No queda distancia para correr

444 56 66
                                    

La semana había sido muy difícil. Aun y con qué vivían juntos, Damon se esforzó por no meter a su amigo en sus problemas; tanto así, que fueron contadas las veces que cruzaron palabra en una conversación de más de cinco minutos.

Jamie insistía en mejorar el ánimo de Albarn, pero no lo consiguió, aun después de mejorar algunas cosas de el mismo, como el encerrarse en su cuarto, dándole "igual" si Damon llegaba al departamento por las noches.

—Quedan tres para navidad, Damon, estaría genial que me anotaras lo que quieres comer, por que dudo que me lo digas— Comentó Jamie, esperando no tener un tono tan marcado de reproche, aunque una parte de sí rogaba porque Damon se diera cuenta de cuanto le necesitaba... de cuanto lo extrañaba.

—Lo... lo la-lam- lamento.— Dijo el rubio, moviendo esa cucharita dentro de la taza humeante sobre la mesa; sin sentimiento propio, solo un poco indiferente, y arrepentido.

—No te preocupes... solo, creo que has estado algo distante, y no sé qué hacer para que no sea así...— Jamie habló en voz muy baja; Imitaba la acción del rubio, ya que bien su debida si estaba algo pasada de grados –descuidó un poco el tiempo que la tetera pasó sobre la estufa, lo cual era un error común para esa hora-. Lo suyo no era ser así de honesto, pero no importaba tanto salirse un poco de si mismo.

—Es Justine, Jamie...— Murmuró Damon, sin mirarle; La vista en su bebida le evitaba admirar cualquier signo de reclamo por parte del ajeno, como si eso protegiese al músico de morir por una posible mirada de odio, de celos... de tristeza, por parte de su amigo.

Por primera vez en esas dos semanas había llegado a tiempo para cenar tranquilamente con el dibujante.

—Ella y yo... ella y yo teníamos unos ocho años de relación, y... todo terminó, tan rápido... sin contar que... las cosas no van bien, me siento tan... abrumado— Así fue como siguió con su confesión; tenía que hacerlo, en algún momento. Tras pensarlo por días, notó que era lo mejor contarle al chico con el que vivía. Una de las bases para la buena convivencia era la comunicación, así que pensando en ello fue que tomó valor, y se atrevió a decir todo eso. Parecía que recién lo decía, pero había practicado un par de veces. De no hacerlo seguro que se habría puesto a llorar, allí mismo.

—Oh. . .— No, Jamie no quería escucharlo. Escuchar sobre los problemas del ser que tanto quería, y no poder hacer mucho...no saldría bien. —Puedes hablarlo si quieres...— Dijo en voz baja, por fin. Habría apostado que no fue su mente la que planeó decir eso, sino un instinto primitivo, y oculto en Jay, que no supo definir hasta que tuvo tiempo de repasarlo.

—No quiero que tengas una idea diferente de mi, Jamie, yo no suelo ser así, pero ahora no sé qué me está pasando...— Damon se encontraba realmente preocupado por esa situación; lo expresaría, minutos después, completamente frustrado con palabras. Su voz ya tenía indicios de esa leve desesperación, que no hacía más que crecer...

—Me encantaría poder ayudarte...—

—Lo haces. Vives conmigo. Yo me sentía tan solo... gracias a ti ya no es así, siento que puedo... que puedo encajar. Ya ni siquiera encajo con Blur...— Albarn movió ligeramente la cabeza, dejando que esos mechones rubios cayeran sobre su frente, haciéndolo ver incluso más pequeño, como un niño... como un niño mimado al cual le acabas de quitar un dulce. A Jamie le pareció por un segundo dulce, y cómica esa comparación, pero no era el mejor momento para reírse.

—Esto no es nada, a mi me gusta bastante convivir contigo— Acertó a expresar el dibujante, con un buen ánimo; no iba a permitirse titubear en esa clase de ideas, y mucho menos cuando el ánimo del rubio dependía de ello. Aun con que hubiera querido no dudaría en que le fascinaba vivir con Damon. Tenía algunas contras que anotar, como en todo, pero ninguna lo suficientemente mala como para pasar un rato poco agradable.

You can blame me -Jamion-Where stories live. Discover now