A los perros malos se los castiga

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/Distrito Tamana/Ciudad/Hotel/Entrada principal/Noche/Una semana después/

— Bienvenido. —expresó Sasori con una reverencia suave.

— Vaya, vaya. —dijo mirando la decoración de la entrada al bajar de la limusina— Le pusiste detalle a esto, estoy impresionado. —los hombre de traje en la entrada se inclinaban con fuerza ante la imponente presencia del Líder de la Familia. Después de bajar Madara, salió una mujer de imponente garbo y cabellera blanca con extraños ojos de un morado circular; Madara le dio la mano para ayudarla a salir— Date prisa, cariño.

— Esta fiesta es aceptable. —expresó altiva y cariñosa a la vez, Sasori hizo una reverencia corta hacia ella también.

— Los llevaré a la sala destinada para su descanso.

— Perfecto. —los tres caminaron por el pasillo— Por cierto, Sasori, quiero ver al nuevo.

— Como guste.

/Hotel/Camerinos/

Con su vestimenta de artista: shorts marrones, una blusa de manga ancha al estilo kimono, un prendedor gatuno en el cabello suelto y el retocado suave del maquillaje hacía de Tamaki una hermosa artista —incluso mejor que en la televisión—, pero la preocupación en su rostro le restaba un poco de esa belleza felina.

— Ya cálmate, linda. No necesitas más guardaespaldas que yo. —expresó confiado y sonriente, ella lo miró preocupada, a lo que él respondió adoptando un rostro más serio y maduro— Tamaki, relájate. Me encargaré de que no te pase nada; es mi palabra, ¿recuerdas?

Ella sonrió suavemente con un dejo de desconfianza.

La puerta sonó y cuando Kiba abrió se topó con el rostro familiar de Komushi.

— Kiba, te busca.

— ¿Quién?

— El jefe... El Líder. —Kiba abrió los ojos con algo de nerviosismo y orgullo.

— ¡Do-Dónde vas! —clamó Tamaki agarrándolo de la chaqueta cuando vio que salía del camerino.

— No me demoro, linda. —le guiñó un ojo— Prometí protegerte, ya regreso. —lo soltó aún nerviosa y la puerta cerró, dejándola en la incertidumbre y el temor de estar en un lugar lleno de yakuzas.

/Hotel/Salas privadas del Norte/

Los suaves golpes en la puerta le indicaron a las personas en el interior que había llegado el nuevo. — Pasa. —al abrir la puerta sus filosas pupilas negras se toparon con la imponente presencia del Líder de los Tsukuyomi: Madara. A su lado una mujer de cabellera blanca se le hacía familiar. La recordó segundos después cuando recibió la estocada del puñal en el hombro.

— Permiso. —dijo seguro y saludó con una reverencia.

— Kiba Inuzuka, eh. —expresó Madara— Siéntate, muchacho. —obedeció de una forma entre fluída y mecánica. « Su mirada es fiera... me agrada. » — ¿Lo estás pasando bien?

— Eh... Sí, señor.

— ¿Señor? ¡Ja! —su actitud despreocupada y firme le daba no sólo madurez, sino también una marcada jerarquía— ¡Me agradas!

— Te recuerdo. —agregó la mujer que bebía vino de una copa— Eres el chico que recibió la cuchillada por salvar a su compañero. Interesante. —Kiba apartó la mirada por la vergüenza de ser elogiado por alguien de su cargo.

— ¿Ya bebiste algo? —preguntó sosteniendo un vaso mientras Sasori servía cerveza en él. Se lo extendió a Kiba— Ten, disfruta de la celebración. Eres parte de la Familia después de todo. —Kiba aceptó el trago y lo ingirió de golpe; no le afectaba el alcohol hasta pasada la séptima botella, así que no le molestaba; además los nervios de estar con el Líder lo llevaron a aceptar el gesto sin dudar.

Dulce GuardaespaldasWhere stories live. Discover now