ARDER EN LIBERTAD

By ElizabethBermudez156

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"Besar su piel me sabía a vida, en sus manos alcanzar el cielo y encontrar libertad." Jessica Giovanna Blosso... More

DEDICATORIA.
UNO.
DOS.
TRES.
CUATRO.
CINCO.
SEIS.
SIETE.
OCHO.
NUEVE.
DIEZ.
ONCE.
DOCE.
TRECE.
CATORCE.
QUINCE.
DIECISEÍS.
DIECISIETE.
DIECIOCHO.
DIECINUEVE
VEINTE.
VEINTIUNO.
VEINTIDOS.
VEINTITRES.
VEINTICUATRO.
VEINTICINCO.
VEINTISEIS.
VEINTISIETE.
VEINTIOCHO.
VEINTINUEVE.
TREINTA.
TREINTA Y UNO.
TREINTA Y DOS.
TREINTA Y TRES.
TREINTA Y CUATRO.
TREINTA Y CINCO.
TREINTA Y SEIS.
TREINTA Y SIETE.
TREINTA Y OCHO.
TREINTA Y NUEVE.
CUARENTA.
CUARENTA Y UNO.
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES.
CUARENTA Y CUATRO.
CUARENTA Y CINCO.
CUARENTA Y SEIS.
CUARENTA Y SIETE.
CUARENTA Y OCHO.
CUARENTA Y NUEVE.
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO.
CINCUENTA Y DOS.
CINCUENTA Y TRES.
CINCUENTA Y CUATRO.
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS.
CINCUENTA Y OCHO.
CINCUENTA Y NUEVE.
SESENTA.
SESENTA Y UNO.
SESENTA Y DOS.
SESENTA Y TRES.
SESENTA Y CUATRO.
SESENTA Y CINCO.
SESENTA Y SEIS.
SESENTA Y SIETE.
SESENTA Y OCHO.
SESENTA Y NUEVE.
SETENTA.
SETENTA Y UNO.
SETENTA Y DOS.
SETENTA Y TRES.
SETENTA Y CUATRO.
SETENTA Y CINCO.
SETENTA Y SEIS.
SETENTA Y SIETE.
SETENTA Y OCHO.
SETENTA Y NUEVE.
OCHENTA.
OCHENTA Y UNO.
OCHENTA Y DOS.
OCHENTA Y TRES.
OCHENTA Y CUATRO.
PENÚLTIMO CAPÍTULO.
ULTIMO CAPÍTULO.
EPILOGO.
Agradecimientos y Nueva temporada!

CINCUENTA Y SIETE.

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By ElizabethBermudez156

—¿Y éste? —Señalé el vestido. Tati negó por quinta vez. Resoplé soltando un quejido.

—Tiene que ser algo que diga "¡Wow! Profesional, elegante, llamativo, serio, pero Sexi"—

—¿Y qué prenda tiene esa etiqueta? —Me dejé caer en la cama con cansancio. Por suerte la reunión pasó a esta tarde, sino, me hubiera resultado imposible aprender todo a horario. Había dormido tan poco.

—Despacio. —Se quejó Sol quien también estaba sobre ella. Dejé los ojos en blanco.

—Se lo que tengo en mente, pero no sé cómo lo puedo tener aquí, sobre ti... —Suspiró mi amiga.

Finalmente, sucedió la magia. Encontró un vestido negro abotonado en el abdomen a un lado de la cintura, comprendía un estilo impresionante diseñado como un traje de mujer, un escote llamativo pero elegante, con un corte en la pierna, sensual, con toques empresariales que lo hacía ver muy correcto distinguido y con mucha sensualidad. Ni siquiera recordaba que lo hubiera comprado.

—Quizás alguna vez sentiste que lo necesitarías. —Reía mi amiga nerviosa. Una vez vestida unos minutos más tarde me dirigí al baño a retocar los últimos detalles en mí.

Suspiré mirándome sin poder evitar sonreír, ahora solamente por el atuendo debía admitir que estaba ansiosa por ir.

—¿Ya está lista? —Oí la voz de Pierce en mi habitación. Yo en el baño casi salgo al instante, pero decidí hacerme esperar.

—Oh que hermoso estás. —Habló Sol emocionada. Vi en mi reflejo del espejo como mi ceño se fruncía involuntariamente, mi rostro cambió de pronto.

—Jessica está lista, pero yo la llevaré. —Le indicó Tati, con tranquilidad.

—¿Por qué? No, de ninguna manera. Iremos juntos. —

—No, Harry. No estoy preguntándote. Jessica irá conmigo. Irá con quien confía en ella y la haga sentir increíble cada instante de su vida. —Replicó.

—Yo confío en ella, Tatiana. —Respondió indignado. —¿Quién crees que la sumó a esa reunión sin siquiera dudarlo? —Preguntó, indignado. Presioné mis labios. Mi amiga no contestó. Pero podía jurar que ni siquiera sonreía frente a él mientras lo enfrentaba. —Tati quiero entrar junto a ella. —Le pidió.

Me acerqué un poco más a la puerta para escuchar mejor. Mi interior se revolvió de los nervios.

—Lo siento. —Emitió con superioridad y calma. —No tardaremos, espérala en la puerta.

—Creí que te agradaba. —

Mi amiga soltó una risa llena de diversión.

—Me agradas, Harry. Te quiero también. —Cedió. —Solamente estoy diciéndote que llevaré yo a Jessica. Tú estás tomándotelo personal. ¿Por qué Harry? —

Reprimí risas.

Pierce no respondió.

—Está bien. —Cedió él, a regañadientes. Abrió la puerta para irse.

—Harry. —Lo detuvo ella. —Te ves muy apuesto. —Lo alagó mi amiga.

—Gracias, Tati. —Le dijo él, y por su voz noté que sonrió.

—¡Harry! —Gritó Sol. —¿Podemos salir luego? —

—Tengo planes lo siento mucho. —Fue lo último que oí decir.

—¿Por qué siempre me dice lo mismo? —

—Porque él es una persona muy ocupada. Debes respetarlo —Salí para decírselo, ella soltó un suspiro.

—¿Sabes dónde vive? —

—Si. —Distraída acaricié la cadenita que compartíamos.

—¿Me dices su dirección? —Preguntó sonriente.

—No me la sé. —Me encogí de hombros. Tati perfeccionó mi atuendo acomodando los lados del vestido.

—No te creo.

—Pues no me creas. —Me encogí de hombros. La oí resoplar.

—De verdad pareces una mujer empresaria. ¡Te ves perfecta! —Mi amiga me miraba cargada de felicidad. Sonreí mucho. —Vamos. —Tati tomó la carpeta foliada que Harry me había entregado en la mañana, ésta estaba llena de información que me sería útil para esta reunión.

—¡Luego nos vemos! —Exclamó Sol —Suerte. —

—Gracias. —Le respondí sincera... Al mirarla ella sonreía emocionada y al instante algo en mi cambió. Le arrojé un beso y ella lo tomó.

Al salir bajé las escaleras en silencio. Pensé en que, si no fuera por Harry no me caería tan mal como lo hace. Quizás no tendríamos el sentimiento de mejores amigas siendo primas, pero no la odiaría. ¿Por qué debía odiarla por un hombre? Además, ella no sabía que estaba haciéndome daño a mí.

No tenía sentido el sentimiento que guardaba.

Tati me miró y suspiró, asintiendo. Nos habíamos dado cuenta al instante juntas.

—Debo admitir que estoy ansiosa. —Al llegar a la planta baja sonreí completamente nerviosa.

—Quien dice... talvez éste sea el principio de tu futuro. —Bromeó. Esbocé una mueca de desaprobación como respuesta, ella comenzó a reír.

Me despedí de Ethan que jugaba con Lou y luego salimos.

Al llegar al hospital me invadieron los verdaderos nervios.

Casi muero cuando vi a tanta multitud en las puertas del edificio.

—No sabía que estarían los medios de comunicación. No sabía que habría tanta gente afuera.

—Cariño, ¿por qué crees que me preocupé tanto por como te veías? ¿Cariño no ves noticias? —Prestamos atención a la cantidad de gente que reclamaba y manifestaba allí afuera, había cámaras fotográficas y personas con micrófonos que trasmitían para sus respectivos canales de televisión. Un escalofrío me recorrió.

—Creo que no estoy a la altura.

—Jessica. Calma. Confía en ti.

Me dolía que este hospital, al que tanto papá había logrado tener durante años en la cima, de pronto alguien más lo arrojara al suelo sin importar nada, y lo peor es que llevándose a tantas vidas como costo.

Permanecimos en silencio, observando todo.

—Dios... esto es grave. —Musitó ella, la miré y asentí.

—¿Te das cuenta que soy yo quien está dando la cara por la familia? —Entendí de pronto. Ella vio mi pánico.

—Lo harás increíble. Todo el plan está en tu mente. Nada puede fallar. Cualquier cosa me llamas. 

Asentí, repitiéndolo en mi mente.

—Gracias. —La abracé.

—Éxitos, reina. —Me alentó. Cargada de nervios bajé con la carpeta en mi mano.

Caminé lo más segura que pude hasta la entrada del edificio. Pude ver en la puerta a un hombre que me dejó sin aliento. Tan perfecto y magnífico. Él me esperaba con una sonrisa mordiendo su labio inferior. Por un instante quise pasar desapercibida, pero de un momento al otro en cuanto uno de los mediáticos volteó y me vio, todos ellos me atacaron con sus cámaras filmándome y bombardeándome de preguntas que no estaba dispuesta a contestar. No aún.

Pierce al ver a toda esa gente atacándome con tanta violencia dejó su puesto para interponerse entre ellos, llegó a mí, deslizó su mano en mi cintura y me alejó rápidamente de todos ellos abriendo el paso.

Un policía en la entrada del edificio les impidió el paso a los demás, protegiéndonos a ambos.

Tomé una bocanada de aire y exhalé al finalmente estar segura puertas adentro. Harry me miraba con una sonrisa que me hizo sonreír.

Deposité un beso en su mejilla y lo sentí sonreír más aún.

—Creí que no vendrías.

—Debería ofenderme. —Continuamos caminando hacia el ascensor. Cuando lo tomamos y él presionó el último piso. Me dispuse a hablar una vez más. —¿Podemos hacer una parada antes? —Me miró inseguro. —A la oficina de mi padre. —

—Está Albert. —Me advirtió.

—Lo sé. Me gustaría platicar algunas cosas con él.

—Es peligroso Jessica. Si es él quien está haciendo todo eso es muy peligroso. —

—Lo conozco. Él no sería tan imbécil de hacerme daño. Está actuando con inteligencia. —Mi plan no fallaría y para que no fallara no podía decirle a Harry sobre él. Ser descubierta en algo como lo que estaba por hacer era bastante arriesgado.

Él aun sin estar seguro, luego de un suspiro, asintió.

—Gracias por estar aquí. —Soltó de pronto y le costó tanto decirlo que no supe que decir.

—Es mi familia. —Murmuré. Él asintió con una pequeña sonrisita.

Debía borrar de su mente todos los recuerdos de la fiesta, debía hacer algo para que cuando me viera ya no recordara esa noche, ni me viera allí, frente a todos cometiendo esa estupidez una y otra vez.

A pesar del silencio que se propagó no me sentía incomoda porque lo conocía lo suficiente, lo quería y sabía que él también a mí.

Luego de unos segundos más las puertas se abrieron y nos dieron paso al último piso, hacia la derecha estaba la oficina de papá, hacia la izquierda el gran salón para reuniones del directorio.

—Necesito que me prestes tu celular. —Le extendí mi mano abierta. —Y la contraseña por si se me bloquea.

—¿Por qué? —Él me miró inseguro.

—No te revisaré nada, Pierce. —Lo miré mal, pero él comenzó a reír.

—No te enojes. —Me dijo con burla. —No tengo nada que ocultar. —Me sonrió divertido. Él me mostró el orden de números que tenía como contraseña. La repetí para memorizarla a medida que entrabamos a la sala de espera donde trabajaba la secretaria, una puerta más allá estaba la oficina.

—Me quedaré aquí. —Me dijo, asentí de acuerdo. —Ten cuidado por favor. —

—Lo tendré. —Asentí. La secretaria de papá sugirió avisarle a Albert que yo quería visitarlo, pero yo no se lo permití.

Antes de entrar a la oficina busqué entre las aplicaciones la grabadora, al encontrarla la encendí y bloqueé el celular de nuevo. Entré sin golpear, pero siendo lo más amistosa que podía fingir. Como si hubiera una confianza que yo apreciaba.

Él me sonrió al verme entrar.

—Oh querida, que grande estas. —Me dijo con una sonrisa, poniéndose de pie para recibirme. Cerré la puerta. —Cuando me dijeron que estarías con nosotros en la reunión me llené de emoción. —Me abrazó brevemente.

—Hace mucho no viene a casa a visitarnos... Pensé que sería bueno venir un momento a platicar antes de la reunión. —Le sonreí.

—Lo sé cariño. El trabajo, ya sabes...—Volvió a sentarse, indicándome que yo también lo hiciera frente a él —No creí que vendrías, Jessica.

—Eso creían varios. —Asentí. Dejé el celular sobre la mesa. —¿No te molesta cierto?

—No cariño... pero si tu hermano no podía tú no te hubieras molestado.

—Yo creo que puedo cambiar muchas cosas aquí. ¿No me crees capaz? —Sonreí. Él sonrió con falsedad, pero al instante carraspeó.

—En realidad, cariño. Esto es serio, no es un juego. No me malinterpretes, pero... cielo, mírate, eres modelo y esto es un trabajo serio. El lugar que te dieron es demasiado para ti. Pero no te preocupes, si necesitas ayuda o algún consejo puedes pedírmelo con confianza. Somos familia. 

Fue inevitable fruncir el ceño. De pronto pude ver en sus ojos esa codicia y quizás ese brillo de maldad que antes me inquietaba. Lo feo fue sentir que todo eso ahora estaba intensificado, como si estuviera viviendo su mejor momento.

—Pues, si vamos a sincerarnos el asiento de mi padre es demasiado grande para a ti y yo no fui maleducada al decírtelo. —Lo desafié, recargándome hacia atrás. Estaba segura que mis palabras le habían dejado un mal gusto. Y eso es lo que quería.

Me analizó unos segundos.

—¿A qué viniste? —Concluyó finalmente. —Jessica, estoy ocupado para las chiquilinadas. Entiendo que quieras defender a tu padre porque eres una niña mimada y rica, pero no soy yo el malo. ¿Lo sabes cierto?

—¿Sabes por qué estoy aquí? —Él comenzó a reír, negando. —Para quitarte el puesto de papá. Para hacer justicia para todas esas familias. Para meterte en la cárcel.

—¿Me acusas a mí de todo eso Jessica Blosson? ¡Qué increíble! —

—¿Acaso ves a alguien más aquí? —

—No tengo tiempo para tus acusaciones de niña "lo puedo todo". Con esto nuevo del feminismo todas las mujeres se creen con la capacidad de estar a la altura, que increíble. —Expuso con dureza, con asco. Ya podía ver cuán enojado estaba. —Te veo en la reunión, y suerte con eso. —Fingió una sonrisa, encendiendo nuevamente su laptop para trabajar en ella.

Pero no podía irme de allí sin ninguna palabra clave.

Debía hacerlo hablar.

La mayoría de las veces cuando se pone en juego mis capacidades e inteligencia los primeros conceptos que tienen de mí son muy bajos. Solo hija de un reconocido empresario que maneja un gran hospital, cuando en realidad tendrían que tener en cuenta todo lo que puedo llegar a lograr y obtener por la misma razón de que él sea mi padre.

—Mira tu alrededor. —Recargué mis brazos en el escritorio acercándome más a él. —¿Quieres esto a tu poder o quieres hundirlo? —Él se mantuvo inmóvil, con solo una sonrisa. —¿Me crees una amenaza para ti? —Le pregunté.

—Por supuesto que no.

—Entonces dime. —Lo incentivé. —Quiero saber, quiero saber con quién estoy tratando.

—Hundirlo. —Espetó. Sonreí, sin siquiera mirar el teléfono en la mesa. Lo miré con una sonrisa de suficiencia. —Exprimir suficiente dinero, el jugo del fruto que tantos años tu padre creó y luego, simplemente, destruirlo todo. A tu padre también. Porque... ¿Qué es tu padre sin esto? Solo basura. —

Eso es todo, muchas gracias.

—¿Puedo saber por qué? —Bajé la mirada. Fingí tristeza.

—No es asunto tuyo.

—Cierto. —Lo miré. —Me basta con saber lo psicópata que eres y la maldad que cabe en tu mente al haber asesinado a tantas personas por un juego que solo tu sucia mente entiende. —Solté finalmente. Su postura jamás cambiaba. Solo permanecía así. Inmóvil y sin expresiones. —Jamás creí que serías capaz de algo así. —

—Sal de aquí, Jessica.

—Lo confirmas todo. —Me puse de pie y me recargué en el escritorio hacia adelante, enfrentándolo. —La envidia destruye todo a su paso, pero este es tu fin Albert.

—¿Crees que tú puedes ganarme? ¿En serio? —Soltó una risa cargada de burla. —¿Qué argumentarás? ¿Qué yo te dije todo esto? ¿Crees que alguien te creerá? —Me mostré afectada, me mostré como si tuviera razón. Soltó una carcajada. —Si, Jessica. Yo lo hice. Yo extraje dinero, yo quebranté las estadísticas, yo di las malas ordenes, yo infiltré a gente para que desconectaran los respiradores, entre otras cosas. Yo hundí este barco. Yo lo hice. Y ahora tú, lo sabes y no puedes hacer nada al respecto. Estoy dispuesto a hacer todo lo que sea necesario por ver a tu padre destruido destrozado y si es posible tras las rejas. —Me miró con tanto odio que por un instante temí que pudiera hacerme daño. —Siempre refregó en mis ojos sus logros. Esto era un sueño de ambos. —

Intenté entenderlo, intenté comprenderlo, pero definitivamente no pude. Era imposible siquiera apiadarse de una mente retorcida como la suya.

—Era el sueño de ambos, pero quien trabaja en ello es el que triunfa, Albert. No culpes a mi padre por compartir su felicidad contigo siendo tú su amigo. Es enfermo. —Bramé furiosa. —Querías un hospital. Y en él ayudas, salvas vidas. Pero tú, al tener la posibilidad de estar aquí, en el puesto que tanto querías en tus manos, acabaste asesinando a personas completamente inocentes y robando el dinero que se necesita para que esto siga funcionando como lo hace. Tu ceguedad, tu odio y tu envidia terminarán destruyéndote. —

Jadeé sin poder asumirlo. Él asintió. Como si me comprendiera.

—Vete de aquí, antes de que me atreva a tocarte. Estas provocándome, y lo sabes, mira en la posición que estas. Mira como luces para un montón de hombres. —Soltó un suspiro lascivo y desvió su mirada hacia un lado de la habitación. —Cariño este no es trabajo para ti. El tuyo el lucir increíble en esas fotografías preciosas que te toman desnuda, no pensar tanto

Asqueada me alejé y tomé el celular rápidamente cuando casi lo olvido.

La puerta fue tocada brevemente antes de que Mabel pasara.

—Están todos esperándolos Señor. —Avisó la secretaria entrando sigilosa. Tomé una bocanada de aire. Esa mujer estaba salvándome. Aproveché a aproximarme a ella. —El comité está listo.

Salí primero. Y al voltear Albert guardaba sus cosas.

—Ten cuidado. —Me guiñó un ojo, con amenaza. Salí de allí. Mabel cerró la puerta.

Llegué apresuradamente hacia Harry, casi chocándome con él. Por su mirada me di cuenta que lo preocupé.

—Vamos. —Le dije, tomé su mano para sacarlo de ahí.

—¿Estás bien? —Me detuvo. —¿Te hizo algo? —

—No Harry, estoy bien. —Asentí. Mostrándome segura. —Tócame, estoy entera. —Estaba tan acostumbrada a que me tocara para cerciorarse que estuviera bien que esta vez le causé gracia. 

 Esa grabación valía oro. La detuve, guardándola al instante.

Caminamos hasta la sala de reuniones, encontrándonos con hombres de trajes elegantes y formales, todos ellos se pusieron de pie para saludarnos debidamente con la mano.

Nos sentamos en nuestros lugares y en ese mismo instante Albert apareció con su sonrisa "amistosa" que traía más delincuencias que cualquier otro delincuente.

«"Los ricachones son los peores"» sabía decir Nick cuando de delincuencias se trataba.

Todos se pusieron de pie saludándolo cordialmente, a excepción de mí.

—Pierce. —Nombró Albert, extendiéndole la mano con una sonrisa amistosa y guiñándole el ojo.

Y finalmente fingió una sonrisa hacia mí, copié su acción. No me intimidaría frente a él.

—¿Que sucede? —Susurró a mi oído Harry al mismo tiempo que me indicaba que abriera la carpeta como todos lo hacían.

—Todo está bien, tranquilo. —Le sonreí.

—Esta reunión fue convocada por todo el comité en decisión unánime de todos. —Comenzó un hombre, si no me equivocaba era el abogado Clark, Harry me dijo que podíamos confiar en él más que en nadie para cualquier cosa. —Decidimos convocar a la señorita Blosson en representación de su familia, por lo que su aporte, sus pedidos y su palabra será altamente respetada y considerada. Como el abogado del Hospital, y los Blosson me pareció oportuno la urgencia al tomar medidas precisas y necesarias debido a la última orden que llegó a manos de Albert por el juzgado nacional. Tenemos un plazo de siete días de los cuales tendremos que encontrar el culpable de lo que está sucediendo aquí adentro. La Ley nacional nº 17.865 crea una prioridad para las vidas, aquí no se está jugando por el dinero filtrado y la falta de él para los próximos movimientos, tampoco por la decadencia en la demanda diaria, sino por las vidas que se robaron.

—Sé que quizás les cueste creer lo que diré, pero mis métodos mis recursos y los de Christian están sobre la mesa conmigo en el mando y no pude solucionar nada. No pude levantar el hospital desde que comenzó a caer y no creo que podamos hacerlo en siete días. Para ser sinceros, que Christian vuelva a la ciudad ahora o en siete días solo traerá más caos.

—Disculpen. —Intervine, para poder hablar. El tener en mis manos un arma como la que tenía me hacía sentir con la fuerza que mientras me preparaba la noche anterior jamás hubiera creído que tendría. —¿Entonces que propones? ¿Dejar todo como está? ¿Abandonar todo? Señor Albert, como mencionó el abogado Clark, no buscamos que suba la demanda, que suban las estadísticas, y tampoco que el dinero sea trasferido nuevamente a la cuenta bancaria del Hospital, porque principalmente debemos buscar el culpable. Sin tener el culpable no importa que movimientos hagamos si volveremos a caer nuevamente. Tampoco importa intentar limpiar la imagen del hospital como sé que intentó hacer, si aquí adentro hay un asesino. —

Mis palabras dejaron en silencio a todos, pero a más de uno los vi asentir. Albert tragó saliva, reacomodando su saco.

—Entiendo que cueste aceptar que el hospital de tu padre se caiga a pedazos, pero no hay más que hacer. —Fingió lamentarlo y luego liberar un suspiro. —No dudes de mi compromiso con este hospital, cariño. —

—Yo no le di la confianza para hablarme de esa forma, señor Albert. Si se va a dirigir de alguna manera hacia mí que sea por mi apellido.

Su gesto evidenció cuanto lo irrité.

—No malinterprete las palabras de la señorita Blosson, —Intervino uno de los funcionarios que maneja la cuenta de mi padre, Johnson, hacia él. —Quizás seas leal aquí, pero, por alguna razón estamos así. Esta reunión fue convocada porque los recursos que está tomando usted no son buenos. No hay resultados.

UFF.

—Doctor Pierce, —Emitió uno de ellos. —¿El personal de salud está al tanto de todo lo ocurrido? ¿Varió la rutina a favor de velar la seguridad de los pacientes? —

Pierce humedeció sus labios con su lengua.

—Todo el personal de salud está informado y al tanto de lo sucedido, dado que principalmente las demandas llegan hacia nosotros y no hacia la persona que está cometiendo estos delitos. Los controles diarios aumentaron, la distancia horaria de control a control se acortó, pero no hace esto la diferencia cuando en realidad los crímenes suceden durante la noche. Intentamos hacer rutinas con espacio entre controles más cortas durante las noches también, pero mientras no haya una orden desde dirección es imposible que haya una organización correcta en toda el área de salud para controlar y velar por todos los pacientes de manera eficaz. No podemos vigilar las suficientes habitaciones mientras atendemos curamos, hacemos estudios y entramos en cirugía con otros. Los pacientes internados son el triple del personal médico. Nosotros incluyendo a todo el personal de enfermeros hacemos esto voluntariamente porque son nuestros pacientes y nos importa cada uno de ellos, pero es un trabajo que escapa de nuestras manos cuando en realidad quien esté en la presidencia es quien debe trazarnos el camino para que haya un correcto funcionamiento de todo el personal. Nosotros podemos organizarnos, pero en grupos reducidos de veinte médicos, y no somos solo veinte médicos, somos más del mil. Es imposible que haya eficacia haciéndolo sin un líder.

—No les corresponde velar por la seguridad de los pacientes. La seguridad está para eso. —Emití.

—La seguridad dejará pasar a las habitaciones a cualquiera que se vista de médico. —

—¿Qué sucede con las cámaras de seguridad?

—Dejan de funcionar. —Contestó Albert.

—Que oportuno. ¿Y el personal de seguridad que trabaja en la habitación de vigilancia tampoco sabe por qué sucede esto? ¿No creen que hay complicidad? —Les pregunté a todos. Ellos me prestaron atención, pensando en lo que por supuesto no habían pensado antes.—Es imposible que esté actuando una sola persona con este nivel de criminalidad. Deberíamos comenzar a apartar a trabajadores cómplices obvios.

—Es cierto. —Emitió Harry, mirándome.

—No son oportunos los despidos ahora. —Se opuso Albert.

—Tampoco los cómplices. —Respondí. —Y no estoy hablando de despedir, hablo de apartar personal que pueda ensuciar la investigación. Cuando todo esto se solucione se reincorporarán.

—Es muy honorable el trabajo que están haciendo, Pierce. —Emitió Clark. —Si hubiera una orden organizada tuya Albert quizás podría funcionar de una forma más eficaz la vigilancia segura del personal de salud mientras no podamos hallar al culpable.

Albert asintió.

Transcurrieron 40 minutos más, deliberaron y discutieron. Y al final toda solución temporaria que pudiera haber se volvía cenizas por no tener el culpable.

—Contrataremos más seguridad, esto afectará el actuar de los cómplices que están trabajando para la persona que está haciendo todo esto. Intentaremos evitar más muertes. —Resolvimos, mientras tanto, porque Albert alegaba que apartar personal sería acusarlos y nos traería problemas. Y aún así todos sabíamos que no era suficiente.

No había encontrado el momento indicado para atacar, estaba siendo lo más inteligente que podía. Y hasta ahora, Albert estaba seguro que no lo atacaría porque no tenía como hacerlo.

—El país entero está hablando de esto. Debemos, aunque sea por ahora, intentar ocultar o distraer los medios de alguna forma con otras buenas acciones. La imagen del hospital está muy baja. La gente no volverá a confiar en nosotros. —Intervino el especialista en el marketing empresarial. —Las medidas que tomó Albert no funcionaron.

—Crear publicidad y campañas no servirán si toda la vida este hospital benefició y actuó de la forma más limpia y solidaria para todo el público. Cuando todo esté bien el nombre y la imagen del hospital se limpiará solo. —Expresó Harry y de acuerdo asentí.

—¿Podríamos hacerle un énfasis al problema financiero mientras actuamos en paralelo a lo demás? Aunque no es el problema principal creo que para ganar tiempo podríamos trabajar en el dinero que fue robado. —Hablé nuevamente, me agradaba que ellos me prestaran atención. Noté a Harry mirarme. Su mirada lucía impresionante. —Si comenzamos a trabajar en ello podrán ir solucionándose algunos problemas como adquirir nuevas maquinarias en reemplazo por las que han sido dañadas, pagar los salarios de los trabajadores y podrá utilizarse para todo lo que necesitemos de urgencia. Al mismo tiempo se podría trabajar en esa transacción para encontrar el que lo hizo. Si el gobierno toma el Hospital harán lo mismo, podríamos adelantarnos y trabajar en ello primero. —Ellos me miraron impresionados. —Puedo hablar con... un hacker. —Propuse. Sus caras fueron épicas.

—No son legales los hackers. Trabajar con ellos es peligroso. Operamos con mucho dinero. —Intervino el economista, en desacuerdo. Lo miré unos instantes. ¿De verdad vamos a fijarnos en que si los hackers son ilegales?

Entre ellos se miraron. Deliberando.

—Es de confianza. Y para ser precisa su trabajo sería únicamente encontrar el resto del dinero y la persona que lo transfirió. —

Tomé el celular de Harry para hacerlo, esperando la aprobación de todos.

Cuando empezaron a alegar que estaban de acuerdo, Albert intervino.

—Creemos que es tu padre mismo quien está transfiriendo el dinero a otras cuentas. —Me dijo, con pena. Se hizo hacia atrás y se cruzó de brazos, respirando profundo, como si le hubiese costado una eternidad decirme aquello. Solté una risa irónica, pero al ver que los demás parecían estar de acuerdo me desconcerté.

—Eso no tiene sentido, estaría robándose a él mismo. —Les dije a los demás, como si realmente fuera estúpido.

—No cariño, estaría robándole al hospital, no a él mismo.

—Es lo mismo.

—No lo entenderías. Sucede que el dinero del Hospital cubre gastos públicos de nación, cubre sueldos de más de veinte mil empleados, por lo que, ese dinero no es de él.

Lo miré asqueada.

—Papá es dueño de todo esto. Tiene el dinero suficiente para gastar su vida completa y las próximas siete, no necesita de más y estoy segura que ustedes lo saben. Saben que Christian Blosson no es codicioso, él tiene suficiente y le basta con eso. Ama lo que hace y jamás traicionaría a su fuente de trabajo que tantos años permaneció en su cima y mucho menos a su gente. Todo el mundo sabe cuánto él ama esto. —Exclamé molesta hacia todos. —El no heredó este hospital, él lo creó. Hacer eso sería traicionarse a él mismo. Sería perjudicarse y robarse a si mismo. ¿Quién les metió eso en la cabeza? No tiene sentido.

Sus miradas permanecieron en mí y pude notar que todos parecieron pensarlo una segunda vez porque por el amor de dios, era imposible que papá estuviera haciendo eso.

—Mi padre jamás haría una cosa como esta y no lo digo porque sea mi padre. Incluso, con el método que les digo pueden sacarse las dudas. Yo pongo mis manos en el fuego por él. Saldrá expuesto el culpable, el delincuente, el asesino. —Miré a Albert envenenada. Él se removió en su silla, incómodo.

Los demás seguían dudando, desconfiando de mi método. Desconfiando de mi padre también.

—Les recuerdo que Christian está ahora intentando poner de pie otro hospital que cayó por no tener el cuidado suficiente. Christian jamás reprochó pagar algo que debiera, los salarios siempre fueron justos y a tiempo. Incluso creó un plan hospitalario que cubre diariamente miles de consultas tratamientos y cirugías costosas a personas que lo necesitan, la lista continúa. Jamás hubo ni una sospecha de esta magnitud hacia él, porque jamás hubo motivos mientras él estuvo en la cabeza. —Continuó Harry, se lo vía furioso ante la acusación.

—¿Es que acaso tienen alguna prueba de eso Sr. Clark? ¿Sr. Johnson? ¿Cuáles son las pruebas o los motivos que los llevó a pensar que es mi padre el culpable? —

—No... lo sentimos Srita Blosson. —Respondió Johnson. —No hay pruebas, ni una sola. No debimos acusar sin pruebas, y, como dijo usted, estoy seguro que Christian no haría eso. Para ser sincero... —Miró a todo el comité. —no entiendo cómo llegamos a esa sospecha. No hay nada que lo incrimine. —Y finalizó lanzándole una dura mirada a Albert. Entendí que él les había metido en la cabeza a todos ellos que era mi padre el que estaba haciendo todo esto.

—Todos se ven muy intimidados, y discúlpenme el atrevimiento, pero sé claramente que todos aquí pensamos en alguien cuando nos referimos al culpable, aun así, nadie quiere enfrentarlo. ¿No es así? Sabemos que está aquí, en esta sala. —El abogado profundizó su mirada en mí, quizás intentando descifrar lo que diría a continuación.

—Hacer acusaciones es grave Jessica, y como dijiste antes, sin pruebas lo es aún más. —Albert me miró furioso.

—Es más grave que hallas creído que saldrías victorioso de esta reunión. —Él soltó una risotada actuando con incredulidad. Todos me miraron alarmados. Harry intentó detenerme, pero no lo logró, claramente. —Es aún más grave, para ti, que no me hayas creído una amenaza.

—¿Qué le pasa a esta niña? —Se reía Albert.

—Srita Blosson cálmese y escuche. —Me miró de modo duro e imponente el Sr. Clark. —Si no tiene pruebas no pude hacer acusaciones de esa magnitud.

—Eso lo dije yo. —Respondí.

—Le aconsejo que mantenga el silencio porque puede perjudicarse a usted y a su familia...

Pero no terminé de oírlo porque miré a Harry.

—Llama a los guardias. —Le dije. Él por un instante quiso replicar, pero asintió leyendo mis ojos. Pidió permiso y se puso de pie con elegancia, por supuesto. A través de los ventanales pidió que se acercaran los policías que aguardaban afuera. Estos se detuvieron en la puerta.

—¿Qué pretendes hacer, Jessica? Soy yo a quien acusas. Soy el amigo de tu padre.

—Por eso mismo me da tanto asco. —Escupí. Con el teléfono en la mano rebusqué.

Archivos, grabaciones 001. Reproducir. Adelantar minuto dos.

Y de pronto, mi voz.

"—Pues, si vamos a sincerarnos el puesto de mi padre es demasiado grande para a ti y yo no fui maleducada al decírtelo. —

—¿A qué viniste? Jessica, estoy ocupado para las chiquilinadas. Entiendo que quieras defender a tu padre porque eres una niña mimada y rica, pero no soy yo el malo. ¿Lo sabes cierto?

—¿Sabes por qué estoy aquí? —Se oyó su risa, llena de burla. —Para quitarte el puesto de papá. Para hacer justicia para todas esas familias. Para meterte en la cárcel.

—¿Me acusas a mí de todo eso Jessica Blosson? ¡Qué increíble! —

—¿Acaso ves a alguien más aquí? —

—No tengo tiempo para tus acusaciones de niña "lo puedo todo". Con esto nuevo del feminismo todas las mujeres se creen con la capacidad de estar a la altura, que increíble. Te veo en la reunión, y suerte con eso. —

—Mira tu alrededor ¿Quieres esto a tu poder o quieres hundirlo? ¿Me crees una amenaza para ti?

—Por supuesto que no.

—Entonces dime. Quiero saber, quiero saber con quién estoy tratando.

—Hundirlo. —Espetó. —Exprimir suficiente dinero, el jugo del fruto que tantos años tu padre creó y luego, simplemente, destruirlo todo. A tu padre también. Porque... ¿Qué es tu padre sin esto? Solo basura. —Todos buscaron su mirada. Furiosos. Albert tenía la cabeza abajo, con sus ojos clavados en los puños presionados bajo la mesa.

—¿Puedo saber por qué?

—No es asunto tuyo.

Me basta con saber lo psicópata que eres y la maldad que cabe en tu mente al haber asesinado a tantas personas por un juego que solo tu sucia mente entiende. Jamás creí que fueras capaz de algo así.

—Sal de aquí, Jessica.

—Lo confirmas todo. La envidia termina destruyendo todo a su paso, pero este es tu fin Albert.

—¿Crees que tú puedes ganarme? ¿En serio? —Su risa cargada de burla. —¿Qué argumentarás? ¿Qué yo te dije todo esto? ¿Crees que alguien te creerá? —Soltó una carcajada. —Si, Jessica. Yo lo hice. Yo extraje dinero, yo quebranté las estadísticas, yo di las malas ordenes, yo infiltré a gente para que desconectaran los respiradores, entre otras cosas. Yo hundí este barco. Yo lo hice. Y ahora tú, lo sabes y no puedes hacer nada al respecto. Estoy dispuesto a hacer todo lo que sea necesario por ver a tu padre destruido destrozado y si es posible tras las rejas. Siempre refregó en mis ojos sus logros. Esto era un sueño de ambos. —

—Era el sueño de ambos, pero quien trabaja en ello es el que triunfa, Albert. No culpes a mi padre por compartir su felicidad contigo siendo tú su amigo. Es enfermo. —Bramé furiosa. —Querías un hospital. Y en él ayudas, salvas vidas. Pero tú, al tener la posibilidad de estar aquí, en el puesto que tanto querías en tus manos, acabaste asesinando a personas completamente inocentes y robando el dinero que se necesita para que esto siga funcionando como lo hace. Tu ceguedad, tu odio y tu envidia terminarán destruyéndote. —

—Vete de aquí, antes de que me atreva a tocarte. Estas provoc...

Detuve el audio y miré a Harry por instinto. Él tenía sus ojos clavados en Albert. Miró su celular un instante antes de deslizar sus ojos cargados de furia en el hombre que juraba ser el peor del mundo.

El abogado Clark indicó a los oficiales que lo tomaran y esposaran, pero en cuanto estos intentaron agarrarlo Albert enloqueció lanzando golpes e intentando zafarse de aquellos dos. Harry de pronto se puso de pie, haciéndome poner de pie también junto a él por puro reflejo.

Pierce me alejó del caos, dejándome tras él. Al instante Albert comenzó entre gritos intentar llegar a mí, furioso.

—¡Juro que no me detendré hasta verlos hundidos a todos ustedes! ¡Suéltenme ahora! —Gritaba. Su amenaza resonó en mis oídos.

—Llévenlo a la comisaría principal. Enseguida estaré ahí. —Oí al abogado decirles a los guardias.

—¡Toda tu familia caerá, lo prometo! ¡Cuídate Blosson porque morirás junto a ellos! —

—¡Cállate! —Gritó Pierce, cargado de odio en su mirada. —¡Te pudrirás en la cárcel imbécil!

Los oficiales golpearon a Albert y de esta forma inmovilizándolo lo derribaron al suelo para retenerlo. Levantó su cabeza mientras lo esposaban. Sus ojos me buscaron y al encontrarme me enfrentó con fuerzas, irradiando un odio tan inconmensurable y enfermo, que me causó escalofríos. Ellos lo pusieron de pie y se lo llevaron dejando la sala en completo silencio. Harry me hizo mirarlo.

Tragué saliva, encontrando sus ojos.

—¿Te hizo algo, Jessica? —Negué lentamente. —¿No me mientes? —Negué. Él respiró profundo, exhalando con control. —No te hará daño. A ninguno de ustedes. —Me aseguró. Lo abracé con fuerzas y él me respondió enseguida, besando mi frente, respirando profundo. —Jamás lo permitiré. —Susurró. Presioné mis ojos.

Mis perspectivas cerca de la ventana me permitieron ver como minutos luego lo subían a una patrulla escoltada por cinco policías más. Los medios de comunicación filmaron y fotografiaron todo. La gente comenzó a protestar aún más y exigir respuestas.

—En unos minutos nos reuniremos nuevamente aquí. Haremos un receso. 20 minutos. —Anunció uno de los hombres haciéndonos separar por instinto. Asentimos. Todos ellos se retiraron de la sala. Clark se acercó a nosotros.

—Señorita Blosson... —Me llamó.

—Jessica. —Le dije, él asintió con una pequeña sonrisa apagada.

—Le agradezco mucho por haber hecho esto. Fue arriesgado y pudo traerle consecuencias a usted. Su valentía es admirable. —Emitió con calma, y su tono afligido y cansado me demostró cuan comprometido estaba con mi familia y este hospital. —Lamento todo lo que sucedió. La prueba es suficiente para acusarlo e incluso llevarlo a un juicio. Lo iniciaré y me encargaré de todo este proceso judicial. Por favor, les pediré que ese audio continúe intacto para cuando volvamos a necesitarlo, sin ningún recorte, sin ningún cambio. —Nos decía. Asentí de acuerdo. Suspiró con lamento. —Si estuviera tu padre aquí él estaría muy mal con todo esto. —Murmuró antes de irse.

Harry me acurrucó contra él. Inspiré, inhalando su esencia que me invadía con todo su cariño y su calor. Disfruté estar entre sus brazos de nuevo. Sentirlo cerca de mí me hacía sentir protegida, y estar en sus brazos me consideraba invencible, y vulnerable, lo que se volvía más que especial. La tranquilidad me reconfortó.

—Hiciste un trabajo impresionante nena. —Me dijo suavemente. De pronto al recordar sus ojos apuñalando los míos no supe si sentirme tranquila porque habían detenido a ese hombre o nerviosa por sus amenazas. La situación era horrible. —¿Cómo aguantaste esperar tanto para mostrar el audio? —Me preguntó.

—Porque tenía que disfrutar de la reunión. No todos los días estoy en el trabajo de papá, trabajando. —Le contesté. Él soltó una carcajada.

—No sé cómo no lo pensé antes, fue muy brillante.

—Es que estas cosas solo salen de mi inteligencia. —Respondí presumiendo superioridad señalando mi mente. Él me sonrió con dulzura.

Acarició mi mejilla con cariño, pero en unos segundos aquel gesto dulce se volvió distraído. Perdió su sonrisa, aún con sus dedos trazando caricias en mis mejillas, mirándome absorto en su cabeza.

—Me preocupa lo que pudo llegar a hacerte. Es muy peligroso. Pudo haberte lastimado. —

—Todo está bien. —

—Intentó excederse, Jessica. No lo niegues. —

—No es así... —Negué intentando restarle importancia.

Extrajo el celular de su chaqueta y me miró a la vez que presionaba opciones.

Sabiendo lo que haría tomé una bocanada de aire y desvié la mirada. Miré a la gente de allí afuera.

"Vete de aquí, antes de que me atreva a tocarte. Estas provocándome, y lo sabes, mira en la posición que estas. Mira como luces para un montón de hombres. Cariño este no es trabajo para ti. El tuyo el lucir increíble en esas fotografías preciosas que te toman desnuda, no pensar tanto... —

Oírlo de nuevo me dolió, pero intenté no demostrarlo.

Tan solo me miró, cargado de dolor y preocupación, sin poder decirme nada, sin poder emitir palabra alguna. Lo abracé desde la cintura con fuerzas, aferrándome a él. Su cariño me protegió.

Él bajó su mirada hasta mí. Lo miré.

—Estoy bien. Estaremos bien. —Emití segura por toda la situación. Especialmente por nosotros. Él humedeció sus labios y en segundos acercó su boca a la mía. Tragué saliva con fuerza. Se sintió como si fuera la primera vez que tocaría sus labios. Sentí nervios, sentí cosquillas. Un verdadero huracán.

Su mano en mi espalda baja me acercó aún más a él, rosando sus labios contra los míos, sin besarme.

—No me hagas esto. —Musité. Pierce, luego de algunos roses, debatiendo consigo mismo en si hacerlo o no, me besó. Impactó sus labios contra los míos, me fundió en su boca, besándome como si me hubiera extrañado y necesitado más de lo que confesaba en palabras. Sentir aquello estrujó mi corazón. Sentí, aunque pareciera imposible, que este beso creaba una fortaleza aún más fuerte en mi amor por él.

El alivio sintiéndose como una corriente se deslizó por mi cuerpo.

Al romper el beso me alejé un poco con la emoción brotando de mi cuerpo.

—Estoy muy feliz. —Solté una risita que lo hizo sonreír. Embelesada admiré su profunda y hermosa mirada.

—¿Quieres ir a casa luego? —Me sonrió coqueto. Un cosquilleo me hizo sonreír mucho.

—Quizás... puede que quiera. —Sonreí radiante. —Uhm, no lo sé, mi agenda está llena, voy a estar ocupadísima.

—¿Mi amor empresaria no tendrá tiempo para mi entonces? —Riendo estúpidamente por sus palabras lo abracé.

—Tú me creaste.

—Yo te pulí, el monstruo ya estaba en ti. —Contestó riendo.

—¿Un monstruo? —Exclamé ofendida, riendo. Me sonreía, y lo hacía con una mirada que me dejaba en el suelo. —¿Soy tu amor de nuevo? —Emití. Él intentó decir algo, pero terminó aguardando silencio y presionando sus labios en un claro "después lo hablamos" Presioné mis labios.

—¿Quieres ir a casa luego? —Repitió.

—¡Si! —Exclamé, abrazándolo de nuevo y haciéndolo reír. Al reincorporarme limpié los rastros de labial de su boca y él con una sonrisita hizo lo mismo conmigo. Los acarició por última vez con delicadeza y depositó un suave beso en mí.

—Vivimos expuestos. —Susurró.

Pocos minutos luego se reanudó la reunión.

—Albert fue detenido, lo dejarán allí hasta que se le otorgue un juicio. —Nos comunicó el abogado, los demás mantuvimos el silencio. —Tu padre estaría muy orgulloso de ti. — Me dijo esta vez a mí. Sonreí de verdad, dentro mío algo completamente placentero se arremolinó con alegría. Agradecía mucho que Harry hubiera confiado en mí para este trabajo.

—El cargo que tenía Albert dentro del Hospital Blosson queda completamente en sus manos, Señorita Blosson. Como eficiente, como heredera, por ser justo. —Me informó uno de los funcionarios. —¿No es así? —Los demás asintieron de acuerdo. Miré confundida a Harry, y al procesar lo que me habían dicho, al segundo, lo miré con pánico.

—Como tu padre no dejó por escrito ningún poder que otorgue la presidencia a alguien más en su ausencia, automáticamente sus herederos toman el puesto.

Miré a Harry.

—¡Creo que olvidaste decirme ese insignificante detalle! —Murmuré solo para él. No pudo evitar reírse y perder toda esa imagen pulcra profesional y seria que daba en su trabajo.

—No creo que eso sea lo que quiera mi padre. —Repuse rápidamente ante todos.

—Por supuesto que estaría de acuerdo. —Exclamó uno de ellos. —Y si no fuera así, nosotros estamos de acuerdo en que seas tú quien ascienda al puesto. Y la mayoría gana. —

Negué, no podría.

—Te ayudaremos. —Insistió el abogado. —Mira, dada las circunstancias de emergencia y urgencia todos haremos lo posible para lograr poner de pie el hospital y no dudo que lo lograremos. En caso de que tengas alguna decisión grande, nos la comentas y luego la llevaremos a cabo entre todos. —Respiré profundo. —A partir de hoy formas parte del directorio. Cuando sientas que debes hacer otra reunión dentro de estos seis días hazla y nos quitaremos las dudas. —

Sin palabras permanecí en silencio, mirándolos.

—¿De acuerdo? —Me miró con una sonrisa el castaño a mi lado.

Me llené de miedo. Era demasiado.

—De acuerdo. —Asentí tomando aire con ansiedad. Ellos sonrieron con alivio. Supuse que le saqué un peso a todos. Y me sumé mil kilos a mí.

Respiré.

Tenía a Harry. Harry sería mi guía. Solo serían seis días.

—Bueno... ¿De qué forma sugieres continuar? —Me preguntó Harry. Su mirada intensa, profesional, caliente.

Presioné mis labios. No había necesidad de ponerme presión tan rápido.

—De acuerdo... —Pensé. —Tenemos el culpable fuera de aquí, por lo que no estará estorbando en las próximas acciones. —Solo debía confiar en mí. Funcionaría. —Contrataré más seguridad para cada rincón y pasillo de este hospital, aunque cueste una fortuna. Ordenaré rotación continúa y supervisada en la sala de vigilancia asegurándome que cada cámara de seguridad funciona y mientras tanto intentaremos apresurar la recuperación del dinero ahora que sabemos dónde buscar para comenzar a accionar y solucionar problemas que solo financieramente pueden resolverse.

—¿Y si no conseguimos el dinero a tiempo para lo que primeramente decides hacer?

—Dispondré dinero de mi propia cuenta, no se preocupen. —Ellos asintieron. —También saldremos a hablar a los medios para explicar lo que sucedió, informar que encontramos al delincuente, pediremos disculpas públicas e intentaremos... dialogar y dar disculpas a las familias de las víctimas. —

Ellos asintieron de acuerdo. Respiré.

Finalmente decidimos y acordamos una fecha para una próxima reunión en un par de días.

—Necesito a Pierce conmigo en toda mi estadía en la presidencia dentro de estos seis días. Es decir, por la confianza y la comodidad, él sabe cómo funciona esto y es el más cercano a mi familia, me gustaría que él estuviera junto a mí, si están de acuerdo.

—¿Seis días? —Preguntó Clark. Fruncí el ceño. ÉL borró la confusión y negó. —Es decir, si, Jessica. Por supuesto. —

Sonreí.

—Fue un placer Srita. Blosson. —Decían todos al saludarme.

Cuando finalmente todos desaparecieron por las enormes puertas de vidrio grité de la emoción y abracé a Harry cargada de diversión. Él se reía.

—Santos cielos. —Murmuré. —Me siento... —Lo pensé. Tomé una gran bocanada de aire, escandalizada, entrando en razón. —Por dios. Es demasiado. ¡Soy un desastre! ¡No podré ordenar un hospital, Harry! ¡Haré de él un desastre también! ¿Por qué me dejaste hacerlo? —Él soltó una risa realmente divertida.

—Confiesa que es emocionante. Que quieres creer en ti misma.

—Harry. —Susurré. —Creo en mí misma. Estoy muy bien, muy ansiosa por hacerlo bien. —Confesé. Él sonrió con orgullo.

—¿Entonces?

—No quita que no tema. —Contesté. —¿No te apartarás ni alejarás de mí?

—No, cada segundo que me necesites estaré para ti.

—Hacemos un gran equipo ¿no crees? —Le sonreí.

—Lo creo. —Señaló a nuestras espaldas. Nos reflejábamos en el espejo de una de las columnas del lugar.

Nos veíamos perfectos, quizás nuestros atuendos, el lugar o la ocasión, quizás lo que reflejábamos estando juntos. Extrajo su celular del bolsillo mientras me guiaba para que nos acercáramos más a nuestros reflejos, me juntó a su cuerpo con su mano en mi espalda baja, allí capturó el momento en una hermosa y perfecta foto. Lo besé y abracé feliz cuando lo hizo, pero continuó fotografiándonos.

Sonriendo me mostró las fotografías.

—¡Me encanta Harry! —

—A mí también. —Me sonrió. —Debemos irnos. 

Emocionada por todo lo que había logrado asentí. Tomé la carpeta de la mesa y me dispuse a salir primera, pero al voltear lo encontré fotografiándome.

—¡Harry!

—Lo siento, pero debo hacerlo.

—¿Por qué? —Me reí.

—Debo guardarte aquí también, no es suficiente solo aquí. —Señaló su cabeza. —Además es digno de fotografiarte antes de que comiences esto. Significa mucho. —Me explicaba mientras caminábamos al ascensor.

—Me bombardearon con fotografías allí afuera.

—No es lo mismo. —Lo miré. —Estas son íntimas.

—Mmm. —Emití, haciéndolo reír.

—Podrías comenzar tu carrera profesional y esta fotografía podría ser la imagen antes del después. —Habló. —Es impresionante. —Susurró señalando su celular, pero no me la mostró.

Riendo negué.

—Y tú me dices dramática a mi. —Me burlé. —Y solo estoy ayudando, no es el antes de nada con respecto a mí. —Él me dio una miradita sin ofrecerme más palabras.

Tomamos el ascensor. Cuando las puertas se cerraron Harry se volteó hacia mí.

—¿Tienes miedo cierto? ¿No sientes que este lugar podría ser tuyo?

—No, no siento eso. —Negué. —De hecho, lo siento muy ajeno.

Harry negó.

—Si Bruno no lo hará... alguien debe ascender ¿cierto?

—Lo que es coherente, sí, pero no seré yo. —Le aseguré.

Sonrió divertido.

—Yo si te veo en la presidencia. De hecho ahora no imagino a nadie más.

Lo observé. Me miré, fruncí el ceño y luego continué mirándolo a él. Busqué una razón e incluso quise nadar en su mente, pero no lo logré.

—¿Cómo diablos me tienes tanta fé? —Le pregunté sin poder creerlo. Él comenzó a reír.

—¿Cómo diablos tú no? —

Negando di un respingo. No podía ser que me proyectara tan alto. ¿Es que acaso eso era porque de verdad me amaba? Porque jamás nadie en la vida apostó tanto por mí. ¿Acaso esto también es una señal de amor?

Harry me había dado un poder que incluso ni siquiera mi padre me hubiera confiado.

—¿En qué piensas tanto Blosson? —Se acercó. Negué, aun mirándolo dudosa. Él comenzó a reír. —¿No me dirás? —Negué. —Entonces ¿podrías besarme?

Mi estómago se presionó, quise gritar con nervios llenos de nervios y felicidad.

—Esta cosa se abre de un momento al otro, puede ser peligroso. —Intenté hacerlo razonar, pero aun así me besó sin importarle, haciéndome reír. Y aquella carencia de importancia y dedicación en amarme, arriesgándose tanto a perder o quebrantar eso que lo caracterizaba tanto al ser alguien tan profesional con una imagen tan correcta, me divirtió y me hizo sentir muy afortunada que me eligiera por sobre ello. En otro momento se hubiera detenido si con el trabajo respecta. La pantallita de arriba me mostró que aún faltaban unos doce pisos por bajar.

Lo abracé, y lo estrujé contra mí siendo besada por él. Mi corazón bombardeándome sin consuelo, dejándome sumergirme en ese océano de tentaciones que solo Pierce provocaba en mí.

Sabiendo que estaba por abrirse las puertas me aparté unos centímetros rompiendo el beso. Su mirada profunda brilló.

—Las escenas de Christian Grey son peligrosas Pierce. —Advertí, riendo. Él humedeció sus labios liberando una risita divertida.

Al instante sonó un tintineo y las puertas se abrieron sin más aviso. Harry se separó inmediatamente y carraspeó, bajando la cabeza y limpiando sus labios. La gente que transcurría afuera curiosa siempre miraba quien bajaba o subía por aquel ascensor tan exclusivo.

—Señorita Blosson... —Emitió Pierce indicándome que saliera primero que él. Le di una miradita antes de salir, guardando en lo más profundo de mi interior todo lo que me hacía sentir. Percibí sus pasos elegantes detrás de mí, alcanzándome. —¿Qué hace usted viendo esa película para nada apropiada?

Solté una risita.

—Estaba aburrida. —Le comenté. Su cara me hizo reír aún más. —Harry. —Me quejé. —No eres mi padre.

—Gracias a dios. —Emitió. Solté una carcajada corrompiendo toda la seriedad del hall principal. Las miradas fueron instantáneas. Quise dejar de reír, pero no pude. Al mirar a Harry me alivió ver que reía, pero en silencio.

Cuando finalmente salimos del hospital una nueva ola de periodistas nos atacaron de nuevo, aturdiéndonos con más rumores, chismes, y preguntas, otras personas gritaban reclamos, incluso insultaban, gritaban justicia y pedían explicaciones.

Sentí allí mismo que debía hablarles, sentía que tenía una gran obligación de ahora en más por ellos.

Al ver a toda esa gente gritando con tanto dolor algo nació en mí.

Harry frenó conmigo al ver que me detuve. Se los debía. No podía traer de nuevo a sus familiares, pero daría lo mejor de mí.

—Su padre hundió su propio barco y se fugó en el momento que fue descubierto. ¿Puede desmentir o afirmar este rumor? —Me preguntó una mujer rodeada de más periodistas. Ella tenía su micrófono cerca de mí, al igual que los demás. —¿Está usted dando la cara por él?

—Por supuesto que desmentiré eso. —Alejé su micrófono de tan cerca de mi boca. —Él hora mismo no sabe que está sucediendo aquí, y no sabe porque no maneja redes sociales, su trabajo es lo único a lo que él tiene toda su atención, tiempo y dedicación completa. Mucho antes de que esto sucediera mi padre se vio obligado a irse a un viaje de trabajo sumamente importante que requería su presencia, aun sabiendo lo que significa dejar la presidencia y la gestión de su hospital por un tiempo. Y con decir esto no quiero que crean que estoy aquí para defenderlo, estoy aquí para hacer justicia.

—¿Entonces a quién debemos culpar por la serie de muertes ocasionadas en el Hospital Blosson? —Me preguntó otro de ellos.

—Sabemos que fueron causadas por el personal del hospital. —Añadió otro. —¿Mala gestión, accidentes, negligencia, asesinato?

Solté un suspiro, no sabía si realmente podía dar información antes de un juicio, quizás algo cambiaría en la causa o nos darían alguna multa o sanción por eso.

A la mierda, ellos necesitaban respuestas.

—Mi padre en su ausencia dejó a cargo de la presidencia del hospital a un hombre de su confianza, un hombre que apreciaba demasiado, confió en él porque eran amigos de la infancia, confió sin saber de lo que él era capaz. Luego de horas en la reunión con el comité reunimos pruebas planteándolas para todos nosotros y accionamos rápidamente para que se lo llevaran preso mientras el juicio se abre. Nuestro abogado ya está trabajando en ello. —Tomé aire. —Es él el responsable de todas las tragedias que sucedieron aquí. Mientras trabajamos en retomar la dirección nuevamente para accionar de la forma correcta en la que se trabajó siempre, esperaremos al juicio. Nosotros también queremos que se haga justicia. Todas las vidas que aquí se perdieron no son números en los expedientes o archivos. Cada vida que entra aquí es importante para nosotros. Pelearemos por justicia con quien sea necesario.

—¿Puede decirnos su nombre?

No, no podía.

—Albert, Albert Smith. —Respondí, porque no cuidaría su nombre, mucho menos su imagen.

Me di cuenta que lo único que se oía eran las voces de los entrevistadores y la mía. Los protestantes, familias destrozadas, bajaron la guardia y permanecieron en silencio para oírme. Pude ver sus ojos con dolor. Y me sentí culpable, incluso sin siquiera ser la causante de esas vidas robadas.

—Sé que lo que hagamos de ahora en más no cambiará nada en el daño que hoy hay en sus vidas, sé que, aunque se haga justicia o se den respuestas nadie traerá de vuelta las vidas robadas ni se remediará todo lo malo que pudo traerles la estadía en este hospital. —Miré a cada uno de ellos, se veían destrozados. —Anoche mientras estudiaba cada uno de sus nombres con sus expedientes y autopsias no podía entender como existe una persona como él, un humano sin corazón que robó vidas por ambición en un plan descabellado y enfermo que solo logra entender él. Pero juro por ustedes, yo siendo solo la hija sin experiencia de Christian Blosson, que haré hasta lo imposible y daré todo lo mejor de mí para hacer justicia mientras el hospital esté en mis manos. Buscaré sin descanso encarcelar a ese delincuente de por vida y volveré a levantar este lugar, con la mejor atención, acentuaré la seguridad, brindaré el mejor cuidado y todo el amor que siempre ofreció con tanto profesionalismo y dedicación a cada uno que confió en nosotros. Nuestro personal es increíble y estoy completamente orgullosa y agradecida por tenerlos, mientras se les escapaba de las manos la situación con una gestión que solo causaba daño, los médicos, aterrados por lo que sucedía, sumaban horas a su trabajo y se organizaban entre ellos para cuidar de todos los internados y velar por cada vida, aun cuando esto no era parte de su trabajo aun cuando no podían más. —Exhalé. —Les pido, por favor, que todas las denuncias sean dirigidas hacia Albert, nosotros tomaremos todos los castigos en los que debamos responsabilizarnos, pero no queremos que quede libre un asesino si todo recae en nosotros. Les pido perdón una vez más en nombre de mi familia completa... Lo siento muchísimo. Juro que si fuera posible volver el tiempo atrás y remediar todo esto lo haría. No dejen de gritar, no callen sus voces porque es la única forma ser oídos. Si deben permanecer aquí cada día para obtener justicia y la atención necesaria yo los resguardaré. Si me lo permiten seremos un equipo. Todo mi equipo peleará con ustedes. —Sus ojos estaban en mí, miradas ahogadas de lágrimas que desvanecían por sus mejillas. Exhaustos asintieron y en el proceso cayeron los carteles. Perdidos en el dolor miraron el suelo.

<<Cierren este hospital>> <<Muerte al presidente del Hospital>>

<<Queremos respuestas>> <<Queremos justicia>>

<<Este Hospital nos robó las vidas que más amábamos. >>

Cuando quise voltear para irme me detuvieron de nuevo.

—¿Será usted quien tome la presidencia absoluta como herencia luego de la salida de su padre?

Su pregunta me descolocó. Recordé a Harry diciéndomelo y respiré profundo. Un escalofrío me recorrió entera.

Temí, y a su vez sentí ciertos nervios. Por primera vez pensé bien que responder porque no lo sabía.

Cuando miré a Harry él me regaló una pequeña sonrisa tranquila, su mano en mi cintura, la cual guiaba mi camino, me acarició.

Negué.

—No lo sé. —Logré decir. —Quizás sí. —Les sonreí. Y entonces decidimos abrir paso e irnos.

—¿Dejará de ser modelo para estar tras un escritorio? —Oí que preguntó otro hombre, por supuesto no respondí. Noté cierta violencia oculta en una pregunta tan simple.

Finalmente entramos a su auto, dejando atrás a todo ese mar de gente. Harry encendió y lo aceleró con rapidez, desapareciendo de la gran manzana que era el edificio del hospital, me miró con una sonrisa.

—¿No lo sabes? —Se rio con alegría —¿Acaso cambiaste de opinión? Hasta anoche decías que apestaba.

—Y apesta. —Me reí, pero luego negué. —Quizás me sentí bien con esto.

El plan era preparar una cena para ambos en su casa y brindar por el éxito asegurado, pero primero debíamos hacer una parada en el supermercado.

Recorríamos góndolas buscando y agregando cosas al carrito para el día a día de Harry y la cena juntos.

Noté una nueva edición de un perfume que solía usar de pequeña, no me resistí a olerlo. Con placer lo dejé en su lugar, y distraída en mi entorno continué mirando precios y productos. Pierce detrás de mi manejaba el carrito de compras.

—Siempre nos haces llamar tanto la atención. —Lo oí detrás de mí. Volteé.

—¿Disculpa? —Exclamé, llamando más la atención. Sonrió, sin detenerse.

—¿Desfilas para mí?

—Lo hago para todo el mundo, cariño. —Me defendí. Él comenzó a reír, asintiendo. —No estoy desfilando. Además, tu eres el que, en la cotidianidad hasta para ir a un supermercado, luce como empresario que podría ser modelo de Hollywood.

—Luzco como, pero esa eres tú. —Me ofendió. Lo miré indignada, haciéndolo reír.

—¿Te molesta que llame la atención Harry Pierce? —Me crucé de brazos. Él me dio una miradita completa. Negó con calma.

—No, Blosson. Amo que llames la atención. Podría acostumbrarme a esto. —

Sonreí, mirando al frente.

Un pequeño con pasos dubitativos e inseguros, dándonos a saber que hace poco había comenzado a caminar, nos quedó mirando hipnotizado al vernos pasar, derritiéndome. Cuando lo saludé con la mano él me estiró sus bracitos para que lo tomara en brazos, y como no podía hacerlo me acuclillé a su altura. El pequeño bebé tomó mis mejillas balbuceándome, haciéndome reír.

Harry se detuvo sonriendo.

—¿Dónde está tu mamá? —Le hablé, pero el niño muy feliz reía, embobado. En cuanto la nombré una señora apareció frente a mí, arrebatándomelo de las manos para alejarlo como si pudiera yo dañarlo.

—No lo toques. —Me dijo, sosteniéndolo en brazos.

Me reincorporé, molesta. ¿Podía ella perderlo de vista y además ser grosera con quien que era amable con su hijo?

Por supuesto que no.

—Jessica. —Harry me detuvo en cuanto vio mis intenciones. Continuó empujando el carrito y se detuvo a mi lado, deslizando su mano en mi cintura, haciéndome caminar. —Amor. —Lo hice a regañadientes.

Luego de un momento comenzó a reír. No dije nada al respecto, sabía que iba a decirme.

—¿Podrías manejar el carrito por favor mientras voy allí a comprar? —Me señaló la sección de carnes que siempre evité enfrentar.

Asentí, cambiando de lugar.

Permanecí alejada de allí tan solo esperándolo.

Un hombre pasó por mi lado llamando mi atención. Para mi sorpresa se quitó las gafas de sol para observarme completa sin disimulo. Fruncí el ceño manteniéndole la mirada.

—¿Perdiste algo? ¿Tienes algún problema?

—Calma muñeca.

—¡¿Calmarme?! ¿Por qué debería calmare? —

Él se detuvo y me miró con más egocentrismo. Se acercó lo suficiente para enfurecerme.

—Porque si no lo haces ya no te verás tan caliente.

Pierce apareció a mi lado y lo empujó tres metros lejos.

—¿Cuál es tu maldito problema? —Gritó furioso, enfrentándolo sin miedo a pesar de que posiblemente era diez años mayor que él.

Él comenzó a reír, alejándose.

—Los hombres son tan asquerosos. —Una chica se detuvo a mi lado, cruzada de brazos mirando el tipo irse.

—Lo son. —Dijimos con Pierce a la vez. Pierce inspiró profundo.

Mire a la chica. Ella me sonrió.

—Deberían extinguirse.

Harry asintió. Luego, nos miró a ambas.

—Hey. —Ambas comenzamos a reír.

Harry buscó con frustración la carne que tenía el hombre que las vendía y se aproximó a mí, dejando la bolsa en el carrito.

—¡Harry! —Me quejé, viéndolo continuar caminando con el carrito en su poder.

—¿Qué pasa amor? —Me habló tan dulce que suspiré, acercándome.

—No quiero que me defiendas, pierdo poder. —Me quejé, lamentándolo. Él me observó.

—Pero... —Suspiró.

—Creo que ahora puedo sola.

—Sé que si... —Susurró. Me acerqué a sus labios y me besó, luego mi frente. —No tienes por qué soportarlo ni enfrentarlo, si puedo evitarlo, lo haré, Jessica.

Besé su mejilla.

—Lo aprecio, y te lo agradezco.

Las horas se desvanecieron. Terminamos exhaustos.

De camino a su auto me apostó subirme al carrito argumentando que mi valentía no era suficiente porque no me haría divertirme como lo solía hacer solo por estar vestida como "mujer de negocios", y no, no lo hubiera hecho, pero un chocolate estaba en juego, y mi valentía. Así que lo hice, él manejó por todo el estacionamiento conmigo de pie sobre él, la luna en la cima y el sol perdiéndose por completo. Lo peligroso era estar en tacones sobre una superficie que no era plana y segura y en un vestido que perdía su magia llena de poder al verme jugando riendo y gritando como loca.

Cuando quise bajar se enganchó en una de las rendijas y grité del pánico. Estuvimos diez minutos más trabajando en quitarlo de allí sin romperlo. Con Harry, descostillado de las risas. Pero con éxito y aun luciendo intacta por fin llegamos a su departamento.

—Hola Henry. —Saludé a cuya persona abrió la entrada alegre para nosotros, Harry podía con su llave, pero por la cantidad de bolsas que sosteníamos se le complicaba bastante.

—Hola cielo. —Me respondió cálidamente con una sonrisita. —Los vi en televisión. Se veían adorables y muy profesionales. —Señaló su único entretenimiento en una esquina junto a su escritorio con algunos papeles y folletos. —Fue increíble.

Sonreímos.

—Conquista e inspira ¿Verdad? —Soltó una risita. —Alienta a ver más allá de lo que uno con la vista nublada puede. El hospital se caía a pedazos y simplemente ella llegó, hizo su magia y ya tenemos respuestas, el culpable, un juicio y planes nuevos por concretar. —Emitió Harry con una sonrisa mirándome orgulloso.

—Los felicito muchísimo. —Nos sonrió enternecido.

Cuando subimos a su departamento comenzamos a guardar todo lo que habíamos comprado.

—¿Dónde va esto? —Le pregunté distraída señalando lo que había en mi mano. Mi mente estaba tan distraída en todo lo que había sucedido que, con calma a mi alrededor, me sentía abrumada y con mil cosas girando en mi cabeza. No quería decepcionar a tanta gente, esto no se trataba de mí, sino de ellos. ¿Y si me equivocaba? ¿Y si cometía un error?

—Eh... Debería, supongo, que ir en el baño. —Me respondió burlón. —Pero quizás tú sepas de algún otro lugar, ponlo donde lo creas conveniente, confío en tu criterio. —Emitió riendo. Miré mi mano y me encontré con una esponja en forma de pato.

—Talvez lo usarías para lavar la vajilla. —Respondí rápidamente encogiéndome de hombros. —Tampoco es como si fuera común ver a una hombre extremadamente sexi e irresistible bañarse con una esponja en forma de pato. —Discutí llegando al baño.

—¡Hey! No había forma de fuego. —Me gritó desde la cocina. Comencé a reír a carcajadas negando. Es increíble.

Terminé ubicando las demás cosas aprovechando abrir alacenas y hurgar curiosa. Sonreí encontrando cosas de higiene normal, una crema humectante facial, otra corporal, espuma para rasurar y otras cosas. ¿Qué esperaba encontrar? ¿Una poción mágica que le daba el don de su belleza?

Encontré un aceite corporal que mi hizo tomarlo al instante.

—¡Espero no estés hurgando! —Harry apareció de golpe a mi lado dándome un susto de muerte. Él comenzó a reír. —Te conozco tanto Blosson.

—Lo siento. —Exclamé riendo. Él divertido le dio una miradita a lo que tenía en la mano.

—Necesitas explicaciones. —Emitió entonces.

—No las necesito, pero... —Miré la botellita. —Las necesito. —Finalicé riendo junto a él.

—Hace un año atrás... me invitaron a un casamiento en el que tuve bailar en boxer aceitado junto a otros amigos, un show raro que se volvió con el paso de las horas más raro. —Recordó, negando.

Comencé a reír.

—Suena divertido. —Dije entre risas. —Me hubiera gustado ver eso. ¿recuerdas en qué terminó?

Él hizo el esfuerzo.

—No, no lo recuerdo. —Esbozó una mueca.

—Cualquier cosa pudo pasar entonces. —Emití. —No sabía que habías explorado a hombres también.

—¡Jessica! —Exclamó. Comencé a reír. —No lo hice.

—Es lo que interpreto. Estabas rodeado de hombres aceitados.

Me observó reírme de él.

—No creo que lo haya hecho.

—¡Estás dudándolo! —Exclamé soltando una carcajada, frunció el ceño. Intenté abrazarlo, pero se alejó, negando, pero mi risa sin calma terminó por hacerlo reír también.

Terminé de guardar los jabones ordenándolos en la alacena y fui hacia la cocina. Allí lo encontré ordenando otras cosas. Lo abracé desde la espalda y me acurruqué en él. Respiré profundo, sintiendo su perfume. Sonreí mucho.

Él al sentirme tomó mis brazos y me hizo rodear su cuerpo, ubicándome frente a él para abrazarme. Solté una risita con reconfortación.

—¿Lista? —Preguntó al mirarme. Asentí repetidas veces.

—Cuestión... que aquí, la señorita Blosson, dejó el plan brillante para el final. —Comentó divertido, entre risas.

Sonreí con inocencia.

—Debía entrar en el momento exacto, ya sabes para crear el suspenso. —Él pensó en ello entre risas. — "Es aún más grave, para ti, que no me hayas creído una amenaza." —Me imité con las palabras exactas previas a arrojarlo todo, metiéndome en el papel nuevamente. Harry soltó una risa negando.

—Fue muy sexi.

—¿Lo crees? —Le pregunté, riendo.

—Y valiente. —Lo pensó unos instantes. —Explosiva.

—Explosiva. —Susurré.

—Cada vez que lo pienso ese adjetivo te queda cada vez mejor. —Se burló. Me crucé de brazos. —De hecho, si alguien me dice "explosión" instantáneamente pienso en ti. —Exageró, y por mi cara continuó riendo. Me besó.

—Soy muy tranquila.

—Sí, —Sonrió. —Cuando duermes.

Negué, con una sonrisa.

—Bendito suspenso el que hiciste. —Recordó. —Temí que atacaras sin pruebas. Podía pasar... —Al ver mi cara procedió a explicar. —Porque así eres. Impulsiva. Si no hubieras tenido pruebas igual hubieras ido contra él sin cuidado. —Negué, pero ambos sabíamos que era cierto.

—Lo sé, pero lo había pensado bien. —Lo vi remangando su camisa blanca para comenzar a cocinar. Quería advertirle que se la cambiara ya que, probablemente, quedaría cubierta de salsa, pero a la vez se me hacía precioso verlo cocinar vestido así.

—¿Qué sucede? —

—Quítatela. —Le señalé su camisa.

—Calma nena, primero cocinaremos. —Me respondió riendo.

—La mancharás. —Aclaré riendo. Él me dio una sonrisita.

—No te preocupes.

Él buscó algo entre los cajones y extrajo un delantal color negro de tela con palabras referidas a la cocina como diseño esparcidos en la prenda. Me ayudó a vestirlo atándomelo en mi espalda y luego besó mi cuello provocándome cosquillas.

—¡Entonces haremos unos ricos canelones a la Pierce! —Exclamó. Sonreí asintiendo.

Mientras él preparaba los panqueques yo preparaba los rellenos con su supervisión.

Britney Spears sonaba a todo volumen en el SmartTv de la sala, lo que me hacía cantar modelar y bailar.

—Womanizer, woman- Womanizer You're a womanizer, oh, womanizer, oh You're a...—Canté con el cucharón de madera. Al buscar que él continuara la letra lo encontré mirándome con una sonrisa preciosa, avergonzándome. Hundí el cucharon en mi salsa y continué revolviendo haciéndolo reír.

—Que puedo decirte, disfruto de la buena música.

—Disfruto de verte y oírte disfrutar de la buena música. —Sonrió, ahora mirando lo que él cocinaba.

Le hice probar de lo mío. Él se tomó unos segundos en saborear y deliberar.

—Sabes algo... —Un poco nerviosa le indiqué que hablara. —Me alivia que no hayas heredado la mala mano para la cocina como tu madre. —

—¿Eso en un "está rico"? —Le pregunté, él asintió con una sonrisa, y teniendo cuidado con el aceite que ambos habíamos arrojado hace unos minutos al suelo se acercó a obsequiarme un pequeño beso que disfruté.

Con alegría dejé la preparación en el fuego impidiendo que se enfriara. Solo éramos dos y parecía que cocinábamos como para seis.

Quise alcanzar mi celular desde el otro extremo, pero resbalé y afortunadamente me tomo en sus brazos, lo que me hizo reír mucho.

—Juro que no lo hice a propósito. —

—Lo vi venir, ya estaba preparado. —

Coloqué mi mano en mi frente y me arrojé hacia atrás completamente.

—Salvaste mi vida. —Exclamé. Su sonrisa preciosa me hizo sonreír y sus ojos, preciosos y cargados de brillo me hipnotizaron completamente.

—Tú también. —Susurró. Besó mis labios un segundo antes de reincorporarme.

Desconcertada y con mi corazón desbocado tomé sus mejillas y lo miré con firmeza. Respiró profundo, respondiéndome la mirada también.

—Te amo, Pierce. —Susurré. Su mirada era sentir el mundo en mis manos. Y sentirlo hacía mi corazón bombardear más rápido. Era un locura.

—Yo te amo más. —Musitó, con una sonrisa. Me abrazó, acurrucándome contra sí, sosteniéndome.

Luego de unos minutos su celular comenzó a sonar. Él soltando un suspiro bajó el fuego de la hornalla y extrajo el celular para atender.

—Creo que olvidamos algunas personas. —Me mostró la pantalla.

—¿Quién es "molestia"? —Leí en el nombre del contacto.

—¿Quién crees? —Luego de un suspiro atendió. —Lo siento Ethan, olvidé decirte que robé a Jessica. —Me alejé para reírme. —Sí, no te preocupes, luego la llevaré. Sí, sí. Brindar sí. —Abrió el grifo y lavó sus manos sosteniendo su celular con el hombro. —Cenaremos y te la llevo. —Esbozó una mueca de desagrado. —La llevo. —Se corrigió. —Okey, Adiós.

—¿Está molesto? —

—No, solo "hubiésemos ido a festejar con ellos porque estaban esperándonos"—

—Tendríamos que haber avisado. —

—Me dijo que todos nos vieron en la televisión. Tati gritó que nos veíamos adorables y Sol gritó que me soltaras. —Me sonrió.

—Jamás. —Murmuré, enredando mis manos en su cabello para abrazarlo. —Hoy me pedía tu dirección, quería venir a verte. —Harry me soltó de golpe y corrió la poca distancia de nosotros a la hornalla. Suspiró al descubrir un panqueque quemado. Lo vi frustrado unos segundos antes de desecharlo.

—No se la digas, ni porque te canses de ella, quieras quitártela de encima o porque estés enojada conmigo. —Se apresuró a decirme.

—Ni por todo eso lo haría. —Confesé acercándome. Preparamos los panqueques rellenos y los metimos al horno, luego ordenamos la mesa y la preparamos para comer.

Unos pocos minutos luego la cena estaba lista.

—Ojalá mi padre no vea televisión estos días. Espero que hoy no la haya ni prendido. —Hablé, viéndolo sacar los canelones del horno para servir nuestros platos. Él me indicó que me sentara así que lo hice.

—Espero lo mismo. —Sirvió mi plato y luego el suyo. Entonces se sentó junto a mí.

Observé la comida en silencio, lucía deliciosa.

—Estoy orgulloso de ti. —Habló de pronto. Desconcertada lo miré con sorpresa, e insegura negué.

—¿De verdad? —Imposible. —No lo digas por compromiso. —Miré mi plato.

—Estoy orgulloso de ti. —Repitió. —Jamás diría una cosa así por compromiso.

—Jamás lo podría haber hecho sin ti. —Murmuré. Solté el aire. —Me hace sentir muy bien saber que jamás dejaste de confiar en mí. —

—En ti hay muchísimo, Jessica. Eres muy capaz. Jamás dejé de creer en ti. Sabía que darías resultados grandes, eres muy inteligente y muy brillante. —Me sonrió. —No hubiéramos logrado nada si tú no hubieras ido, incluso con todo un directorio preparado. ¿Notaste como el comité completo, incluyéndome, dejamos en tus manos nuestro próximo movimiento y los próximos sin dudarlo? —Me sonrió. Al recordar el momento solté una risa divertida.

—Fue demasiado. Muy arriesgado de su parte dejar tanto poder en manos de una chica de diecisiete.

Él negó en desacuerdo. Comenzamos a comer.

—Debiste decirme lo otro.

—¿Qué automáticamente el hospital quedaba en tus manos? —Asentí.

—Es cierto, lo siento. —Aceptó. —Aun así, si te lo decía probablemente no hubieras decidido hacerlo.

—Probablemente no. —Concordé.

—Me alegra que hayas aceptado. Jessica, lo que hiciste con esa gente... fue precioso. No hubieran calmado si no hubieras aparecido tú a hablarles de la forma que lo hiciste. Cualquiera puede pedir disculpas, pero el tacto y el amor que brindaste en palabras que denotaban verdad y genuinidad los hizo que confiaran en ti al instante. Sin pensar en estrategias o márquetin hablaste con todo tu corazón a familias desoladas y te admiro por eso Jessica. —Sus ojos brillaban, negaba al hablarme, como si no lo creyera. Sonreí mucho, pero terminé suspirando, borrando mi sonrisa al pensar en ellos y en todas esas vidas que se arrebataron.

—Me duele que estén sufriendo. Es tan injusto. —

Él alcanzó mi mano y la acarició.

—Puedes hacer mucho por ellos.

[...]

—Delicioso. —Emitió él deslizando el plato al centro al terminar de comer.

—Lo estaba. —Afirmé riendo. Sentía mi estómago llenísimo. —Harry comí demasiado. —Me quejé.

—Eso es lo divertido de comer. —Me explicó. —Cocinamos como para seis personas. —

—Por eso mismo no sé por qué sentí la necesidad de comer tanto. —Él soltó una risa, asintiendo.

—Lo que sobró lo comerán los chicos. Desaparecerá al instante. —Me sonrió. —¿Cómo estuvo esa resaca? ¿Quedaron secuelas?

Forcé una sonrisa, pero al no lograrla intenté opacarla tomando un sorbo de agua. Todo lo que había soltado en sus palabras me había caído muy mal, pero noté que esa no fue su intención. De hecho, que hablara él de ello debía ser un avance. ¿no?

—Pensar en alcohol me provocan más naucias. —Confesé, afectada. Él negó con desaprobación, pero terminó soltando una risa pequeña. Recordar todo lo que había vomitado me daba asco. El no dijo nada más al respecto y tampoco yo.

—¿Qué sucede? —Me preguntó.

—No, nada. —Negué, dejando con cuidado el vaso frente a mi plato.

—Dime. —Insistió. —¿Es por lo de esa noche? —

Simplemente asentí, él no dijo nada, pero continuó observándome.

—¿Me amas de nuevo porque reivindiqué mis acciones?

—¿Qué? —Me miró desconcertado.

—Oíste bien. No estoy peleándote, es una pregunta, sin confrontación.

—Jamás dejé de amarte. —Respondió borde. —Y no, lo que hiciste hoy no me hace amarte de nuevo ni amarte más. Te amo cada día más, pero por lo que tú eres. Siempre.

—Lo lamento. —Murmuré. —Lamento lo que... hice. Lo que te hice sentir.

—No tengo nada que perdonarte, no me hiciste nada.

—Harry.

—A veces olvido que tienes diecisiete años. Que quieres tomar y divertirte de esa forma porque es, no lo sé, propio de la edad. —

Sus palabras me dejaron descolocada unos instantes. Aquella énfasis a la diferencia de edad me afectó.

—Mi intención jamás fue intentar lastimarte, no lo hice por diversión, Harry, y tampoco en plan quiero seducir chicos o festejar una soltería desnudándome en público, pero entiendo por qué te lastimé y por eso me duele. Porque, aunque no te haya hecho nada a ti, hice mucho que te lastimó y me afectó mucho a mí también.

—¿Y por qué lo hiciste? —Me preguntó. Recargó su espalda en el respaldo, observándome.

Tomé una gran inhalación. No podía ya hablar del tema. Ya no podía aceptar en voz alta que fui lo suficientemente estúpida insegura y manipulable como para dejar que dos chicas me hicieran hacer lo que ellas quisieran.

—No quiero hablar de ello. —Mascullé. El enarcó ambas cejas con sorpresa. Tanto había pedido hablar y explicarlo y ahora lo evadía. Asintió, respetándomelo, pero mirándome. Y no dejó de hacerlo. —Porque quería, Harry. —Solté molesta, aunque no fuera cierto.

Y su mirada no cambió. Era eso lo que él pensaba, no le afectaba que dijera lo que ya suponía.

—Bueno... yo lamento haberte dicho cosas que no tendría que jamás haberlas dicho. Lamento haberte herido. Lo que hiciste no te hace menos mejor persona, ni menos mujer, no eres nada de lo que dije. Solo... eres una chica... irresponsable a veces. Y explosiva siempre. —Solté una pequeña risita involuntaria. —Que no estoy acostumbrado a tratar. Lamento haber dicho tantas cosas.

—No tienes que lamentar algo que sigues creyendo. —Solté sin miedo. Él frunció el ceño. Intentó hablar, pero yo no había terminado. —Porque en tus ojos puedo ver que aún te afecta y te duele y que todo lo que dijiste esa noche es algo que aún mantienes, pero con la cabeza en fría jamás volverías a decírmelas. —

—Te equivocas. —Me miró serio, en desacuerdo. —Por supuesto me afectó y si lo pienso demasiado continúa afectándome, porque Jessica, mantengo una relación contigo y estuve a punto de verte desnuda frente a cientos de personas. —Bajé la mirada y cuando lo hice él se reincorporó para acercarse más a la mesa y a mí. —pero el concepto que tengo de ti desde que comencé a amarte jamás cambió. No pienso nada de lo que dije esa noche. No dejé de confiar en ti, tampoco dejé de amarte, no dejé de creer en ti como persona, y que hayas hecho esto por el hospital y tu familia, no fue lo que me trajo de vuelta a tus brazos, porque en realidad yo jamás me fui de ti, te amo y no dejé de amarte ni un segundo. Y por eso que te amaba es porque me dolía. Necesitaba pensarlo, Jessica.

Respiré profundo, presionando mi estómago.

—No estoy reclamándote. —Murmuré.

—Sé que no, pero necesito decírtelo. —Asentí. Me puse de pie para levantar las cosas de la mesa y él suspiró pesadamente. Me tomó del brazo e hizo que cayera encima de él sobre sus piernas. Busqué sus ojos. Su mirada al encontrarme me dio calma.

—Yo me olvidaré de esa parte de la noche. Quiero que tú también lo hagas, Jessica. —Sus ojos me mostraron dureza, y confianza.

Asentí sin pensarlo, bajé mi boca a la suya y lo besé. Me ubiqué a ahorcadas para besarlo mejor. Sus manos subieron a mi cintura atrayéndome hacia él. Mi corazón latía con fuerzas. Me sentí aliviada y completa otra vez.

Tomó mis mejillas para alejarme y mirarme a los ojos.

—Y también te amo. —Murmuró, finalmente a todos mis "Te amo" durante estos días. Sonreí. Él me besó nuevamente. Mi corazón estaba desbocado, latía con fuerzas, como si estuviera sosteniendo lo que más amaba en la tierra. Y justamente eso es lo que tenía.

El mundo entero.

Lo había extrañado más de lo que podía confesar y admitir. Su amor me había traído a la vida.

—Te extrañé demasiado. —Soltó en mis labios. Solté una carcajada, haciéndolo detenerse y mirarme sorprendido, pero como continué riendo, él soltó pequeñas risas divertidas.

—¿Qué es tan gracioso?

—Comienzo a creer con más seguridad que lees mi mente. Podrías darme un poco de privacidad. —Él comenzó a reír. Besó mi frente.

—Lamento haberte hecho llorar tanto. —Emitió de pronto como si lo hubiera tenido atascado en la garganta. —De verdad yo no...

Miré la pared, y al recordarlo asentí. 

—Lo merecía. 

—No, no es así. 

—Es cierto, fuiste muy insensible con esta hormonal e irresponsable chica que tienes. 

Riendo me abrazó. 

—Dije cosas horribles. —Murmuró con su boca en su cuello, no lo hubiera entendido si no supiera de qué estábamos hablando.

—Ya basta Harry. —Emití. Lo hice que me mirara. Sujeté sus mejillas. —Esta bien. Estamos bien. —Cerró sus ojos unos instantes y asintió, liberando un suspiro. —No te puedes sentir culpable luego de que me hablaste tan duramente como me encanta, no te retractes. —Bromeé.

Él estalló en risas. 

—¿Te encanta más que te hablé "duramente" en vez de como suelo hablarte?

—No, tampoco tanto. —lo señalé riendo. 

Buscó mis labios y me besó, tanto que mis labios se durmieron, aquella sensación vibrante. Su boca bajó a la piel de mi cuello y yo presioné mis ojos, presa por la sensación que me causaba.

Sus manos firmes en mi cintura bajaron y me sentí perdida.

Quizás demasiado. Su boca, enlazada y jugando con la mía.

—Quédate conmigo esta noche. —Susurró contra mi boca. Sentí mi estómago gritar.

Me llené de emociones antes de asentir, completamente segura. Su sonrisa se intensificó.

Nada podía arruinarlo, me sentía completamente radiante. Me sentía bien. Más que bien.

Pero entonces sucedió. La burbuja se rompió; un celular comenzó a sonar. Pensé que en realidad se había tardado bastante. El mío era imposible al estar destrozado en casa. Me alejé un momento de su boca, él me miró desorientado sin comprender hasta que notó nuestro alrededor y miró el objeto sobre la mesa sonar sin descanso.

—Solo déjalo. —Me dijo, pero podía ser Ethan, quizás diciéndole que pronto volveríamos estaríamos mejor. Pero tampoco fue así. Al tomar ese celular vi el nombre de Catherine en la pantalla. Mi cuerpo cayó a la realidad abruptamente, enfriándome por completo.

El al notarme soltó aire con cansancio, frustrado. Se lo extendí con calma.

Me puse de pie bajándome de él y supe que lo lamentó aún más. Arreglé mi vestido.

Esa mujer sí que sabía cuándo interrumpir.

—Catherine. —Intentó calmar su voz. Estaba agitado. Alejó un poco el teléfono para respirar mejor. —Si... Yo... —Me alejé esta vez yo. No tenía ganas de oír ni de descifrar nada. Me dirigí hacia el living. Un juego de sillones, un Smart, equipo de música, una consola de juegos de sus amigos, películas y libros.

Básicamente me leí la sinopsis de siete libros.

Luego compraría; Ultima hora, Donde puedes volar, Gritar no daña, escalofríos, y Fuego.

Saqué otro libro con una mujer de negro en la tapa, la mostraban a ella de espaldas, sosteniendo una rosa detrás de ella para el público, también negra. Al tocarla noté un relieve precioso.

—Lo siento, amor, por favor perdóname. —Lo oí a mis espaldas, haciendo que volteara, pero tan solo volví a los libros para dejar el de mi mano en su lugar mientras él se acercaba. —Sé que lo arruiné de nuevo, sé esto se volvió tedioso, que la detestas que te hace sentir mal y que quieres saber quién es...—Lo callé con un beso, rodeando su cuello con mis brazos. Pero cuando creí que se aliviaría vi más angustia en él.

—Me tengo que ir. —Soltó en susurro.

Lo solté de golpe, mirándolo, sin saber de verdad como actuar. Lamentablemente seguía produciéndose algo en mi realmente desagradable cuando decía aquellas palabras luego de su llamado por más que intentara que no fuera así. Ni siquiera podía fingirlo.

23:07 hs. Casi era medianoche y tenía que irse con ella.

—Okey. —Asentí, tomando distancia y mordiéndome el labio. —De igual manera ya debo ir a casa. —Reconocí finalmente.

Sus hermosos ojos, verdes y sinceros mostraban dolor, quizás los míos también, pero no quise lamentarlo más. Tomé mis cosas le extendí su abrigo y esperé a que saliéramos.

—De verdad lo siento. —Susurró, dentro del ascensor a punto de irnos luego de que planeamos pasar la noche juntos, sí, también yo lo sentía.

—Habrá una próxima vez... —Le sonreí. —Estoy bien, no te preocupes. Te amo con mi vida. ¿Lo sabes? —Me acerqué para que me abrazara y quitara ese malestar en mí. Lo hizo y también besó mi frente con cariño.

—Yo mucho más, nena. —Murmuró. —Eres tú la única persona que amo ¿Aun sigue eso claro verdad?

—Como el agua. —Mentí sonriendo para así acurrucarme en él. 

[...]

—Fue un triunfo. —Me reí luego de terminar de contar todo, ellos nos prestaban atención animados, y alegres.

Harry haría algunas escenas, comentaría, reiría por unos momentos y luego se iría.

—Se veían tan profesionales. —Sonrió Tati. —Y es que, por dios, desbordaban tanto poder, tanta seguridad que era... impresionante.

—Imagínala en esa reunión. —Presumió Harry haciéndome sonreír.

—Aun no creó lo de Albert Jessi... Él es muy peligroso, siempre fingió entre nosotros. Pudo hacernos daño. —Expuso Bruno de pronto. —Te arriesgaste demasiado.

—Debemos cuidarnos aún. —Tomé otro sorbo de champaña. —No puedo dejar que salga de ahí, si lo liberan sin cargos nos hará la vida imposible y es muy muy peligroso. —Tati abrazó a Bruno y él aun pensativo la rodeó con sus brazos.

—Debo irme... Mañana volveré. —Se puso de pie Harry. Era aún más tarde. Ni siquiera lo miré.

—¿Mañana podemos salir juntos a dar un paseo? —Habló Sol por primera vez luego de una extensa platica sin sus comentarios.

—No creo poder Sol, lo siento mucho. —Tomó sus cosas y se acercó a mí para darme un beso en la frente como despedida. Al ver que Lou esperaba el suyo también lo hizo  con ella, pero al voltear Sol lo miraba esperanzada, y destrozada. Me molesté. Harry volvió e hizo lo mismo con ella luego de un suspiro.

Allí entendí su sentimiento cuando él me decía que todo lo que lograba tener de mi Ethan lo disfrutaba también.

Mi prima sonrió feliz.

Harry saludó en general al resto, mencionó que procuráramos activar la seguridad, que nos cuidáramos y no sé cuántas cosas más. La estábamos pasando tan bien. Pero tenía que irse.

—Mándale mis saludos a Catherine. —Le dije solo para él cuando pasó por mi lado, pero lo hice más fuerte de lo que pretendí. Él se detuvo en el camino y volteó hacia mí. Bajé la mirada, dejándome caer completamente en el sofá.

—¿Quién es ella? —Exclamó Sol mirándome. —¿Es su novia? —

Harry sin más se fue, sin comentarios y sin nada. La mirada de mi amiga estaba en mí, sin poder creer lo que oía. Sol corrió hacia la habitación. Y mi hermano pareció seguir a Pierce.

—Lo hiciste increíble hoy. No tendría que haber dudado de ti. —Se burló Ethan. Solté una risa golpeado su pierna. Lou y él se marcharon a la cama.

—¿De nuevo se fue con ella? —Se dejó caer a mi lado mi amiga, estando solas. Me limité a asentir. —Bueno... pero ya te perdonó ¿No es así? —Me preguntó esperanzada. —Se veían hermosos esta tarde y pasaron tiempo juntos a solas. ¿Cómo estuvo eso?

—En realidad... Estoy feliz. —Sonreí. —Por absolutamente todo. Y no... no dejaré que Catherine arruine lo que siento. —

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