Dan

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La madrugada daba cierta tranquilidad. No había tráfico, ni aves pasando por el cielo. No había luz, tampoco podías ver si existían nubes que cubrieran el hermoso cielo. Solo oscuridad, soledad, y silencio.

Aunque Jamie ya había tenido suficiente de ello por cinco meses le pareció encantador todo eso, porque sería la última vez que se sentiría tan solo.

Mientras pagaba el taxi que lo dejó justo frente al aeropuerto se permitió sentir completa, y plenamente la felicidad del momento. Por dios, por fin lo vería a él. Al de ojos claros, muy parecidos a los propios, con ese cabello que tanto adoraba tener entre dedos. Con esa sonrisa unilateral de dientes chuecos, y por supuesto, con aquella forma de ser única que lo recibía alegremente por las mañanas frías que regalaba la ciudad.

Estaba ansioso, ansioso de verlo ya, de abrazarlo, de besarlo, y de decirle cuanto lo había extrañado, antes de demostrarle una vez que llegaran al hogar que había sido helado por meses, que sus palabras no eran nada comparadas con el anhelo de sentirlo de nuevo, de tocar sus labios, tal vez borrando cualquier rastro de lejanía entre ellos.

Toda presentación que se televisó Jamie no se la perdió, por nada del mundo. Encendía la T.V. incluso minutos antes, para ver si hacían alguna entrevista –solo una vez fue que eso pasó- y después, sonreía emocionado por dos horas admirando como su novio... desbordaba felicidad. Seguro que estaba tan drogado como la mayoría del tiempo en la que Jamie se pasaba dentro de su cuarto, escuchando música y dibujando, pero no lucia mal. De hecho, el músico dejaba todo de sí, en distintas canciones, en momentos diferentes de programación. Era extraño verlo de esa forma; En vivo, pero sin poder tocarlo a pesar de que era suyo. No podía entender bien todo eso, porque parecía que apenas se habían despedido.

Una semana después de que Damon dejase el departamento fue que Jamie comprendió; Estaba solo. De nuevo. Tenía... de alguna forma tanto tiempo que no se sentía así. Apenas había pasado cosa de un año desde que conoció al rubio –un poco más, un poco menos- pero sentía que lo necesitaba, completamente. Verlo despertar era lo que más extrañaba, entre todo lo que añoraba tener. Ver despertar a Albarn entre sus brazos era algo increíble, parecía tan inocente cuando dormía, tan pequeño.

Jamie gustaba de sentir que protegía a ese chico que conocía como nadie más. Ególatra, presumido, siempre buscando la atención de todos... y tierno, cariñoso, sensible.

El primer día, en cuanto por fin el cantante sentenció al subir a ese avión el no regresar hasta que toda la gira terminara, Jay se arrepintió. Del día anterior, de todo lo que hizo, y de como no aceptó ir con él, en medio de su enojo, con él. No tenía nada que hacer esos meses, y aunque así hubiera sido... habría valido la pena faltar a todo.

Pero Damon le miraba como nunca antes. De hecho, ese día todo ocurrió normal. Dee lo despertó con un gran beso en la mejilla más próxima a él, antes de acurrucarse a su lado, aportando el calor incomparable de siempre.

Si, Jamie aun recordaba bien de qué fue lo que hablaron cuando Damon se encontró entre las mismas sabanas que él;

—Te voy a pensar todos los días, Jamie. . . incluso cuando esté completamente perdido en el alcohol, te juro que lo haré— Murmuró, mientras un Jamie adormilado acariciaba esos cabellos claros, de vez en cuando jalándolos con las yemas de sus dedos, que se escurrieron a ese sitio por si solas. Igual sonrió. Tenerlo allí... era reconfortante, de alguna manera. No completamente, pero disfrutaba esos preciados segundos que sabía no tendría en un montón de tiempo libre.

—Y yo, Dames. . . te voy a extrañar tanto...— Dijo a volumen bajo, asombrándose de que su voz no se quebrara, y que esta contara con algo de fuerza.

You can blame me -Jamion-Where stories live. Discover now