XXV. ANTES DE LA TORMENTA

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Dejé a Nancy sentarse delante y me acomodé detrás con el resto. Me senté al lado de Eddie, en frente de Lucas y Dustin.

-Tu amigo Jason es muy amable - le dije a Lucas. Él hizo una mueca y se encogió de hombros.

-¿Te ha hecho algo? ¿Te ha hecho daño? ¿Te ha tocado? - preguntó Eddie atropelladamente.

-No, tranquilo. Solo me ha amenazado de muerte. No es la primera vez - pensé en Billy el día de la sauna -. Ah, y también ha asegurado que soy la segunda al mando en una secta o no sé qué. ¿Qué es Fuego Infernal? - señalé la camiseta de Eddie.

-Es un club de Dragones y Mazmorras - explicó.

-¿Qué? ¡Hicisteis un club de Dragones y Mazmorras, ¿sin mí?! - miré a Lucas y a Dustin. Ellos se escogieron de hombros y yo me llevé una mano al pecho, fingiendo estar ofendida -. ¡Si no fuera por mí no conoceríais el juego!

-Estoy seguro de que te encantaría el club - aseguró Eddie.

Sonrió cuando me giré hacia él. Su mano avanzó hacia la mía, pero la retiró antes de que se tocasen. Me adelanté y agarré su mano. Me acerqué más a él, bajo su intensa mirada, hasta que quedamos casi pegados y pude apoyar mi cabeza en su hombro. Me dio un beso en la cabeza y pasamos en silencio el resto del viaje, cogidos de la mano.

Llegamos a un campo en un lugar apartado para preparar todo. Nancy me pasó una pistola.

-Para ti.

-Espera, ¿por qué yo tengo esto y tú tienes una escopeta?

-Porque yo sé disparar, y tú no. Aún no.

-Es que sigo sin entender por qué no atraigo yo a Vecna, si con esto - levanté la pistola agarrándola lejos de mí con dos dedos - no hago nada. Puedes disparar tu sola.

-T/n, te necesito para esto. Si una de nosotras falla, la otra debe asegurarse de acertar.

-Vale. Pero sigo sin saber usarla.

-Ven. Te enseño rápido y practicas.

La seguí hasta un sitio apartado de los demás, para no dispararle a nadie sin querer. Nancy colocó algunas latas a lo lejos y volvió conmigo. Yo sujetaba la pistola con las dos manos, tratando de apuntar.

-Así no. Espera, trae.

Se la pasé a Nancy. Ella me enseñó a sujetar el arma y a apuntar. Cargó la pistola con las balas que no se había guardado y que me servirían para practicar, y con un solo disparo derribó una sola de las latas.

-Ahora tú.

Me pasó la pistola. Miré a Nancy, nerviosa, y ella asintió e hizo un gesto con la cabeza hacia las latas. Disparé hasta cuatro veces, y en ninguna de ellas logré darle a una sola de las latas.

-Esto es ridículo - me quejé -. No voy a conseguirlo.

-Yo confío en ti. Sé que puedes hacerlo. Vamos, prueba otra vez.

Respiré hondo y apunté. Esta vez, la bala alcanzó de pleno una de las latas. Levanté los brazos en señal de victoria y grité, eufórica.

-¡Lo has visto! - exclamé -. ¡Le he dado!

-¡Le has dado! ¡Sabía que podías!

Me giré para saber si alguien más lo había visto. Steve me miraba sonriendo desde la distancia y, al ver que yo miraba, aplaudió.

-Sigue practicando - ordenó Nancy.

Eso hice. Pero solo conseguí derribar otra lata, y rozar a la tercera de modo que se tambaleó, pero sin caerse.

-Lo has hecho bien.

-¿No puedo seguir practicando?

-Tenemos que ahorrar munición.

-Joder, Nance. Solo le he dado a dos… ¿Y si fallo estando delante de Vecna?

-Entonces me aseguraré de no fallar yo también. Pero no te preocupes. Lo harás bien.

Asentí, aunque no convencida. Nancy me besó en la mejilla antes de marcharse con Max para poner a punto las armas.

Yo me senté a pensar en lo que íbamos a hacer. Una puta locura, eso era. Aunque, para locura, lo de lanzar fuegos artificiales dentro del centro comercial, o lo de prender fuego al interior de unos túneles, o lo de tenderle una trampa al Demogorgon en mi propia casa y casi quemar el pasillo. Sí, al parecer nos gustaba lo de hacer locuras.

Observé a los demás. Max y Nancy serraban el cañón de la escopeta, cosa que habría jurado que era ilegal, pero cada quien. Steve y Robin preparaban los molotov sentados al pie de la caravana. Ver a Lucas y a Erica trabajar juntos me hizo echar mucho de menos a mis hermanos. Reí al ver a Dustin y a Eddie jugar.

Viéndolos a todos, me sentí orgullosa de lo que éramos. Se me saltaron las lágrimas ante la idea de perder a alguno por culpa de todo aquello. Lo que Vecna me había enseñado volvía a atormentarme y me estremecí.

Me limpié las lágrimas con la manga de la chaqueta, me puse los cascos y le di al reproductor. La música llenó mis oídos y suspiré, algo abrumada. Cerré los ojos para recordar buenos tiempos y momentos felices, hasta que sentí que alguien se acercaba. Al abrirlos vi a Eddie de pie delante de mí. Me volví a quitar los cascos.

-¿Estás bien? - preguntó.

-Sí. Muy bien - acepté la mano que me tendía para ayudarme a levantar del suelo.

-Estás llorando - señaló, limpiándome el resto de lágrimas -. Detesto verte llorar.

-Es solo que… estaba pensando en lo mucho que os quiero a todos.

Eddie sonrió con dulzura. Acercó mi mano - que aún no había soltado desde que me ayudó a levantarme - a sus labios y besó mis dedos uno por uno sin dejar de mirarme a los ojos. Finalmente besó el dorso, y me soltó para quitarse uno de sus anillos.

-Quiero que tengas esto - dijo, antes de tomar de nuevo mi mano y deslizar el anillo en uno de mis dedos.

-Eds, es tuyo, no puedo quedármelo.

-Insisto. Te dará suerte - dejé de mirar el anillo y levanté la vista hacia su rostro. Él ya me miraba -. Y, si no, al menos estaremos juntos siempre.

Sonreí. Soltó mi mano y me abrazó. Reí cuando Eddie logró tirarnos sobre la hierba, y seguí riendo mientras dábamos vueltas, rodando por el campo como un par de niños. Al final, pude frenar y nos quedamos quietos, mirándonos. Él estaba justo encima, nuestros cuerpos se tocaban.

-Y al final he conseguido tenerte como quería - susurró. Su nariz casi rozaba la mía -. Aunque con más ropa, una decepción.

-Idiota - lo insulté, pero seguí riéndome.

Lo empujé y se tumbó a mi lado. Apoyó su cabeza en mi pecho y empecé a acariciarle el pelo mientras observábamos el cielo en silencio.

-Te amo - confesó.

-Y yo.

-No - soltó una risa triste -. Tú amas a Steve. Él te ama también, así que… me alegro por ti.

Suspiré. Era cierto, pero, cada vez que salía el tema, su voz se teñía de cierta tristeza que me hacía replantearme qué habría pasado si tan solo Steve no hubiese intentado disculparse con Jonathan aquella noche de noviembre del 83.

-Te quiero muchísimo, Eds.

Se levantó lo justo para sonreírme y darme un beso en la mejilla, cerca de la comisura de los labios, antes de volver a tumbarse y que ambos nos quedásemos en silencio. Sentí que alguien más se tumbaba a mi lado. Giré la cabeza y descubrí a Max mirando también al cielo. Volví a mirar hacia arriba mientras ambas buscábamos la mano de la otra sobre la hierba. Sonreí y dejé que otra lágrima se escapase, silenciosa.











Aaay. Queda muy poquito para el final...
Gracias por leer♡

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersWhere stories live. Discover now