Cap. 25

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QUENTIN

No solía solicitar ningún descanso durante las practicas, generalmente golpear el balón y ¿Por qué no? Un par de chicos también, era bastante relajante. En todo caso mantenía mi cabeza ocupada y me ayudaba a "proyectar mi energía" (palabras de Katy, no mías) en un quehacer sano. Pero esa tarde era bastante calurosa, los rayos del sol penetraban sin piedad en el campo y las gotas de sudor bañaban mi cuerpo como si acabara de salir de una ducha de agua caliente.

—¿Todo bien Webber? —preguntó el entrenador Kartz a distancia.

Levante la mano en señal de aprobación y me deje caer de espaldas sobre la barra en la que entrenaban las porristas durante las practicas. Necesitaba despojarme de aquel casco de inmediato o iba a terminar cociéndome en mi propio jugo.

—Bien, podemos tomar un descanso chicos. Cinco minutos —anunció Kratz.

Centré la mirada en el cielo azul perfectamente despejado y cerré los ojos un par de segundos mientras intentaba concentrarme en recuperar el aliento. Las practicas se volvían pesadas cuando entraba el verano y los trajes y el equipo se volvían más irritables.

Estaba lográndolo a la perfección, mi aliento se recuperaba y el calor en mi cuerpo comenzaba a aminorar cuando los sonidos de unos acordes de guitarra perfectos llegaron hasta mi desde lejos. Mi cuerpo imploraba que me quedara quieto un par de segundos más, pero era imposible ignorar aquella melodía. Sin poder evitarlo giré levemente hacia aquellos sonidos.

Sonreí.

Esa chica tenía unas manos mágicas y una voz... Dios, su voz, podría pasar toda la vida escuchándola hablar, esperaba que no comenzara a cantar o íbamos a tener que practicar en otro sitio. Generalmente solía convertir un pasillo en un concierto de escenario estrecho.

Y eso fue justo lo que sucedió.

La letra de una canción desconocida comenzó a llenar el lugar. Los chicos parecían mostrarse indiferentes, todos buscaban un poco de agua y alguna sombra en la que pudieran tirarse a recuperar el aliento, pero sabía que aquello no iba a durar demasiado. La chica que tocaba la guitarra sobre las escaleras de la entrada principal de la escuela comenzó a atraer las miradas de los transeúntes, quienes sin dudar paraban girando en su dirección.

No tardo en unirse un chico de aspecto hippie con los pantalones ligeramente caídos y los cabellos enmarañados. Comenzó a seguir la letra y pronto el dueto se convirtió en un trio cuando una niña pequeña se unió entre el gentío.

Sonreí, cerré los ojos y volví la cara al frente. En cinco minutos había pasado de una práctica de equipo a un musical callejero tipo High School Musical.

—No puede ser posible ¿En verdad tiene que hacerlo aquí? —se quejó Anna con alguna de sus amigas.

—¿Quieres que la mueva? Es insoportable —respondió Trina entre resoplidos poco femeninos.

Hice una mueca y giré hacia la chica de la guitarra. Realmente parecía feliz. Su cabello rubio caía sobre su frente y bloqueaba la visión de sus enormes ojos azules pero su sonrisa era perfectamente apreciable desde mi lugar. No era posible que alguien quisiera parar aquello.

—Creí que necesitaban música para trabajar —dije tirando ligeramente de la cintura de mi novia para que se sentara junto a mí. No solía silenciarse con facilidad lejos de un adulto.

—Y yo creí que no te gustaba trabajar con música.

—No cuando es Taylor Swift aullando frente a un micrófono. Hace eco con el casco.

Afortunado Desastre (LR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora