30.2 Viviendo con el enemigo.

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Alguien golpeó la puerta del aula y la profesora de biología se acercó para abrirla.

—Bueno, bueno. ¿Qué tenemos aquí? —La mayoría de los alumnos apoyamos los codos sobre las mesas correspondientes para ver quién estaba en el pasillo, ya que las veces que recibíamos visitas se podían contar con los dedos de las manos. Pero no conseguíamos ver más allá de la voluptuosa espalda de la señora —. Creí que hasta la próxima semana ninguno de los dos vendría. En fin, adelante criaturas.

Entraron dos chicos que no había visto en mi vida. El primero en entrar era de complexión fuerte, piel pálida, pelo oscuro y ojos pardos. El segundo era el más alto de los dos, muy delgado, pelo del color del trigo y ojos claros. Si eran hermanos, primos o familiares, no se parecían ni lo más mínimo. Se detuvieron frente el escritorio de la profesora.

—Bien, chicos. Os podéis presentar —indicó dirigiendo los brazos hacia el resto de alumnos.

El más alto se adelantó.

—Hola a todos. —Hizo un gesto de saludo alzando dos dedos—. Soy Caden y creo que no hay mucho que contar sobre mí. Mi padre es militar y nos pasamos la vida viajando de un lado a otro. Nunca estoy demasiado tiempo en un lugar, pero sí el justo para hacer lo que debo. —Sonrió de manera enigmática a la vez que se agarraba con fuerza a las asas de su mochila—. He nacido en España y estuve allí hasta los nueve años, más tarde estuve durante dos años en China, después en Francia, más tarde Rusia... Y muchos lugares más. En fin, el tiempo que pase con vosotros, espero pasarlo bien —finalizó guiñando un ojo a una de las chicas de la primera fila que ahogó un suspiro.

Con ese último gesto, estaba casi convencida de que era un tanto fanfarrón y con una gran sobredosis de autoestima.

La profesora le ordenó a Caden que se sentará para darle paso al siguiente chico.

—Hola. —Este era un poco más cortado que el anterior, intentaba no mantener contacto visual con nadie y jugaba con las asas de su mochila—. Me llamo Noah. Eeeeeh... Vengo de Brasil, bueno... Soy de... He nacido en Reino Unido pero hace unos cuantos años que vivo en Brasil. —Dirigió su vista hacia la maestra—. Ya he acabado —le suplicó con una mirada compungida.

Esta extendió un brazo hacia un pupitre libre que pronto fue ocupado por Noah.

Giré mi cabeza para comentar por encima la llegada de los chicos con Lisa, pero esta estaba con la boca abierta mirando con ensimismamiento la pizarra. Que por cierto no había nada escrito en ella.

Chasqueé los dedos para llamar su atención, al ver que no lo conseguía decidí hablar:

—Psss —intenté llamarla de nuevo de la manera más silenciosa que era capaz—. ¡Lisa, despierta! Planeta tierra llamando a Lisa.

En un último intento le di una colleja sin que la profesora, que ya había comenzado de nuevo con su perorata se enterase.

—¡Ay! —gritó confundida.

Ahora sí que se había enterado. Toda la clase se giró hacia la fuente del grito que todavía continuaba desorientada.

Pero ¿qué le había picado a esta chica?

—¿Todo bien Collins? —preguntó la señora escrutándola con ojos de ratón.

Antes de asentir con la cabeza gruñó fuerte, dando a entender que tarde o temprano lo acabaría pagando.

Ya en el comedor, todos reunidos en amor y compañía comenzaron las burlas hacia Lisa, todo por mi culpa.

—¿Te han distraído los bombones que han entrado por la puerta? —se mofó Katherine haciendo bailar las cejas.

Desde que había comenzado el curso, Katherine almorzaba con nosotros todos los días. Había cambiado su compañía de perritos falderos habitual por unos adolescentes poco comunes. Era un cambio que se había hecho notar en todo el instituto, no sólo por el almuerzo, sino porque pasaba todo el rato libre del que disponía con nosotros. Seguía teniendo relación con las chicas que decían ser sus amigas, pero nada en comparación con antes. Se había vuelto una paria en aquel grupo y estaban empezando a rechazarla. Peyton había ocupado la plaza vacante de reina de las malcriadas y así, las otras chicas ya tenían un líder al que rendir culto y pleitesía. Parecían perdidas sin alguien a quien seguir e imitar, sonaba estúpido, pero su disfuncional cerebro trabajaba así.

Había cambiado ella además de muchas cosas de su alrededor, pero no su familia. Continuaba viviendo con su padre, su madrastra y Stella. Se había negado en redondo a cambiar su familia, así que Alban se tuvo que conformar con verla de vez en cuando en los entrenamientos.

—Ja-ja-ja. Que graciosa que eres, oye —balbuceó ofendida—. Qué va, estaba en mi mundo.

—En tu mundo estaban Caden y Noah, ¿a qué sí? —continuó pinchando Kath.

Resopló.

—Vale, vale. Creo que es suficiente —intervine antes de que sacasen las uñas—. Por cierto, Kath, hoy tienes que venirte a casa después de comer. —Bajé la voz para que no pudiese escucharme nadie más que ella. Después me acerqué en tono confidencial—. Tenemos sospechas de que Alban podría estar metido en un chanchullo —musité.

Aunque no lo pareciese me dolía tener que decir aquellas palabras en contra de nuestro querido Alban.

Asintió con la cabeza.

Un rato después David se acercó a nuestra mesa con dos chicos detrás de él.

—Buenos días —saludó a la vez que posaba su bandeja con el almuerzo—. Estos dos son... ¿cómo era que os llamabais? Ah, sí. Este es Caden, este otro es Noah; nuestros nuevos compañeros. Están en mi clase de Filosofía. —Se giró para mirarlos—. Chavales, estos son: Lisa, Sarah, Roxy, Stella, Dev, James y nuestra recién adquirida amiga Katherine.

El larguirucho dio un paso adelante.

—Sí, ya conozco a la mayoría, hemos coincidido en clase de biología. Encantado de conoceros —exclamó mostrando una gran sonrisa.

Dicho esto, se sienta entre David y Stella.

—Pues yo también me voy a sentar que me estoy muriendo de hambre. Ah, y  lo mismo, encantado de conoceros —dijo Noah.

No hablamos mucho, más que nada porque estábamos concentrados en masticar el almuerzo, pero Elisa Collins era incapaz de sacar la vista de encima de Noah, y viceversa. Trataba de disimular que lo estaba observando, pero lo único que estaba consiguiendo era que de un momento a otro comenzaría a desternillarme.

Al acabar, se seguían mirando en silencio, mientras los demás hablábamos.

—¡Eh! ¡Yo a ti te conozco! —saltó Devian de repente, señalando a Caden.

—¿Qué dices? —preguntó frunciendo el ceño.

—¡Sí, sí! ¡Qué te conozco! Yo te he visto en algún sitio. A ver, haced el favor de mirarlo bien a ver si a vosotros también os suena.

Giramos nuestras cabezas hacia el chico, que a pesar de todo mantenía la calma. Si yo estuviese en situación estaría roja como un tomate al tener tantos ojos posados examinándome de arriba abajo. Y nunca mejor dicho.

—¡Ya sé! —gritó Sarah levantándose de su asiento—. ¡Es el camarero del restaurante español de Nueva York!

Soltamos un "¡Oooooooh!"

Después, empezamos a bombardearlo a preguntas y comentarios.

 "¿No te acuerdas de nosotros?", "¿por qué has venido para aquí?", "oh, qué casualidad, ¿no?", "¿este no era el que había ligado con Roxy?", "tiene novio, ¿entendido?", "yo no", "¿quieres hacer el proyecto de biología conmigo?", ¿quieres quedar un día para que nos conozcamos todos", "pues yo no me acuerdo de ti".

—Lo siento, pero no me acuerdo de vosotros —respondió riéndose como nunca había visto reír a una persona—. La verdad, vienen muchos grupos y ligo con muchas chicas.

Su risa se vio ahogada por el timbre que indicaba el fin del almuerzo.

Cada vez quedaba menos para saber que se tenía nuestro Protector entre manos.

Ángeles de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora