26. El principio del final.

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Estábamos en la azotea del hospital, viendo como el sol se dejaba caer tras los edificios. Podrían haber sucedido cientos de catástrofes. Podría ser invierno. Verano. Primavera. Otoño. Podrían estar las nubes cubriendo el cielo. Podrían los rayos de luz molestar en los ojos. Podríamos ser felices o infelices. Podríamos odiar o amar. Podríamos tener miedo de morir o vivir. Podríamos estar en cualquier parte del mundo. Podrían ser cientos de cosas, pero no cambiaría. No cambiaría la gran belleza de los pequeños detalles. No cambiaría la gran belleza del atardecer. Con él, todo lo malo quería desaparecer junto con el sol y lo bueno quería florecer.

Lástima que durase tan poco. Como un suspiro.

No entendía nada. Había demasiados por qué para tan pocas respuestas.

Sólo sabía que Leo había muerto. Y que todas mis ganas de luchar por una causa que ya no le pertenecía a nadie se habían desvanecido tan rápido como una estrella fugaz cruzando el negro telón.

—Esas personas, eran ángeles de fuego —dijo Devian.                      

—Eso es imposible, nos habrían matado antes de huir —respondí, con la mirada fijada en mis rodillas desnudas que estaban llenas de magulladuras.

—Lo eran, estoy seguro. Además, ¿cómo explican que no se inmutaran ante la barrera de hielo? —Un escalofrío recorrió mi cuerpo ante la posibilidad de que tuviese razón—. No te preocupes. Cada vez somos más ángeles de hielo. Cada vez somos más poderosos. Nos temen, por eso han intentado esa misión suicida. Han sobrevivido de milagro.

—Debemos huir —apuré con voz alarmante.

Se rió amargamente.

—¿Para qué? Saben dónde estamos las veinticuatro horas del día. Saben dónde vivimos. Nos observan. Seguro que están escuchando cada una de las palabras que te estoy diciendo ahora mismo, pero da igual. —Acercó su boca a mi oído—. ¿Por qué crees que todos los ángeles residimos en la misma ciudad donde comenzó la guerra? Estamos destinados a acabar con lo que ellos empezaron. Todo acabará donde todo empezó.

—Es inútil que te pida que me susurres que todo esto ha acabado para siempre y que todo irá bien, ¿no?

—Claro que lo es. Esto no ha hecho más que empezar.

Ángeles de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora