Cap. 43

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43. APUESTAS.

Buscamos por todos lados. Los tres mejores amigos de Quentin estaban seguros durmiendo tranquilos en sus casas y su novia Anna, era la única opción que nos quedaba y a pesar de que poco sabia de su localización, insistí en continuar con la búsqueda.

—Dorian tiene esa extraña aplicación acosadora y si la chica lo trae en el móvil con el GPS encendido, podemos encontrarla —sugirió Katy soltando un enorme y cansado bostezo.

—¿Tienes su numero de teléfono? —preguntó Dorian tomando el móvil.

Asentí sacando el móvil para dictarle el número de la chica a mi mejor amigo.

Iba a matar a ese aprendiz de Lucifer cuando lo encontrara, eso podía apostarlo. En mi cabeza, comenzaban a trazarse millones de planes en los que mantenía a Quentin Webber vigilado 24/7.

—La chica se encuentra a pocas calles de aquí, parece que llegaremos en diez minutos.

—Diez minutos es mucho tiempo —me quejé, dedicándole una mirada de perro atropellado.

—¿Quieres que me multen?

—Eso depende ¿Vas a cobrarme?

Dorian me miró mal pero aceleró.

Sonreí. —Eres el mejor amigo que una chica casi millonaria pudiera tener.

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La casa de Anna, la novia de Quentin, estaba repleta de adolescentes. Papel higiénico llenaba el techo y gran parte de los bonitos y elegantes arbustos, varios adolescentes salían a traspiés de la enorme casa con botellas de alcohol entre manos y una que otra chica caminaba cabizbaja con tacones en la mano.

Me habría preocupado por su destino, si el mio no estuviera pendiendo de un hilo, con altas potabilidades de ser peor que el de cualquier joven en esa fiesta.

Me bajé de inmediato para contemplarlo todo de cerca.

Mis manos se volvieron puños. —Hijo de la gran...

Katy palmeó mi hombro. —Déjalo salir, hermana.

Si los abogados se llegaban a enterar de que aquel petarre se había escapado en medio de la noche a una fiesta en casa de su novia, iban a quitarme su tutela sin mas preámbulos. Aunque a esas alturas ya no estaba tan segura de poder seguir luchando por ella.

Me acerqué a la enorme propiedad dando grandes y furiosas zancadas. Mis zapatillas lastimaban pero mi ira era predominante y mi único objetivo era un mequetrefe de quince años con un evidentemente nulo autocontrol y poca conciencia.

Entré a la casa abriéndome paso con los codos entre los enormes e imponentes cuerpos de la población estudiantil. ¿Qué les daban de comer a los chicos en el almuerzo? ¿Esteroides? Esos cuerpos no eran anatómicamente normales para chicos de su edad.

—Cuidado anciana —me reprendió un chico al que pisé accidentalmente.

—¿A quien llamas anciana, niño? —espetó Dorian con una mirada fulminante en su dirección.

El chico mostró las palmas y se retiró.

—Gracias —dije buscando con la mirada a Quen entre la multitud de chicos aglomerados en la sala de la casa.

—Cuando quieras.

—Creo que deberíamos de dividirnos —planteé tanteando que no íbamos a poder encontrar a mi demonio en una casa tan grande como aquella.

—¿Y dejarte sola en una fiesta? —Dorian resopló— Por supuesto que no.

—No vamos a encontrarlo jamás si andamos juntos.

Afortunado Desastre (LR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora