VI. CENA FAMILIAR

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Al cabo de un rato, llegó un médico. Atendió a Angela y le hizo algunas preguntas para asegurarse de que no tenía alguna conmoción, las típicas de "¿Cómo te llamas?", "¿dónde estás?", "¿qué día es?".

Nosotros mirábamos la escena de pie, mientras que Ce estaba sentada, muy nerviosa y con la cabeza gacha, pero mirando fijamente a Angela. No había dicho nada desde el accidente. Cuando al fin Jonathan y Argyle llegaron a por nosotros, se encontraron con aquella escena y me tocó explicárselo mientras volvíamos a subir a la camioneta del Surfer Boy Pizza.

Durante el camino, los dos mayores, claramente fumados, trataron de levantarnos el ánimo. Con pésimos resultados por cuestiones obvias.

-Ahora parece muy heavy y tal, pero la futura reina del baile se pondrá bien - aseguró Argyle -. Venga, que eran ruedas de goma. De plástico.

-Pero no de plástico duro - añadió Jonathan -. Es… plástico del blando.

-Claro. ¿Sabes por qué las ruedas no son de madera, tío? ¿O de metal? Para que la peña no se haga daño cuando la ¡atizan con el patín!

-Ooooh.

-Sí, sí. Porque pasa más de lo que te imaginas, tío. Agresión con patines.

-Joder. Eh, al menos no eran patines de hielo.

-¡Le habría quedado la nariz a rodajas, tío!

-¡Ooooh!

-Eso habría sido mucho peor.

-Sí, mucho peor. Y si hubiera bebido, habrían dicho que estaba piripi.

-Que palabra más graciosa, tío. Piripi.

-Piripi.

Empezaron a repetir la palabra en bucle e incluso tararearon una cancioncita.

-Jonathan - intervine. Ellos interrumpieron su canturreo -. Basta, por favor. No ayudáis.

-Caray, lo siento - respondió él.

-Tranquilos, no confío en que podáis hacer mucho más. Estáis demasiado… piripis - ellos soltaron una pequeña carcajada por la palabra -. Pero estaría bien que guardaseis silencio.

-Lo que usted ordene, majestad - dijo Argyle.

Y, de alguna forma milagrosa, conseguí que el viaje hasta casa acabase de forma silenciosa.

Al llegar a casa, nadie nos recibió en la entrada.

-¿Mamá? - la llamó Will, mientras avanzábamos por el pasillo.

Llegamos al salón. En la cocina había un hombre cocinando con el delantal puesto. Tenía una calva muy reconocible.

-¡Por fin! - dijo él al sentir nuestra presencia. Se giró y nos sonrió -. Qué alegría volver a veros a todos, ¿eh?

-Hola, Murray - saludó Jonathan.

-¿Os gusta el risotto? - preguntó. Al parecer habría risotto para cenar.

-Sí - respondió Jonathan, riendo.

Acompañé a Ce a cambiarse y procuré separar el vestido del resto de la ropa sucia. Pusimos la mesa y nos sentamos los ocho a comer: Jonathan, Argyle, Mike, Will, Ce, Murray, mamá y yo.

-¿Qué haces aquí, Murray? - pregunté mientras intentaba comerme el risoto.

-Pues verás, por un cliente - respondió -. Llegué a Lenora por la mañana y pedí un taxi. Y ahí estaba yo, bajando por la I-5 para ver a este cliente en Ventura, y estaba buscando un motel para pasar la noche y, de repente, ¡pam! - el golpe que dio la mesa me sobresaltó, pero seguí revolviendo en mi plato buscando algo comestible -. ¡Me acordé! "¿La familia Byers no vive aquí?" - rio ante su propia historia.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersDonde viven las historias. Descúbrelo ahora