A través de un corazón frío

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/Prefectura Gifu/Distrito Nakatsugawa/Campamento/Atardecer/

Casi un mes ha pasado en las afueras de ese bello pueblo campestre al cual sólo puede visitar una vez por semana si cumple con su rutina de entrenamiento; lamentablemente sólo ha podido estar allí una vez. La villa es tranquila y las personas amables, pero no puede congeniar lo suficiente debido al motivo que lo llevó allí en primer lugar.

Los rayos rojizos y anaranjados del astro ocultándose tras las montañas cambiaban el tono de su cabellera azul oscuro por un morado levemente encendido. Su cabello llevaba casi la mitad de crecido de lo que tuvo antes de ser rapado y no quería que lo volvieran a hacer, por ello se encontraba aún en la pista dando la vuelta número 94 desde el medio día.

No sentía los pies y la fuerza de sus piernas empezaba a jugarle sucio cada tantos minutos, pero no se dejaría caer.

Cada día era una sesión de cuatro horas en defensa personal, luego combate con armas de apoyo y fuerza del contrincante, así como dotes de obediencia y más entrenamiento. ¡Era un fortuna que al menos la alimentación era digna del atroz esfuerzo!

El maestro Guy aún se encontraba de pie en el inicio de la pista observando el trabajo de Hiro, otorgándole una vuelta más cada vez que demostrara signos de fatiga extrema; como que su rodilla o mano tocara el suelo por el ansiado descanso que imploraba cada una de las células de su cuerpo.

Tenía la ropa completamente empapada de sudor. Cada tanto podía beber un poco de agua, pero su boca ya no podía estar cerrada por la necesidad física de oxígeno; caer por 45ava vez sólo le daría una vuelta más como castigo. ¡Cómo se reprochaba haber cedido en la vuelta número 50! Sino ya se encontraría descansando en el dormitorio compartido como el resto de muchachos; quienes se asombraban por su resistencia.

Guy en lugar de sentir rabia por tener que velar por su ejercicio, o lástima por su cansancio, sentía admiración por su tenacidad. Pues si caía se levantaba con una energía en su mirada que le daba fuerzas para llegar a casi completar otra vuelta más.

Podía ver al maestro a pocos metros, su piernas como gelatinas empezaban a entorpecer su trayecto. « ¡N-No caeré! » Se decía a sí misma con fuerza mientras el rostro de Sasuke emergía en sus memorias con calidez. « Debo terminar si... si quiero regresar. » Expresaba decidida, pero muerta en vida. Cada día desde que había llegado, el pensar que regresaría a su lado le daba la fuerza para terminar los horrorosos circuitos de ejercicios que el maestro cambiaba a diario para fortalecer a los 25 muchachos que tenía a cargo —mismos chicos que una vez enviaron al hospital a Hiro.

Antes de poder notarlo, su rodilla derecha y la mano izquierda topaban el suelo a tan sólo 3 metros de la meta. Apretó la mandíbula para contener las ganas de llorar por la frustración, más que por el terrible dolor. El maestro se acercó tranquilo, no se había movido del puesto desde que Hiro inició el castigo.

— Levántate. —indicó sereno y comprensivo, algo triste por su fallo, pero con ese don de mando que debía tener— Si no te levantas te irá peor. Ya conoces las normas.

Abrió los ojos con espanto mientras los jadeos del cansancio se escuchaban hasta unos metros de ellos en el espacio abierto. Recordar que si no cumplía con las órdenes aumentaría la estadía y Hiro no podía permanecer más de dos meses en el lugar. ¡Debía regresar! ¡Lo necesitaba!

Antes de que Guy diera su última advertencia, se apoyó sobre su lánguida pierna para estar de pie una vez más. El sudor recorría su rostro, que aún con el cabello corto, le daba un aspecto femenino que sólo un idiota no lograría apreciar.

« N-No ha sido fácil... » Expresó mientras daba paso por paso para iniciar su última vuelta; porque esta sí la completaría. «Nunca ha sido... fácil... » Pensaba mientras sus pies topaban el firme suelo acolchonado de pasto verde encendido. «Luchar para... para sobrevivir. Así era mi vida... Era...» La imagen de Sasuke emergió una vez más en su mente y le dio la fuerza suficiente para empezar a trotar sin importar si sentía o no sus piernas. «Debo vivir... Debo regresar porque... porque ya no vivo por mí... sino por... » Con claro dolor, su rostro logró asimilar una sonrisa cálida que el maestro no podía apreciar «... Sasuke-kun.»

Dulce GuardaespaldasWhere stories live. Discover now