ARDER EN LIBERTAD

Oleh ElizabethBermudez156

219K 9.7K 475

"Besar su piel me sabía a vida, en sus manos alcanzar el cielo y encontrar libertad." Jessica Giovanna Blosso... Lebih Banyak

DEDICATORIA.
UNO.
DOS.
TRES.
CUATRO.
CINCO.
SEIS.
SIETE.
OCHO.
NUEVE.
DIEZ.
ONCE.
DOCE.
TRECE.
CATORCE.
QUINCE.
DIECISEÍS.
DIECISIETE.
DIECIOCHO.
DIECINUEVE
VEINTE.
VEINTIUNO.
VEINTITRES.
VEINTICUATRO.
VEINTICINCO.
VEINTISEIS.
VEINTISIETE.
VEINTIOCHO.
VEINTINUEVE.
TREINTA.
TREINTA Y UNO.
TREINTA Y DOS.
TREINTA Y TRES.
TREINTA Y CUATRO.
TREINTA Y CINCO.
TREINTA Y SEIS.
TREINTA Y SIETE.
TREINTA Y OCHO.
TREINTA Y NUEVE.
CUARENTA.
CUARENTA Y UNO.
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES.
CUARENTA Y CUATRO.
CUARENTA Y CINCO.
CUARENTA Y SEIS.
CUARENTA Y SIETE.
CUARENTA Y OCHO.
CUARENTA Y NUEVE.
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO.
CINCUENTA Y DOS.
CINCUENTA Y TRES.
CINCUENTA Y CUATRO.
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS.
CINCUENTA Y SIETE.
CINCUENTA Y OCHO.
CINCUENTA Y NUEVE.
SESENTA.
SESENTA Y UNO.
SESENTA Y DOS.
SESENTA Y TRES.
SESENTA Y CUATRO.
SESENTA Y CINCO.
SESENTA Y SEIS.
SESENTA Y SIETE.
SESENTA Y OCHO.
SESENTA Y NUEVE.
SETENTA.
SETENTA Y UNO.
SETENTA Y DOS.
SETENTA Y TRES.
SETENTA Y CUATRO.
SETENTA Y CINCO.
SETENTA Y SEIS.
SETENTA Y SIETE.
SETENTA Y OCHO.
SETENTA Y NUEVE.
OCHENTA.
OCHENTA Y UNO.
OCHENTA Y DOS.
OCHENTA Y TRES.
OCHENTA Y CUATRO.
PENÚLTIMO CAPÍTULO.
ULTIMO CAPÍTULO.
EPILOGO.
Agradecimientos y Nueva temporada!

VEINTIDOS.

2.6K 119 2
Oleh ElizabethBermudez156

Una semana se fue volando desde mi ataque de pánico, desde mi encierro.

No volví a salir de mi habitación mientras ellos estuvieran en casa porque todo continuaba siendo duro, frío y hostil. Cuando lo intenté todo se seguía sintiendo horrible al estar cerca de ellos, necesitaba alejarme, necesitaba que sus miradas dejasen de tener tanta furia al mirarme. Ya no quería sentirme insegura con cada paso que daba y necesitaba recuperarme antes de salir al mundo exterior otra vez. Sin embargo, encerrada entre paredes mi inseguridad comía mi alma, peor que antes, pensaba más y suponía de más. Mi mente se llenó de preguntas, de respuestas creadas por mí misma sin saber si eran ciertas o no.

William estaba también ahí, persistía y molestaba, estaba ahí para hacerme sentir peor, para hacerme creer que todo lo que sucedió había sido mi culpa, recordaba a su vez a mis amigas repitiéndome mil veces y obligándome a que repitiera que no lo era, que jamás dejara ganar esa parte de mí, pero entonces ahora me completaba, me consumía completamente.

Mis hermanos venían a distraerme y pasar el tiempo seguido, me hacían distraer de la lucha conmigo misma. A veces Lou venía a contarme chismes que oía en la sala, o lo que decían de mí, otras veces Bruno venía con preguntas que parecían dichas por un robot, automatizadas por mis padres.

Intenté arreglar mi mente, fallé muchas veces, pero puse sobre la cama quien soy ahora y quien quiero ser, retomé cosas que me gustaban, como libros olvidados de mi biblioteca y reparé muchas de las cosas que había roto sin querer hace una semana, también hice una gran limpieza y boté a la basura muchas cosas. Muchísimas, a decir verdad.

Ethan entró a mi vida. Agendé al moreno de la comisaría como tal y desde entonces cuando se me ocurrió escribirle hizo mis días más llevaderos, él era realmente gracioso y muy maduro para tener veintidós años, también, me hizo comprender muchas cosas, a excepción del hecho de estar encerrada, él dice que de este modo no gano nada, pero siento que tampoco pierdo mucho.

También aseguré mi teoría de que es muy atento y muy dulce, pero si no tuviera en la cabeza a la persona que me consumía día y noche, quizás hubiera sentido algo.

Porque si de algo estaba segura era que aun cuando lo intenté veces incontables, Harry Pierce estaba allí en mi mente, recordaba sus besos, sus manos en mí y sus palabras cargadas de amor. Y aun así no podía si quiera mandarle un breve mensaje con solo una línea. Me acobardaba de una manera descomensurada.

—Jessica ¿Estás ahí? Oh, Claro que estás ahí. ¿Puedes abrirme la puerta? Claro que puedes. ¿Quieres dejarme pasar por favor? —La voz de Lou sonó tras la puerta. Sonriendo me puse de pie para abrirle.

—Estaba abierto, pasa. —Le sonreí.

—¿Quieres que te traiga el almuerzo?

—No, cariño, no tengo hambre aún.

—Mamá dice que deberías dejar de escaparte de los problemas. —Mencionó y oír eso me hizo dar un respingo. La miré, sin saber que decirle. —Se irán en horas, entonces puedes bajar a buscar algo.

—Lo sé, no te preocupes, ve a comer.

—De acuerdo. —Me dijo insegura. —Te amo.

—Te amo más. —Canturreé mientras la veía irse. Mi teléfono sobre la cama comenzó a sonar, al tomarlo sonreí, arrojándome a la cama.

—Buen día, bonita. —Me saludó alegre el moreno. —¿Aun no sales a la vida? —

—¿A caso estas presionándome?

—Sí, la verdad sí. —Confesó. —Quiero que salgamos a... ¿tomar algo? ¿Caminar?

—No estoy lista.

—¿Y qué estás esperando?

—No lo sé, ¿de pronto sentirme mejor?

—¿Sentirte mejor de la nada? ¿Te refieres a no hacer nada para que esto cambie y que cambie mágicamente? —Miré mi alrededor, y ante mi silencio él soltó una risita.

—Pues sí, es exactamente lo que necesito y lo que estoy esperando.

—¿Sabes qué? Tus padres pueden estar hablando mal de ti a tus espaldas y no puedes defenderte de esta forma. —Sonreí.

—Sé que eso sucede, pero yo no tengo como defenderme. Defenderme es crear discusiones, defenderme es crear caos. Y ya no quiero eso.

—Cuando menos lo imagines, sentirás las ganas nuevamente.

—Espero que sí. —Sonreí un poco.

—No todo es tan malo, Jessica. —Mencionó luego de unos segundos. —¿Por qué no haces una lista de lo mejor que hay en tu vida?

—Lo haré.

—Genial. Llámame cuando la termines.

Y la hice, y Harry vino a mi mente, su nombre quedó en el aire y terminé escribiéndolo. Porque, aunque estuviera enamorada de él me había ayudado muchísimo.

Tomé mi celular y lo busqué entre los contactos, y de nuevo por séptima vez en la semana intenté llamarlo. Esperé un segundo, luego dos, con mi corazón desbocado, Y corté.

Solté un quejido frustrado. ¡Por dios, no podía hacerlo!

Intenté distraerme poniendo música, pero el deseo de llamarlo y hablar de una vez por todas estaba ahí.

Y entonces me cargué de valentía y lo hice. Lo llamé, puse en alta voz y arrojé el teléfono a la cama lejos de mí, impidiendo que cortara antes de que él atendiera.

Cuando atendió me arrojé sobre él con el corazón en la boca y quité el altavoz, con mis manos temblorosas.

Oí un silencio, y luego su voz.

—¿Hola? —La voz quedó atascada en mi garganta, no pude responder. —Una semana, Jessica, te tomaste una semana en dignarte a llamarme. —Recriminó soltando una risita. —Fue mucho para mí, ahora dime. ¿Qué hiciste conmigo? —

Liberé una risita estúpida.

—¿Cómo sabías que era yo? —

—No lo sé. —Sonaba alegre. —Deseaba que fueras tú. Pensé en pedirle tu número a Bruno, pero ese no era nuestro trato. Creí que me extrañarías más rápido.

—¿El de no insistir si yo no cedía? —Pregunté divertida. —Porque estoy llamándote, creo que ya comienza a perder fuerza. —Confesé.

—Entonces solo llamaste porque me extrañas. —Pude jurar que sonreía, incluso lucía como si estuviera coqueteándome.

—Si. —Confesé. —Quise hacerlo desde hace mucho.

—¿Y qué te impidió hacerlo?

—Uhm... Toda yo. —Murmuré. —He tenido muchas cosas en la cabeza, algunas mucho más claras y otras más... confusas.

—Comencemos por las que tienes claras. —Propuso. Sonreí.

—Tú. —Confesé. —Por más que intente no sentir esto parece que cada vez se hace más... fuerte.

—¿Sí? —Realmente estaba segura que sonreía, y de la forma que me derretía. —Me alegra oír eso.

—Yo no sé cómo sentirme al respecto. —Solté una risita que también lo hizo reír. Me sentía como una niña.

—Deberías dejar de luchar contra lo que sientes. —Aconsejó, divertido.

—De que tanto te ríes. —Manifesté contagiada por su risa.

—De ti. —Su voz sonaba extraordinariamente feliz.

—¿Por qué? —Sabía por qué. Me había oído.

—Porque me encanta oírte, amo oírte sentirte de esta manera cuando yo me siento de la misma forma. Solo que yo, por primera vez, lo tuve más claro.

—Tienes que entenderme, jamás me sucedió esto. —Intervine. Él hizo silencio.

—¿Nunca te enamoraste?

—Si te refieres a esto como amor que resulta ser inexplicable, no, Harry. Nunca sentí esto. —Sonreí, negando.

—Lo inexplicable se vuelve aún más hermoso de disfrutar, Jessica.

Miré el techo iluminado por el sol entrando por la ventana.

—¿Cuándo comenzó todo esto? —Reí, negando incrédula.

—Bueno... —Pierce suspiró. —Esa noche cuando sabía que debía dejarte ir, y no estaba haciéndolo por egoísta, y no justamente por tu padre. —Confesó, haciéndome soltar una carcajada.

—Me alegra saber eso porque entonces gané.

—Sí, perdí contra ti, Blosson. —Su voz me hizo sonreír. —No pude pasar por alto tus encantos. Los que usaste cruelmente porque sabes que tienes. —Respondió. Comencé a reír, negando.

—Tampoco quería que me dejaras ir. —Él soltó una exhalación exagerada.

—Me lo hubieras dicho y los dos felices. —

—¿Y que tú ganaras? —Inquirí, riendo. —No lo creo.

—Muy tú. —Emitió, riendo. —Cuando casi te beso... —Sus palabas suaves y lentas me llevaron a ese instante, mi corazón vibró de felicidad al saber que realmente no lo había imaginado. Él realmente sintió ganas de besarme. Me recordé en el rincón contra la pared en la oscuridad, sus labios a un centímetro de mi piel, subiendo hasta humedecer los míos con su aliento. —Creí que había perdido la cabeza.

—Yo creo que sí la perdiste. Esto es una locura, ¿no lo crees? —

—Lo creo. —Aseguró.

—¿Y aun así sigues seguro de que me quieres a mí? —Mi voz salió insegura.

—Ajá.

—¿Me quieres bien? Porque si solo quieres... probar algo nuevo conmigo... sería algo genial que me lo dijeras antes así no involucro mi corazón. 

—¿No lo involucraste ya, Blosson? —Preguntó divertido.

—No, claro que no. —Mentí, haciéndolo reír. —Pues eso no te incumbe. —Me defendí.

—¿Cómo podría no incumbirme? —Comenzó a reír. Cerré mis ojos. Inspiró profundo. —¿Tú estarías de acuerdo en tener algo conmigo sin involucrar tu corazón? —Su voz hizo mi estómago estrujarse. Tragué saliva. Mordí mis labios y los humedecí, soltándolos.

—Creo que me encantaría... probar cualquier cosa que venga de ti. —Confesé, aunque sonaban mis palabras muy prometedoras era cierto. Lo oí respirar profundo una vez más.

—¿No le temes a una relación así, Blosson? —Su pregunta me hizo pensar.

—Sí. —Confesé. —Porque sé que inevitablemente, tarde o temprano, terminaré amándote. —Mis palabras fuera de mi boca, expuestas, traían cada vez más peso.

—Amándome.... —Su voz sonó suave, más de la normal, como si probara mis palabras en su boca. —Creo que soy el que fue más lejos en esta relación. —Ahogué todo tipo de exclamación.

Tomé aire, entrecortadamente.

Presioné mis ojos, oyendo su respiración calma y tranquila.

—¿Prometes que no me lastimarás a propósito? —Solté de pronto, con mi corazón latiendo sin control. Su silencio de nuevo.

—Prometo... —Sus palabras quedaron en el aire, dejándome ansiosa. —Prometo dejarte libre, nena. —Me reincorporé en la cama, procesando sus palabras.

—¿A qué te refieres, Harry?

Aguardó silencio un momento. 

—Me refiero que... lo que siento por ti debería... detenerse. —

Mi pecho se comprimió.

—¿Detenerse? —Mi voz salió débil. —Harry... —Negué, confundida.

—¿Qué sucedió? —Inquirí, angustiada. —¿Qué te hizo cambiar de opinión tan rápido? ¿dije algo mal, algo incorrecto?

—El comenzar a actuar contigo como si fuera posible una relación. —Presioné las sábanas en mi mano formando un puño con ellas. —No voy a arrastrarte conmigo a lo que yo siento.

—No eres el único que siente esto.

—Aún eres...

—¿Pequeña? ¿Inmadura? —Mis palabras salieron cargadas de odio, de angustia a su vez, porque no podía evitar sentirme dolida.

—Si. —Y mi corazón se rompió. Sin comenzar nada rompió mi corazón, haciéndome saber que ya estaba completamente enamorada de él, aunque lo negara, aunque no quisiera. —Estoy viendo a alguien más.

Tomé una bocanada de aire de golpe.

Suspiré, abriendo mis ojos.

—Bien, —Liberé. —Gracias por frenarme a tiempo, porque juro que estaba renunciando a todo por ti. —Mi voz salió débil e inestable en las últimas palabras, aunque intenté lucir fuerte y cargar mis palabras de seguridad no pude... —Procura no pensar en mi cuando estés con ella. —Le dije, siendo impulsiva inmadura y pequeña. Al cortar arrojé el teléfono lejos, rompiendo en llanto.

Llevé mis manos a mi pecho y respiré, pero no pude evitar llorar más y más, sintiéndome presa por no poder dejar de sentir el dolor que ahora me ahogaba. 

Haberlo considerado un cuento de Hadas fue una estupidez. Era imposible. Desearlo era idiota.

Mi teléfono comenzó a sonar sin cesar, quien fuera que sea no podía contestar. Lloré aún más cuando vi que era él, haciéndome sentir insegura y perdida. No quería oírlo, ni siquiera sabía lo que tenía que decirme, pero no quería oírlo. Temía incluso de lo que pudiera llegar a decir, temía que pudiera lastimarme más. Lo apagué.

Llorar por él dañaba mi orgullo, dañaba lo que era yo como la persona que quería convertirse en independiente sin tener que depender de un hombre, pero sencillamente dolía, mucho. Porque el amor es una maldita mierda, porque cuando confías en alguien lo que menos esperas es que te lastime, con esa intención abrupta de hacerlo. El amor es la vulnerabilidad más grande que tienen los humanos, aunque seas fuerte siempre dolerá, y ahora, cuando no me sentía del todo fuerte, se sentía como quemaba dentro de mi pecho y ardía en toda mi piel.

Harry había apaciguado cada dolor de mi corazón, había calmado mis tormentas y las había vuelto serenas, calmó el océano arrasador que traía dentro mío. ¿Y entonces, que hacía ahora si era él quien había roto mi corazón?

Tomé aire y cerré mis ojos, pero incluso, cuando lo hice, él estaba ahí, besándome de esa manera que hacía detener mi corazón y creaba la mágica sensación de creer con todas mis fuerzas que lo que sentía era real y que él sentía lo mismo que yo.

¿Los besos, las caricias, también pueden engañarte? ¿Un beso puede fingir amor?

Me enojé conmigo misma por ser tan frágil frente a él, por permitir que entrara en mí tan fácil. Me puse de pie, buscando el aire que entraba por la ventana, vi que ya estaba sola, que mis padres ya se habían ido.

Y que estaba jodidamente sola.

Mi pecho dolía. Respiré profundo, limpiando las últimas, o eso quería, lágrimas que caían sin ser frenadas.

Me detuve frente a mi espejo y me miré. Observé mi reflejo, la forma de mi cuerpo, mi piel, mi rostro, mis ojos, rojos y ahora hinchados al igual que mis labios. Odiaba verme de esa manera, odiaba hacerme eso a mí misma. Me estaba dañando sola.

Recogí mi cabello, acercándome.

Mis pestañas mojadas me mostraban la vulnerabilidad de mi mirada, no quería esta Jessica, no quería que esta Jessica se enfrentara al exterior nunca más.

La angustia estaba ahí, en mi garganta, pero no me permití llorar más, sostuve mi mirada obligándome a respirar y calmarme sola, apaciguar la maldita tormenta sola.

Otras lágrimas cayeron y las arranqué.

—No. —Me dije. —No caerás de nuevo. No por él. —Me obligué, señalándome. Entonces volví a la cama, recostándome y cubriéndome, cerrando mis ojos y concentrándome en sentir lo que sentía, pero notar cuando calmaba.

Tras minutos en silencio, con mi corazón roto, tras minutos de angustia, la puerta fue golpeada.

—¿Jessica estas despierta? —Era Bruno. —Harry esta abajo y quiere subir a verte. ¿Le digo que pase? —Tragué un llanto que quiso salir de pronto con mi boca. Me reincorporé, negando desenfrenadamente.

No podía estar haciéndome esto. ¿Estaba jugando conmigo?

Respiré profundo hasta que mi voz salió firme y segura.

—No. No quiero. —Solté. Arranqué mis lágrimas. No lloraría de nuevo. No lo vería de nuevo, o por lo menos, no dejaría que entrara a mi habitación para disculparse por herirme, porque sabía que es lo que él necesitaba, y no aceptaría, porque me enfurecía y no podría mirar sus ojos sin sentirme humillada.

—¿Estas llorando? —Me preguntó de pronto, molesto.

—No, Bruno. Dile que se largue de aquí. —Forcé mi mejor voz.

—Estoy segura que esto es por él, maldita sea. ¡Lo mato y vengo por ti! —Exclamó furioso alejándose de la puerta. Me dejé caer en la cama, mirando el techo. No lo mataría, pero con suerte lo alejaría de mi lo suficiente, y sin papá podría él echarlo de casa.

Respiré profundo reiteradas veces manteniendo la calma.

—Jessica, ábreme... —Su voz, aquella que tanto amaba sonaba tranquila, incluso dura.

¡¿Con qué cara?!

Mi corazón latía desbocado. Me sentía condenadamente molesta.

—Lárgate de aquí Pierce. —Le grité.

—Necesito que me escuches. —Mi celular se estrelló contra la puerta, dándole mi respuesta y atándome a la cama, rehusada completamente a abrirle. Hubo una pausa antes de oírlo hablar otra vez.

—Nena... por favor. —Pidió, y por lo mal que lo oí supe que estaba arrepentido. Pierce no era malo, siempre buscó mi bienestar, estaba segura que el haberme hecho esto iba en contra de sus propias intenciones, y es que, en realidad si él estaba intentando una relación con alguien más lo mejor era haberme apartado dejando las cosas claras. Pero lo que yo no perdonaba era el hacerme creer que todo lo que él sentía por mí era amor, cuando no era así.

—¡¿Porque haces esto?! —Grité, furiosa y dolida.

—Vete, Harry. Hazlo ahora porque de otra forma ella no podrá verte la maldita cara nunca más. Vete de aquí, o llamaré a papá.

Abrí la boca, oyéndolo. Me puse de pie, acercándome a la puerta silenciosamente. Me recargué en la puerta con sigilo.

—Llámalo. —Lo enfrentó con calma.  —Hazlo y le diré lo que siento por su hija. —

—¡¿Qué diablos pasa contigo?! ¿Acaso quieres matarlo de un infarto? —Escupió él con exasperación.

—Necesito hablar con Jessica. —

Abrí la puerta, furiosa. Él me enfrentó con la mirada y no pude sostenerla, aun cuando quería abofetearlo.

Me aparté, siéndome insoportable la cercanía. Me recargué en el marco de la entrada.

—Aquí me tienes. Habla rápido, porque todo lo que dijiste lo entendí bien, no necesitabas decírmelo en la cara, ni disculparte por nada. —Aunque sonaba dura, digna de mi propio orgullo, me veía fatal, el espejo evidenciaba que había estado llorando.

Él avanzó un paso y me sentí furiosa por hacerme retroceder, él le cerró la puerta a Bruno en la cara, con nosotros adentro.

Concentré mi mirada afuera, en el árbol bellísimo que conservaba muchos años, lo único natural en una vida materialista.

Lo sentí acercarse y mi respiración se entrecortó.

—Aléjate. —Me obligué a decir, sin poder mirarlo. Noté sus intenciones de acercarse más y tocarme, pero lo detuve, furiosa, visiblemente, pero por dentro todo en mi dolía. —¡No necesitas tocarme, Pierce, estoy aquí, dime lo que quieras decir! —Se detuvo al instante.

Bajó su mano y me observó con sigilo. Humedeció sus labios, tan solo mirándome, analizándome y me exasperó que lo hiciera. Me veía como si fuera una bomba a punto de estallar contra él.

Me crucé de brazos, mirándolo con fuerza.

—¡¿Por qué me miras de esa forma?! —

Él abrió la boca y luego la cerró, pero entonces habló.

—Temo que arremetas contra mí. —

—Es lo que haré, Pierce. —Le di a saber.

Él sonrió un poco, negando con incredulidad mientras me observaba.

—¿Por qué ríes? ¿Qué encuentras gracioso? —

—Que incluso me gustes de esta forma. —Dio un paso más.

Me hizo mirarlo, es decir, sostenerle la mirada, con su mano en mi mentón subiendo hasta mi mejilla para darme una caricia con el dorso de su mano. Tomé su mano y la bajé.

—¿A qué juegas, Harry? —Le pregunté disgustada, e incluso cansada. —¿Qué pretendes hacer conmigo? ¿Eres esa clase de chico que no ama a alguien, pero quiere que todas lo amen a él y no deja que se alejen? Dime, porque creo que no te conozco. —Él inspiró aire. —Creí que era real... Que para ti era importante, en serio, pero como lo sospeché, solo... querías... —Bajé la mirada.

—No, Jessica. Yo...

—¿No quieres tener sexo conmigo? —Mi pregunta, mal formulada lo descolocó, y maldita sea, me avergonzó. Enarcó sus cejas, negó con la cabeza, luego asintió, luego abrió la boca sin saber que diablos decir.

—Uhm.... Si, pero, es decir... —

—Solo querías follarme...

—No digas eso.

—¡Estoy dejando las cosas claras! ¿Qué diablos querías conmigo?

Él bajó la mirada un instante, luego la subió, y si ojos se llenaron de fuerza. No supe como hacía.

—Tu amor es peligroso, Jessica. Contigo sé que me quemaré. —Emitió. —Sé, con todas mis fuerzas que no saldré bien de esto. Creo que tenerte lejos es lo mejor, no mentí en eso. —Fruncí el ceño, mirándolo insegura, bajé mis brazos de mi pecho hasta dejarlos caer a cada lado de mi cuerpo.

—Dime que quieres. —

—Quiero besarte, quiero amarte, quiero aprender más de ti. Quiero sentir todo lo que la vida tiene para nosotros.

Exhalé.

—Pero... —Le indiqué que continuara rápido.

—No hay peros. Eso quiero de ti, eso deseo vivir junto a ti.

—No. —Susurré, negando con la cabeza. —No volveré a caer, Pierce. —Su apellido en mis labios lo hizo suspirar al cerrar sus ojos unos instantes. —Esto no es real. Y tú me lo hiciste ver. No vendrás de nuevo a endulzar mi mente para que caiga en tus pies como acostumbras. No lo haré para que luego me rechaces otra vez.

El negó lleno de convicción.

—Sabes que te quiero, sabes que lo que siento es real, no intentes engañarte.

—¡Yo sé lo que yo siento! ¡¿Pero tú lo sabes?! ¡Qué buscas al estar aquí de pie frente a mí!

—Estar junto a ti, y enamorarme cada segundo más. Lo que hice por teléfono fue...

—Intentabas hacer lo correcto... —Entendí. —Y estuvo perfecto.

—Pero no lo es, Jessica. —Contestó. —¿Correcto para quién? ¿Para ti o para el mundo allí afuera? ¿Seguirás ese tipo de reglas? —

Di un respingo, apartando la mirada.

—Intento... ¡Intento hacer las cosas bien Pierce! Y tú... —Volví a él furiosa, pero al ver su mirada mis palabras se esfumaron.

—Por favor. —Musitó, vulnerable frente a mí. Tomé aire, porque por instantes se me olvidaba como respirar. —Intenté lastimarte para aléjate de mí, ódiame por eso, no por lo que sientes por mí. —Tomó mis manos. No podía mirarlo. —Jessica, amor, por favor. Te necesito también. Quiero estar junto a ti y no soltarte. —Exhaló aire, como si se asfixiara al igual que yo. —Mis palabras del principio siguen de pie, aun así, si decides no volver a besarme o volver a mirar al mundo como lo vimos estando juntos, por favor, hazlo solo porque tú no sientes lo mismo, no por tu padre, ni por el mañana. —

Él calmaba todo en mí, sedaba mi temperamento, bajaba mi guardia, tenía mil diferentes formas para acabar conmigo. Y cada una de ellas a su vez se sentían bien.

Vi la vulnerabilidad en mi mirada frente al espejo, pero al mirar sus ojos supe que él también estaba exponiéndose como jamás lo había hecho frente a mí. Lucía desnudo frente a un amor que prometía ser avasallante, arrodillándose al apostarlo todo. Arriesgándolo todo.

—¿Por qué decides apostar tanto en mí?

—Déjame mostrártelo poco a poco. —

Inspiré profundo, mi corazón estaba comprimido.

—¿Y si te pierdo para siempre? —Musité. Él sonrió un poco.

—Lo habremos intentado. —Susurró. —Y nadie nos quitará esto, ni todo lo que habremos vivido.

Desde el fondo de mi surgió una sonrisa, pero la borré al instante, sin embargo, soltando una risita él tomó mi cintura y me acercó a él hasta que su pecho chocó con el mío. Dejé caer mis manos en sus hombros. Miré sus ojos y descubrí un mismísimo huracán en ellos.

—Bésame de una maldita vez. Te estas tardando. —Cedí, provocándole una risa mientras me acercaba a sus labios. Al chocarlos todo mi alrededor se sintió como si estuviera en el cielo. Mi cuerpo se sintió en calma, por primera vez. Enredé mis dedos entre su cabello, siendo besada por el hombre más magnífico de este mundo.

Me besaba con fascinación y amor, con cuidado, al detalle, haciéndome suspirar. Me sentía bien, muy bien y era una mezcla de emociones que traía alegría, pero me sentía rara porque esta sensación de ser disfrutada de esta forma era nueva y me traía a la vida.

No supe cuando nos llevó a la cama, al dejarme caer sobre ella él vino conmigo, sin dejar de besarme.

—¿Entonces no cambiarás de opinión? —Inquirí al separarme abruptamente, él me miró divertido, pero entonces negó.

—Prometo amarte cada maldito segundo. —Murmuró, sobre mis labios, con sus ojos llenos de fuego.

—¿Insinúas que me amas? —Le pregunté, riendo nerviosa de pronto.

—No te lo diré. —Contestó, riendo también.

Divertida busqué sus labios, acariciando su cabello. Él jugó en mi boca, con mi lengua, y me besó cada centímetro. Amaba la forma que me hacía sentir, amaba la forma que me besaba, la forma en la que sus manos me acariciaban o se ubicaban en mi cuerpo, como si estuviera hecho para él.

Cuando se separó buscó mis ojos.

—¿Me arrojaste tu celular a la puerta? —Me preguntó de pronto, haciéndome soltar una carcajada.

—Claro que no, como crees. —Le dije con una sonrisita, él negó riendo, pero se reincorporó un poco para buscarlo con la mirada en el suelo. Al encontrarlo volvió a mí riéndose.

—Estás loca. —Me sonrió. Se recostó en mi pecho, sobre mí, y sentí que estaba frente a la sensación más hermosa del planeta.

Acaricié su cabello, su mejilla y respiré profundo, cerrando mis ojos.

—Debería estar en el Hospital. —Dijo entonces. —Tu padre me matará.

—No te matará, no te vayas. —Le pedí.

—Deja de insistir, ahora tendré que quedarme. —Exageró, haciéndome reír. —Puedo quedarme porque solo debía cumplir horario hoy, sin embargo, no podré hacerlo siempre. ¿De acuerdo?

—Eso fue muy caliente. —Confesé, él soltó una carcajada con verdadera diversión. Buscó mis ojos con una sonrisa. Humedecí mis labios, sonriendo y al instante me besó una vez más, pero unos segundos luego su boca bajó y con su recorrido hacia mi pecho me causó escalofríos.

—¿Sabes lo que me parece caliente? —Me preguntó, y no sabía si estaba lista para oírlo.

—¿Uhm?

—Tú, en estos momentos. —Solté una risita, bajando mi pantalón corto de tela un poco, haciéndolo reír. Él me miró y besó mis labios.

—No planeaba verte, si me hubieras dado tiempo, quizás, me hubiera puesto un sostén. —Sonrió divertido, omitiendo comentarios, pero reacomodándose con gusto sobre mí para recostarse nuevamente. Y es que me parecía increíble que me sintiera tan bien con él, y que él se viera tan bien conmigo.

Que no intentara nada con una segunda intención, que tan solo disfrutara estar así conmigo.

—¿Sabes qué? —Me preguntó al cabo de unos minutos.

—¿Qué? —Bajé la mirada.

—Me dijo un... pajarito de por ahí que no bajas a comer. —

—¿Un pajarito? Uhm, ¿crees que debamos implementar las sesiones con un psicólogo entre nosotros? —Mi respuesta lo hizo soltar una carcajada. Negué con una sonrisa. —¿Ese pajarito se llama Christian o Lourdes? —

—No recuerdo su nombre. —Me dijo riendo.

—Estoy comiendo, para tu información. Salgo de aquí, Harry, solo no lo hago cuando mis padres están en casa. Y... —Miré el techo. —Mi hermano me compra comida chatarra creyendo que no como bien pero sí estoy comiendo, lo único que no hago es respetar los horarios.

—Eso también está mal.

—No todo en la vida es justo. —Me encogí de hombros.

—Estás loca. —Me dijo riendo. Pero a diferencia de otras situaciones en las que había vivido, sus "estas loca" sonaban cargados de felicidad, de alegría, con sus ojos brillando como si mirara algo increíble. —¿Entonces estás comiendo bien?

—Ajá. —Asentí. —Pero sin desayunos. —Confesé. Él me miró y antes de que dijera algo lo besé brevemente.

—Si esto funciona... —Comenzó de pronto, ganándose toda mi atención de pronto. Inspiré profundo, sabiendo que todo lo que viviera de él con respecto a nuestra relación era jodidamente serio y ya me daba miedo oírlo. —Prometo decirle todo a tu padre.

Sonreí, incrédula.

—¿De verdad harías eso?

—Por supuesto. ¿Con qué fin intentaríamos entonces estar juntos y amarnos si cuando nos vaya increíble tendremos que separarnos igual? Ya pasamos mucho, creo que merecemos amarnos hasta el fin de los tiempos. —Su respuesta me hizo sonreír.

—¿Qué te hizo cambiar de opinión tan drásticamente? Tu no querías nada serio, Pierce.

—Una dosis tuya, eligiéndonos con... libertad, Blosson. —Respondió con simpleza, mirándome como si fuera fácil y obvio entenderlo.

—Me encantas. —Le dije riendo.

—No te das una idea de lo feliz que me hace oírte decir eso. —Confesó riendo. Él se reincorporó y me besó y me fascinó aún más. —Y besarte cuando se me da la jodida gana.

—Estoy de acuerdo. —Le dije, arrojándolo en la cama para subir sobre él, él me miró divertido, mordiendo sus labios y buscando los míos impaciente.

La puerta se abrió y del susto me arrojé a la cama, pero tan solo había sido mi hermano. Harry soltó una carcajada, abrazándome. Miré avergonzada a mi hermano mayor.

—¿Quieres matarme? —Me miró horrorizado. — ¡¿Cómo podías estar haciendo esas cosas cuando yo estoy aquí?!

—No estaba haciendo nada. —Expresé riendo, Harry riendo asintió, dándome la razón.

—¡Te vi, sucia! —Reí aún más.

—No estaba haciendo nada, Bruno. —Le aseguró Harry.

—Tú, contrólate si no quieres tenerme en contra.

—Estoy controlado, no te preocupes. —Procuró decirle Pierce, llevándole la corriente.

—¿Me estás tomando por idiota? —

—Bruno, no tocaría a tu hermana. —Le aseguró. —Aquí. No lo haría aquí. —Cubrí mi rostro para ocultar la carcajada que quiso salir de pronto de mí, incluso sentí calor.

Mi hermanó lo amenazó abiertamente, sin miedo, sin pelos en la lengua.

—... llegas a lastimarla o a hacerla llorar de nuevo y te verás conmigo ¿Me oíste? Yo ya no tengo paciencia, solo basta un poco, algo pequeñísimo, que le afecte a Jessica para actuar. ¡Te odiaré y podría quitar tu corazón para romperlo en pedazos! ¡¿De acuerdo?! —Exageró, sin risas.

Harry con calma asintió.

—De acuerdo. —Mi hermano nos miró con suspicacia.

—¿Qué sucede entonces entre ustedes?

—Bruno. —Harry suspiró, reincorporándose. —Vete. Déjame a tu hermana para mí que vine a estar con ella, no contigo. —

—¿Disculpa?

—Estábamos discutiendo eso, Bruno. —Intervine yo, riendo.

—¿Sobre él y en su boca?!

—Así nos entendemos. —Bromeé. Él me miró con espanto. —Lárgate quiero estar con Harry. —Me quejé, abrazándolo y acercándolo más a mi cuerpo. Besé su mejilla estruendosamente. Mi hermano nos miró con desagrado, haciendo a Harry reír.

—Por dios, no puedo verte cerca de mi hermana, la corromperás. —

Pierce me lanzó una miradita, provocándonos una risa. Mi hermano nos miró con desprecio, observándonos. De pronto Tati entró a la habitación con sus manos en sus ojos, pero con sus ojos descubiertos, por supuesto. Ella miró discreta todo el panorama y aguantando un chillido al encontrarnos tomó a mi hermano y lo sacó de aquí, cerrando la puerta para nosotros. La oí darle un sermón.

Solté una carcajada sin poder respirar.

—Por dios.

—Tu amiga me agrada.

—Ella es todo lo que está bien. —Sonreí, negando. Él me observó unos instantes y besó mis labios.

—Entonces... ¿Tienes hambre? —Y aunque negué, el solo haber oído mencionar esa palabra mi estómago me delató al gruñir, exponiéndome.

—Bueno, no me mires así. Tal vez un poco. —

—Ven, vamos. —Él se puso de pie, incitándome a también hacerlo.

—No, no quiero, Harry. Quiero quedarme aquí contigo. —Me reincorporé solo para hacerlo caer.

—¿Pretendes vivir aquí por siempre? —Inquirió, mirándome cuando subí sobre su pelvis para besarlo, pero al darme cuenta que estaba hablándome en serio tan solo lo miré.

—No, claro que no. —Le dije. —Pero quizás por ahora sí.

—¿Qué obtuviste hasta ahora con esto? —Su pregunta me hizo remover, impaciente. Nada. La verdad nada. Lo vi tomar aire y mirar el techo. Entonces me di cuenta de lo que acababa de hacer y de la posición increíblemente comprometedora en la que yo no ayudaba. Quise bajarme, por el bien de ambos, pero él tomó mi cintura y me mantuvo en el lugar.

—No me molesta, quédate. —Aseguró. Mordí mi labio, respirando profundo. —Estoy esperando una respuesta.

—No conseguí nada. —Mascullé.

—¿Y entonces por qué sigues aquí? ¿Crees que cambiarás algo encerrada aquí adentro mientras ellos con cada día están más convencidos que la equivocada eres tú? —Me crucé de brazos, él sonrió, mirándome completa.

—No estoy lista para enfrentarlos, no quiero ver de nuevo la forma en la que me miraron. — Murmuré.

—Aquí solo desordenarás tu mente. El encierro nunca es bueno. —Me dijo, y entendí que tenía razón, que no me hizo nada bien, que sí, que solo había empeorado mi mente. Resoplé. Me incliné hacia adelante y lo besé. Sus manos en mi cintura bajaron a mis caderas, pero pronto me alejó.

—Vamos a comer. —

Me bajé de él, acostándome a su lado. Pierce se levantó y abrió la puerta, y yo rápidamente, suponiendo lo que haría me sujeté con fuerzas de la cama, aun así, él me tomó en brazos y sin mucha insistencia me sacó de ahí.

Solté un grito escandaloso que lo hizo quejar. Pronto cuando pasé por el marco de la entrada me sujeté rápidamente de la puerta, intentando que no la cruzara.

—¡Jessica! ¡Suéltate! —Exclamó riendo. —Te golpearás. —Pero como no lo hice agachó su cabeza y besó mi cuello, haciéndome cosquillas y provocando que me soltara del umbral.

—Eso no es justo. —Me quejé. Cuando bajó las escaleras exigí que me bajara, pero él aseguró que me escaparía, que no confiaba en mí, y maldita sea, cuánta razón tenía.

—Oh, Hola par de bombones... —La voz de Tati nos sacó de nuestro mundo. Al mirarla nos regaló una mirada llena de felicidad. Sonreí junto a ella, sabiendo lo feliz que debía estar sintiéndose. Bruno apareció tras ella y tras él, papá. Borrándome al instante mi sonrisa y la de Tati.

Bruno nos miró como si fuéramos idiotas.

Pierce respiró entrecortadamente con la mirada de mi padre sobre nosotros.

—Bájame. —Murmuré con el corazón en la boca, él lo hizo lentamente, como si un paso en falso podría arruinarlo todo.

—¿Qué sucede aquí? —Nos miró severamente. —¿Y qué haces aquí Harry? —

—Jessica me llamó, y no te puedo decir para qué. —Se encogió de hombros y creó una mueca de "Lo siento por ti" en el rostro. Todos lo miramos incrédulos, pero papá sonrió, asintiendo, creyendo pronto en una confidencialidad de amigos, e incluso que estaba bromeando y peleándolo a propósito. —Y la obligué a bajar a comer. —

—Está bien, Harry. Gracias. —Procuró decir, sin mirarme.

—No volveré a faltar al hospital, Christian. —Procuró decir Pierce mirándolo ahora serio. —Debía venir.

—No te preocupes, no era necesario que fueras hoy a la reunión.

Dejé de morder mi labio y preferí huir hacia la cocina, creyéndola una mejor opción que estar ahí con ellos y entre ellos.

Lanjutkan Membaca

Kamu Akan Menyukai Ini

1.1M 138K 56
¿Qué pensarías si conocieras a una chica llamada Carolina, que es la nueva chica del instituto y que es obesa? ¿Qué pensarías si te digo que Jordi, e...
418K 21.5K 29
Ethan White, la clase de esposo ejemplar, trabajador, exitoso, millonario y amoroso que toda mujer desearia tener; pero solo Katherine Smith tuvo la...
506K 5.9K 14
¿Cuantas personas hemos tenidos sueños calientes alguna vez? Muchas, seria la respuesta ¿Pero cuantas sueñan casi todas las noches con la misma pers...