Cap. 48

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48.

La cama en la habitación de huéspedes era muy cómoda; las telas de seda me hacían querer frotarlas contra mi mejilla para toda la vida, pero como siempre, el aguafiestas de Liam tenía que aventarlo todo al caño.

—¿Cómo te sientes? —preguntó sentándose en la esquina de la cama, donde yo ya me arropaba del otro lado.

—Bien. Sabes, no es como si me hubieran atropellado o estuviera post cirugía.

—No tienes ni idea —continuó sin inmutarse por mi respuesta—... No sabes a lo que te expones ¿Quieres explicarme en que rayos estabas pensando?

—Perdí una apuesta.

—¡Por Dios, Lucinda! ¡Tu seguridad es mas importante que una apuesta! ¿A caso no sabes que...? —se cortó como si hubiera estado a punto de revelarme los secretos del universo de un solo escupitajo— ¡Estás corriendo un peligro terrible! ¿no lo entiendes?

Bueno, según yo, el único peligro que corría era el de a) conducir ebria y partirme el cráneo en un accidente, cosa que no ocurriría porque yo, por muy borracha que estuviera, jamas conducía. Hacerlo es estúpido y peligroso, y pese a que yo soy la palabra "estúpida" y "peligrosa" traídas a la vida, tengo mis limites.

—No iba a conducir, no estoy tan loca ni soy tan irresponsable.

Tan.

—¡No estoy hablando de eso! Él... Hay personas que pueden hacerte mas daño, no tienes ni idea —explotó.

Mis ojos comenzaron a picar, las lágrimas ardían y no pude retenerlas más tiempo. Al poco tiempo, estas comenzaron a correr por mis mejillas como si me pagaran por verter mis líquidos por la cara.

—¡¿A quien le importa?! —fue mi turno de explotar.

Fue entonces cuando Liam giró el rostro y no tuve opción más que limpiarme las lágrimas de un brusco movimiento. Su expresión se suavizó de inmediato y su mano despeinó fatigosamente su cabello café cobrizo.

—No quise decir... Es solo que... ¡Dios! ¿Por qué tienes que ser tan difícil?

—Sólo quería que... Yo buscaba... —me armé de valor, tomé aire y solté de golpe—: No quiero que te cases con América.

La mirada de Liam se intensificó, sus ojos brillaban expectantes y una sonrisa triste se despertó en sus facciones.

—Mañana no pensaras lo mismo...

—He pensado eso todo el tiempo! Lo pensaré mañana y pasado mañana y de aquí a veinte años! No estoy tan perdida ¿sabes?

Además, que nunca había escuchado ese dicho de "los niños y los borrachos siempre dicen la verdad"? Aunque estábamos hablando del mismo hombre que nunca había comido en la cocina o probado las galletas remojadas en leche. No me habría sorprendido que respondiera "No" de haberle planteado una verdadera pregunta respecto al tema.

—¿Ah, no? Te pusiste a presionar el control de la alarma del auto frente a la puerta de la casa —recordó.

—Bueno, de lejos se parecía mucho a la puerta de tu auto.

Liam rió por lo bajo y se recorrió de la esquina de la cama hacia atrás, sentándose junto a mi con la espalda en la cabecera de la cama.

—Tú no sabes... Si estuvieras en mis zapatos, también te casarías —aseguró con la mirada perdida en la pared.

Otra vez el horrible ardor en los ojos por las gotas que quemaban retenidas con una fuerza sobrehumana. Respiré hondo y me dispuse a responder con el tono mas neutral que pude utilizar.

Afortunado Desastre (LR #2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora