—Realmente no iba a pedirte permiso —aseguré soltando un bufido. Por Dios, ¿cómo es que alguien que no come chatarra puede pesar tanto?

—Luce, no creo que sea una buena idea —añadió Katy colocandose junto a John debajo de la escalera.

Realmente habría preferido que toda esa energía que empleaban en fruncir el ceño y fulminarme con la mirada, la emplearan en ayudarnos a movilizar a Liam de una vez.

—Yo tampoco creo que sea muy prudente meter a un hombre borracho en tu habitación —declaró Quen cruzando los brazos sobre el pecho en el sofá junto a Geneden.

—Oigan estoy aquí —anunció Liam por lo bajo.

—¿Y es mas prudente meterlo en la tuya?—ataqué.

—Sabes que es diferente.

—¿Diferente en que sentido? ¿Por que eres hombre?

—Si.

—Y la verdad es que no eres mi tipo —añadió Liam girando la cabeza para dedicarle un guiño al muchacho.

Lo silencié con la mirada. Realmente eso no ayudaba demasiado.

—Luce...

—No voy a cambiar de opinión, Katy.

Dorian y yo continuamos subiendo a Liam hacia mi habitación a paso lento y tambaleante. Cuando finalmente logramos dejarlo sentado al borde de la cama, Dorian me miró y preguntó:

—¿Estas segura de esto?

Asentí. —Te llamaré si necesito ayuda.

—Bien. No dudes en hacerlo, no importa la hora, vendré si e necesitas —respondió plantándome un beso en la frente antes de irse—. Buenas noches.

Sonreí. Al menos alguien estaba de mi lado. —Buenas noches.

—Quiere acostarse contigo —aseguró Liam con mala cara una vez que la puerta se cerró detrás de Dorian.

—Por supuesto que no. Es mi mejor amigo.

—Yo me he acostado con todas mis amigas.

—No te has acostado conmigo —advertí mientras tomaba la ropa arrugada que tenía a montones sobre el tocador y la llevaba al cesto junto al baño.

Se encogió de hombros. —Eres la única excepción.

—Trataré de no ofenderme con eso —respondí volviéndome hacia él.

Rio leve. —Yo no me ofendería.

Suspiré. —Tengo que ir por algo de ropa, no puedes dormir con eso —señalé su camisa, pantalón y zapatos de vestir con el dedo.

—Trataré de no ofenderme con eso.

Sonreí.

Bajé hacia la sala y me encontré con un grupo de miradas fulminantes y ceños fruncidos en mi dirección. Todos estaban reunidos en la sala probablemente intercambiando opiniones sobre mi mal comportamiento como lo hacia mi tía Martha y mi abuela Bety cada vez que pateaba a alguno de mis primos por cobardes.

Suspiré y giré hacia la cocina en busca de Dorian.

—¿Puedes prestarme una pantalonera y una camisa holgada?

—¿Y qué recibo a cambio?

—Te hornearé pastelillos y galletitas.

—¿No se te quemaron hace dos días?

—Nunca es tarde para aprender.

Dorian rió. —Te la prestaré si mantienes tus manos quietas y alejadas de la cocina.

Afortunado Desastre (LR #2)Where stories live. Discover now