Cap. 56

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56. AMSTERDAM

La mañana siguiente mis pies dolían, pero tenia una sensación de libertad que no podía quitarme de encima, así que sin prestarle atención a los gritos suplicantes en las plantas de mis pies, en cambio, comencé a tender la cama dispuesta a hacer algo por arreglar mi aspecto matutino al terminar.

Tomé la pasta dental y uno de los cepillos nuevos su se encontraba en la cajita de madera que reposaba sobre un bonito lava manos a medio circulo.

Generalmente cepillaba mi boca con música, pero mi iPod estaba del otro lado del la habitación descansando en un buró de madera junto a mi cama, así que decidí reproducir alguna canción en mi cabeza y sin poder evitarlo, mi cepilleo y mi cuerpo ya tenían ritmo.

Pero para continuar con el baño debía volver a la cama donde había dejado la toalla. Dejé de mover el cuerpo al compás de la música imaginaria y me limité a mover la cabeza mientras caminaba de vuelta a la habitación y cepillaba el resto de mi boca.

Tomé la toalla pero una sombra divisada por el rabillo del ojo me frenó de golpe.

Giré la cabeza con brusquedad y encontré a un muy sorprendido Liam frente a mi, en la esquina de la cama, junto al buró.

Sonreí abiertamente a modo de disculpa logrando sacarlo del trance y haciendo que en el acto soltara una enorme carcajada.

Me pregunté que imagen daría la loca con pijama que movía la cabeza de lado a lado como poseída y los cabellos revueltos. Seguro que estaba de fotografía.

Negué con la cabeza y volví al baño. Ya podría reclamar su presencia a esas horas de la mañana en mi habitación, una vez que enjuagara mi boca y cepillara mis revueltos cabellos.

—¿Qué es todo eso? —pregunté al salir del baño, señalando el pequeño comedor improvisado que Liam había colocado con una tabla sobre la cama. Vasos con jugo de naranja natural, cubiertos plateados, dos platos con omelette, papa cocida y rayada, y unos extraños rollos de pescado crudo.

—¿Nunca cierras la puerta con seguro? ¿Donde crees que estamos? ¿En Islandia? —cuestionó mas divertido que enojado, a pesar de que trataba de demostrar lo contrario.

Islandia. El lugar mas seguo en todo el mundo. Estaba en mi lista de lugares a conocer antes de morir alimentado por el deseo predominante de realizar un experimento socia dejando caer mi billetera en una plaza publica. A ver que tan honestos y pacíficos eran los Islandeses y si la prensa les hacia justicia.

—Lo olvidé. ¿Qué es eso? —pregunté volviendo la atención al desayuno.

—No pienso bajar al pub con Fernanda —dijo resoplando, haciéndome ver que la simple sugerencia era estúpida.

—¿No era Fabiola?

Línea se encogió de hombros con indiferencia y señaló el sitio libre frente a él.

Lo miré. Su cabello café cobrizo lucía estratégicamente despeinado, casi parecía un accidente que luciera tan bien, me pregunté qué sería correr mis dedos por sus cabellos en la mañana, ¿serian así de ordenados? ¿que olor tendrían?, en fin, no valía la pena fantasear tanto puesto que su boda se aproximaba y sin duda yo estaría invitada. Por otro lado, su ropa de viaje no lucia nada matutina, por lo que descarte la idea de que hubiera corrido directamente hasta aquí

—¿A que hora te despiertas? —la curiosidad gobernando con bandera de plata otra vez.

Frunció el ceño confundido. —A las 6:00.

—¡¿De la mañana?!

Que pregunta. No pude darme cuenta de lo estúpida que sonaba hasta que la exterioricé.

Afortunado Desastre (LR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora