Parte sin título 57

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Capítulo 57 En elotro lado del mundo el señor Peter Scisolbon se hizo presente en la sala deespera de su mansión. Lois estaba de espaldas observando un cuadro surrealistade principios de siglo XX.—Es original —interrumpió el dueño del cuadro y del lugar.Lois se volteó. El hombre volvió a dirigirle la palabra: —Los que no somosde aquí, nos suele llamar la atención ese tipo de arte. Las razones son obvias.¿No? El señorBolé dirigió su mirada a Lois, quien observaba serio al recién llegado a esasala. Este último volvió a hablar mientras caminaba lado a lado perseguido porlas miradas de dos guardaespaldas: —Disculpen. No mehe presentado aunque supongo que saben quién soy yo: Peter Scisolbon. Nada,directo al punto. De camino aquí me preguntaba cuál de los dos sería el dios (esaúltima palabra la dijo en tono más bajo). En el otro lado siempre ha habido unoo dos. Aquí la historia secreta convertida en mito y/o leyenda nos dice que eneste lado del mundo ha habido en ocasiones hasta más o menos cien al mismotiempo, dispersos y no tan dispersos, interactuando en ocasiones, en otrasocasiones nunca se llegan a conocer entre sí. Al menos en los últimos milenios.En fin, viéndote de espaldas noté también el pico de tu estrella tatuada que tucamisa no llega a cubrir. De hecho, un religioso o religio, para ser másexacto. El hombreordenó a sus guardaespaldas que abandonaron la sala de espera de invitados.—Es una orden. Mierda, que esperan. Una vezse cercioró de que estaba solos, les dijo en un tono algo nervioso.— ¿Qué quieren? ¿Dinero? Revelarle a la prensa algo que detodos modos nunca podrían probar. Una fantasía resultaría. Con suerte los encerraríanen un hospital siquiátrico.—Mi nombre es Juan Carlos Bolé. Soy abogado en otra jurisdicción.Vengo aquí en calidad de padre. Sí, él viene de dónde has prácticamenteinsinuado que vienes. Verás, sentémonos a dialogar. Digo son tus muebles.—No hay problema. Los tresse sentaron sobre los lujosos muebles color blanco perla. El licenciado prosiguió:—Mi hija está allá. Solo tiene quince años.— ¡Una diona! —exclamó Scisolbon—. Y adolescente. —Sí. El dion que túproteges ya no está solo —dijo Lois tras levantarse abruptamente. Enseguida sepusieron de pie los otros dos. —Cálmate chico, déjamenegociar —dijo en un tono firme el licenciado.—No hay tiempo para eso. No me queda mucho tiempo. Puedosentirlo —le contestó el adolescente.— ¡Oh! Estás en coma inducido. No se dura mucho por acá si noes un coma natural. Acá con un mezcla de barbitúricos y opiáceos... (Lo interrumpióLois).—Hablando de coma inducido. A eso iba. Tienes al malévoloescondido en algún lugar de esta mansión. Eres su maldito protector.— ¿De qué hablas niño? —No lo puedesnegar. Un kriodo me lo mostró —dijo alterado.— Lois —seinterpuso el licenciado entre ellos.—Ya veo chico. ¿Qué harás al respecto?— Mira, si por mi fuera te golpearía ahora mismo. No meimporta tus guardaespaldas ni nada. La coalición me envió para hacer un trato contigo.Llévame al dion. Allá cuidarán tu cuerpo durmiente para que puedas seguir contu estilo de vida por acá. Verás, muchos no estamos de acuerdo con el trato,pero fue al que se llegó por consenso y se ratificó.

— ¿Sí?

—Es más. Deberías avergonzarte. Supongo que crees que él cuida de tu familia. Una de tus hijas es una de sus concubinas, y no de las que lo hace voluntariamente. Junto a tu esposa y demás hijos, viven en el castillo, más bien secuestrados.

—No te creo.

—Eres un dios. Puedes contactarte con cualquier fantasma y verlo virtualmente con tus propios ojos.

Se le quedó mirando casi sin pestañear. Dijo:

—No importa que te crea o no. Confío en ti más que en él. Allá soy un religio, seguía las enseñanzas del maestro Figoren. Era uno de sus discípulos, y algo me dice que te consta. Hube estado esperando una oportunidad para deshacerme de ese hombre sin comprometer mi vida ni la de los míos. Acepto el trato.

Yamirelis: en el otro lado del mismo mundoWhere stories live. Discover now