32.2 Di hasta luego a las buenas intenciones.

7.2K 570 86
                                    

Había sido la misma sensación que cuando bajas a demasiada profundidad, los oídos se te taponan y notas que la cabeza está a punto de estallarte. Abres los ojos y miras hacia arriba, como si sirviese para aproximarte a la superficie. Sólo ves una mancha brillante de luz. Sólo escuchas sonidos huecos. Aguantas la respiración bajo el agua más tiempo de lo que tus pulmones son capaces de soportar. Comienzas a nadar hacia arriba lo más rápido que puedes, sales dando una gran bocanada de aire, vuelves a abrir los ojos.

Ahí es cuando te das cuenta de que no parecía real estar allí abajo aunque lo fuese.

No había suficiente oxígeno en aquel lugar para que mi corazón dejase de retumbar a la velocidad de una locomotora. Me llevé las manos a la espalda. Nada. Si cerraba los ojos aún podía sentir el peso de las alas, el frío fluyendo por mi cuerpo sin cesar, como si mis células se convirtiesen en hielo, y lo que es peor, aún podía sentir como Devian se moría en la parte trasera del automóvil.

¡Quieres mover tu culo de una vez y asegurarte de que está bien!

Miré el reloj de pulsera. A aquella hora estaría a punto de llegar al instituto... si todo iba bien. Cogí la mochila y salí disparada. Tenía el presentimiento de que no había sido otra pesadilla, había sido tan real que hasta podía oír como el tal Llamas hacia crujir los huesos de Devian en más de una ocasión.

Qué demonios, no tiene ni el más mínimo sentido.

Llevaba corriendo durante tanto rato que tuve que detenerme si no quería morir de un sofoco. Tenía tanta gracia lo que estaba haciendo... Hacía no más de un día había corrido para huir de los problemas, como tenía por mala costumbre, y ahora me estaba acercando a ellos. Estaba buscando problemas. No sonaba propio de mí. Por si fuese poco lo preocupada que estaba, llegaba veinte minutos tarde a clase lo que me costaría una sanción.

Subí las escaleras dando grandes zancadas, lo que haría que me acabase dando de morros si no iba con más calma. Por no perder la costumbre tan mala que había adquirido, intenté abrir la puerta principal para el lado que no era.

-¡Maldita sea, todo tiene que salirme al revés! -exclamé a la vez que abría la puerta con toda la ira del mundo.

Saludé sin detenerme al conserje que estaba fregado el accidentado desayuno de alguien. Este me devolvió el saludo con la mano y dejó ver entre su bigote una sonrisa de reconocimiento. Estaba más que acostumbrado a verme llegar tarde.

Corrí por los pasillos hasta llegar al aula que le correspondía. Abrí la puerta sin llamar antes. Todos, profesora incluida, se quedaron mirando hacia mí. Vi como Devian también me observaba con el ceño fruncido, lo que hizo que me deshinchara como un globo del alivio.

-¡Roxana! ¿Otra vez llegando tarde? -amonestó colocando sus brazos sobre ambos lados de la cadera.

Comencé a zigzaguear entre las mesas sin que nadie me quitase el ojo de encima, acercándome a la de Devian.

-Sí, sí. Y lo siento mucho, de veras -Lo agarré de la chaqueta, tirando de él hasta que conseguí levantarlo-. Pero tengo un asunto muy importante que arreglar.

-También va a ser un asunto muy importante que arreglar tu susp...

Di un portazo lo que hizo que se callase, o que al menos no me diese tiempo a escucharla finalizar la oración. Me daba igual el suspenso o lo que me cayese encima, en aquel momento mi expediente académico tenía más bien poco valor si alguien cercano estaba en peligro.

Seguí tirando de él con tanta fuerza que notaba cada costura de su chaqueta clavándose en las yemas de mis dedos y no paré, hasta que de una vez por todas, me di cuenta de que no estábamos huyendo de nadie.

Me detuve delante de él, agarrándolo por los hombros y acercándome a su rostro, observando sus ojos, los cuales me podrían decir que algo iba mal.

Todo parecía correcto.

Excepto yo, que parecía que estaba poseída por el demonio.

-¿Tú te crees que me puedes dar estos sustos? -pregunté hiperventilando, clavándole los dedos en los hombros.

Alzó una ceja.

-¿Pero qué dices? ¡Fuiste tú la que se fue de casa sin avisar y aparece al día siguiente para secuestrarme de una clase! -exclamó con los ojos abiertos como platos.

Estaba claro que si no me explicaba, no íbamos a parar a ningún sitio.

-Soñé que morías por mi culpa. Me buscabas por la ciudad de los ángeles y no me encontrabas... Yo sólo quería asustarte antes de matarte... Había un chico igual que tú... Y después casi te mata por mi culpa, pero al final no sé que digo de que prefiero modificarte... ¿Qué demonios significa eso? Dime que ha sido sólo una pesadilla... ¿Seguro que estás bien?

-Estoy bien, claro que estoy bien. Eres tú la que parece que se ha dado un golpe con una piedra en la cabeza esta mañana. -Le golpeé en el abdomen con el puño, ¿me preocupaba de aquel modo para que me lo devolviese así? -. Vale, lo siento -se disculpó al borde de la carcajada-. Es cierto que te fui a buscar allí y a unos cuantos sitios más, pero no te encontré y volví a casa más preocupado de lo que me había ido. Aun así, suponía que tarde o temprano acabarías apareciendo de nuevo. Por muy enfadada que estuvieses con nosotros, somos tu familia.

-Que sepas que sigo muy enfadada -dije cruzándome de brazos-. Ya me podéis dar una buena explicación.

Unos pasos se detuvieron ante nosotros.

-También me podéis dar a mí una buena explicación de por qué no estáis en clase. ¡Pasad ahora mismo a dirección!

Ángeles de hieloDonde viven las historias. Descúbrelo ahora