THE INVISIBLE MAN

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La guerra fría entre Tarek y Enzo se prolongó durante todo el resto del rodaje. Hubo muchos momentos en que Enzo estuvo al límite de llamarle suplicando que fuera a visitarle pero su orgullo se lo impidió. No quería reconocer que había sido una vez más injusto con su marido al secuestrarle información. Sabía que esa conversación pendiente estaba haciendo mucho daño a su relación pero como siempre, el trabajo había sido su refugio y su coartada para obviar otros problemas mayores a los que temía enfrentarse.

Tarek, también a salvo de enfrentamientos directos se había dedicado enteramente al jardín. Pero las tareas en otoño eran mucho menos exigentes. Tenía varias ideas para cambiar el diseño pero disponía de más tiempo libre. Decidió que iba a sacarse el carnet de conducir. Era una de sus asignaturas pendientes y le serviría para mantener la mente ocupada en algo productivo y no en dar mil vueltas al mismo tema.

Durante la fiesta de fin de rodaje, Enzo como era costumbre, acaparaba las miradas de todos. No solo asistieron todo el equipo de la película sino también algunos periodistas escogidos del gremio. Enzo los conocía a todos. A la mayoría por el tono de sus críticas, parecía que los había violado a su madre. Los críticos de cine británicos con su flema habitual, solían considerarle un actor sobrevalorado y un personaje público odioso. Miraba con atención a alguno de ellos con cierta sonrisa sarcástica mientras aceptaba la copa de champán de manos de Duncan. Se sentía muy raro sin portar sobre su cabeza el enorme turbante y los ricos ropajes de raso y terciopelo que ya se había acostumbrado a llevar. La diseñadora de vestuario, Mina, había tenido el inmenso detalle de regalarle un entari de los muchos que había llevado en el rodaje. Se trataba de una prenda con mangas tres cuartos de seda kemha azul intenso tejida con hilos de oro y estilizados lazos dobles. La seda kemha era la predilecta de Enzo por su complejidad y diseño suntuoso, pues normalmente se utilizaba en atuendos de gala. Ya estaba imaginando con ilusión donde iría colocado ese entari en su casa de Marygold Alley, a modo de portentoso cuadro.

A pesar del ambiente distendido de la fiesta, Enzo tenía la sensación agridulce que le acompañaba cuando se veía obligado a abandonar la piel de la persona a la que llevaba interpretando tanto tiempo. En su caso podía contar casi un año desde que empezó a leer todo lo que caía en sus manos de Solimán el Magnífico, el tiempo entrenando con los caballos, las maratonianas sesiones de maquillaje y vestuario. Fue un proceso laborioso y muy intenso. Por eso ahora se sentía huérfano y al mismo tiempo aliviado por haber sobrevivido a todo.

Tenía el ánimo revuelto tras tantísima intensidad. La mayor parte de los días se había retirado a descansar con la sensación de que al día siguiente no podría levantarse de la cama. Eso en vez de atemorizarle solo había servido de revulsivo para exigirse aún más. Se negaba a pensar que su enfermedad estuviera comiendo terreno a su vida. Se le habían juntado un montón de cosas: el esfuerzo físico, la dieta tozuda del doctor Deacon para no seguir perdiendo peso que le tenía cada dos por tres mordisqueando cacahuetes, el tormento que sentía por la situación no resuelta con Chris y por encima de todo la crisis monstruosa con Tarek. Esto último, por supuesto, pivotaba sobre todo lo demás.

Llevaban meses sin verse la cara. Enzo tendía a autoengañarse diciéndose que solo era uno más de sus enfurruñamientos y que la separación física era lo que hacía imposible una reconciliación que de otro modo habría sucedido tarde o temprano. Lo que sabían uno del otro era por terceros y ya hacía semanas que no hablaban ni forzados por los gatos. Tal era el panorama que Enzo quería dilatar en lo posible el regreso a Londres a pesar de lo mucho que echaba de menos su casa y sus gatos. Tenía un miedo cerval a que Tarek le pidiera el divorcio.

En su huida hacia adelante posponiendo su regreso no se le ocurrió otra cosa que organizar una de sus fastuosas fiestas. A pesar de que lo sensato a juzgar por su cansancio físico y mental habría sido una semana entera en un balneario, Enzo necesitaba desfasar como Dios manda su agitado cuerpo y mente. Había estado como un monje durante meses y ya era hora de divertirse.

MR BAD GUYWhere stories live. Discover now