YOU'RE MY BEST FRIEND

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- Eres el amor de mi vida.

- ¿Qué es lo que pasa, Enzo? Dilo ya, por favor.

- No puedo seguir así, cariño... Quiero decir, no puedo seguir engañándote a ti, y a mi mismo. Ni seguir haciendo creer a mis padres que nos vamos a casar y tener cientos de hijos.

Pauline le observaba con sus ojos azules como platos. Estaba paralizada y la tristeza se abrió paso lentamente.

- Creo que soy bisexual. Es decir...

- No estoy de acuerdo.

- ¿Cómo?

- Creo que eres gay.

Ahora fue Enzo el que la miró anonadado. Siempre lo había sabido. Siempre había sabido que Pauline era una mujer especial. Con el instinto y la intuición más grandes que había conocido pero nunca pensó que su elocuencia llegara a adivinar ese tormento que le llevaba acompañando muchos meses. Por supuesto no rebatió esa afirmación.

- ¿Has conocido a alguien? ¿Te estás viendo con otra persona?

Enzo afirmó sin quitarla ojo, pendiente de su reacción. Precisamente el no poder soportar mentirla más era lo que le había llevado a confesarse finalmente pero empezó a temblar irremediablemente. Y entonces ella, con los ojos arrasados en lágrimas que corrían salvajes mejilla abajo, agarró fuertemente su mano a la de él intentando mitigar ese temblor irreprimible. Enzo rompió a llorar también y se fundieron en un abrazo desesperado.

Sus gatos Trikson y Bruce se paseaban majestuosos entre sus cuerpos buscando atención. Entonces Pauline por instinto se llevó la mano al dedo anular y se quitó el precioso anillo de compromiso.

- ¿Qué haces? ¿No se te ocurrirá quitártele? Es un regalo.

- Enzo, es un anillo de compromiso. Ya no tiene sentido llevarlo puesto.

- ¿Qué no tiene sentido? ¿Por qué no iba a tenerlo? Yo sigo comprometido contigo y lo quiero seguir estando durante el resto de mi vida. ¿Tu no?

- No te entiendo.

- Eres una parte esencial de mi vida. Sin ti yo no puedo seguir adelante. Te quiero conmigo siempre. Siempre.

- No estoy segura de lo que me pides...

- Tú eres el amor de mi vida y siempre lo serás. Necesito tu presencia a mi lado. No soportaría perderte.

- Pero acabas de romper conmigo...

- Acabo de sincerarme contigo. No quiero serte desleal. Lo único que te pido es que sigamos contando el uno con el otro. Necesito tu consejo, tu apoyo, tu amor.

- ¿Qué vamos a hacer ahora? No podemos seguir viviendo juntos. Así no...

- Solo prométeme que siempre estaremos juntos como hemos estado hasta ahora. En lo bueno y en lo malo. Prométemelo.

- Oh, Enzo. Me has roto el corazón, amor mío. Entiéndeme en estos momentos. No me pidas nada ahora, por favor.

- Me vas a dejar, ¿verdad? ¿Es eso?

- Enzo, ¿quién está dejando a quien? Yo no soñaría ni en un millón de años renunciar a ti. Yo me habría casado contigo, te habría dado un hijo por año hasta quedar extenuada...

- Pauline, mi amor... Tú no tienes la culpa de nada.

- Lo sé. Y tú tampoco pero quiero estar sola ahora. ¿Lo entiendes?

- ¿Me odias?

- No te odio.

Su relación con Pauline había sido muy importante para él. Era 4 años mayor que ella. Cuando empezaron a vivir juntos solo tenía 19 años y él 23. Era una muchacha inocente. Con un pasado un poco difícil. Fue huérfana hasta los 9 años. Al parecer sus padres murieron de sobredosis mientras ella lloraba a lágrima viva desde su cuna en vano. Luego un par de ángeles la adoptaron y la ofrecieron ser parte de una familia por primera vez. Era fácil imaginar a la bella y frágil Pauline, trasunto de Jane Eyre en un orfanato luchando contra sus demonios interiores y también los exteriores. Sin duda la experiencia dejó en ella un poso de prudencia, desconfianza y cierta frialdad que jamás se le quitaría. Sus padres adoptivos la dieron todo lo que hasta entonces anhelaba. Un hogar. La posibilidad de una buena educación, una ampliación enorme de su visión del mundo, el amor incondicional de dos ángeles que se volcaron en ella. La hicieron indudablemente más fuerte para lo que sin ellos saberlo, pasaría. Poco después de cumplir la mayoría de edad, ambos perdieron la vida en un accidente de moto. La vida de Pauline volvió a estallar en mil pedazos. A los pocos meses de semejante tragedia fue cuando conoció a Enzo. Su amigo Carl vino a hacerla un pedido a la ferretería donde trabajaba por horas acompañado de ese joven exótico de indumentaria rara y mirada hipnótica.

Puede decirse que fue amor a primera vista

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Puede decirse que fue amor a primera vista. Se abrasaron con la mirada el tiempo justo y adecuado que les permitió sus sendas timideces. En cinco meses estaban viviendo en el piso que Pauline compartía con otras tres personas más en Tavistock Street. Justo al lado de donde Thomas de Quincey vivió y escribió su "Confesiones de un inglés comilón de opio". En ese piso se forjó una relación muy estrecha que en aquellos momentos estaba resultando decisiva para ambos. Cuando empezaron a vivir juntos Pauline era una muchacha aunque tocada por la desgracia, aún enormemente inocente, dependiente en grado sumo de él pero al mismo tiempo lo bastante fuerte como para ser merecedora de su amistad, que fue lo primero que se forjó en su relación. Mucho antes del sexo y la convivencia de matrimonio, fueron amigos y se conquistaron uno al otro tanto el corazón.  Solo se desnudaban su alma mutuamente. Era difícil que alguien más entrara en ese terreno bien marcado.

No fue descabellado que Enzo apareciera con un anillo y la pidiera matrimonio. Tenía todo el sentido del mundo cuando eran almas gemelas. Pero pasado ese momento de euforia y varias comidas con los padres de Enzo se hizo evidente que el matrimonio no iba a ser a corto plazo. Pauline estaba muy ilusionada en entregar su vida a Enzo y soñaba con el momento de decirle el Si quiero. Había visto hasta un precioso vestido color hueso confeccionado en encaje, de corte suelto, manga larga y escote en V.

Era difícil para ella asegurarse de que sus sospechas habían tenido fundamento. Que la ausencia absoluta de sexo de la noche a la mañana era debido a algo que escapaba a su comprensión. ¿Por qué la evitaba, con la mayor de las elegancias, eso si, cuando antes se tiraba sobre ella como un tigre de bengala? En una persona con el pasado de Pauline envuelto en desgracias y vueltas a la casilla de salida una y otra vez, aquello se podría haber convertido en un mazazo muy fuerte. Pero por suerte para ella su relación con Enzo la hizo muy fuerte, hizo que le quisiera tantísimo y de forma tan abnegada, que solo podía pensar en su felicidad. Y sabía que su confesión fue propiciada por el hallazgo de su felicidad. No la felicidad que los demás querían que tuviera. La suya propia.

 La suya propia

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MR BAD GUYDonde viven las historias. Descúbrelo ahora