude evitar despertarme con energía.

— ¿Qué es esa cara? —le pregunté acercándome—. Tendrás el mejor recorrido de tu vida, y todavía tienes la almohada pegada.

Oliver bostezó.

— Lo siento, sensei, pero son las 7 a.m.

Había pasado la noche en mi apartamento. Obviamente no en mi habitación, pero estuvimos allí hasta que se hizo la hora de dormir y se marchó al cuarto de invitados. Pensé que sería mejor si estábamos juntos desde el comienzo del día, para facilitar los planes. Admito que me inquietó un poco el hecho de haber pasado la noche en el mismo lugar y no saber qué estaba haciendo, o pensando, pero traté de ignorar la tensión en mi pecho para descansar. Lo iba a necesitar.

— Lo mejor de la ciudad que nunca duerme, es que puedes visitarla a la hora que desees y siempre vas a encontrar algo para hacer. Por eso es bueno empezar el viaje por la mañana.

— Bien —se encogió de hombros—, hoy haré caso a todo lo que me digas.

Sonreí ante sus palabras.

— Perfecto, porque no existe alguien que conozca esta ciudad mejor que yo. Casi dos décadas viviendo aquí me hacen en una experta de la materia —me regodeé—. Eres afortunado.

Oliver se rió.

— Créeme que lo sé —contestó, para luego acercarse para darme un beso en la frente.

Intenté no demostrar lo que esa mínima acción le había provocado a mi organismo. En su lugar, simplemente carraspeé antes de continuar:

— Se me ocurrió algo. En Nueva York puedes extender los brazos y abarcar todo Manhattan en medio de una dulce soledad, o puedes irte al infierno si te apetece —declaré, viendo a Oliver fruncir el ceño—. Y mis amigos y yo vivimos en la cornisa de esos dos extremos... Por eso, no iremos a la Estatua de la Libertad o el Empire State, aunque mi abuela siempre diga que no conoces Nueva York hasta que subes ahí —alcé las cejas—. Iremos a mis lugares favoritos y te diré por qué lo son.

— Nunca viajé con alguien tan profesional antes —admitió, haciéndome guiñarle un ojo en respuesta—. Me encanta.

Estaba de verdad contenta de que le gustara el plan. No me avergüenza confesar que estuve durante horas ideando lo que haríamos, sobre cómo hacerlo distinto a cualquier otra aburrida visita que haya tenido previamente. A pesar de que no estuvimos muchos días juntos en Manchester, había pasado un buen rato conociendo los lugares que Oliver más amaba, y todo es por su mérito. En ese momento comprendí que no me estaba mostrando la esencia de su ciudad, sino la de su corazón... y yo ahora quería hacer lo mismo.

— Excelente —sonreí complacida—. ¿Qué dices si dejamos de parlotear y comenzamos?

— Genial —comenzó a moverse.