Parte sin título 43

7 2 1
                                    

Capítulo 43

En una esquina aparte, Piersolain estaba hablando con Lois. Eran las últimas instrucciones antes del ¨viaje¨. En un sofá, la señora Figoren secaba el cabello a quien ella se refería como ¨la niña'. Esta última se hubo aseado en uno de los baños disponibles en aquel sótano y se puso aquel traje floreado de una sola pieza que previamente rechazó ponérselo en el automóvil. No le hizo ningún peinado en particular. La peinó y le dejó el cabello suelto en contra de las recomendaciones de Grenka, quien aunque estuvo ocupada con los demás finiquitando detalles de la misión se distrajo y opinó.

Alguien tocó la puerta en forma de clave: dos toques corridos, pausa corta y un último toque más contundente. Enseguida uno de los allí presentes, el hombre de los ojos cubiertos, abrió la puerta y la dirigió al sótano. Era una mujer muy madura, vestida con una bata amarilla. La saludaron e identificaron para beneficio de quien no la conocía, como la médico Weiler. Enseguida la señora Figoren le explicaría a Yamirelis que no existían hospitales en Ciudad Mundial. Estaban proscritos. Solo estaban permitida la medicina a domicilio. Solo había salas de urgencias para miembros del gobierno del área de la seguridad. Le dijo además (aunque al oído) que la médico Weiler quizás no era la mejor, pero si la más confiable y colaboradora de alto nivel de la coalición.

—Sin más preámbulos, a lo que vinimos —dijo la médico, para luego extraer de su maletín negro una semilla negra del tamaño de una de maíz.

Lois se acostó en una pequeña cama litera. Uno de los ateos trajo una jarra pequeña con agua, que previamente fue solicitada por la médico. En ella, dejó caer la semilla. Solo Yamirelis estaba asombrada al ver como de la semilla, en cuestión de poco menos de un minuto, brotó un tallo, varias hojas rojas y al final, una flor rosada en forma de campana.

—Hay que esperar varios minutos hasta que toda el agua esté saturada — indicó la médico a Piersolain.

Yamirelis se puso de rodillas justo al lado de Lois. La médico vertió un poco del agua rosada en una probeta. Vertió veinte mililitros en ello. Antes de dárselo a tomar, le indicó muy seria a Lois:

—Con esto te induciré coma. Durará más o menos uno o dos días, depende de cada paciente. No puedo darte una dosis más elevada que te haga durar más tiempo por que podrías morir, desde un derrame cerebral, paro respiratorio, en fin muchas complicaciones. Después de esto, no podrías volver a intentarlo hasta más o menos dos años después, y esa sería la última vez; podrías adquirir daños mentales permanentes.

Asintió con la cabeza. La adolescente le agarró una de sus manos, a su vez con su otra mano le quitó la probeta a la médico, dándosela a Lois, éste sin titubear, se bebió todo el contenido. Todos a la expectativa. Nadie hablaba. La médico le verificaba el pulso en su cuello. El agarro de manos con fuerza bilateral se volvió unilateral.

— ¿Estará bien? — preguntó Yamirelis con su mirada apuntando hacia los ateos. Sabridas al parecer se sintió aludido y respondió:

—Pregúntale a alguien a quien le importe.

Piersolain regañó a su sobrino y se disculpó con ella por su sobrino. Le explicó, asistido por la médico, que él sería monitoreando. La médico estaría de guardia todo el tiempo con él. Ella imploró quedarse allí también, pero la médico le explicó que no debía haber muchas personas allí. Lois necesitaba todo el oxígeno disponible. Ese sótano tenía apenas una pequeña ventana bien pegada al techo y cubierto por fuera con unos tiestos de plantas que le servían de camuflaje. Un solo ventilador estaba en el techo y la temperatura estaba en los ochenta grados. Le explicaron a la diona que no estaría lejos, le asignaron un cuarto en el tercer piso de ese mismo edificio. Hasta le consiguieron una bata de dormir.

Yamirelis: en el otro lado del mismo mundoWhere stories live. Discover now