Cap 52

42.1K 4.9K 938
                                    

52. (LIAM)

Sentía la sangre caliente descendiendo hacia mis pies, un sabor amargo me llenó el paladar y las incontrolables ganas de golpear la pared con el puño eran considerablemente predominantes. Si la chica de cabello oscuro y brillantes ojos azules no se encontrará junto a mi, probablemente habría arrojado hasta el ultimo mueble contra la pared.

No podía entender por que mi madre se había ensañado tanto con ella. No quería creer que mi madre había perdido la razón por unos malditos números.

Pero por más vueltas que le daba al asunto, al final no me quedaba mas que creer que esa era la razón de su actuar, pues al final no podía entender qué iba a ganar con todo aquello. Además de desprestigiarla dudaba mucho que lograra sacar algo de provecho.

—¿Tienes crema de maní? —preguntó la voz gruesa de Luce, mientras de acercaba hacia la cocina a paso decidido— Y si es así, por favor dime que no está en el refrigerador.

Quería que me gritara, que me escupiera toda la ira que debía estar conteniendo en ese momento, pues así al menos podría calcular la magnitud de los daños. Pero la morena que ahora le hundía la cuchara a la crema de maní se ocultaba detrás de una mascara de indiferencia, misma que, deduzco, fue capaz de levantar durante el tiempo que salia con mi antiguo mejor amigo y su potencial asesino.

Conocía esa mascara tan bien, porque yo mismo tenia una similar, por esa razón sabía que no debía presionar. Si Luce era un poco como yo, debía estar hirviendo por dentro.

—Luce... Lo siento —debía odiarme en esos momentos. Mi madre la había difamado públicamente de una manera sencillamente vergonzosa.

Luce sonrió leve sacando fuerzas de flaqueza, pues de pronto, ya no parecía tan animada. —Tranquilo, ya estaba preparada para encontrar la crema de maní en el refrigerador.

No pude evitar que una sonrisa se me escapara. Esa era la cuestión principal con aquella mujer: siempre tenía una buena respuesta bajo la manga. El silencio sencillamente no era su fuerte.

Sonrió leve ante mi gesto y continuó: —Liam, no es tu culpa.

Como adoraba cuando decía mi nombre con lentitud. Con voz gruesa o sin voz gruesa, era como si acariciara cada letra, como si pudiera saborear mi nombre.

¿Cómo podía alguien odiarla? ¿Cómo podía odiarla mi madre? No podía entenderlo.

—Es mi madre —dije finalmente, cuando pude apartar lo mirada de esos labios relamidos.

Maldita sea, la crema de maní había sido una mala idea.

Agradecía enormemente que ella no pareciera percatarse del efecto que provocaba en mí porque de hacerlo, el momento prometía ser sencillamente vergonzoso.

—Lo sé, pero eso no la convierte en tu responsabilidad —aseguró con un encogimiento de hombros mientras volvía a concentrarse en la tarea de cubrir el pan tostado con una ligera... ¡Por Dios! ¿A quién engaño? ¡Era la maldita capa de crema de maní más grande que hubiese visto jamás!

—Te prometo... Te juro que haré todo por arreglar esto —A fin de cuentas, era lo menos que podía hacer por ella.

Sonrió y asintió ligeramente. —Lo sé, eres Liam Woodgeth, puedes hacer casi todo ¿no?

«Casi» era la palabra clave, pues en ese momento se me estaban ocurriendo un par de «casis», que definitivamente no podía hacerle.


—Y mientras tanto... Deberíamos de volver al trabajo. Dijiste que tenias unas reseñas —Señaló caminando hacia el comedor principal, donde el día se nos fue entre risas y correcciones, poco faltó para que Geneden se nos uniera y la noche de trabajo se convirtiera también en una cena de amigos.

Afortunado Desastre (LR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora