30.1 Viviendo con el enemigo.

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Alban nos interrogaba con calma, lanzándonos miradas contenidas de rabia, como si le hubiésemos dado una puñalada por la espalda. Sus labios mantenían la calma, haciendo una pregunta tras otra, pero sus ojos nos acusaban de haber permitido que el ángel de fuego hubiese escapado y que no lo hubiésemos avisado antes de que fuese tarde para atraparlo. Temía que su siguiente movimiento fuese el ataque definitivo que acabaría con todos nosotros, porque estaba convencido de que todavía no estábamos preparados para lo que se nos venía encima.

Sarah y Lisa se limitaban a escuchar la conversación desde el sofá, con el pijama puesto y una mirada somnolienta encima. Y no era de extrañar; los habíamos despertado más tarde de las dos de la madrugada.

—¿Qué aspecto tenía? —preguntó por millonésima vez en menos de media hora.

Me senté rendida junto a ellas dos para dejar que él y Devian siguiesen discutiendo un rato más. En ocasiones Alban era de lo más exasperante, aunque suponía que ese humor de perros sólo se debía a que quería protegernos. O que estaba demasiado harto del tema de los ángeles y demonios alados y necesitaba acabar de una vez por todas con ello.

—Ya te he dicho que tenía los ojos rojos, que por cierto eran bastante bonitos, a pesar de que pertenezcan al cuerpo de un monstruo. No hemos visto nada más.

Alban rodeó con las manos el respaldo de una silla

—Ajá. Entonces dime, princesa, ¿es él el príncipe azul que tanto tiempo llevabas buscando?

—¡Alban! —exclama indignado.

—¿¡Qué!? ¡Ninguno de vosotros os dais cuenta de la seriedad de la situación! El final está cerca, tan cerca que casi se puede oler el peligro. —Se llevó las manos a su enmarañado cabello—. Primero el accidente del tren que acabó con la vida de uno de vuestros amigos y ahora ni siquiera tratan de mantener las distancias, ¡ya no os temen! Siempre había creído que nada empezaría hasta que estuvieseis todos los ángeles juntos, pero ahora tengo mis dudas...

—¿Y quién dice que ya no estamos todos juntos? ¿Quién dice que hay más? —interrogó Lisa que se había despertado desde que se había mencionado el accidente en la conversación.

—¡Me da igual! No sois tan poderosos como tendríais que ser. No estáis preparados para lo que se os viene encima. Todavía sois... demasiado humanos. El miedo os paraliza, anteponéis los sentimientos a los objetivos que realmente importan.

—¿Qué es lo que quieres decir? ¿Qué tenemos que ser unas máquinas de matar? ¿Eh? ¿Es eso? ¡A nosotros nadie nos ha preguntado si estábamos a favor de toda esta mierda que se nos viene encima! Estamos sacrificando mucho a cambio de no recibir nada. No es nuestra causa. No es nuestra guerra. ¡Quién sabe si alguno de nosotros sobrevivirá a esto! ¿Y total para qué? ¿Para hacerles lo mismo que nos han hecho a nosotros? Demasiado sacrificio, Alban, demasiado sacrificio. —Las palabras de lisa pasaron de un grito, a un susurro.

—Ya está bien, es suficiente. ¿Crees que yo no he sacrificado nada? He sacrificado mi vida, mi mujer y mis hijos. —Salió de sala, pero se oye una voz marcada por la derrota desde el pasillo—. Idos ya para la cama, ya es muy tarde.

Nos quedamos un buen rato sin movernos. Pensando en todo lo que habíamos discutido en la última hora.

Las palabras de Alban me habían dejado tan sobrecogida que contenía la respiración. Él tenía razón: el final estaba cerca y no estábamos preparados en absoluto. Pero de lo que había dicho, no era lo que más me preocupaba.

—¿Alban tenía una familia?

Me miraron con los ojos abiertos como platos. Al parecer ellos habían pasado por alto esa información.

—Jocelyn... —susurró Devian.

—¿Quién es esa mujer? —preguntó Sarah.

—Era su mujer... Cada vez que la mencionaba se le llenaban los ojos de lágrimas. Sólo decía que un día se había despertado y no estaba junto a él. Repetía hasta la saciedad que lo había traicionado. Pero nunca parecía muy convencido de sus palabras.

—¿Tenían hijos?

—Si los tenían, nunca los ha mencionado hasta hoy.

Era sospechoso. Nunca me había mencionado a Jocelyn. Nunca. Sólo me había dicho que los ángeles lo habían seleccionado para entrenar a los más jóvenes. Y que los entrenaba hasta que se convertían en autómatas sin sentimientos.

Chasqueé la lengua.

—No me gusta decir esto, pero no me fío de él. Creo que está ocultando algo muy gordo. Algo más gordo que las escapadas a escondidas para encontrar ángeles. En realidad, creo que jamás ha buscado un ángel desde que Devian y yo hemos llegado a esta casa.

—Esconde algo —concedió Sarah.

—Entraremos en su despacho cuando él no esté. Mañana al volver del instituto —planificó Lisa hablando en un susurro.

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Nota de la autora:

¡Hola de nuevo a todos! Siento haber tardado tanto en actualizar Ángeles de hielo, pero no he tenido ni mucho tiempo ni muchas ideas para escribir.

Sé que es una parte pequeñita lo que he subido, pero espero poder subir algo más muy pronto.

¡Un besote!

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