29.1 En llamas.

9.6K 658 37
                                    

—Dime que las luces de la biblioteca se apagan automáticamente todos los días a esta hora —rogó Devian agarrándome del brazo como si de un crío de tres años se tratase.

—Si eso hace que te sientas mejor... No hay nada que temer, está empezando a caer una buena tormenta —contemplé observando una ventana por la que entraba la claridad de una farola que se situaba justo en frente—, es probable que la luz se haya ido porque ha caído un rayo cerca.

Se agarró un poco más fuerte a mi brazo.

—Devian... ¿Tienes miedo? —pregunté a punto de echarme a reír.

Era de lo más gracioso que un ángel, un ser casi inmortal que lograría derrotar a cualquier enemigo que se le pusiese por el camino temiese a la oscuridad.

—Cada cual tiene sus demonios.

—Los demonios no existen —contemplé con la única intención de llevarle la contraria.

Bufó.

—¡Es una frase hecha!

—Lo que sea. Pero la oscuridad, ¿en serio? Nunca me habría imaginado que tuvieses miedo a la oscuridad... Es algo tan... Inapropiado para un ángel que se supone que representa las cosas buenas, lo bondad, la luz y todas esas patrañas que se inventan.

—Va a hablar la que teme a las arañas... ¡Qué miedo más mundano e inapropiado para un ángel, por favor!

Aunque estaba asustado, por nada del mundo se perdería una oportunidad para burlarse del prójimo.

—Las arañas son un miedo comprensible —me excusé poniendo los brazos en jarras—. ¿Te has fijado en esas patas enormes y esas telarañas asquerosas?

Sentí como trepó con dos de sus dedos por mi espalda.

—Si crees que voy a pensar que con tocarme así voy a pensar que es una araña, lo llevas crudo.

—No te estoy tocando —articuló con la voz más nerviosa de lo habitual.

—Venga ya... —Alargué una mano para tocarlo, pero ya no estaba en el mismo sitio. ¿Cuándo se había soltado de mi brazo? Ni siquiera había oído sus pasos alejándose de mí—. ¿Dónde estás?

—¿Dónde estás tú? Cielo, si esto es una broma no tiene la menor gracia...

Su voz se vio interrumpida.

—No, no es una ninguna broma, colega —Una tercera persona comenzó a hablar. Era una voz tan grave que parecía que la habían modificado en un editor de audio, algo que era imposible—. Por cierto, dado que no podéis verme, creo que me voy a saltar ese burdo protocolo de las presentaciones, de todos modos, esta no será la última vez que nos veamos. O eso espero.

Dicha esa última frase, comenzó a desternillarse como si hubiese hecho el mejor chiste del siglo. Con su risa y nuestra confusión parecía que nos habían encerrado en una casa embrujada de un parque de atracciones barato.

Al acabar de reírse, lo cual le llevó su tiempo, no volvió a abrir la boca en ningún momento. No tenía ni idea de si el extraño continuaba allí o si ya se había marchado. De vez en cuanto notaba pequeñas ráfagas de aire más cálido, por lo que supuse que continuaba vagando por la estancia, cerca de nosotros. Pero, ¿con qué fin? ¿Qué era lo que se proponía? Porque si era asustarnos creo que ya lo había conseguido.

Moví los brazos de un lado a otro, palpando todo lo que me rodeaba para encontrar a Devian, pero único que conseguí fue aplastar lo que quedaba de la tarta con la mano. Un aplauso, genio. Di un diminuto paso, escuchaba la respiración de alguien, así que tenía que ser la de él.

Ángeles de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora