Parte sin título 47

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Capítulo 47

El dueño de la casa lo invitó a sentarse en unos de los muebles de la sala de estar. No tardó en ponerse cómodo. El señor Bolé fue a la cocina. Al rato llegó con una taza de chocolate caliente, la cual con gusto, el invitado empezó a degustar. Le agradeció por el gesto.

—Es suficiente. Basta de rodeos. Subrogación. ¿Cómo lo sabes?

—Señor Bolé. Sin rodeos. No tengo tiempo que perder.

—Entonces.

—Aunque le explique, sería casi imposible, más bien imposible, que usted me creyese. Solo necesito que usted me ayude a llegar a Atlanta lo antes posible. Luego lo compensaré. El dinero no es problema. Honorarios de abogado.

—A ver, a ver, a ver. Vienes a mi casa, la casa de mi hija.

— ¡Claro! La casa de Yamirelis. ¿Ella está aquí o en algún hospital?

Interpretó el silencio del señor Bolé. Se levantó del mueble, iba dirigirse a las escaleras, cuando el dueño de la casa lo sujetó con fuerza por el brazo y le gritó:

—Cómo te atreves, sin mi permiso.

—Perdone señor, soy así, algo enérgico e impulsivo; eso dicen ¿Por favor, puedo?

—Fuera de mi casa. Tienes diez segundos antes de que llame a la policía (soltándole el brazo).

—Por favor señor. ¿Sabes cuánto darían otros padres para que Austin Live subiera a las habitaciones de sus hijas?

—Fuera, fuera

— ¡A cantar! No me malinterprete.

El señor comenzó a empujarlo. Casi en la salida, abrió la puerta. Le preguntó que si quería salir por los buenas o si esperaba una patadita suya.

—Ella te ama, a pesar de que te negaste a que tuviera una madre. A pesar de tu egoísmo y conveniencia. Entiende por lo que pasaste en tu relación anterior. Ella es una chica lista y muy madura para su edad. Cuando me contó eso fue la vez que con más ímpetu se masticaba sus uñas. ¡Te ama! ¡Quiere regresar! Pero eso solo lo decide La Gran Estrella.

Quedose petrificado el señor. Sus ojos se humedecieron y empezó (aunque fue breve) a masticarse las uñas de ambas manos. Le dio la espalda al joven. Caminó hasta llegar a sentarse en un sofá. El sofá de papá diría ella. Pareció olvidar que tenía un desconocido en su casa. Éste se acercó a él. El señor, con voz en ese entonces calmada, le dijo:

—Siempre supe que algún día Dios me castigaría. Recurrí a la ciencia, en vez de a Él para convertirme en madre y padre a la vez. ¡No pensiones alimentarias, manutención, como le llamen! Ninguna decisión negociada ni custodia para la otra parte, ni compartida. Sin la intervención de los tribunales. Irónico, porque soy abogado, de esos casos también he tenido y facturado.

—No diga eso. Usted ha criado muy bien a su hija.

— Eso no evitó que fuese víctima de bullying cuando más niña: ¨ ¿Y tu mamá dónde está? ¿Se murió? ¿Tu papá la tiene encerrada? Tu mamá abandonó a tu papá y tiene otra familia porque a ti no te quiere¨. Etcétera, etcétera. Cuando le dije la verdad fue bajo recomendación de una sicóloga y un trabajador social.

—Con todo respeto señor Bolé. Mi manejador, y al principio me negué, me hizo ser portavoz de una fundación que combate el acoso escolar. Sé de ese tema. Aunque hubiera tenido madre, eso no hubiera garantizado que no hubiera sido víctima de acoso escolar. Cuando no es por obeso, por ser de otro país, por preferencias, sexuales, religiosas, musicales, vestuario, problemas del habla, etcétera, etcétera. Lo importante es cómo se enfrenta al asunto. Así que no se sienta culpable.

El señor Bolé dibujó una leve sonrisa en su rostro. Se levantó del sofá. Echó su mano sobre el hombro derecho del joven. Le dijo:

—Está bien. Subamos, pero para que la saludes. Aunque deberás contarme tu historia. Cómo la conociste.

Yamirelis: en el otro lado del mismo mundoWhere stories live. Discover now