XXVIII. VUELVE A TU HOGAR

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Querida T/n:
Si estás leyendo esto, significa que ha pasado algo. Algo muy malo. Posiblemente yo estaré muerta, y sé que estarás destrozada. Pero no quiero que sufras, porque sé lo que es sufrir por alguien a quien quieres, y no quiero que tú ni nadie pase por eso, y menos si es por mí. Así que hazme un favor y vive la vida por mí, cómete un helado en mi honor y juega con Once a espiar a los chicos. Si de verdad hay un más allá, haré lo posible por reír con vosotras de nuevo. Y, de paso, espantar a los chicos si os molestan mucho.
Hay muchas cosas que quiero decirte y, lamentablemente, si esta carta está en tus manos significa que no he tenido oportunidad. Así que vamos allá.
Eres una de mis mejores amigas. Daría la vida por ti. Sé que tú harías lo mismo. Cuando te vi por primera vez en la sala del club de imagen y sonido pensé: "ey, esta tía mola". No me equivoqué, y nunca dudé en que eras increíble. Todos pensamos eso de ti, me he dado cuenta a lo largo de estos dos años que para mi han sido como toda la vida. Espero que tú pienses igual. Sobre ti y sobre nosotros, que sé que nos quieres tanto como nosotros a ti. Bueno, solo quería que lo supieras. Que te quiero mucho.
De verdad espero que seas feliz. Te lo mereces. Gracias por todo lo que me has dado. Adiós para siempre.
Besos desde el más allá;
Tu amiga, MAX

Aparté la carta rápidamente antes de que mis lágrimas pudieran acabar de emborronar las últimas palabras. La guardé con delicadeza en el sobre y volví a levantar la mirada. Las luces iluminaban su rostro, pero eso no le confería ni mucho menos un mejor aspecto. Conectada a todo tipo de aparatos, se me partía el corazón solo de verla allí. Aún así, me había obligado a sentarme al lado de aquella camilla y leer su carta en voz alta.

Me limpié las lágrimas y me limité a mirarla y acariciar su mano con la esperanza de que pudiera sentirme a su lado, hasta que la enfermera entró para indicarme que el horario de visitas de la mañana se había acabado. Me incliné sobre la camilla para besar su frente.

-Gracias, Max - susurré -. Yo también te quiero mucho. Te prometo que volveremos a reír juntas.

Solté su mano y salí de la habitación, dejando entrar a algunas enfermeras. Steve me esperaba sentado en la sala de espera.

-¿Cómo está? - preguntó, levantándose, en cuanto yo me acerqué.

-Se pondrá bien.

Soné tan convincente como pude, tanto como para convencerme a mi misma de que me lo creía.

-La señora Wheeler quiere recoger algunas cosas para donarlas, por lo del "terremoto". Vamos a ayudarla. Te vendrá bien tener la mente en otras cosas.

Asentí y seguí a Steve hasta el coche. Ya dentro, me besó y me recordó por décima vez en lo que llevábamos de mañana lo mucho que me amaba. Respondí que yo también, pero no podía dejar de pensar en lo que pasaría si lo perdía a él también. ¿Y mis hermanos? ¿Estarían bien ellos, o también morirían entre mis brazos sin que yo pudiera hacer nada?

Habían pasado dos días desde Vecna, pero, aún sin la presencia de ese ser maligno, las pesadillas se repetían hasta que Steve me tomaba entre sus brazos y me susurraba al oído alguna anécdota divertida.

Paramos primero a comer en Enzo's. Una ironía del destino, quizá. Después, fuimos a casa de los Wheeler.

Llegamos cuando Lucas se iba. Se marchaba al hospital, a ver a Max. Nosotros nos quedamos preparando cajas. Una tarea monótona y aburrida, pero ideal para apartar sentimientos de culpa o la pena que me inundaba. Últimamente sonreía poco, y casi todas eran sonrisas forzadas.

-Oye, Nance - me acerqué a ella -. Lo siento, otra vez. Lo que dije no… no era verdad, no te odio.

-Ya lo sé, T/n. Me lo has repetido veinte veces - sonrió.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersWhere stories live. Discover now