Un par de niños en la calle

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/Bagón de tren/14h45/sábado/

Hiro decidió tomar el rumbo opuesto, llegando a una parada de tren que lo dejaría en casa lo antes posible. Además de que no quería gastar todo ese dinero para un taxi... algún día se lo devolvería.

Sentado, solo.

La cabeza gacha y un par de personas en todo el lugar mantenía un silencio relajador. Estaba cansado aún por la paliza y cayó dormido sin darse cuenta.

— ¿Señor? —una voz infantil y el topecito en su rodilla de una manito alerta al chico de perlados ojos y nota, con gran asombro, su rostro y el de su nii-san. Restriega sus ojos y sacude la cabeza, entonces sus sentidos se acomodan y nota a dos pequeños: un pequeño de 8 años, cabello anaranjado y el otro de unos 6, cabello rojo vino— ¿Se encuentra... bien? —comenta tímidamente el de rojo.

Hiro se limita a observarlos con melancolía, los recuerdos junto a su hermano no dejaban de aparecer. No cabía la menor duda al notar la bandeja con cigarros y un canguro*; ellos trabajaban para alguien. Ver que esos pequeños están en las mismas condiciones que él tuvo hace unos años lo entristece.

— ¿Compra uno? —acota el pequeño de cabello naranja con una sonrisa algo molesta.

Nii-san, está enfermo. —murmura el pelirrojo y se escucha el timbre que anuncia la parada en la que se tiene que bajar. Las puertas se abren y Hiro toma las muñecas de ambos niños, obligándolos a descender del tren a tirones.

— ¡Suéltanos, estúpido! —maldice el mayor, mientras el menor forcejea con menor fuerza. Hiro mira de un lado a otro y se acuclilla a la altura de los pequeños, quienes no dejan de mirarlo.

Los quiero ayudar.

— ¡Mentira! —grita el pelinaranja y Hiro los suelta, con delicadeza coloca su dedo índice delante de su boca por unos segundos.

Su custodio está cerca, ¿verdad? —ambos abren los ojos con asombro, lo que responde su pregunta instantáneamente. Hiro se pone de pie nuevamente y mira de un lado a otro, así nota a un sujeto de arrugado rostro con un trapo atado a la cabeza, cubriendo su calvicie. Mira a los niños y extiende ambas manos— Si me dan la mano, prometo que nada malo les sucederá.

El chico de cabello naranja se hizo dos pasos atrás, pero el pelirojo no— ¡Nagato! —quien, con temor, toma la mano del chico peliazul— ¡Estás loco!

— Él dice la verdad, Yahiko-niisan. —el pelinaranja bufa y chasquea la lengua. Con una mirada fúrica toma la mano de Nagato y Hiro asiente con ligereza; los tres empiezan a caminar hacia la salida. Entonces el tipo se acerca a los chicos, obstaculizando el paso. La mano del pequeño Nagato empieza a temblar y Hiro la sostiene con fuerza.

— ¿Dónde crees que llevas a esos niños?

— Por favor, salga de mi camino. —expresa respetuoso el chico, pero el sujeto sonríe con malicia y lanza un golpe a su mejilla con el puño cerrado.

— ¡Extraño! —grita Yahiko, pero ambos pequeños quedan con la boca abierta al ver que, no solo lo esquivó, sino que lanzó un golpe a su estómago, haciendo que cayera sin aire al suelo. Nagato abraza a su hermano sin dejar de ver. Hiro se acerca y lo toma del cuello de la camisa.

— No lo volveré a decir. Por favor, no vuelvas a entrometerte en nuestro camino. —manifiesta sereno con un aura oscura y lo suelta. Camina hacia los niños con un rostro inexpresivo, pero claramente amigable. — Estarán bien. Les prometí que nada malo les volverá a pasar, ¿verdad?

El pequeño Nagato se separa con lentitud y camina al chico que parecía contener una gran sonrisa tras su rostro amable. Pero queda petrificado cuando, detrás del chico bajito se levanta el tipo a quien rinden cuentas. Todo pasa en menos de un pestañeo y para cuando logra abrir sus ojos, el sujeto ya está de regreso en el suelo y el extraño nii-san con su pie sobre el cuello.

Dulce GuardaespaldasWhere stories live. Discover now