Claro que están cerca.

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Había cogido el teléfono en un arranque de valentía. No era como que se supiera el número de memoria, por lo que aquella valentía le duro los minutos suficientes como para ir al cuarto donde tenía su agenda, y un montonal de instrumentos, toma dicha agenta, y regresar a la sala. La casa estaba muy sola, y el silencio, aunque también era parte muy importante de la música, fue eliminado por la serie de números que fueron apretados rápidamente, uno tras otro. Se recordaba a sí mismo en su proceso de investigación para poder acertar el cómo los números iban acomodados. Había sido por ayuda de Dave, que ahora tenía el teléfono pegado a la oreja...

Resonó un par de veces, y, tras cinco segundos de aquello, la valentía se desvaneció. Habría colgado, si no hubiera escuchado aquella voz, que siempre estuvo presente, a pesar de todo...

Y es que había comenzado a extrañarlo. No sabía cómo iba a resultar todo eso, pero lo extrañaba lo suficiente, sobre todo, la parte que lo hacía reír, y que irremediablemente le empezaba a hacer falta.

La afirmación por parte del mayor, aun a través del teléfono, hizo hacerle dudar a mitad del camino: "¿Y si todavía estaba muy enojado con él?" "¿Y si en realidad no asistía?" Tuvo que apretar el volante con ambas manos, con algo de fuerza, para concentrarse en el camino, y no en sus terribles pensamientos.

Había decidido que una cafetería era el lugar ideal, y entonces, lo esperó ahí, sentado en una de las mesas entre el fondo, y el gran ventanal que daba a la calle.

Jamie lo abandonó frente a dichos ventanales. No se pudieron besar para despedirse, porque había gente, y Damon comenzaba a agotarse de aquello. Tenía que recordarse constantemente que la gente no estaba enterada de que se había casado con quien hacía ver como su mejor amigo.

—Estaré por la zona. Llámame si necesitas algo, o cuando quieras que te recoja. Iré por pinturas. — Murmuró Jamie, mirando a su esposo. Este soltó un profundo suspiro, previo a asentir.

—Claro.— Respondió, apenas escuchándose a si mismo. Cuando bajó del auto, se sintió como el primer día de clases, hacía tantos años, cuando tenía que entrar a un nivel superior y entonces sus compañeros ya no serían los mismos. A veces... a veces sí molestaban a Damon e la escuela. Damon era dramático, pero la realidad era que él también solía molestar a sus compañeros. No estaban a mano, porque él era mucho más pesado, pero él era uno, contra varios. Ahora sería uno contra uno, y, de toda forma, no se sentía listo.

Cuando entró al lugar, de inmediato pensó que Graham no había llegado. Dio un vistazo rápido a su alrededor, como para asegurarse de no estarse equivocando, y se dirigió a pedir algo. No deseaba tener las manos libres cuando se encontrara...

Y pidió dos cafés, y un pastelillo. Era como un muffin de chocolate. Lucía tremendamente bueno.

Pagó, y, cuando se dio vuelta, lo vio:

Su cabello seguía igual que como lo había traído todos los años de existencia. La montura de sus gafas volvía a ser gruesa, y parecía que la estaba pasando tan, tan mal...

—Te ví entrar. Supuse que no me habías visto, es...— Murmuró Graham. Damon se quedó perplejo, y, por un segundo, sin palabras. Separó los labios... y deseó no tener los dos cafés, y el pastelillo, entre manos, porque quería abrazarlo.

—No te ví, sí, es...— El rubio se encogió de hombros. No notaba que estaba sonriendo ampliamente. Graham frunció los labios, antes de separar se nuevo los labios:

—Te ayudo.—

—Es para ti. Creí que querrías.—En efecto, Damon se volvía a sentir como en la escuela... solo que esta vez, no estaba seguro de qué quería del chico de zapatos feos, y, si lo sabía, no lo recordaba.

You can blame me -Jamion-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora