Extra

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Título: Elliot Al Matadero

POV Christian

¿Qué será ese ruido?

Se escucha como si alguien llorara. Quiero abrir mis ojos, pero no puedo, ha de ser un sueño. Mi mujer y mis bebés están a salvo junto a mí.

Los sollozos ahora se hacen más fuertes y me hacen despertar, pero no hay nadie, sólo mi Ana y yo. La abrazo por la espalda y mis ánimos decaen más al darme cuenta de que es ella quien llora, no me había dado cuenta de que era mi esposa. Anoche se quedó dormida muy tranquila, feliz y saciada. Sus cambios de humor son una tortura. Pero aun así lo daría y soportaría todo por ella y nuestros pequeños.

—Nena, ¿qué sucede? —pregunto preocupado, pero no contesta y llora con más fuerza—. Ana, por favor. ¿Te duele algo? ¿Te pasó algo o a los bebés?

Ella niega, pero sus sollozos no cesan. Le doy vuelta y oculta su rostro entre sus manos, trato de separarlas, pero no me lo permite.

—Ana, por favor, dime que te sucede.

Intenta darme la espalda, pero se lo impido. Sé que en ésta etapa de nuestras vidas debo ser muy paciente con ella. Todavía nos hacen falta tres meses para que nazcan nuestros bebés. La abrazo y la dejo llorar en mi pecho, esperando a que se calme y me diga al fin que es lo que sucede. Cuando sus sollozos cesan, levanto su rostro para que me mire. Odio verla de ésta manera, pero mi madre dice que así es como debe ser, y que agradezca que no me ha echado de la casa o me ha lanzado algo a la cabeza cuando se enoja. Prefiero que me lance algo a verla sufrir de ésta manera.

—¿Ahora sí, mi esposa me dirá lo que le sucede?

Me quedo esperando su respuesta por un largo rato donde ella sólo se sonroja. Hasta que por fin rompe el silencio.

—Estoy muy gorda —chilla y sus sollozos vuelven—. No me puedo levantar para ir al baño.

Río y ella llora más fuerte.

Soy un idiota lo sé.

Me levanto y rodeo la cama para llegar a ella y ayudarla a levantar, pero golpea mi mano mientras llora.

—Cariño, lo siento —trato de conciliar y me esfuerzo por no volver a reír. Es mejor tomarle el lado gracioso a esto y no molestarme—. Vamos te ayudo a ir al baño para que descargues y estés tranquila.

Se lo piensa, pero por fin me da la mano y la levanto. La tomo en mis brazos y la llevo mientras le doy suaves besos en su cabeza y ella esconde su rostro en mi cuello. La bajo y se queda mirándome sin hacer nada.

—¿No era urgente?

—Lo es. ¿Por qué no te vas?

—¿Enserio, Ana?

—No puedo hacerlo contigo ahí —berrea y se cruza de brazos enfurruñada.

Yo solo río y salgo a esperarla. No hay manera de ganar una discusión con ella y menos embarazada. Cinco minutos después, sale a paso ligero y se acuesta nuevamente con dificultad, la ayudo y rodeo la cama para volver a mi lugar, a su lado, abrazándola como siempre. Empieza a moverse sin lograr quedarse dormida y no me permite dormir tampoco. Le doy vuelta para quedar frente a frente. No le doy tiempo de protestar y la beso, sé que lo necesita, y más por la manera en cómo me corresponde. Reparto besos bajando a su exquisito cuello recordándole lo hermosa que es y cómo amo que sea la madre de mis pequeños, esos a los que está protegiendo en su gran panza de tan sólo seis meses.

Se le escapa un fuerte gemido cuando llego a sus grandes pechos, mi mujer es tan receptiva que me enciende. Bajo una mano a su sexo y muerdo su pezón con algo de fuerza, arquea su espalda y gime provocando un gruñido en mí. Bajo a su sexo y vuelve a gemir al rozar su hinchado y necesitado clítoris. Juego a mi antojo deleitándome con su delicioso sabor, lamiendo hasta la última gota de ella. Introduzco dos dedos en ella y en menos de nada estalla en estridente orgasmo, sus gemidos son música para mis oídos. Sigo con mi lengua quitando cualquier resto de su reciente culminación. Me fascina su sabor.

Por Mi DiosaDove le storie prendono vita. Scoprilo ora