ARDER EN LIBERTAD

By ElizabethBermudez156

219K 9.7K 475

"Besar su piel me sabía a vida, en sus manos alcanzar el cielo y encontrar libertad." Jessica Giovanna Blosso... More

DEDICATORIA.
UNO.
DOS.
TRES.
CUATRO.
CINCO.
SEIS.
SIETE.
OCHO.
NUEVE.
DIEZ.
DOCE.
TRECE.
CATORCE.
QUINCE.
DIECISEÍS.
DIECISIETE.
DIECIOCHO.
DIECINUEVE
VEINTE.
VEINTIUNO.
VEINTIDOS.
VEINTITRES.
VEINTICUATRO.
VEINTICINCO.
VEINTISEIS.
VEINTISIETE.
VEINTIOCHO.
VEINTINUEVE.
TREINTA.
TREINTA Y UNO.
TREINTA Y DOS.
TREINTA Y TRES.
TREINTA Y CUATRO.
TREINTA Y CINCO.
TREINTA Y SEIS.
TREINTA Y SIETE.
TREINTA Y OCHO.
TREINTA Y NUEVE.
CUARENTA.
CUARENTA Y UNO.
CUARENTA Y DOS
CUARENTA Y TRES.
CUARENTA Y CUATRO.
CUARENTA Y CINCO.
CUARENTA Y SEIS.
CUARENTA Y SIETE.
CUARENTA Y OCHO.
CUARENTA Y NUEVE.
CINCUENTA
CINCUENTA Y UNO.
CINCUENTA Y DOS.
CINCUENTA Y TRES.
CINCUENTA Y CUATRO.
CINCUENTA Y CINCO
CINCUENTA Y SEIS.
CINCUENTA Y SIETE.
CINCUENTA Y OCHO.
CINCUENTA Y NUEVE.
SESENTA.
SESENTA Y UNO.
SESENTA Y DOS.
SESENTA Y TRES.
SESENTA Y CUATRO.
SESENTA Y CINCO.
SESENTA Y SEIS.
SESENTA Y SIETE.
SESENTA Y OCHO.
SESENTA Y NUEVE.
SETENTA.
SETENTA Y UNO.
SETENTA Y DOS.
SETENTA Y TRES.
SETENTA Y CUATRO.
SETENTA Y CINCO.
SETENTA Y SEIS.
SETENTA Y SIETE.
SETENTA Y OCHO.
SETENTA Y NUEVE.
OCHENTA.
OCHENTA Y UNO.
OCHENTA Y DOS.
OCHENTA Y TRES.
OCHENTA Y CUATRO.
PENÚLTIMO CAPÍTULO.
ULTIMO CAPÍTULO.
EPILOGO.
Agradecimientos y Nueva temporada!

ONCE.

3K 162 6
By ElizabethBermudez156

—Que afilada resultó tener la lengua, Blosson. —Su comentario terminó por hacerme reír. —Siempre supe de tu carácter fuerte y atrevido, sé que eres explosiva, pero eso fue... impresionante. —Sonreí, y al final me miró unos instantes al detenerse en un semáforo. —Lo siento.

—¿Por qué? —Murmuré afligida. Me sentía angustiada de repente. Tenía tantos sentimientos mezclados que ni siquiera yo sabía que sentía realmente.

—Porque... a pesar de que no necesitas que nadie te defienda, no merecías oír nada de eso, porque no eres eso. No eres nada de lo que Melodi dijo. —Su mirada intensa me revolvió el estómago. —Sé quién eres. —Aseguró. —Y aunque lleves un vestido rojo corto y ajustado eso no te define, te hace más... impresionante. —Arregló esta vez. Sonreí.

—Gracias. —Susurré. —Y descuida, no mentiré al decirte que no dolió en algunas de sus palabras porque si reaccioné mal fue por algo, pero no le daré más importancia, lo juro. Y tú también discúlpame a mí. —

Esta vez me miró confundido. Estacionó fuera de un supermercado y me miró dejando toda la atención en mí. —Porque lo intenté, intenté mantenerme callada, intenté no decir lo que pensaba, intenté no insultarla con nada que saliera de mi boca, consiente de que podía herirla y sin conocerla podía no merecerlo, y luego incluso intenté no defenderme, por respeto a ti, porque vino a tu lado, porque no quería arruinar nuestra relación, no quería que te enojaras por alguna manera insultar a tu novia, pero no importa si lo intenté o no, importa que no lo logré, y además de hacer todo lo que no debí hacer también te hice pasar un mal momento a ti, tampoco mereces eso.

Sonrió cabizbajo, solo un momento, antes de subir toda su mirada brillante a mis ojos.

—Me sentiría muy culpable si por mi culpa te hubieras quedado callada toda la noche, Jessica. —Sus palabras me sorprendieron tanto que me hicieron sonreír. —Si tienes la valentía y la fuerza para decir y hacer todo lo que piensas y quieres, jamás permitas que alguien más te calle o te prohíba manifestarte. —Estaba impresionada, y pensé que quizás la persona frente a mí no era real. Él soltó una risa breve. —De hecho, al llegar y saber lo que había pasado entre ustedes por lo que alcanzaron con Tati a decirme y la versión de Melodi, me sorprendió tu silencio al verla. Esperé a que atacaras. —A pesar de sus palabras, no eran como las que decía mamá, llenas de desilusión enojo y decepción, en él estaban cargadas de gusto y calma. —Y que quede claro que si yo detuve tus palabras en el último segundo solo era porque habías dicho algo muy prometedor con tu madre ahí.

Me atacó una risa cargada de nervios, mis mejillas se encendieron al instante. Ahora él frente a mí y con mis palabras flotando en el aire, amenazantes al hacer alusión de robárselo y tenerlo para mí, me resultaban demasiado... demasiado.

Quizás sí hablaba de más.

—No me sirve si mi entretención de la noche termina castigada, y por mi culpa. —Agregó en broma.

Pero a él no parecía molestarle que lo haya involucrado conmigo de esa manera, de hecho, ahora su mirada me decía que todo estaba bien, que quizás estaba más que bien. Tal vez, solo creía que lo había hecho por defenderme.

Quise borrar mi sonrisa, pero por alguna razón solo quería sonreír tanto hasta reír.

Presioné mis labios.

—Quizás estoy muy susceptible, hubiera tenido más tolerancia en otro momento. 

—Si te hieren no deberías tener tolerancia. Lo que ella dijo fue muy hiriente, no te sientas mal por reaccionar así.

Solté una risa carente de alegría.

—Si me dolió. —Confesé. —Me golpeó justo en donde últimamente todos atacan. Parece ser que soy una zorra y no me enteré. —Suspiré. Para mi sorpresa esto último lo hizo reír. Negó. 

—Lo siento. —Se disculpó, riendo. Sonreí divertida, observándolo. Exhaló mirándome con calma.—Quizás envidien la libertad que desprende tu presencia. 

Sonreí. 

—¿Te acompaño? —Preguntó.

—Vamos. —Asentí.

Estar ahí con Pierce, dando vueltas en un supermercado era algo que jamás hubiera creído que pasaría. ¿Él también hacía compras? ¿Compraría él comida chatarra por ser doctor y tener ese cuerpo tan... seductor?

Le di una miradita discreta.

—¿Cuál comprarás? —Preguntó interrumpiendo mi problema. Continué mirando las bebidas en el refrigerador como hace minutos.

—No lo sé. —Solté. Él liberó una risa. —No me gustan las malas elecciones. —Dramaticé, pero era cierto, aunque estaba llena de ellas.

Un hombre que anteriormente reponía la mercadería me miró realmente mal.

—Apresúrate y llévate algo. —Me dijo con cansancio. Fingí indignación y tomé cinco botellas de cualquiera para irme, dándole tres a él.

En camino a la caja del supermercado me di cuenta que lo que traía en manos no me gustaba nada. Pierce comenzó a reír mirándome, dándose cuenta que estaba peleando internamente por haber hecho una mala elección. Le sonreí.

Unos minutos después la fila comenzó a avanzar.

—¿Doctor Pierce? —Lo llamé.

—¿Sí? —Me miró, ahora divertido.

—No hay postre en casa... —

—¿Y que deseas que compremos? —

—¡Helado! —Susurré en exclamación. Él asintió con una sonrisa.

—Buenas noches. —Dijimos con Pierce a la vez saludando a la señora de la caja, ella nos dio solo una miradita.

—¿Algo más? —Preguntó entonces. Le extendí el dinero al negar. Una vez salimos de allí él soltó una risa.

—Con sus ganas de trabajar logrará ser la empleada del mes. —Expresó divertido mientras negaba. Solté una risa.

—Como Melodi. Ambas son íconos de la lucha. —Para mi sorpresa él soltó una carcajada que terminó por hacerme reír más.

Ya dentro de su auto encendió la radio y se dirigió a la heladería más cercana.

Minutos después bajó el volumen y me miró curioso para hablarme.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Me miró de reojo. Insegura asentí. —Martin te besó ¿verdad? —De vuelta su sonrisa no estaba, ni la diversión en su voz. Tan solo una pregunta que parecía ser forzada a preguntarla. Y me pregunté. ¿Por qué quieres hacerla si la respuesta es clara?

Me removí incómoda. Fue un beso increíble, pero ahora al tenerlo así a mi lado me resultó incómodo.

—Si. —Respondí sin más.

—¿Te obligó? —Inquirió inseguro. Su pregunta me tomó por sorpresa, porque solamente Tati me preguntó si lo había hecho, argumentando después que si lo quise estaba bien. Acaricié el collar de mi cuello.

—No. No lo hizo. —Le dije, segura, porque no quería dar otra impresión. —A ver, hoy no me desperté con ganas de besar a Martin. En cuanto apareció con toda su... particularidad y sus intenciones claras no quería, pero luego quise hacerlo, y lo hice. —Me escuchó atento, con la mirada fija al frente. —No me obligó a nada.

Terminó por asentir, sin decir nada más. Él intentó subirle de nuevo a la música, pero yo volví a bajarla.

—¿Por qué? —Él simplemente negó. —Ahora es mi turno de preguntar. —

—Curiosidad.

—¿Tiene que ver con mi ineficacia con apartar a los hombres de mí? Porque, aunque no parezca puedo defenderme de un beso cuando no lo quiero. —

Él sonrió con amargura.

—Creo que temí que te obligara a algo. A que no quisieras.

Y por primera vez dudé. ¿Y si temió por otra cosa?

—¿Crees? —Él me dio una mirada. —Y ahora qué sabes que no es así. ¿Qué sientes? —Me burlé con libertad.

Se le formó una sonrisa, que rápidamente borró, aunque no del todo. Delatadora. Muy delatadora.

—Me alegra que lo hayas disfrutado. —Y su mentira reflejada en su expresión me hizo reír. Él negó con una sonrisa. Estaba expuesto y lo sabía.

—Pues gracias. —Dije entonces. Él se limitó a asentir. —Eres muy considerado en asegurar el bienestar sexual del otro. —Su risa llenó mis oídos.

—Bruno estaba muy enojado... y celoso. —

—Si... Bruno era el único. —Solté en murmuro, él soltó una carcajada.

—Por lo menos finge que no te diste cuenta, me expones frente a... —Él miró nuestro alrededor —Nosotros y la noche. —Me dio una miradita, encantadora.

Sonreí, sin poder quitarle la maldita mirada. Por el amor de dios.

—Son tan diferentes. —Dije de pronto, luego de unos pocos minutos.

—¿Quiénes? —

—Tú y Melodi. —

—¿Por qué? —

—Porque ella es... —Mordí mi labio —Bueno, dejé en claro ahí adentro que pienso que ella es. —Él asintió divertido.

—¿Y qué me diferencia de ella? —Me insinuó que continuara.

—Bueno... Tu eres... —Comenzar a hablar era mala idea, cuando comenzaba a pensar en por qué cada vez me gustaba más resultaba un poco larga la lista. No quedaría en evidencia tan rápido. —Todo lo contrario, a ella. —Respondí luego de un silencio. —Pero debo ser sincera y justa. Es muy hermosa. Aunque su cabello no sea natural y tampoco otras partes de su cuerpo. —Cité mis palabras, haciéndolo sonreír y negar.

—Espera, dijiste que ella es todo lo contrario a mí. —Fingió estar herido.

—No, no me refería a... —Todo lo que dijera lo usaría en mi contra, por lo que me callé, y solo lo hice reír.

Estacionó frente a una heladería gigante. Tardaría una eternidad en salir de ahí.

—No es mala persona...—Me aseguró, perdido en su mente.

—Yo creo que sí. —Me crucé de brazos.

—Pero no lo es, aun así, tiene muchas otras cuestiones que nunca me habían molestado como esta noche. —

—¿Cómo toleras los celos a esos niveles?

Él no supo que decir.

—No ha hecho nada igual antes, Jessica. —

—No me agradan las rubias y tú tienes preferencias con ellas. —Suspiré, él me sonrió divertido.

—No tengo preferencias con ellas... —Negó sonriente.

—Aunque la anterior estaba mejor... —Hace un año nos presentó otra, no estaba tan mal. —Deberías saber elegirlas. —

Él soltó una risa mirándome como si estuviera loca.

—De acuerdo, la próxima pediré tu aprobación. —Aseguró riendo divertido.

—Bueno, si lo haces prepárate porque seré muy sincera.

—De acuerdo. —Me sonrió.

—Bajaré. Quédate aquí. —

Cuando estaba por bajar él tomó mi mano y me devolvió al asiento. Fue una acción tan segura tan decidida que creí que me besaría, que lo haría sin importar nada. Mis pensamientos se intensificaron cuando sus ojos recorrieron mis labios con una sonrisa en los suyos. Entonces se cargaron de brillo al subir a los míos.

—No te besaré ni nada de eso, Jessica, si es lo que pensabas. —Me sonrió, con una sonrisa maliciosa y divertida. Sentí mis mejillas arder. Al verlo conservar la malicia en su rostro supe que lo había hecho apropósito. Lo odié un instante. Lo vi rebuscar en sus bolsillos. —Compra con esto. —

—No, está bien. Aquí tengo...

—Escucha, esta noche... —Lo pensó mejor. —Como cada noche vine con las manos vacías, así que quiero comprar el postre yo.

Esbocé una mueca.

—A decir verdad, viniste con las manos BASTANTE llenas. No seas tan considerado. —Tomé su dinero. Él soltó una carcajada. Cerré la puerta conmigo afuera y me dirigí entonces a la heladería.

Hice la fila, pagué el helado y ahora debía esperar que me atendieran para pedir mis benditos sabores, pero las personas delante mío tardaban demasiado. Me sentía cansada aburrida, estresada... pensando en la persona incorrecta.

—Hey. —Un murmuro en mi oído me hizo soltar un grito y saltar del susto, porque me sentí delatada, como si hubiera logrado verse en mi mente. Lo miré horrorizada, pero él reía a carcajada limpia y esto solo provocó que llamáramos la atención de las personas a nuestro alrededor, estas también comenzaran a reír tanto que me avergoncé y quise salir corriendo. Me oculté con su cuerpo, recargando mi frente en su hombro, él aun riendo me abrazó como si me protegiera, con cariño. Y como idiota sonreí aún más, reconfortada. Allí supe que ya estaba completamente perdida.

—Te detesto. —Le susurré, tan despacio que solo podía oírme él.

—Me amas. —Entonces masculló, suavemente. Mordí mi labio. —¿No es así? —

Mi corazón latía desbocado.

—Diles que dejen de reírse. —Supliqué.

—No haré eso. —Juraba que continuaba sonriendo.

[..]

—Llevamos una hora afuera, pensarán que nos fugamos. —Mencionó él al llegar.

—No sería mala idea. —Pensé.

—¿Por Melodi? Porque si es así...—

—No, por mamá. No sé qué pudo haberle dicho tu novia. —

—Tampoco yo, pero solo hay una manera de averiguarlo... —Me lanzó una miradita moja bragas. —Entrando. —Sonreí negando.

Al entrar a casa no había nadie por ningún lado, supusimos que ya estaban comiendo afuera, era una hermosa noche.

Efectivamente era así; La rubia mala persona estaba al lado de mi hermano y del otro lado estaba mi amiga, cuya persona no me quiso acompañar, seguía Martin y Lucas, y por separado mis padres juntos.

—¡Llegaron al fin! —Manifestó mamá. —¿Se fueron a fabricar las bebidas? —No era broma, era reproche. Ambos reímos.

Había solo dos asientos disponibles juntos, pero separados de los demás, lo cual indicaban que eran para nosotros dos. Todos nos miraban esperando a que cuando lo hiciéramos pudieran comenzar a comer.

—Siéntense de una vez, así comienzo a servir. —Nos indicó papá junto a la parrilla.

Harry tomó asiento y esperó a que también lo hiciera, pero decidí tomar la decisión correcta. O errónea, por donde se lo mire.

Me dirigí a Melodi y le indiqué que fuera a sentarse con Harry. Me miró con el ceño fruncido, pero sin pensarlo mucho, fue hasta allí con él, plantándole un beso en los labios que por suerte alcancé a apartar la mirada a tiempo.

—¿Cómo te fue? —Preguntó en susurro mi amiga desde el otro lado de Bruno, por sobre papá platicando alegre con mi hermano.

—No pienso hablarte, eres una traidora. —Dramaticé. ¿Pero cómo podía enojarme con ella si era la persona más genial del mundo?

Ella soltó una risita.

—Me pareció que llegaste muy alegre. —Mencionó.

Negué con una sonrisa, y solo con la mirada le indiqué que hablaríamos luego al detalle.

Una hora más tarde no había comido nada, las miradas pesadas de Harry no me dejaban concentrarme en otra cosa que no sea él. Me sentía incomoda, nerviosa, con ganas de sostenerle la mirada y no exponer mis sentimientos en el intento.

El timbre sonó interrumpiendo la conversación de todos, mi familia se miró entre sí. No esperábamos a nadie más.

—Yo voy. —Se puso de pie Bruno.

—No hijo, iré yo, buscaré más cervezas. —Dijo rápidamente papá. Bruno asintió, prosiguió a lanzarme una miradita cargada de desaprobación.

—No comiste nada. —Señaló con la cabeza mi plato.

—Se me desapareció el apetito. No sé por qué.

—Como sea, de igual formas debes comer. Sabes que la alimentación es súper importante. Yo que tú, comenzaría a cuidarme más porque en un futuro, todo lo que hagas ahora te puede perjudicar. Mucho más adelant...

—Por el amor de dios, Bruno. —Solté una risa cortándolo. Su ceño se frunció. —Como como no te das idea. —Él me miró con suspicacia.

—Jessica. —Mi padre llamó mi atención. —William está afuera, cariño. —Me sonrió y todo mi alrededor pareció caer, como mi vaso en la mano. Mi corazón comenzó a latir con fuerza resonando en mis oídos en conjunto con el choque del vidrio partiéndose en la tierra. Miré el suelo y luego busqué desesperada la mirada de mi amiga, pero ella estaba tan asustada como yo. Corrió a recoger con Bruno los trozos, mientras se aproximaba a mí. Las voces de los demás se volvieron ajenas, y me sentí insegura, desprotegida. Porque ninguno de ellos podía saberlo. Y ninguno de ellos sabia cuan en peligro estaba. Papá sin saber me había entregado y ahora debía enfrentarlo.

—Cálmate, Jessi. Respira, no pasa nada. —Me dijo, a pesar que tanto como yo ninguna sabía ahora qué diablos hacer.

Me tocaba enfrentarlo, no había más opciones. Aun así no me quería mover, no quería volver a verlo, sentía miedo, mucho miedo. No quería que me hiciera más daño.

Entonces la risa indiscreta de Melodi me desconcentró de mi burbuja. Me miró divertida, mientras negaba. Sí, según todos era mi novio y la mayoría sabía que me había besado con Martin y para finalizar, ella creía que quería robar a su hombre. Pero no me pudo importar esto menos.

—Yo... No quiero, papá. —Le hablé de pronto, interrumpiendo su conversación. —¿Podrías decirle tú que hablamos después? Él sabe que no debe venir a esta hora y nunca me hace caso.

—Ya le dije, cariño, me aseguró que no volvería a hacer las cosas mal. Me pidió que te llamara, dijo necesitar hablarlo urgente, quizás sea importante, anda ve. —Me aseguró, tranquilo. —No es de buena educación hacer esperar a la gente.

Mamá sonreía, seguro pensaba que era una reconciliación. Me sentí atada de pies y manos, y arrojada al monstruo.

Me puse de pie.

—Te acompaño, nena. —Logró decir Tati, pero rápidamente negué. Era demasiado peligroso. En cuanto ella se puso de pie decidida a no obedecerme le dije a Bruno en un murmuro solo para ambos que la obligara a quedarse, que debía terminar con William porque estaba muy enojada con él. Sabía que esto lo convencería, a él nunca le gustó mi relación con William y sería capaz de dejarnos a solas si yo le aseguraba que rompería mi relación con él.

Tati discutió con él en murmuro, intentando que la dejase y no la detuviera

—Pasaré al baño. —Pierce se puso de pie y en cuanto lo hizo mi amiga dejó de pelear, pero en cambio yo hice algo de tiempo fingiendo estar texteando en mi celular para que Harry fuera primero y no tener que cruzarlo. Una vez lista entré por las puertas corredizas de vidrios, sintiendo frio, mucho frío.

Una mano me jaló hacia un lado y me tomó con fuerza. Quise gritar del susto, pero él cubrió mi boca con su mano.

—¡¿Qué haces aquí?! ¿Pretendes enfrentarlo? —Me gritó en susurro Harry.

Mis ojos se llenaron de lágrimas, me sentía nuevamente desorientada, perdida, con miedo y angustiada, sobrecargada de angustia. Él exhaló.

—Debes decirle a tu padre. Ahora mismo.

—No puedo, Harry. —Susurré, sentí que me desmayaría en cualquier instante, él me sujetó de la cintura, preocupado. Me concentré en el verde y profundo de sus ojos. —Si lo hago ahora, papá lo matará. No hay otro fin.

Él apartó la mirada, sabiendo que mis palabras traían verdad en ellas.

—Tengo que hacerlo. —Entendí. —Debo ir.

—No. —Negó seguro. —Iré yo. Le exigiré que se vaya, lo amenazaré con la policía. Haré lo que sea necesario con tal de que se vaya de aquí.

—No se irá hasta no verme. —Le dije al mostrarle mi celular, porque, aunque había silenciado sus llamadas, éstas seguían entrando, libres. —No le teme a la policía y no quiero que lo hagas. Si te hace daño...

—No me hará nada. —Tomó mi rostro entre sus manos y la dulzura de su mirada me hizo bajar la guardia. Sus pulgares me acariciaron. Cerré mis ojos y los presioné, sintiendo sus caricias que incitaban a las lágrimas caer. —No te mandaré a la guerra sola. No te dejaré ir.

—Tengo que ir... —Insistí dolida. —Cuando algo me da miedo necesito enfrentarlo, y él me aterra. Tengo que enfrentarlo y terminar esto. —Harry me miró con dolor, completamente atormentado al considerar mis palabras. —Déjame hacerlo, por favor. Si logro hacer que se vaya por su voluntad todo habrá terminado, sin nada más que me haga peor. —Temblaba, y aunque estaba segura de mis palabras no creía que pudiera, pero esto mismo me motivaba a hacerlo.

Él recargó su frente con la mía, respirando profundo, sintiéndose asfixiado a la vez.

—Me quedaré contigo. —Aquellos milímetros que lo separaban de mí se esfumaron en el aire, pero sus labios se desviaron a mi mejilla y depositaron un beso en ella. Lloraría en cualquier momento. Jamás me sentí de esa forma por querer y anhelar un beso. Melodi tenía razón.

Asentí.

—Está bien. —Porque quizás así no me sentiría tan sola. Si él se quedaba cerca no estaría tan desprotegida.

Tomando una bocanada de aire me solté y caminé hasta la entrada con él siguiéndome.

—Si estás tú ahí estará a la defensiva y no lograré nada. —Le expliqué, me miró inseguro, pero terminó asintiendo.

—Me quedaré detrás de la puerta, y la dejaremos abierta. ¿Está bien? —Lo oí decirme a pesar de que mi mente parecía funcionar demasiado rápido a la vez. Asentí, de acuerdo. —Intervendré cuando lo crea necesario.

—Ten paciencia, déjame intentarlo, aunque sea cinco minutos. No sé cómo se encuentra, no sé si es el que vi la última vez o del que yo estaba enamorada, no sé si... me lastime o me pida perdón...

—Es el mismo Jessica. Teme y protégete de ambos. —Me dijo y sus palabras lastimaron más mi corazón. —Si necesitas pedir ayuda antes de que yo intervenga me gritas. Estaré aquí, por nada en el mundo te dejaré sola.

Asentí, confiando en él. Su sonrisa me produjo calma.

Abrí la puerta y salí, cerrándola luego solo un poco.

Apenas lo vi en la oscuridad la brisa se volvió más helada, más hiriente al acariciar mi piel. La persona frente a mi permanecía en la oscuridad, pero al verme se aproximó a mí, a la luz. Di un respingo, retrocediendo involuntariamente. Pero lo que me hizo detener fue que a la luz lo vi con claridad y mi corazón latió con más velocidad.

Estaba golpeado, enmarañado, no eran recientes, pero lucían frescos, y dolorosos.

Su mano sujetaba su estómago, como si este pudiera salirse de su cuerpo, como lo que yo sentí. El moretón en su pómulo, en su labio y su mandíbula. El corte en su ceja, y a pesar de todo eso, aún lucía imponente, todo lo que le habían hecho gritaba Dylan, Mat y Nick, y de seguro otros más.

Se veía adolorido, pero no como si se estuviera muriendo, por lo que su fuerza estaba ahí, o quizás no, pero ya no podía mirarlo de otra forma.

—Te extraño. Tanto que no puedo soportarlo... —Soltó, dolido, como si estuviera desechando su alma a los pies. Sus ojos estaban rojos, suplicantes frente a mí. Entonces se arrojó a mis brazos, y con miedo, con el aire atascado en mi garganta, quise llorar, porque solo estaba abrazándome, pero aun así sentía miedo. Sus manos presionando mi garganta aún las sentía cada maldito segundo que estaba sola.

Me abrazaba como si odiara el haberme perdido, pero yo no podía dejar de sentir sus puños rompiendo mi piel, desgarrándome el alma.

Presioné mis ojos con fuerza, buscando el aire y la fuerza que necesitaba.

—Lo entiendo, William. —Logré decir. —Pero esto no da para más.

—Necesito que me perdones. —Me pidió, buscando mi mirada. —Mírame. Te amo y te necesito, eres todo para mí. No puedo vivir sin ti.

—William... —Musité. —No puedo quedarme a tu lado. Me hiciste mucho daño.

—Lo sé. Lo sé, bonita. Lo sé. Sé que te lastimé, pero, juro que esa chica... no fue nada. Fue solamente de esa noche, yo te amaba a ti, siempre te amé a ti, te amo aún a ti....

Sus palabras quedaron flotando en mi mente y me sentí descolocada, él estaba ignorando que me había golpeado, me pedía perdón por serme infiel.

Me solté sin insistencia, él me miró confundido, negando.

—¿No me crees? Lo entiendo, pero déjame solucionarlo, déjame arreglar lo que pasó. Te quiero a mi lado. Te necesito. Jessica te necesito. —Jadeó, su voz se quebró.

—Me haces mal. —Le dije, sin fuerzas, intentando que lo entendiese y no me lastimara. Sus ojos estaban vidriosos y por primera vez vi arrepentimiento en su alma. Me quería, pero no de la forma sana. Él lo había dicho, me quería a su lado, pero yo no podía amar a una bestia. No dejaría que me siguiera haciendo daño.

Negué, haciéndole ver que ya no podía más.

—¡Por qué me dejas así! ¡Estoy a tus pies, maldita sea, rogaré por ti si hace falta, no puedo soltarte! ¡Eres lo único que está bien en mi vida! ¡Te necesito! ¡Necesito que me ames! ¡Necesito besarte y follarte y no soltarte! Jessica, te amo, y lamento lo que sucedió.

Lo miré angustiada, entendiendo tanto, desbordada con tanta información que me dio mi mente que me sentí desbordada.

— "Lo que sucedió" fue suficiente. Te di todo de mí, confié en ti, y me lastimaste como jamás creí que lo harías, no importa con quienes hayas estado mientras me jurabas amor, importa lo que hiciste después, cuando me lastimaste para demostrar cuan enojado estabas. Rompiste mi piel, William. Y no sé si volveré a ser la misma, no sé si volveré a amar a alguien más en mi vida, o siquiera confiar en una persona. ¡Me hiciste mierda! —Mi exclamación se volvió dolorosa, porque rompió incluso mi corazón. Él me miró horrorizado, su mirada bajó y limpió sus ojos con sus manos. —Sé que me quieres, lo sé, pero no quiero estar cerca de ti, porque terminarás matándome. —Mi voz se quebró. —Me arrastrarás contigo, William. Si me quieres por favor, entiende y déjame ir.

Con la mirada en el suelo respiró entrecortadamente, y yo tuve que asegurarme que mi corazón aun latía, cuando toqué mi pecho supe que lo hacía con fuerza. Tomé una bocanada de aire y lo contemplé.

Me acerqué la distancia que nos separaba, y entonces quise tocarlo, quise darle una última caricia. Mi mano se levantó para llevarla a su mejilla, toqué su piel, ahora húmeda por sus lágrimas, pero su mano me detuvo, la tomó con fuerzas, apartando mi mano de él.

—Will... —Cuando su mirada subió y se encontró conmigo volví a tener miedo.

—¡Eres tan egoísta! —Bramó con odio. —¡¿Siempre pensaste en ti no es cierto?! ¡Jamás buscaste el bienestar de ambos, en mi más mínimo error me dejas! ¡Quieres dejarme aun cuando yo lo di todo por ti! ¡Te entregué todo! ¡Estoy dispuesto a darte todo! ¡A que me ames! ¡Quiero que seas feliz conmigo! ¡¿Por qué no puedes entenderlo? ¿Por qué no quieres? —Sus manos presionaban mis brazos ejerciendo fuerza, y no quise emitir ningún grito de dolor, pero me estaba dañando. No podía entenderlo, no podía entender su transformación, su falta de humanidad, de amor. Él estaba haciéndome daño mientras repetía y me gritaba cuanto me amaba, no supe cuando dejé de escucharlo porque el pánico me llenó el cuerpo y pensé que la vida era muy injusta. Y el amor no debería lastimar y tampoco doler. —¡Me amas! ¡Sé que me amas!

—Por favor, suéltame. —Llorisqueé entonces.

Hubiera querido que todo terminara como lo esperé, pero lo que había esperado era demasiado fácil y controlado, y William ya no tenía control.

—¡Te odio! —Gritó sofocado.

—¡Suéltame! —Grité, y entonces Harry apareció y aunque no quería que me viera de esa forma ni interviniera me sentí aliviada, porque no estaba sola en esto y pronto agradecí que lo supiera y haya decidido no dejarme como le pedí en un principio.

—¡Suéltala! —El grito de Pierce me hizo hasta encogerme en el lugar y dejar de luchar. William lo miró como quien mira a su peor enemigo, no se encogió en el lugar, ni mucho menos me soltó. —Ahora. —Su voz, fuerte y profunda me hizo ahogar mi gimoteo.

—¿Tú quién mierda te crees que eres? Estoy hablando con mi novia, no te metas. —William estaba furioso, pero mientras más Harry se acercaba, más podía comprobar que él, por muy correcto que sea, también podía cometer locuras. Su mirada estaba oscurecida como jamás lo había visto antes.

—William.

—Suéltala de una maldita vez. —Repitió Pierce. Y por dios, juré que estaba conteniéndose demasiado. —No tienes idea de lo que haces. No saldrás limpio de esta, William. Te destruiremos si vuelves a ponerle una mano encima. Quita tus manos de ella y vete. —

William, furioso con sus manos sujetando mis brazos me soltó, pero en cambio llevó su mano a mi mandíbula presionándola con fuerza para acercarse más, conmigo llorando, y así morder mi labio. Sollocé. De un movimiento rápido y duro me arrojó con fuerza al suelo. Todo en mi interior se revolvió y el dolor una vez más se propagó, William retrocedió con la frente muy en alto, enfrentándolo, buscando que Harry se atreviera a ponerle una mano encima, y Pierce al instante furioso fue directo a él para atacarlo, dispuesto a deshacerse de él, tuve que levantarme lo más rápido posible, pero el movimiento abrupto me desestabilizó y lloriqueé cuando todo el dolor se intensifico, al oírme Pierce se detuvo, me miró y miró a William, entonces lo dejó y volvió a mí. Tomó de mi cintura para sujetarme con fuerzas sin quitarle la mirada a quien ahora reía con verdadera gracia.

Harry estaba agitado, podía sentir como su pecho subía y bajaba con sus latidos desbocados, desorbitados.

—¡Desgraciada! —Gritó William, mirándome con asco, pero le aparté la mirada y cerré los ojos. —¡Te haré MIERDA! ¡Prometo destruirte Jessica Blosson!

Y entonces lo que no quería que pasara sucedió. Una amenaza con volver, y no tan solo volver, sino a no soltarme nunca más.

Pierce quiso por un segundo dejarme e ir por él, pero el sonido doloroso que solté en un llanto silencioso lo hizo quedarse y sujetarme con más firmeza.

—¡Sal de aquí! —Le gritó Pierce, desbocado. —¡Si vuelves a acercarte a ella juro que mismo te mataré! ¡¿Me escuchas?!

—¿Y si la encuentro primero? —Sonrió con cinismo. —¿Crees que puedes estar las veinticuatro horas cerca de ella? En cuanto mires hacia otro lado, ella desaparecerá.

Sonreía, mientras se alejaba, con seguridad, radiando malicia, crueldad.

Hasta que William no se fue completamente él no me miró, y cuando lo hizo la llamarada de odio en su mirada se apagó, se calmó respirando profundo, buscando mis ojos, mi mirada, me observó entera, entonces de sus labios brotó un suspiro.

Recargó su frente con la mía, mi respiración entrecortada se mezcló con la suya, agitada.

Me abrazó, y al instante su abrazo se volvió más cálido, en una cercanía insuperable e increíble, llena de cariño, y protección. Nunca creí ni quise que un hombre me salvara, porque lo encontraba irreal, y confiaba en mi para hacerlo, pero ya no tenía fuerzas, necesitaba ayuda. Su ayuda. Quería que se quedara conmigo y jamás se apartara.

Con los segundos correr y sentirlo aún junto a mi me torturó la idea que pudiera sucederle algo por interponerse.

Cuando su respiración desbocada calmó permaneció junto a mí en silencio.

Él me hizo entrar, me guio a la sala, inundándonos de su silencio tan ajeno a lo que habíamos vivido ahí afuera.

Procuró que me sentara. Él acomodó almohadones para que me recargara en mi espalda.

Pero no podía quedarme allí tranquila, sentada, sentía ganas de llorar y creía que podía explotar. Sentía ganas de correr y huir. Sentía miedo y angustia.

Presioné mi garganta, no queriendo llorar, pero su mirada dulce, suave me hizo soltar un sollozo sin poder más.

—Estarás bien. —Me aseguró, y bajo su mirada sentí muchas cosas, pero en todas sentía que romper en llanto era lo único que podía hacer. No encontraba consuelo, y a su lado solamente quería llorar y llorar hasta que las lágrimas acabaran. No sé por qué.

—Yo... —Logré decir. —Yo pensé que me amaba. —Confesé. Su mirada ahora siendo una tormenta me trasmitió calma, confianza. —Y ahora no hace más que lastimarme y mirarme como si... me odiara. Creí que conocía su corazón, que lo conocía. —Su mano alcanzó la mía, la tocó con dulzura y la acarició, tomándola. —Él... me pidió perdón por engañarme, y no por... golpearme. ¿no es consciente de lo que está haciendo conmigo? —Bajé la mirada limpiando mis lágrimas.

—No lo necesitas. No necesitas nada de él, Blosson. —Respondió con seguridad. Lo miré, porque su tono había sido muy duro, pero al encontrar sus ojos solo me trasmitió calma.

—Me odio por haber dejado que esto pasara, Harry. —Confesé sin fuerzas. —Por no prestar atención cuando me lo advirtieron. Todo esto es mi culpa. Supongo que no me amo a mi misma, nunca me amé lo suficiente y dejé que tuviera el control de mí. Ahora lo entiendo. —Sollocé. Él negó suavemente.

—Nada de esto es tu culpa. —Susurró.

—Siento que no puedo Pierce. No encuentro la forma de salir de aquí.

—Jessica si puedes. —Buscó que lo mirara, y al hacerlo encontré en su mirada que sus palabras estaban cargadas de seguridad, como si verdaderamente creyera en eso. Como si creyera en mí, más de lo que yo podía hacerlo. —Confía en ti misma. Eres capaz de eso, de salir de esto y de mucho más. Tú tienes el control.

Permanecí en silencio, con sus palabras en mi pecho.

El silencio entre nosotros fue absoluto por un rato. Ambos sabíamos el siguiente paso que debíamos dar para salir lo mejor posible de esto.

—Jessica, nena, tienes que decirles a tus pad...

—Lo sé. —Cerré mis ojos unos instantes, apoyando la cabeza en el respaldo. —Lo sé. —Él asintió, bajando la mirada. —Puedes volver con Melodi, Pierce, gracias. Necesito estar sola un momento. —No, no quería estar sola. Lo que menos quería era estar sola, pero no quería que se quedara más, no quería hundirlo conmigo.

Su expresión se profundizó, volviéndose fría.

—¿No entiendes que no deseo estar con ella, Jessica? —Llevé mi mirada a él, abrazándome a mí misma, angustiada. —Quiero estar contigo. Quiero saber que estas bien, quiero tocarte y saber que estás a salvo. —A pesar de que mi corazón latía con fuerzas me obligué a ponerme de pie y volverme fría con la persona frente a mí, aun cuando su calor y su amor, daba cierta vida a mi cuerpo.

Se puso de pie también y aquello me desorientó.

—No quiero que te involucres más, por favor. —Solté, aguantando las ganas de llorar. —No tienes idea como te agradezco por ayudarme en el hospital y ahora, en realidad por cada maldito segundo que me hiciste sentir tan bien. Pero no quiero que salgas mal tú de aquí adentro. Porque esto terminará mal inevitablemente. No quiero, Pierce, que te dañen también a ti. Y no sé qué pasará conmigo, Yo...

—No digas eso, Blosson. —Me detuvo.

—Seguiré sola a partir de ahora, buscaré ayuda con mis padres, lo prometo, pero no quiero que estés a mi lado cuando esa persona de ahí afuera quiera lastimarme y lastimar a quien sea que esté a mi lado. —Terminé.

No me miraba, tenía la vista lejos, molesta. Llena de desaprobación a mis palabras. Con mi corazón saliendo de mi pecho llevé mi mano a su mejilla. Él contacto me hizo respirar profundo, su piel suave en sus facciones firmes, ahora duras. Sus ojos se cerraron un instante, como si le doliera mi caricia, tuve que contenerme para que el alma no se me saliera del cuerpo.

Corrí suavemente su rostro a mí, obligándolo a que me mirara. —Estas muy equivocado si crees que voy a dejar que te hagan daño a ti por mi culpa, Pierce. —A pesar que su mirada me intimidaba no dejé que mi voz saliera con menos fuerza, porque mi seguridad estaba allí, debía tener la certeza de que nada le sucedería a él.

Miró ahora mis labios con tristeza, y sentí un mar de emociones en una tormenta caótica. Me sentí viva aunque un tipo ahí afuera quisiera arrebatarme el alma. Sus labios se humedecieron y lo creí eterno, pero no me permití caer. Si lo hacía, si besaba al hombre frente a mí no podría entonces remediar nada y mis palabras perderían fuerza, no habría forma para que se apartara de mí.

Además, entendí que, si lo besaba, si probaba el amor que podía llegar a darme en un beso, por más mínimo que fuera, ya no habría vuelta atrás y caería. Completamente. Y había acordado conmigo misma que si caminaba donde en él estaba, sin corazón de por medio debía ser.

Entonces tomando fuerza me alejé, apartando la mano de su piel, que inmediatamente se sintió el frío de su ausencia. Quise alejarme, huir también de él, pero su mano en mi cintura me devolvió a mi lugar, al espacio junto a su cuerpo. La fuerza de su mirada me hizo respirar entrecortadamente.

—Estas muy equivocada, Blosson, si crees que te dejaré sola ahora. No lo haré. Te Juro, Jessica, que no lo haré. Aunque me odies, aunque no me quieras, ni me quieras cerca, aunque me desees lejos de ti, perdóname, pero esta vez no será a tu modo. —Su respuesta me dejó helada, indefensa.

Entonces se fue, dejándome con un mar y dos centenares de emociones sobre mí.

Me dolía todo, la situación, el miedo, el pecho, las heridas, y por sobre todo el corazón.

[...]

No supe cuánto paso cuando mis ojos se abrieron. Los ojos más hermosos que había visto en la vida fueron los que aguardaban por mí. Me había recostado en el sofá boca abajo y había quedado dormida, ahora él estaba acuclillado en el suelo, observándome con silencio. Su mano daba pinceladas de caricia en mi mano. Quise sonreír, así que, con mi brazo oculté mi sonrisa delatadora.

—Hablé con tus padres. —Me dijo e inmediatamente mi sonrisa se borró. Me reincorporé solo un poco.

—Uh, te dije que fueras con tu novia, no con mis padres. —Esbocé una mueca.

—Uh, creí que ya había dejado claro ese tema. —Esbozó mi misma mueca haciéndome sonreír. —Hablé con tus padres, preguntaron si habíamos estado juntos y les dije que luego de hablar con William me habías pedido ayuda con algo en la computadora, —Quise reír, y él al verme sonrió también. —Suena bastante pésima idea, pero fui todo el camino planeándola. —Dejó escapar una risa. —Les dije que te dolía el estómago y que te quedarías en la sala. Ellos no se hicieron problema. —Tomó aire. —Y en cuanto a tu amiga, ella me preguntó desesperada por ti, le aseguré que estabas bien y que te quedarías dormida en cualquier momento, cuando terminamos de hablar ella quiso asegurarse y te encontró dormida. —Me explicó, —Ahora, serviré helado ¿Quieres ayudarme? No me molesta si dices que no, lo entiendo, luces fatal. —Bromeó.

Solté una risa.

—Me siento fatal. —Él miró el suelo unos instantes, presionando sus labios, como si mi respuesta lo hubiera decepcionado.

—Me esperaba de ti otro tipo de respuesta. —Confesó, buscando mis ojos, con cierto matiz de incógnita, aun buscándola.

—No tengo fuerzas. —Confesé, porque era cierto. —Quizás, mañana pueda recuperar mi "carácter explosivo" —Cité sus palabras, y su sonrisa apareció.

—Mañana nada. Vamos. Levántate.

—Creí que lo entendías si te decía que no. —Me quejé mirándolo incrédula.

—Pues me retracto. Tienes que venir a ayudarme a preparar los benditos helados. —Se corrigió, haciéndome reír. Me reincorporé sin fuerzas, él tomó mis manos y me ayudó a ponerme de pie.

—No puedo permitir este tipo de cosas. —Negó en desaprobación mientras caminábamos a la cocina.

—¿El qué? —

—Que alguien como tú, con un carácter tan explosivo, caiga sin fuerzas. —Me respondió. Entonces me dio una miradita —Es una locura.

Solté una risa negando.

Saqué el helado del frízer y bajé copas de helado mientras él buscaba cucharas. Ambos lo hicimos en silencio, pero uno cómodo. Una confianza que jamás habíamos tenido y de pronto se volvía todo para mí.

—No es mi novia. —Entonces dijo, llamando mi atención. Pero rápidamente volví mis ojos a mi trabajo, servir las copas con helado, intentando no darle tanta importancia y oírlo. —Ella no es mi novia, salimos, eso es cierto, tu padre me vio involucrado con ella un par, bueno varias veces, e insinuó que sí lo era. No me molestó, a Melodi menos, y por supuesto lo dio por asentado. Es decir, la traje aquí y no debería haberlo hecho, no cuando este lugar es importante para mí.

Sus palabras me habían hecho sentir de muchas formas. Su confesión estaba cargada de cautela, pero seguridad, como si hubiese necesitado decirlo.

—¿Por qué me dices eso a mí? —Mi pregunta salió también cautelosa. —Si es por lo que sucedió con ella, ya está olvidado, no importa.

—Porque también eres importante para mí. —Me respondió. —Y porque, lo que sea que siento en este momento, no quiero malentendidos. —

Mordí levemente mi labio, los humedecí y los solté de golpe. Asentí.

—De acuerdo.

—De acuerdo. —Repitió. Y luego me miró. —Ahora dime algo tú.

—Oh, creo que me conoces más de lo que quiero. —

—Aunque no lo creas no es cierto. —Me animó. Terminamos los primeros vasos y mientras tanto los dejamos en el frízer porque sabíamos que aquí tardaríamos.

—Bueno... a ver. —Pensé. —Ahora, mientras sufría el drama, pensé que... no sé si estaba enamorada de William cuando descubrí que me fue infiel. —Lo miré. Porque había recordado la cantidad de veces que me hizo llorar, que me hizo sentir culpable, todas las veces que no me hizo sentir enamorada. —Pero sin duda me dolió. —Él me miró como si de verdad no le entrara en la cabeza.

—Es el tipo más imbécil que he visto en mi vida entera. Es... —Respiró, volviendo a su trabajo. —...una mierda con patas. —Su calificativo me hizo sonreír. —¿Siempre fue así de violento? —Preguntó con cuidado.

—No. —Negué.

—¿Alguna vez te obligó a algo o te prohibía otras? —Su pregunta me hizo pensarlo y en realidad varias cosas llegaron a mi mente, desordenadas, pero todas llegaban a la misma respuesta. —Mejor dime algo de ti. Algo que sepas que no sé.

—Me gusta pelear. —Confesé. Y él soltó una risa. —Pero también tener todo en calma, como en equilibrio. Me gusta bailar, y el invierno. Me gusta la verdad, aunque diga un par de mentiras para salirme con la mía, ejemplo huir de casa a la noche, SABES de lo que hablo. —Él soltó una risa para mi sorpresa. —Me gusta.... —Me gustas tú. —Me gusta... ser feliz. Y vivir como quiero dentro de los parámetros que puedo. Nada en exceso. Me gusta sentir que tengo el universo en mis manos.

Una sonrisa preciosa había en sus labios al mirarlo. Estaba oyéndome atento.

—Ahora dime lo que odias. —Me alentó. Y luego de pensarlo asentí.

—Odio el color marrón, odio las órdenes y las reglas, odio las injusticias, odio la gente que se cree superior a otra, odio la oscuridad, odio en este preciso momento no sentirme completa de felicidad, odio de esa forma que me miras a veces cuando 1; crees que tienes la razón, 2; me das una orden. —Él soltó una carcajada contagiosa.

Al terminar buscamos confites de chocolate y otras cosas. Él encontró una salsa en la heladera.

—Me hace muy feliz estar en una lista tuya, aunque sea de cosas que odias. —Me dijo divertido. Asentí, sonriente. —Es un avance.

—Aun no eres mi amigo. —Lo detuve, haciéndolo reír.

—No me hubieras invitado Harry, ya estoy harta. —Melodi apareció. Esbocé una mueca que él vio y lo hizo reprimir una risita, el muy idiota ni siquiera volteó, se concentró en dejar caer salsa de forma perfecta, en cambio dijo:

—No sé porque dices eso, Mel. ¿Qué sucede? —

—¡Vimos todo! —Ambos la miramos. —Tú que vives aquí deberías tener por asentado que el vidrio de la puerta que da al patio es traslucido. Los vimos cuando hablaron tan malditamente cerca, maldita sea. —Harry volvió a su tarea, con las demás copas. —¿Sabes qué? Si ustedes se quieren quemar en esta mierda bien, pero tenme un poquito de respeto y no me dejes plantada ahí afuera sola en un lugar con personas que no conozco.

Era cierto.

Harry dejó el pote de salsa y se volteó. Esta vez yo, sintiéndome desubicada, lo tomé y fingí que no estaba ahí mientras hacía su trabajo.

—Tienes toda la razón, Mel. Es cierto, lo siento mucho. Perdóname, creo que esta noche...

—Si quieres seguirle el jueguito a esta pequeña zorra bien, pero asegúrate que yo esté bien lejos. Me dejaste mal frente a esta gente, y por ella. —Arqueé las cejas, pero no respondí.

—No vuelvas al mismo lugar donde terminamos, me disculpo por haber sido egoísta contigo esta noche, pero no te voy a permitir que sigas hablándole de esa forma.

—Ya te hizo mierda, ¿cierto? —Soltó ella, dolida. Y mis acciones se detuvieron al instante.

Harry ahora la miraba con dureza.

—Jessica es como una hermana para mí. —Soltó él y todo lo que había sentido en el cielo con él se hizo mierda en el suelo. Mi respiración quedó atascada en mi garganta. —Ella no está intentando nada conmigo, Melodi. No inventes una historia que no existe, ni siquiera deberías involucrarte en esto, creyendo cuentos de tu cabeza donde no hay nada.

Tomé una cucharada de helado de mi copa. Me dispuse a irme, y dejarlos solos.

—¿Hermana? Que maldito asco. —Le dije en la cara, mirándolo, entonces metí la cuchara en mi boca apagando con frio la molestia que ahora sentía dentro mío. Él presionó sus ojos, respirando profundo.

—Ahí la tienes. —Antes de que terminara de cruzar la puerta Melodi soltó una risa, ella tomó de mi mano para detenerme. —Solo intenta seducirte, Harry, solo que tú no lo veías. —Me señaló con su otra mano.

La miré con una mueca.

—Sí, que lo veía, y él respondía, te lo aseguro. —Le dije, haciéndome la desentendida. Harry miró el suelo. —Deberías prestar más atención, ya te lo dije.

Se acercó tanto a mí amenazante que olí su perfume barato. Sus ojos quedaron a distancias de los míos.

—Mantente alejada. —Masculló. —Tu oíste. Eres como una hermana para él y tu soñando en grande ¿cierto? Ahí demuestra lo pequeña que eres, lo inocente que eres. No tienes idea de nada. Y mucho menos tratar a un hombre como él.

Solté una risa, alejando la herida muy muy lejos de mí, no permitiendo que la vieran ni un centímetro.

—¿Sabes? —Suspiré. —Que quede claro que no estoy peleando contigo por él, pero comprobémoslo. Comprobemos cuan ingenua soy, cuan zorra soy. Comprobemos cuanto me quiere él como... hermana. —Me acerqué a Harry y aunque no quise mirarlo a los ojos, no pude evitarlo y al instante percibí toda la tormenta desatada en su mirada. Oscurecida y profunda, verde y avasallante.

Comí más helado, dejando la copa en la mesa a su lado. Humedecí mis labios y me dediqué a mirarlo, a mirar sus ojos y que me viera como él sabía. Que viera quien soy, completa. Que se diera cuenta que no me quiere como una hermana.

Llevé mis manos a su cuello, y aquel contacto hizo mi corazón latir con fuerzas. Las deslicé hacia abajo suavemente, toqué su torso mientras estas bajaban, notando la dureza que había debajo, lo firme y lo suave que podía llegar a ser. Mis uñas rosaban la tela de su camisa y se sintió increíble. Su mirada bajaba mientras mis manos lo hacían. Respiraba profundo, dejando que hiciera con él lo que quisiera. Su mirada ahora brillaba en la oscuridad.

Tragó con fuerza cuando la camisa terminó y me encontré con su pantalón. Cargada de valentía, como nunca, con mis manos seguras sobre su cuerpo me incliné hacia adelante, acercándome más, enfrentándome a él. Entonces de golpe, las tomó, deteniéndolas, mirándome, ahora con fuerza.

Respiré entrecortadamente.

No supe como sucedió, pero él me soltó y detuvo a Melodi que había venido directo a mí como un toro embravecido a vaya saber qué. La detuvo antes de que me tocara un pelo, los esquivé, tomé mi helado y me fui, con ella discutiéndole desesperada intentando alcanzarme y él deteniéndola.

Llegué a mi habitación en segundos. Me quité la ropa hasta quedar en interior y me metí entre las sabanas.

No entendía que sucedía y eso me desesperaba, lucía irreal, y me angustiaba. Presioné mis labios y mis ojos para no llorar y aun así mi corazón continuaba doliendo.

Me encantaba. Ya me había enamorado.

Continue Reading

You'll Also Like

61.1K 4.5K 53
Desde su pequeño negocio, lo vio llorar, y no supo que le pasaría. Él creyó que nadie lo estaba viendo. Una novela en la que al igual que la realidad...
43.7K 3.4K 6
Quien diria que Jeon Jungkook, el tipo de los piercings, tatuajes con una actitud arrogante, sarcástica y soberbia Sería el bebé del menos esperado...
3.4K 249 27
Katy es una estudiante de literatura. En su último año de la universidad el destino le une con Ben, un chico irlandés que cambiará su vida para siemp...
29.3K 1.5K 24
sɪᴇᴍᴘʀᴇ ʜᴀʏ ᴜɴᴀ ᴘʀɪᴍᴇʀᴀ ᴠᴇᴢ ᴘᴀʀᴀ ᴛᴏᴅᴏ...