No lo pidas de nuevo

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Estar casado con alguien siempre se hacía notar como un trabajo muy complicado. Damon siempre escuchó lo malo de eso... pero vio lo bueno. Curiosamente siempre escuchó quejas de una vida en pareja, la gente siempre decía que era cansado, de lo más agotador –después de los hijos- que podías hacer (o tener) en tu vida..., sin contar el sufrimiento, claro. Había visto a Dave divorciarse, a Graham divorciarse, y a Alex... engordar. Y tener un montón de hijos, claro, pero seguro que el engordar había sido por vivir en una granja y dedicarse a hacer quesos... Damon también había engordado. Lo notaba, se lo reclamaba, pero seguía bebiendo por diversión... y Jamie le seguía diciendo que lucía lindo, entonces no tenía por qué cambiar esos hábitos, suponía el rubio...

Bueno, apartando la subida de kilos incontrolable... Damon creció con ambos padres amándose, y nunca le dieron malos ejemplos respecto a eso. Damon cuando era un niño podía verlos y saber, estar seguro, de que sus padres se adoraban. Habían estado mucho tiempo juntos (o eso sentía él, en su mente de niño) y tal vez así lo seguiría viendo. . . siempre. Así fue porque sus padres seguían juntos. A veces, después de conocer el mundo real, Damon se preguntaba cuál era el secreto de ese buen matrimonio. No fue hasta Justine que él quiso con muchas ganas saber esa fórmula, porque no podía comprender... las peleas a veces las veía como algo muy grande, pero otras veces no tomaba conciencia de ellas hasta después..., mucho después, y entonces solo se empezaba a meter miedos. Era joven, pero tenía mucha determinación... y optó por tener cierto... grado de miedo, y hasta intolerancia a las relaciones que te comprometieran de más.

Lo gracioso para él, de todo eso, era que casi se había matado por Justine en un intento de dejar de sentir dolor, que había insistido, y se había lastimado hasta el hueso solo para no sacarse la esposa que lo mantenía al lado de su amigo alcohólico, y que definitivamente se había metido en una relación tan seria que culminaría (en algún sentido) en matrimonio, y este a su vez. . .

Todo estaba bien. Eso dejaba de ser gracioso, dejaba de ser un... chiste oscuro y sin sentido.

Damon veía a Jamie entre cualquier sombra y solo podía sentir una sola cosa, solo podía saber con seguridad una cosa: Amaba a Jamie. En serio, lo adoraba, y eso era algo increíble. En todo el sentido de semejante palabra: Increíble.

—¿Podemos quedarnos un poco más, Jay? Solo... no hace tanto frío, la noche no es tan fría, y... bueno, hay una vista estupenda...— Murmuró el rubio, elevando un poco la mirada para encontrarse con otro tipo de azul, con un azul diferente al del mar, al de la noche... Apenas y podía verlo, pero ahí estaba. Jamie acertó a sonreír, mostrando todas esas arrugas preciosas que se le formaban en la cara como parte de tal gesto. Asintió, y solo se tiró al lado de su esposo. Jamie optó por solo acostarse para mirar el cielo: Las estrellas brillaban ante sus ojos por la falta de nubes, y eso le parecía increíble. Eso era... "el cielo" en un sentido profundo, porque iba mucho más allá de tal expresión. Era el infinito, era la inmensidad... todo lo percibía azul, y no negro, no era capaz de notar un vacío en tal panorama tan bello y perfecto... en ese momento no existía. La luna era suficiente para ellos.

Damon estaba sentado, mirando al frente... arrullado, por las olas del mar, por el sonido que estas creaban... era como algo infinito, dentro de su mundo, pero tampoco era agua oscura: Era azul marino, un azul muy fuerte, muy potente... pero nunca lo suficiente. De tomarlo así, entonces el mar habría sido sinónimo de peligro, de amenaza..., y no existía realidad más lejana. Era precioso, era magnifico... elegante con aquel baile repetitivo sincronizado, y precioso, ejecutado vez tras vez para su deleite. Tenía ritmo, un ritmo. . . —I've, seen their worlds. . . Inside my head...— Murmuró. —And. . . They connect... With the fall of man— Roto. Sus dedos fueron guiados por la arena suave, tibia, en un camino irregular y ciego, pero no desesperado, en busca de la piel ajena, del arte hecho persona, y de la persona que a la vez podía crear arte con unos dedos que Damon podía sostener como suyos.

—Feliz aniversario, Jamie.— Volvió a murmurar Damon, como si su voz pudiera romper algo, porque sentía que la armonía que tenía de fondo no iba a encontrar melodía en una voz humana...

—Feliz aniversario, Damon... te amo.—

1

Antes de encontrar la paz en el mar, en la soledad que unos cuantos choques podían hacerte apreciar como afortunado por tener vida, Damon había regresado de una gira de meses, y se había encontrado a Jamie justo como lo había dejado... solo que más feliz, y entonces todo había sido mejor, todo había estado marchando de maravilla, porque tenían casa nueva, amueblada, con espacio y en una zona muy linda, que a Damon siempre le había gustado. Tenían un departamento en donde podían pasar el rato, trabajar, y estar tranquilos. . . era algo que definitivamente cualquiera habría deseado, pero, con el tiempo, decidieron que necesitaban una casa cerca de la playa. Aún con un nuevo proyecto de Damon, optaron por hacerse otro espacio para comprar aquella nueva casa, grande y linda, que regalaba mañanas encantadoras frente a las olas.

Damon había tenido que elegir: Un bebé, o su trabajo...

Y, cuando tomó su decisión...

—¿Damon? ¡Damon! Cariño, ¿Qué haces?— Jamie había estado llamando a Damon desde hacía unos minutos. Había salido unos minutos, a comprar algo de pan para el desayuno... pero cuando llegó, y no encontró a Damon en el sofá donde lo dejó... —¿Estás bien?— ... Se puso a buscarlo. Lo hizo por poco tiempo, le bastó subir las escaleras y encaminarse a su habitación para encontrarlo. Lo encontró sentado sobre la orilla de la cama, con la cabeza baja. Jamie frunció el ceño, pero se aproximó sin temor.

Damon negó... pero no porque estuviera mal. Solo no entendía, y... no sabía qué decir. Soltó un suspiro profundo.

—El teléfono sonó a los segundos de tu salida.— Murmuró. Jamie tomó asiento al lado de su esposo, y, tras eso, llevó una de sus manos a las hebras cartitas y rubias de aquel hombre. Acarició su cabello con suavidad, y lentitud. —¿Me puedes ir a dejar en un lugar, Jamie?

Jamie asintió. No entendía nada ahora, pero no le interesaba. El silencio a veces era mejor, y tampoco tenía ganas de hacer muchas preguntas. Damon se levantó, y el dibujante lo imitó rápidamente...

Subieron al auto en silencio, Jamie solía juguetear con las llaves, pero esa vez no lo hizo. Prefería mantener ese silencio, no le desagradaba.

—¿Puedo preguntar a dónde te llevo?—Inquirió, un tanto divertido, pero con extremo cuidado.

Damon asintió, y chasqueó la lengua. Desvió su atención al paisaje, que ahora se movía a su alrededor. —Yo te indico.—

—¿Puedo preguntar quién te llamó, Dee?— Jamie enmarcó una sola ceja, previo a girar un poco la cabeza, para ver si existía alguna reacción negativa en el mayor. Al parecer, nada...

Asintió, y separó los labios... pero no dijo nada al instante. Se mofó, exhalando sonoramente:

Graham.

You can blame me -Jamion-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora