XXVII. AMOR Y MUERTE

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Salí corriendo en cuanto el terremoto me permitió ponerme en pie. La carrera me secó las lágrimas a la fuerza, pero no pudo hacer nada con los nudos de mi estómago, mi garganta y mi corazón. Max estaba muerta. Tendría que haber sido yo.

De camino a la caravana, me encontré con que Dustin corría en mi misma dirección a una velocidad parecida a la mía, es decir, rápido que te cagas al estilo "acaba de pasar algo de la hostia". Y, en su caso, también al estilo "esto duele de cojones, creo que me he torcido un tobillo". Los dos frenamos de golpe, casi chocándonos, y empezamos a hablar a la vez.

-¡T/n! ¡Es Eddie! ¿Qué? ¿Qué le pasa a Max?

-¡Dustin! ¡Es Max! ¿Qué? ¿Qué le pasa a Eddie?

Nos callamos a la vez. Nuestra compenetración podría haber resultado graciosa en otro momento, pero en aquel solo me entraron ganas de llorar. Dustin señaló la dirección en la que había venido corriendo sin esperar mi respuesta: ya se la había imaginado. Seguí corriendo.

-¡No! - chillé, sollozando. No recuerdo en qué momento había empezado a llorar otra vez.

El corazón me dio un vuelco al ver a Eddie tirado en el suelo, y me tiré a su lado nada más llegar. Sangraba por varios sitios. Traté de taparle algunas heridas, pero era imposible detener las hemorragias. Aún respiraba, y usó las pocas fuerzas que le quedaban para mirarme, con los ojos vidriosos, y sonreír.

-Estás llorando. Detesto verte llorar - dijo con la voz quebrada.

-Eddie… - mi voz también salía con dificultad, camuflada entre el dolor -. ¿Qué has hecho?

-Los putos murciélagos, ¿eh?

-Los putos murciélagos - solté una risita y una sonrisa asomó a mi rostro pese a que mis ojos seguían llenos de lágrimas.

-Eso es. Sonríe. Me encanta… esa sonrisa.

Hice un esfuerzo por seguir sonriendo, pero negué con la cabeza sin dejar de llorar. Sujeté a Eddie para tratar de levantarlo.

-Vámonos, Eds. Arriba, venga. Ayúdame, apóyate en mí.

-T/n.

-Vas a ponerte bien, te lo prometo, vámonos. Eddie, por favor.

-¿Me quieres?

-Mucho.

-Entonces déjame ir.

Sollocé y me resigné a volver a dejarlo, pero sin dejar de sujetarlo entre mis brazos. Eddie no había dejado de sonreír un solo momento, como si pudiera tranquilizarme. Pero me aterraba la idea de no volver a ver esa sonrisa. Volví a negar con la cabeza.

-No puedo - susurré.

Él hizo un esfuerzo sobrehumano para estirar su brazo y poder acariciarme la mejilla con una mano manchada de sangre.

-Mi princesa - dijo. Mis lágrimas se mezclaban con la sangre de sus manos -. Nunca podré decirte… cuantísimo te amo. Al menos… al menos esta vez me he despedido.

-No… Eddie, no. Por favor, no me hagas esto, por favor. Quédate conmigo.

-Solo… solo bésame. Una última vez.

No dudé un solo segundo. Me agaché sobre él y junté nuestras bocas. Pude saborear su sangre en sus labios. Mis lágrimas cayeron también sobre su rostro.

No abrió los ojos cuando me levanté de nuevo. Lo llamé y lo moví, pero no reaccionaba. Su rostro mostraba una sonrisa relajada, casi parecía dormido, soñando algo maravilloso.

Stranger Things // La Tercera de los Hermanos ByersWhere stories live. Discover now