5.1 Mírame y miénteme.

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Entré corriendo en los vestuarios del gimnasio, con una pequeña mochila en la mano, que contenía la ropa y el calzado para hacer deporte.

Llegaba tarde a la primera clase de gimnasia, eso no quedaría demasiado bien en mi expediente.

Me descalcé los zapatos con los pies mientras que me sacaba el resto de la ropa para cambiarme. Cogí unas mallas negras y una sudadera de la bolsa. Me puse los tenis, ya bastante gastados; se distinguía el dedo gordo del pie a través de la piel del zapato. No me molesté en guardar mis objetos personales en la taquilla que me correspondía del vestuario; lo dejé todo desperdigado por el suelo.

El profesor de educación física estaba hablando sobre el concurso de baile. Estaba dando las pautas a seguir, las prohibiciones, los estilos de baile, quien escogería las canciones, como haría las parejas, el vestuario, cuando sería el concurso, como puntuaría el jurado, cuando sería el viaje, que se haría en el viaje e infinitas cosas más a las que no presté demasiada atención.

Antes de formar las parejas e indicarnos el estilo de baile, dijo que aquel sería el único día que tendríamos para ensayar en clase. Después tendríamos que ensayar por nuestra cuenta y que tuviésemos presente que era muy importante para aprobar. Se oyeron varios gruñidos de protesta. Parecía ser que no era la única persona a la que no le agradaba mucho aquella idea.

Empezó a hacer las parejas. Por primera vez en lo que llevábamos de clase, observé la gente que había en el gimnasio: el grupo de niñas ricas que se burlaron de mí, vestidas con el uniforme de animadoras. Tres chicos con aspecto de ser los deportistas de turno. Leo con una sonrisa fingida en sus labios, tenía a un montón de chicas a su alrededor; cualquiera persona con dos dedos de frente notaría que no estaba cómodo en aquella situación. Había otro grupo de chicos hablando entre sí, pero ninguno destacaba sobre el otro. Por último, había dos chicas alejadas del resto, eran las mismas que me habían llamado la atención no hacía mucho tiempo, la del pelo rizo tenía los brazos cruzados y la del pelo liso tenía las manos sobre las caderas.

El profesor, tras soltar una larga retahíla de parejas, juntó a la del pelo liso, que resultó llamarse Sarah, con uno de los chicos deportistas, el más alto. Ambos se miraron, sin interés e hicieron como si nada. Por otra banda, cuando juntó a la otra chica, Lisa, con mi único amigo, este la miró y la saludó con un gesto de cabeza, ella gruñó desaprobatoriamente. Por primera vez, vi como Leo intentaba contener la sonrisa. A él sí que le gustaba la idea de hacer pareja de baile con ella.

El hombre con el silbato al cuello y una lista con nuestros nombres en la mano, siguió juntando a más personas, unos se mostraron indiferentes, otros dieron saltitos de felicidad, otros se enfadaron sin intentar ocultarlo, otros mostraron una mezcla de ambas cosas…

—¿Dev? —preguntó el profesor girando la cabeza de un lado a otro buscándolo entre la multitud. Apareció por arte de magia de detrás de la muchedumbre, caminando hacia el profesor con las manos metidas en los bolsillos del pantalón. La mayor parte del tiempo estaba solo. Aunque en alguna ocasión contada se juntaba con sus colegas del equipo de fútbol o tenía a alguna chica pululando a su alrededor con cara de enamoradas. Esto último podían comprenderlo, era un chico guapo y que fuese tan solitario lo hacía más atrayente. O al menos, eso tenía entendido—. A ti te juntaré con… —Buscó un nombre en la lista y al encontrarlo dio dos golpecitos en el papel—. Con Roxana.

Oh, no.

Genial.

No me caía bien, en realidad, su sola presencia me amargaba la vida. Bueno, quizás no tanto, pero me costaba mucho trabajo intentar soportarlo a él y a sus disculpas. El karma no estaba jugando a mi favor.

Ángeles de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora