—Lo único que hiciste fue enterrarme más en mi mierda de vida. Jamás te agradeceré por eso.

—Como quieras, Christian. —Sus pasos hacia mí son rápidos y golpea más fuerte mi espalda. No puedo gritar ni hablar, sólo llorar y evitarle más dolor a Christian. Pero se me quiebra más el corazón al escucharlo a él llorar—. Eso sí se llama sufrir. Así me encanta verte.

—¿Qué quieres? —se escucha cansado.

—Que lo hagas tú.



POV Christian

—Que lo hagas tú.

Eso no puedo hacerlo, prometí jamás maltratarla. Pero tampoco puedo soportar ver como esa maldita bruja lastima a mi mujer, escucharla gritar, sollozar y su frágil cuerpo estremecerse de esa manera. Lo peor de todo es que seguirá haciéndolo hasta que yo acepte. Ella lo único que quiere, es verme lastimar a mi esposa. Menos me podré defender mientras le siga apuntando con esa arma. Ver a mi mujer de esa manera me rompe el corazón, por lo menos el imbécil de Isaac se ha dignado a bajar la mirada para no ver su desnudez.

—¡Cuánto te odio, Elena!

—Está bien.

Su estúpida sonrisa se ensancha. Me da un látigo corto con muchas tiras de cuero y terminaciones metálicas. Me hace poner de pie y hace lo mismo que a Ana, corta toda mi ropa y me deja desnudo.

—Había olvidado lo hermoso que eres, Christian. —Su mirada me repugna. Por lo menos se mantiene alejada de mí. Isaac suelta un poco las cuerdas de mis pies para permitirme caminar y regresa a la puerta dándonos la espalda—. Quiero ver que no hayas olvidado lo que te enseñé, querido.

Camino hacia Ana, quien ya tiene su espalda maltrata. Una lágrima resbala por mi mejilla. Llego a ella y acaricio su cabello.

—Lo siento, nena. Esto es mi culpa.

Ella niega lentamente. Como quisiera quitarle la mordaza. Elena se acerca y se la quita.

—Estoy seguro que escuchándola lo disfrutarás más. —Pasa un dedo por mi brazo y me alejo rápidamente y ésta ríe—. Empieza ahora.

No pierdo tiempo y abrazo a mi mujer, entierro mi cara en su cabello, necesitaba tanto sentirla, ella echa la cabeza hacia atrás y sigue llorando en silencio.

—¿Prefieres que lo haga yo? —hablo a su oído.

—Mil veces —susurra agotada y suspiro.

—No me odies por esto. Por favor. —Mi puta garganta arde.

—Jamás, amor. Te amo, Christian, siempre. —Su voz se quiebra.

La puta de Elena me jala del cabello hacia atrás haciendo que la suelte.

—Es suficiente —gruñe y se aleja rápidamente.

Le vuelve a apuntar a Ana y me ordena empezar.

—Sólo serán veinte, pero tendrás que convencerme y ser realista, o las aumentaré, así nos quedemos azotando a tu hermosa esposa toda la tarde.

—Christian, hazlo —mi niña me ruega.

Me acomodo para poder mover mis manos juntas, que todavía están atadas. Trato de poner mi mente en blanco, cierro los ojos, pero Elena me golpea haciéndome caer de rodillas. Me quejo y mi Ana llora cuando me ve en el suelo y me grita que lo haga. Prefiere que yo le haga daño a ella a ver que alguien más me lastime.

Oh, mi Ana.

Vamos a salir de esto, nena. Lo prometo.

Me levanto y me vuelvo a acomodar. Suelto un pesado y desesperado suspiro, y lanzo el primer latigazo a su espalda. Ana arquea la espalda y se torna de color rojo intenso donde golpean las partes metálicas, pero lo que me hace llorar es escuchar como grita y llora. Aprieto lo ojos y vuelvo a golpear. Sólo escucho el llanto de Ana mezclándose con la estruendosa risa de Elena. Cuando llego a veinte, las piernas de mi niña están débiles y su espalda sangra, corro a sostenerla y voltea su rostro hacia el otro lado.

—Perdóname, nena.

—Muy bien hecho, Christian. Ya veo que lo que bien se aprende jamás se olvida. Si pudieras ver la gran erección de tu esposo estarías orgulloso Ana.

—¡Cállate! —le grito y ella vuelve a reír. Maldito cuerpo.

—Te dejo para que cuides a tu amada esposa. Te aseguro que mañana tendremos mucha, mucha diversión tu y yo, querido.

Los pasos de ambos se alejan y cierran la puerta. Rápidamente me libero para ir con ella, le suelto las manos y las piernas. La levanto con cuidado y la acuesto en la cama boca abajo. Voy por un ungüento que tiene en un cajón de la cómoda, como se nota que conozco éste deplorable lugar. Me siento a su lado, limpio la sangre y aplico la crema con cuidado. Por lo menos no quedó tan lastimada, tiene pequeños cortes en la espalda por los latigazos que le di y cortes en las piernas que le hizo la maldita puta con las tijeras. Termino y cubro su desnudez. Doy vuelta a la cama y me siento del otro lado dándole la espalda. No soporto verla así, juré nunca hacerle daño.

He roto mi promesa.

Siento su mano sobre la mía y me jala, me acuesto a su lado metiéndome entre las sábanas lejos de ella, pero se acerca a mí y besa mi mano, en sus ojos todavía hay lágrimas, pero su mirada está llena de amor, la misma que me ha dado siempre. Limpia mis lágrimas y me acerco aún más. No quiero hablar, sólo sentirla y que sepa que realmente siento lo que he hecho y que no quiero que me odie. Eso no podría soportarlo. Se acuesta de lado y quedamos de frente, mirándonos directamente a nuestros ojos, de azul a gris. Acaricio su mejilla y cierra los ojos disfrutando mi tacto, sonríe cuando los abre y no puedo evitar sonreírle. Me acerco aún más uniendo nuestros cuerpos y le doy un suave beso en los labios.

—Perdóname por eso. —Señalo mi entrepierna y ríe.

Tantos años disfrutando esa vida. Es tan hermoso y tranquilizador escucharla así a pesar de la situación.

—Te amo, Christian. Nada va a cambiar eso.

Vuelvo a unir nuestros labios y la atraigo a mí con cuidado de no lastimarla.

—Te juro que esto no volverá a ocurrir. No dejaré que lo vuelva a hacer.

—Siempre cumples tus promesas.

Se acomoda mejor y me abraza. Por lo menos podremos descansar juntos y cómodos. Debo buscar la manera de sacarla de aquí.

Por Mi DiosaWhere stories live. Discover now