Eventos que destrozan un alma pura

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/Distrito Koshi/Callejones/Miércoles/23h48/

Sasuke-san...

Luego de ver a hurtadillas a su querido amor platónico, limitó a susurrar su nombre con la mirada en el suelo mientras pateaba una roca pequeña.

— ¡Hey, hermosa! —Ine levantó y giró su cabeza ante el sonido ronco de una voz masculina detrás de ella. — ¿Estás perdida? —decidió ignorar a esos dos jóvenes mayores a ella por algunos años; apresura su paso. Pero delante de su camino otro bloqueó y detuvo su andar. — ¿Por qué la prisa, preciosa?

— ¿Quieres venir con nosotros? —preguntó el sujeto frente a ella con una asquerosa mirada lujuriosa.

Ine retrocedió poco a poco mientras su corazón aceleraba más y más al notar que el lugar estaba completamente lejos de cualquier signo de ayuda. — ¿Cómo te llamas, lindura? —el más tosco de los tres tomó su brazo con rudeza y ella reacción con un mordisco en la mano de manera mecánica por el temor. El sujeto, de aspecto demacrado, gritó. La adrenalina invadió su cerebro y sus piernas la obligaron a correr de regreso en la dirección donde había visto a Sasuke y Naruto tomar el tren hace unos pocos minutos.

— ¡Maldita perra!

Otro individuo, aspecto gordo, alcanzó a sujetarla del cabello, tirándola hacia él con violencia. La mueca de dolor pasó desapercibida y sostuvo su cabello para intentar liberarse. A punto de gritar por socorro, el mismo tipo obeso cubrió su boca con la mano antes de introducir un trapo sucio sacado sacó de su bolsillo trasero. El más alto y de aspecto atlético —quien le cerró el paso— la levantó como un saco ligero para situarla en su hombro.

Ella pateaba, se retorcía, gemía y contorsionaba su cuerpo fieramente. Chilló hasta que sentir el sabor metálico en su boca y aún con todo ese dolor en su garganta continuó desgañitándose a espera de que sus alaridos la rescataran, pero los malnacidos sólo reían divertidos por su actitud y la subieron a un coche estacionado en la oscuridad.

/Distrito Kikuchi/Guarida de pandilleros/Jueves/00h13/

Las gotas saladas caían sin parar de sus ojos y humedecían su ropa; no paraba de temblar.

Llegaron a un edificio demacrado por el paso del tiempo. Ingresaron a un sótano sucio y apestoso. La tiraron sobre unas colchonetas mohosas, mugrientas y hediondas. El tipo demacrado se acercó a la indefensa chica y la sujetó por los hombros para que dejara de retorcerse, mientras el obeso desabotonaba su pantalón y se despojaba del cinturón.

— No la canses tanto, luego es mi turno. —expulsó con una mueca de perversión que, lamentablemente, Ine escuchó con total claridad.

Sus gritos eran a duras penas audibles en ese solitario lugar. Continuó forcejeando con todas sus fuerzas y eso colmó la paciencia de quien la sujetaba. El sonido de un golpe seco retumbó en toda la habitación y eso la dejó mareada.

Hubiera preferido quedar inconsciente para no recordar aquello de lo que ya no había escapatoria...

/02h33/

La puerta del sótano se abrió y el trío de asquerosos depravados reciben a su jefe con una sonrisa estúpida por el licor ingerido desde hace media hora. Su líder quedó con los ojos totalmente abiertos y su rostro fue cubierto por una densa sombra. — ¡¿Que mierda hicieron!? —vociferó el chico cabello castaño y tatuajes triangulares rojos sobre sus mejillas al notar el cuerpo lánguido de una muchacha sobre las colchonetas del rincón. Lo acompañaba un chico un par de centímetros más alto a su espalda usando gafas oscuras.

— ¡Je... Jefe! —manifestaron al unísono al notar la mirada fúrica en su líder; los rostros de los infelices adoptaron un tono azul violáceo. — So... solo nos divertíamos un... un rato. — dijo con aire tembloroso el de aspecto atlético.

Dulce GuardaespaldasWhere stories live. Discover now