Al llegar a la Universidad pensé que nadie me observaría, o si lo hacían sería de manera despectiva a causa de mi falta de "color" en el cabello; pero acabó siendo todo lo contrario. Me molestó tanto que mis cejas y pestañas no tuvieran color que Edmund acabó comprándome en una farmacia un lápiz delineador y una mascara para pestañas de color marrón. Creo que a él tampoco le debe agradar demasiado... ¡Genial! Porqué no tuve que rogar para obtener lo que quería. Lo único que no pude obtener es una tintura para cabello a causa de la falta de tiempo, por ello tuve que ir luciendo mi pálida melena.
No sé si obtuve el puesto de asistente de la bibliotecaria por mi coeficiente intelectual, o por mí aspecto físico. No quise oír los pensamientos del decano de la Universidad por temor a ofenderte, ya que su mirada podía decirlo todo; tampoco quería ofenderme, porque de esa forma no habría querido trabajar en la Universidad y yo realmente necesito trabajar... trabajar cerca de Edmund.
Él no dejó de sujetar mi mano hasta el momento en que tuve que entrar a la oficina del decano y él asistir a su primer clase, pero fue el tiempo suficiente como para ver y oír lo suficiente. Estoy convencida de que sí o sí debo estar aquí con él. Talvez no nos veamos hasta que sea el momento de volver a casa o él necesite buscar algo en la biblioteca, pero basta para que yo pueda quedarme tranquila...
Edmund jamás fue un chico agradable y su rostro lo delata completamente. No puedo creer que la mayoría de las chicas que nos cruzamos al entrar en el edificio, llegaron a imaginar que él realmente pudo alguna ves pensar en fijarse en ellas. Obviamente no les agradó nada verme a mí junto a él tomando su mano, y el que se atrevieran a burlarse de mí lo hizo enfurecer; nadie dijo nada en voz alta, pero con él no hace falta que lo hagan.
Cuando el decano me presentó con la bibliotecaria, por un instante llegué a pensar que esa mujer me comería. Es una mujer mayor, pero desafortunadamente no es como esas tiernas ancianas que parecen hechas de amor y caramelo; esta parecía estar hecha de pura amargura, impaciencia y odio. No le caí muy bien a la primera, y lo sé porque pude oír perfectamente cómo criticaba mi aspecto físico; pero luego de unos días se dio cuenta lo agradable, eficiente e inteligente que soy, y comenzó a tomarme cariño.
En tan solo una semana llegué a sentirme completamente feliz de trabajar allí, no solamente por la tranquilidad de trabajar en un lugar silencioso y pacífico rodeada de lo que más amo en el mundo, sino también porque puedo ver de ves en cuando a la persona que más amo en el mundo. Edmund va constantemente a la biblioteca para retirar unos libros que "necesita" para sus clases, y yo lo conduzco al sector en donde se encuentran; a veces es cierto, y otra veces no...
- Realmente no me agrada que trabajes allí, Coraline. -gruñó molesto cuando llegamos a casa, mientras se sentaba sobre el sofá para estudiar antes de ir a dormir porque un hombre muy bien parecido de postura muy resta, cabello oscuro, ojos celestes, vestimenta perfecta y lentes gruesos, me observaba bastante y se atrevió a obsequiarme una agradable sonrisa en la biblioteca.
- Sí tuviera que preocuparme por ti como tú lo haces por mí, tampoco querría que continuaras estudiando en este lugar. Pero sé quién eres, y no me preocupo en lo más mínimo. -respondí un tanto disgustada con él por eso, y entré a nuestra habitación a quitarme la ropa porque es el único conjunto que tengo. No quiero ensuciarlo.
- Mi problema no es que no confíe en ti. - gritó desde el living para que yo pudiera oírlo.- Mi problema es con ese profesor idiota que se cree capaz de sonreírte simplemente porque las estúpidas de sus alumnas lo ponen sobre un pedestal a causa de su atractivo. El primer día que lo vi sin siquiera averiguar nada, literalmente llegué a pensar que era gay o metrosexual. Sus pómulos no son naturales...
Salí se la habitación solamente usando una se sus camisas, y me apoyé sobre el marco de la puerta de la habitación que queda en diagonal al living cruzada de brazos para observarlo detenidamente durante un par de minutos.
- No es justo que critiques a ese hombre solo por su atractivo. Si las cosas fueran así como tú las ves, entonces los demás tendrían que decir que tú eres un maldito nazi homosexual por ser tan atractivo y odioso a la vez. - dije y él bufó aún más molesto por eso, pero no respondió. No lo negó.- Las tontas que te observan constantemente e intentan coquetear son un millón de veces más bonitas que yo, y nunca las he criticado por eso, ni te he pedido que abandones tus estudios simplemente porque me molesta verlas sentirse atraídas por ti.
Las compadezco por ser tan estúpidas.
- Ninguna de ellas es más bonita que tú. -gruñó por lo bajo, aún molesto. Intentaba concentrarse en sus libros, pero no podía. Continúa pensando en lo sucedido, por lo que a mí se me ocurrió darle una mano para que pudiera olvidarse de eso de una ves por todas. Me acerqué a él, le arrebaté el libro que tenía entre sus dedos y me senté sobre sus piernas de tal manera que quedáramos frente a frente. Tomé su rostro entre mis manos para poder darle un pequeño beso; luego cepillé su largo cabello con mis dedos y rasqué su cabeza para domarlo completamente. Su cabello siempre ha sido su punto más débil.
- Eres terriblemente celoso, Hudson. ¿Qué voy a hacer contigo? -tironee su cabello para que hiciera su rostro hacia atrás, para así poder depositar unos cuantos besos suaves sobre su cuello. Puedo oírlo disfrutar. Le fascina...
- Coraline, tengo que estudiar. Ya es tarde... -logró decir con dificultad. Yo no me detendré tan pronto, no hasta que haya sobrepasado los extremos.
- No es tan tarde, amor. - mordí el lóbulo de su oreja, y al oírlo gruñir con voz ronca no pude evitar sonreír malvadamente para mis adentros.
- Coraline...
- Dime que no te pondrás celoso otra ves. Prométeme que te vas a controlar. -comencé a desabotonar su camisa y la abrí completamente para dejar su pecho al descubierto. Lo rasguñé con ambas manos y él volvió a gruñir de dolor y algo más, señal de que definitivamente he logrado superar los extremos.- Quieras o no, voy a seguir trabajando en esa jodido biblioteca y tú vas a continuar estudiando en ese lugar, Edmund. Y no quiero volver a oír otra de tus malditas quejas al respecto, porque te juro que con tal de hacerte la contra iré con ese profesor y le voy a pedir clases de literatura en privado. ¿Me oíste? -lo amenacé ya recuperando mi firme tono de voz, y me alejé de él para dejarlo así. Tengo hambre, y quiero preparar la cena.
- Pero qué... - no entendía nada. ¿Acaso aún no me conoce? Creo que ya he perdido la cuenta de tantas veces que le he hecho lo mismo y siempre cae.
Idiota.
- Estoy hablando muy en serio contigo, Hudson. Sabes que soy capaz de hacerlo simplemente para darte verdaderas razones, porque si vas a molestarte conmigo y me vas a obligar a renunciar, entonces que sea por verdaderas razones. - dije mientras preparaba un par de tazas de café.
Él se puso de pie rápidamente y se vino hacía mí para tomarme por detrás con fuerza, sujetándome para evitar que yo pudiera librarme de sus agarre.
- No te atreverás. -gruñó con voz ronca y su cabello totalmente revuelto por mí. Parecía un maldito demente, pero yo sé que su forma de actuar tan diferente se debe a algo más...
Nuevamente sonrío, y es de placer. He logrado obtener lo que quería.
- ¿Piensas ponerme a prueba? Okey. Ten en cuenta que si llego a sobrepasar los extremos, será por tu culpa. - dije y él comenzó a reír sobre mi oído.
- Tú no eres capaz de engañarme, amor. - dijo y yo me alejé de él para poder girarme, quedando así frente a frente otra ves. Coloqué una mano detrás de su cabeza y la otra sobre su mejilla, observándolo seria y silenciosamente a los ojos.
- Al querer obligarme a renunciar estás afirmando todo lo contrario, Edmund. Yo sé que no soy capaz de engañarte, pero... ¿Y tú? -el ardiente calor de su cuerpo se enfrió y cayó por completo en la realidad, comprendiendo así que yo tenía toda la razón [como siempre].
- Intentaré no ponerme celoso otra ves. Lo siento. -se disculpó sinceramente, por lo que yo no pude evitar sentir la necesidad de besarlo.
- ¡Ha! Como si no supiera que pronto volverás a hacerme el mismo escándalo. -reí al ver su cara de cachorro inocente, y corrí de su rostro un fijo y suave mechón de cabello rebelde.- Tú estudia, y no te vuelvas a preocupar por mí. Ahora solamente somos tú y yo, y el mundo a parte. ¿Okey?
- Okey. - confirmó con una pequeña sonrisa que no me resistí a besar.
- Sonríe amor. Adoro verte sonreír para mí. - dije y él sonrió ampliamente como extrañas veces puede, porque solamente lo hace para mí y POR mí.
- Y yo a ti, Reina...