Cap. 55

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55. EL BARRIO ROJO DE AMSTERDAM

Las luces rojas me encandilaron la visión al principio. Pero después de los primeros dos minutos, mi visión se amoldó a la situación.

Nunca había probado la marihuana en mi vida, pero sabia como olía y aquel sitio, sin duda estaba plagado de Cannabis.

Los turistas eran mayormente jóvenes, aunque también pude detectar a una pareja de ancianos que cruzaba las calles riendo con picardía mientras señalaban los lugares alrededor.

—En Amsterdam la marihuana y la prostitución son completamente legales, de hecho las prostitutas pagan impuestos como cualquier otro trabajador —explicó Liam.

Vaya, que... Instructivo.

Habían pequeños comercios de comida rápida, bares nocturnos especialmente ruidosos y mas locales que no supe identificar, pero cuyos vapores me quitaron cualquier pizca de curiosidad que pudiera haberme poseído con anterioridad para llegar hasta ese sitio. Pero sin duda lo que mas llamó mi atención fueron las bailarinas exóticas que seducían a los turistas detrás de un escaparate cuya vitrina les hacia parecer un grupo de muñecas barbies atrapadas entro de sus cajas. Cada una tenía su propio escaparate y, por supuesto, no podían faltar las luces rojas iluminando las vitrinas, dándole un aspecto prohibido que sin duda despertaba los deseos de muchos turistas, quienes entraban y elegían a alguna de las chicas en interiores fluorescentes.

Sip, fluorescentes. ¿Donde diablos podía conseguir ropa interior que brillara en la oscuridad? ¡En Amsterdam!

Me preguntaba si los infomerciales eran algo del tipo: "¿Buscas ropa interior que brille en la oscuridad? ¿Estas harta de tener que golpearte el dedo meñique del pie buscando tus sostenes mientras tu entrenador de gimnasia salta por la ventana cuando ha llegado tu marido? ¡No busques mas! ¡Amsterdam tiene lo que estas buscando! Sillamasdentrodelosproximostreintaminutosrecibirasundetergenteparaquetambienbrillentuscalcetines" con voz de comentarista de concurso de baile Americano.

Mientras el infomercial se repetía en mi cabeza, mis pies avanzaban instintivamente hacia el frente, donde una de las chicas del escaparate se mordió el labio salvajemente, recorriendo a Liam con la mirada antes de bajar hasta el suelo moviendo las caderas insinuantemente.

Lo sonrió entretenido y regalándole uno de sus encantadores guiños, se giró hacia mi.

¡Vaya, así que los guiños eran para todas! ¡Que bien!

La mirada fulminante que le dediqué era todo un caso. Posteriormente, mi mano se movió hasta que mi puño golpeo su hombro. ¿Qué podía decir? A veces el instinto gobierna sobre la conciencia.

—¡Auh!

—¡Estas comprometido! —acusé.

—¡Vaya! ¿Así que esto significa ese estúpido anillo en la mano de mi prometida? Creí que lo traía para salir a la luz del sol sin derretirse. —respondió sin más.

—Si te refieres a los vampiros, no se derriten, se hacen polvo... O explotan.

Genial. Nos encontrábamos en el Barrio Rojo, rodeado de turistas excitados, bailarinas exóticas con calzoncillos brillantes, olor a marihuana y luces en neón ¿y que hacíamos? ¡Discutir acerca de vampiros! Si estuviéramos en Transilvania seguro que habría sido un tema de lo mas normal.

Ahora fue turno de la sonrisa ladeada. —Créeme, tener una pareja nunca me ha detenido, pero si te sirve de algo: yo nunca pago por estas cosas.

—¿Que dices? ¿Te vas sin pagar? —Aparte de cínico, tacaño y ratero.

Afortunado Desastre (LR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora