LIFE IS REAL

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Le dolía todo. Las piernas, la cara, la nariz, las muñecas, el trasero. Y aquellas agujetas le durarían unos días que eran como una prolongación de él entre sus piernas. Cuando las agujetas empezaron a mitigarse, empezó a invadirle una sensación de abandono tan grande, que cada noche rememoraba uno a uno todos sus movimientos en aquel ascensor. La rudeza de sus manos, la gravedad de su voz, sus ojos azules y fieros, su pelo rubísimo cortado a navaja. Su modo de follar.

Se masturbaba noche tras noche pensando solo en él. Guardaba sus calzoncillos rotos como si fuera un anillo de compromiso. Como si fuera un precioso recuerdo. Aquello ya no se trataba de brutalidad, dominio machista, falta de respeto. Era su trasero libre de ser tomado cuantas veces quisiera. Ni un solo momento se planteó la denuncia. Había sido una violación y así es como se sintió durante buena parte de aquel acto sexual pero después lo experimentado no fue algo medianamente explicable. Nunca nadie le había tomado a la fuerza. En fin, sus experiencias sexuales hasta el momento habían sido innumerables de toda índole. Las suficientes para saber distinguir. Nada de lo acontecido era mínimamente normal.

Desde entonces se negaba a quedar con Leoni en su casa. Procuraba siempre que quedaran en la suya o en cualquier otra parte para no tener que volver a pisar su edificio ni por supuesto su ascensor.

Pero pasadas dos semanas recibió una llamada de Leoni y no pudo resistirse más. Era necesario volver a su normalidad o acabaría trastornado. El podría vivir en el edificio o no. Allí también había un dentista, un acupuntor y un abogado. Podría haber ido a cualquiera de ellos. O como el mismo, de visita. No tenía por qué vivir allí.

Subió hasta el piso 7 a casa de Leoni, como tantas otras veces. De algún modo era como regresar sano y salvo de una larga travesía. Estaba dispuesto a descalzarse y apoyar la cabeza en las rodillas de su teutona favorita cuando vió lo que no se esperaría jamás.

Nada menos que su soñado violador en animada charla con Leoni. Se acercó a la idílica escena con incredulidad en los ojos. Leoni hizo las presentaciones. Se llamaba Lars Fellner. Tan bonito nombre como él mismo.

- Nos conocemos –se apresuró Lars a decir estrechándole la mano con fuerza. Las piernas casi se le doblaron en ese instante.

- ¿Ah, si? ¿Dónde aparte de en el cine?

- Fue en el ascensor, hace un par de semanas. Cuéntale tú, Enzo.

¿Enzo? ¿De qué cojones iba esto? No le apetecía improvisar nada delante de Leoni. Pero dos pares de ojos esperaban que se explicara.

- Oh, pues... iba cargado con algunas cosas que había comprado en (pensó en decir supermercado pero supo que Leoni nunca se tragaría eso) en una boutique de aquí al lado. Tropecé y se me cayó todo al suelo. Fue muy amable ayudándome a guardarlo.

La mirada que le arrojó podría helar el desierto del Sahara. No casaba bien con su positivo comentario.

- Fue un placer –añadió Lars sonriendo.

Entonces vió otra de sus sonrisas. Esta era más bien coqueta. Conocía la desvergonzada, la siniestra, la insolente, esta era distinta. Supuso que tendría un montón más.

- Yo pensaba que no me ayudaría. Tiene ese aspecto de perfecto maleducado y engreído –añadió sonriendo.

No podría calificar como era la sonrisa de Enzo, pero todo menos coqueta. Lars leyó entre líneas, sus ojos fríos se empequeñecieron un instante.

- Pues Lars vive en el quinto. Vive desde hace un par de meses ¿no?

Leoni le consultó y este asintió sin apartar los ojos de Enzo. Estaba siendo desvergonzadamente indiscreto con ese lenguaje corporal y Leoni iba a sospechar algo si seguía así.

MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora