Capítulo 26 ✔️

60.8K 3K 41
                                    

POV BASTIAN DAVIS

Sé que la mocosa debe seguir en la oficina, darle un caso resuelto y complejo fue la mejor idea que se me pudo ocurrir << ¿por qué mierda no lo pensé antes?>>, aunque pensé encontrarla en casa cuando regresé de mi reunión, me sorprendí al saber que aún no llegaba, llamé al departamento de seguridad de la empresa para confirmar que seguía en la empresa.

Era más de medianoche, sentía un poco de remordimiento por Kiara, ya que no llegaba a casa, y soy consciente de lo terca que es, quizás no saldría de esa oficina sin resolver el caso.

Me encontraba en mi cama y por más que quería dormir no podía, le prometí a Hilda que cuidaría a la mocosa de su hija; tomé mi móvil para ubicar su carro con el GPS que hice que le instalarán, su ubicación marcaba que seguía en la firma de abogados.

Me senté en el borde de la cama odiándome por lo que estaba a punto de hacer.

Sé que si quiero dormir en paz debo ir a buscar a la escuincla o de lo contrario no pegaría un ojo en toda la maldita noche. Caminé al walking closet para tomar un vaquero y una ramera, iría a buscar a la mocosa.

Salí de mi habitación dirigiéndome a la puerta del departamento, pero en ese momento Kiara venía entrando, lucía exhausta.

—Kiara— la llamé al verla cruzar por mi lado sin decir nada.

<< ¿Ahora que le sucedía?>>

Caminé detrás de ella.

—¡Enana! — vociferé. Quizás si la molestaba se detendría para insultarme.

Kiara se adentró a su habitación, apresuré mis pasos, no quería que llegara primero que yo, porque cerraría la puerta.

—¿¡Qué diablos te sucede!? — grité empujando la puerta, evitando que la cerrara.

—¿¡Quieres saber qué me sucede!?— gruñó soltando la puerta.

Entré a su habitación viéndola lanzar su bolso sobre la cama, sentándose en ella para quitarse sus zapatos.

—Sucede que me casé con un idiota— ladró lanzándome uno de sus zapatos, el cual esquivé.

¡Suficiente! No soportaría más berrinche por parte de ella, lo venía soportando desde que la conocí, no me casé con ella para terminar de criarla.

—Si vuelves a hacer eso, puedes jurar que te castigaré— pronuncié amenazadoramente.

—Ah, ¿sí?

—¿¡Se puede saber qué sucede contigo!? — volví a indagar.

—¡Me diste un caso resuelto, imbécil!

—¿Cómo? — inquirí, haciéndome como el que no sé nada, a pesar de saber perfectamente de qué habla.

—No te hagas el tonto conmigo, sabes de lo que hablo, me dijiste que debía de buscar una solución para ese caso, el cual era "urgente", pero era un caso resuelto, me quedé en la oficina hasta medianoche, ¡por nada mientras tú estabas en casa! — rugió enojada.

Ver a Kiara enojada era de lo más gracioso, su cara roja de ira me parecía de lo más satisfactoria. No pude evitar bajar mi cabeza escondiendo una sonrisa.

—¿Te estás riendo? — indagó indignada.

—¿Qué? Noooo— emití explotando en carcajada.

En ese momento Kiara corrió hacia mí cerrando sus puños con intención de pegarme, sostuve sus manos dándole vuelta, dejando su espalda pegada a mi pecho mientras ella gritaba como loca.

No sabía de dónde sacaba su loca idea de querer enfrentarme siempre; la sujeté fuerte rodeándola con mis brazos, olía tan jodidamente bien...

—Kiara, detente— mandé.

—¡Suéltame, asquerosa bestia! — chilló rabiosa.

No pude evitarlo, pegué mi nariz a su cuello.

—¿Qué haces? — preguntó nerviosa al sentir mi nariz pegada a su cuello.

Cerré mis ojos dejando que su perfume inundara mi nariz.

—¡Suéltame! Eres un maldito pervertido de mierda— gritó sacándome una sonrisa, mis labios rozaron su cuello, no sabía qué perfume usaba, pero me gustaba.

Caminé detrás de ella.

—¡Enana! — vociferé. Quizás si la molestaba se detendría para insultarme.

Kiara se adentró a su habitación, apresuré mis pasos, no quería que llegara primero que yo, porque cerraría la puerta.

—¿¡Qué diablos te sucede!? — grité empujando la puerta, evitando que la cerrara.

Sentí mi verga crecer considerablemente dentro de mi pantalón al tenerla tan cerca.

<<Mierda>> su piel era suave...

—Eres un cerdo, Bastián— espetó la mocosa al sentir mi verga dura clavada en su trasero. Kiara se removió restregándose sin querer contra mi verga mientras intentaba liberarse de mi agarre.

—Mocosa... si te sigues moviendo así deberás satisfacer la bestia que acabaste de despertar— gruñí cerca de su oído, sabía que me encontraba caliente a causa de esta mocosa y me odiaba por ello.

La sentí suspirar, quedándose tranquila.

—Solo quiero que me sueltes, por favor— pidió.

—Solo dame un maldito segundo— respondí molesto y ni siquiera sabía por qué, solo sé que quería hacer algo de lo cual mañana quizás me arrepentiría.

—Bastián... — susurró débilmente.

Recorrí su cuello con la puta de mi nariz, aspirando su olor, ella se estremeció en mis brazos tragando con dificultad, bajé mi boca a su cuello para hacerlo, quería hacerlo, quería dejar un beso ahí, así que sin más pegué mis labios a su cuello, pero solo pude hacer eso, la realidad golpeó mi cabeza como una bola de demolición.

<< ¿Qué diablos estaba haciendo?>>

Solté a Kiara con brusquedad dándome cuenta de lo que hice.

—Bastián...— musitó Kiara mirándome con sus ojos abiertos como platos.

Salí de su habitación rápidamente, no quería escucharla.

Llegué a mi habitación encerrándome, me quité mi polera y el vaquero que me había puesto corriendo a la ducha, necesitaba agua fría, mucha agua fría, mi verga me gritaba que necesitaba sexo, era la única explicación para lo que acaba de pasar.

Así que rodeé mi tallo con mi mano satisfaciéndome, me fastidiaba dormir con una erección, y no cualquier erección... era una provocada simplemente por el trasero y el perfume de esa enana.

¿Cómo se me ocurría hacer esto con Kiara?

Su maldito olor seguía en mi nariz, debía dejar de pensar en ella, mientras más pensaba en la mocosa, más dolía mi verga.

Moví mis manos más rápido apoyándome de la pared con la otra...

<<Todo esto es culpa de Kiara>>

La única explicación lógica a todo esto es que llevaba demasiado tiempo sin follar y por eso reaccioné de esta manera ante ella, es que no existía otra explicación para esto, Kiara no era mi tipo de mujer, era una chiquilla inmadura, caprichosa, que se enojaba por todo, la cual necesitaba que alguien le enseñaré el significado de sumisión.

Eso era exactamente lo que necesitaba la mocosa, alguien que le enseñará el poder de la sumisión, y quizás ese alguien sería yo. Si Rob Walton no pudo controlar a su hija menor, pues yo lo haría por él, le enseñaré a Kiara quién manda.

—Ahhhh— emití corriéndome.

La MenorWhere stories live. Discover now