XVII. LOS TÚNELES

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Me ayudaron a llevar a Steve al coche de Billy. Cargamos también algunas cosas que podrían hacernos falta en nuestra misión para alejar a los Demoperros del laboratorio.

-¿Vamos a dejarlo ahí? - pregunté, refiriéndome a Billy.

-Puees…

-Genial - empecé a levantar los dedos, uno por uno, mientras mencionaba todo lo que había ocurrido: - Sin teléfono, sin ventana, sin platos, con un demoperro en mi nevera y un tipo K.O. tirado en el suelo.

-Suena como una fiesta que se salió de control - dijo Max.

-¿Sí? Pues olvidaos de mi casa para la próxima fiesta - Max se acercó a la puerta del conductor -. ¡Eh, eh! Quieta ahí. Conduzco yo.

-¿Sabes conducir? - preguntó Mike.

-¿Vosotros? - ninguno de ellos respondió -. Pues eso. Soy la mayor. Dame las llaves.

Estiré la mano hacia Max y ella dejó las llaves en la palma, no muy convencida.

-Muy bien. ¿Quién tiene el mapa? - Lucas levantó la mano -. Pues tú delante. Guíame.

Subimos todos al coche y nos pusimos en marcha a aquella entrada a los túneles que Mike había señalado en mi nevera. Joder, que pequeña obsesión con la nevera.

Durante el viaje, no paré de lanzar vistazos a los asientos traseros por el retrovisor para ver cómo estaba Steve. Hasta que abrió los ojos.

-¿T/n? - me llamó.

-Aquí - respondí.

-¿Dónde…?

-Eh, eh, no, no te toques - le dijo Dustin -. Eh, colega… Tranquilo, has peleado bien. Te ha dado una paliza, pero has peleado bien. Tranquilo.

-Vale, tienes que seguir recto un kilómetro y girar a la izquierda en Mount Sinai - me indicó Lucas.

-¿Qué hacéis? - preguntó Steve.

-Vamos de viaje familiar, a ti qué te parece. Tranquilo, no les he dejado conducir por algo - respondí.

-¡Madre mía!

-¿No te fías de mí?

-Será porque nunca habías conducido - se quejó Max.

-¡Tú tampoco! - exclamé de vuelta.

-¡En un aparcamiento!

-¡Pero eso no cuenta!

-Tíos, ¿podéis callaros? - pidió Mike.

Miré hacia atrás una última vez. Steve tenía cara de estarlo pasando realmente mal, como si acabasen de subirlo a una montaña rusa y ahora rezase por su vida. "Tan mal no lo hago", pensé.

Pero quedó confirmado que efectivamente conducía de pena en cuanto casi me paso el giro a la izquierda, que Lucas tardó demasiado en señalarme. Hice un giro tan brusco que todos gritaron.

Nos bajamos del coche en cuanto llegamos al lugar de la entrada. Había un agujero delante de nosotros.

-Joder… - suspiró Steve.

-Qué, ni tan mal, ¿no? - dije.

-No ha muerto nadie, es un paso - confirmó Dustin.

-Yo podría haberlo hecho mejor - se quejó Max.

-A la vuelta conduces tú.

-¡No! Ni de coña, se acabó - dijo Steve.

Se sujetaba a la puerta del coche, como para no caerse al suelo. Seguía un poco desorientado por los golpes.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersWhere stories live. Discover now