XVI. EL HERMANO

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-Es mi hermano. No le digáis que estoy aquí, me mataría. Nos mataría - pidió Max.

Pese a la oscuridad, reconocí el coche y la figura de quien manejaba.

-No me jodas, ¿Billy? ¿Billy es tu hermano?

-¿Entonces lo conoces?

-Lamentablemente.

Steve hizo ademán de salir.

-Eh, Steve. Quieto. Es mi casa. Yo lo soluciono.

Caminé hasta la puerta y abrí. Billy ya bajaba del coche.

-¿T/n? Vaya, claro que sí, Byers… T/n Byers, no había caído.

-Se nota que no le das al coco muy a menudo, Hargrove.

-Cariño, no esperaba verte aquí. He venido a por mi hermanastra, pero… puedo llevaros a las dos.

Me guiñó un ojo y yo levanté el dedo de en medio sin mostrar ninguna otra expresión en mi cara.

-Tu hermana no está aquí.

-¿Estás sola? - no respondí, y al parecer él se lo tomó como un sí. Se acercó más -. Bueno, pues, la llevo buscando un buen rato y supongo que podría hacer un descanso, por ti. ¿Qué te parece si entramos y vamos a tu cuarto?

-Eres asqueroso, Billy.

Él sonrió.

-Sé que me deseas desde hace tiempo, no tienes que resistirte más… Vamos, sé mía esta noche.

-No quiero nada de ti. Quiero que cojas tu coche, des media vuelta y te largues de mi propiedad.

Él se acercó más. Tiró el cigarrillo que fumaba justo a mis pies y lo pisó sin apartar sus ojos de mí. Le mantuve la mirada sin mover ni un músculo. Se acercó tan rápido que no me dio tiempo a moverme, y él consiguió juntar sus labios con los míos. Lo aparté de inmediato, dándole un empujón en el pecho.

-¡No me toques!

-Muñeca, no seas tímida. Sé que quieres.

-No, Hargrove, tú quieres. No yo. Porque yo nunca tendría nada con un imbécil como tú.

Estiró su brazo y me agarró justo por el sitio en el que tenía la herida. Solté un gemido por el dolor. 

-Es cierto, soy yo el que quiere. Y yo siempre consigo lo que quiero.

Su mano cada vez me apretaba más. Ni siquiera lo pensé antes de darle un puñetazo con la mano que tenía libre. Él retrocedió y se llevó la mano a la cara, pero cuando la apartó comprobé que ni siquiera le había hecho sangrar.

-¿Te gusta jugar rudo, eh? - soltó una risita -. Muy bien, juguemos. Esto me pone.

-¡Eh, ya basta! - exclamó Steve, saliendo de casa y apareciendo detrás de mí.

-¿Estoy soñando o eres tú, Harrington?

-Sí, soy yo, no mojes los pantalones.

-¿Qué haces aquí, colega? Creía que la señorita estaba sola. Ah no, espera. Dime que no… joder, Harrington, ¿te la estabas tirando? ¿Por eso no quiere conmigo?

-Yo no estaba…

-Muñeca, si es por él, podemos hacer un trío si quieres. Y luego decides quién es mejor.

-¡Oh, por favor! - exclamé, frustrada.

-Mira, colega, será mejor que te calles. Y ni se te ocurra volver a hablarle así a mi novia.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora